LEJANÍA
No puedo más; esta absurda espera me está quemando por dentro. Estás aquí, pero lejos. Acercarme a ti, pero sin poder tocarte. Mirarte disimulando. "¡Estoy aquí!", te grito con los ojos; parece que no me oyes. ¿Porqué no respondes? Necesito oír tu voz, aunque diga "no". Aunque diga "nunca". Aunque diga "jamás". Aunque diga "TE ODIO". Me da igual. Lo único que quiero es que sepas que yo estaré aquí. Siempre. Para escucharte. Para abrazarte. Para enfurecerte. Para apoyarte. Para decirte "TE AMO". Para lo que sea. Lo único que quiero es que me reconozcas. Como tu amiga, tu enemiga, tu sirviente, tu nov… no, no quiero ni pensarlo. No quiero darme esperanzas. Falsas esperanzas. Sería demasiado doloroso. Venenoso. Dañino. Mortal. ¿No te ha pasado nunca que tienes a alguien delante pero lo sientes lejos, como si estuviera en otro planeta? A mí sí. Contigo. Continuamente. Y aunque sé que nunca vas a leer esto, lo escribo, bañando el papel con las lágrimas que, rebeldes, escapan de mis ojos sin querer, muriendo en mis rojos labios. Para desahogarme. Para aclarar las ideas. Para darme cuenta de lo mucho que te necesito. Como el aire que respiro. No, más. Mucho más. Como a mí misma. En mi totalidad. Por eso te he esperado. Te espero. Te esperaré.
