¿Se lo digo o no se lo digo?

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En el Campo de Quidditch

Hermione Confession

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Hermione titiritaba. Nunca había presenciado un 14 de Febrero tan frío, tenía las manos congeladas, la nariz roja y apenas sentía las piernas. Debajo del abrigo tenía una caja de bombones de chocolate que había comprado en HoneyDukes, que todavía se seguía preguntando si debía entregársela o no.

Sentía como el corazón le palpitaba como loco cada vez que Harry pasaba cerca suyo con la escoba y la miraba con preocupación. Sí, aquella tarde estaba cayendo una helada y aun así los Gryffindors habían decidido practicar en el Campo de Quidditch.

Hermione había insistido en acompañarle y Harry se había negado a esto, ya que no quería que su amiga pasara una hora completa sentada en las gradas con un clima tan frío. Pero Hermione extrañamente había insistido. ¿Por qué? Se mordía los labios y el calor subía por su cuerpo cada vez que esa respuesta se le cruzaba por la cabeza: quería confesarse.

Sus mejillas tomaron color cuando se dio cuenta de que la práctica ya había finalizado: Harry estaba acercándose con su escoba. El tiempo de pensar cómo iba a confesárselo todo se había acabado.

Sentía que con cada paso que su mejor amigo daba, el pánico crecía en su corazón. ¿Cómo se suponía que iba a decírselo? Se veía tan difícil... Hace días que había estado pensando en todo aquello, pero encontrar una manera de decir todo sin lastimarlos a ninguno de los dos era imposible.

Harry se detuvo frente a ella y sus manos fueron directo a sus mejillas, sorprendiéndola.

-Te vas a enfermar.

Hermione se levantó bruscamente sintiéndose nerviosa por ese repentino toque. No se lo esperaba. Pero levantarse de las gradas no hizo más que acercarla a su cuerpo; sus ojos se encontraron, verde y café mezclándose con una intensidad que provocó que el corazoncito de la bruja latiera fuertemente.

-Y-Yo estoy... m-muy bien -mintió mirando hacia cualquier parte menos a él. La verdad era que no estaba bien, era todo lo contrario, además de estar completamente congelada tenía tantas dudas y tantas preocupaciones que no sabía cómo le cabían en la cabeza.

-Yo sé por qué estás aquí -soltó dejándola con la boca abierta. ¿Lo sabía? ¿Tan obvia había sido? Sintió como se le revolvía el estómago imaginándose cuales serían las siguientes palabras "Hermione, te quiero, pero solo como una amiga". Después de todo, ¿Qué más podía esperar? Ginny últimamente no dejaba de revolotear alrededor de él, era hermosa y amaba el Quidditch, cualquier chico estaría encantado de estar a su lado y estaba segura de que Harry no era la excepción.

Hermione bajó la mirada, esperando esas palabras que le darían un golpe directo al estómago. Sí, siempre le habían parecido estúpidas las chicas que se enamoraban y sufrían por los chicos, pero esta vez... a pesar de que soportaría sus emociones delante de su amigo, estaba cien por ciento segura de que luego se encerraría en la habitación hasta soltar la última lágrima.

Era su primera vez en eso del amor, pero aun así, estaba segura de que... Lo... Amaba, lo amaba de verdad.

-¿Quieres que te ayude con Ron, verdad? -preguntó haciendo que lo miré al instante, perpleja. Una sonrisa se formó en el rostro de Harry, de ese tipo de sonrisa bondadosa, de esas que él siempre le solía dar -Debo admitirlo, me di cuenta hace unos pocos días... es que has comenzado a comportarte un poco extraña...

¿Ron? Ron... ¡No! Hermione quería desaparecer allí mismo. ¿Se había comportado extraña? ¿Él se había dado cuenta? Su cara comenzó a arder como fuego, si había creído que confesarse a Harry iba a ser difícil ahora con aquella confusión...

Harry se pasó una mano por el cabello, desordenándoselo aún más.

-Comenzaste a comer muy temprano en el Gran Comedor, a dejar de pasar tiempo con nosotros... -suspiró -. Lo siento, siendo tu mejor amigo debería... debería haberme dado cuenta antes.

-¿Qué? -susurró ella, haciendo que el mago la mirara sorprendido.

Hermione sentía más que nunca la caja de bombones debajo de su abrigo, pegada a su corazón, teniendo casi también un latido propio. Debería dársela, sacarla y entregarla pero se sentía temblorosa ante esa mirada verde y penetrante, ¿Desde cuándo se sentía tan pequeña?

