Disclaimer: Los personajes y el universo de Canción de Hielo y Fuego le pertenecen a George R. R. Martin.
Esta historia participa en el reto #84: "Hacer las paces" del foro "Alas Negras, Palabras Negras".
Recuerdos
Observó los profundos ojos del arciano que se alzaba sobre ellas, imponente. «Los antiguos dioses nos están observando», pensó. Arya no supo descifrar lo que ocultaba aquella expresión.
—A padre siempre le gustó la tranquilidad del Bosque de Dioses —dijo Sansa. Arya la miró con curiosidad, pero asintió, instándole a continuar—. Cuando éramos más pequeños, nos trajo para rezar.
—Junto a Robb. —Y Jon. Seguro que su hermano habría estado también.
Su hermana asintió, y le pareció que sonreía con tristeza.
—A mí me asustaba el rostro del arciano, pero supe guardar la compostura. Robb decía que Jon sí que tenía miedo de verlo.
—¡Eso es mentira! —dijo Arya con rapidez—. Jon no le tenía miedo.
—Eso me lo dijiste tú un día. Él quiso acompañarte cuando padre te llevó por primera vez, ¿recuerdas?
—Sí. Y Robb también vino. Decía que era su deber, como futuro Señor de Invernalia. Pero tú ya no venías.
El silencio le pareció largo. Arya se mordió el labio, pero esperó a que su hermana hablase.
—No. Yo prefería a los dioses de madre. Me parecían más familiares, y me gustaba aprender los cánticos que me enseñaba. Los dioses de los Stark…
—Tú eres una Stark —interrumpió. Sansa la miró. Mil años atrás habría sido con desaprobación, reproche incluso. Sus ojos azules parecieron oscurecerse—. También son tus dioses. Nuestros dioses.
Las hojas se estremecieron, y Sansa bajó la mirada.
—Lo siento.
—¿Por qué? —Ahora sí que había lágrimas en sus ojos. Arya alargó la mano, dudosa. Deseaba mostrar su apoyo como había intentado hacer una vez hacía años, pero algo en ella todavía temía obtener rechazo. Sansa, sin embargo, tomó su mano entre las suyas. Era una mano tan pequeña y tan bonita…
—Confié en las personas equivocadas. Había pensado que todos murieron, que era la última Stark.
—No estás sola —le recordó—. Y pronto Bran… —Dioses, ¿es que todavía creía que sus hermanos seguían vivos? No obstante, Sansa no pareció darse cuenta. Pestañeó y asintió.
—Sueño con él a menudo —confesó—. Él sonríe, y me promete que cuando sea un gran caballero me cuidará. Y con Rickon también. Todavía está pequeño, pero se parece tanto a Robb…
Escucharon el susurro de las hojas del arciano, y el viento suave acarició sus rostros tiernamente. Arya miró fugazmente al árbol, y le pareció que algo había cambiado en su expresión; sus rasgos parecían más suaves, más familiares…
—También sueño con ellos. Y Jon. Él me revuelve el cabello y me llama «hermanita». —Todo parecía tan real hasta el momento en el que despertaba… y entonces sus hermanos continuaban muertos. Aquello era más triste todavía.
—Jon… —susurró Sansa—. No pensaba mucho en él, no hasta que abandoné Desembarco del Rey. Se parecía tanto a padre… como tú.
—Y tú a madre —dijo Arya con tristeza—. Eres aún más hermosa de lo que la recuerdo. —«No como yo», pensó. Nunca había poseído la belleza y elegancia de ninguna. A veces hasta había llegado a pensar que a ella no la quería tanto como a Sansa.
—Tú también lo eres. —Sansa sonaba sincera—. Ya no eres la niña que se escabullía para hacer travesuras. Has cambiado.
El recuerdo quedó flotando en el aire. Sansa se quedó en silencio, pero a Arya le pareció que todavía quedaba mucho por contar.
«A ambas. Aún nos queda mucho por decir», pensó. Tenían tiempo para aquello.