-¿Qué sucede? ¿Me he... me he equivocado en algo? -le preguntó Harry confundido por esa expresión que su amiga tenía en el rostro.

Hermione necesitaba tomar valor, su valentía de Gryffindor por unos segundos para sacar la caja y entregársela. Sí, después saldría corriendo como una cobarde al estilo Draco Malfoy, pero por lo menos Harry iba a entender todo lo que estaba sucediendo.

Pasó su mano por debajo del abrigo, sacó la caja rápidamente, la colocó en el pecho de él y comenzó a correr hacia la salida del Campo que ese día se veía más lejana que nunca. El viento helado golpeó su rostro y desordenó su cabello mientras movía sus piernas lo más rápido posible.

Lo había hecho. ¡Lo había hecho!

Pero antes de que pudiera escapar, Harry la alcanzó con la escoba, tomó su mano y la obligó a girar, pegándola completamente a su pecho en un abrazo. La escoba cayó al suelo con un ruido sordo y eso fue lo último que se escuchó. Hermione se quedó sin aliento, con su mejilla apoyada en su pecho y con los brazos de él rodeándola. Sentía que su corazoncito iba a estallar y aun más cuando sintió como el de Harry latía a la par que el suyo.

-Lo siento. Soy un idiota -murmuró abrazándola con más fuerza, hundiendo su nariz en su cabello. Hermione sentía la necesidad de decir algo pero nada salía de su boca, estaba completamente inmóvil sin poder creer lo que estaba sucediendo -. N-nunca me hubiera imaginado que tú... -se detiene y suelta un suspiro, dándole cosquillas en la frente -Siempre... Siempre estuve celoso de él, siempre creí que Ron y tú iban a terminar juntos, que yo siempre iba a ser solo tu amigo, por eso nunca... nunca me atreví a confesarte todo lo que... lo que siento por ti.

Hubo un gran silencio. Harry la tomó del rostro y la obligó a mirarlo.

-¿No... No dices nada? -musitó con las mejillas sonrosadas. Hermione se ruborizó aún más que él.

-S-siempre quise darte chocolate -confesó bajito, sin saber cómo obtuvo las fuerzas de sacar su voz nuevamente.

Harry la miró con una expresión que nunca había visto antes, llena de ternura. Se quedaron así por un instante, en silencio, ambos perdiéndose en los ojos del otro y luego, de un momento a otro, el azabache aun con sus manos en sus mejillas, la acercó a su boca. Hermione cerró los ojos al mismo tiempo que él, sin poder creer que aquello iba a ocurrir. Su primer beso. En San Valentín. De parte de él.

Sus labios fríos se unieron con ansias hasta darse calor, con sus brazos Harry rodeó su cintura para pegarla completamente a su cuerpo y cuando Hermione se sintió con la suficiente confianza, aventuró sus manos hasta su cabello oscuro.

Cualquier frío desapareció. Fue tan perfecto que a Hermione le pareció irreal. Podía sentir su nariz rozando la suya, el aroma de la piel de Harry... el dulce sabor de sus labios... Era mucho mejor que en sus sueños, que en sus fantasías. Su amigo la abrazó con más fuerza, y solo se separaron cuando les faltó el aire.

Cuando Hermione abrió los ojos se encontró con los de él, estaban tan cerca... como nunca antes. El rubor se extendió por sus mejillas y por las de él. Una risita nerviosa se le escapó a Harry, llevó su dedo a la nariz de ella y la presionó.

-Está rojita. Es mejor que vayamos a tomar algo caliente antes de que te congeles.

Hermione sonrió tímidamente. Quería decirle que ya no tenía más frío gracias a él, pero aquello le parecía demasiado vergonzoso para confesarlo.

-¿Debemos... debemos volver ya al castillo?

No quería volver aun. Quería que aquel momento durara más tiempo, todavía no podía creer que Harry le correspondiera así. ¿Desde cuándo le... le gustaba? Había tantas preguntas que quería hacerle...

Ya iba a tener tiempo para ello, algo se lo decía.

Harry le tomó de la mano, provocando un cosquilleo agradable por todo su cuerpo.

-Creo que podríamos escaparnos por unos minutos a Hogsmeade para tomar cerveza de mantequilla, ¿Quieres? -le preguntó con tanta ilusión como ella -. Eso sí, no debemos dejar que nos pillen.

La bruja asintió con una sonrisa. Romper por unos minutos las reglas no podría ser tan malo, ¿Verdad?

Aquella tarde iba a ser la mejor de su vida. Hermione de eso no tenía duda.

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