Disclaimer: Dragon Ball y todos sus personajes son creación de Akira Toriyama.

Notas de Autor: Este Darkfic toma lugar poco después de la caída de Piccolo Daimao, y de la heroica muerte de Mutaito. Obviamente no trata de los personajes usuales, sino de Roshi, Tsuru, y Uranai Baba.

Le agradezco a Dashret por plantear que "algo diferente debe tener Tsuru para que a él le afectara más (o más negativamente) que a Kame" la muerte de Mutaito; también a Heich-Ess, por recordarme a un sinfín de personajes con su épicos fics.

Los invito cordialmente a leer algo diferente.


"Mil Años Vive la Grulla"

I: Los lazos

Un Darkfic de Tsuru, Roshi, y Baba

Por

Esplandian

Ve perderse la conocida arrocera eléctrica en el azul jaspeado; el sello amarillo, y la tira de rostros felinos rosas sobre un fondo rosa se difuminaba a medida que el electrodoméstico se adentra en la abismal profundidad del océano: el terror había acabado, con sus tristezas, con sus muertes. Pero el sol brillaba siempre detrás de las nubes, detrás de la oscuridad o de la noche. La luz vuelve, vuelve; igual que la vida retorna después de un largo invierno.

El peso de las cosas oscuras se mantiene un instante y se lanza, se oculta donde jamás hará daño, pero no se olvidan sus lecciones; sin maldad no hay bondad; sin bien no hay mal.

Las estrellas resaltan en la más densa penumbra: la enseñanza final de su amado maestro le llega al corazón sin reparar jamás en el cumulo de sus faltas de carácter, ni de sus vicios. Da, porque dio siempre, y hasta su último suspiro.

El aire cálido y dulce del trópico invade sus pulmones, y la dicha se aloja en su alma. Recarga su moldeado brazo izquierdo en el pulido caparazón de tortuga, se enjuga el agua salada del rostro bronceado, y se reacomoda las gafas de sol. Toma otra bocanada de aire mientras recorre con su mano derecha los pequeños mechones negros que crecen en lo que antes fuera una cabeza rapada; lo que lo marcaba como un otrora estudiante de kempo.

—Umigame, ya ha terminado—rodea amistosamente el cuello a la magnifica chelonia.

—Después de la tempestad, nuestro mar está en calma.

—Todo se lo debemos al señor Mutaito—su sonrisa tiene algo de melancólica, pero retorna el entusiasmo con tal intensidad que sólo puede leerse la alegría de las cosas puras y simples—. Pero todavía queda mucho por hacer.

—Cierto, los humanos viven en casas de madera y roca. He vivido tanto, y sin embargo lo olvido—su gesto la hace parecer cansado o adormilado, pero lo cierto es que el tiempo transcurre diferente para Umigame, quien ha vivido demasiadas centurias—. Eres el único humano, después de Mutaito, con el que he conversado; si no se practica una lengua se olvida.

—Tortuga de Mar, ya que tienes ganas de conversar; y yo no puedo nadar y hablar al mismo tiempo ¿me dejarías subirme en tu lomo, por favor? Estoy algo agotado.

—Soy amable, pero no abuses—lo ve de reojo, indicándole que no se encuentra dispuesto a dejar que un humano lo utilice de trasporte.

—Está bien, sólo preguntaba. ¡Pero luego no me andes pidiendo que te salve de algún cocodrilo!

La tortuga entra en el mismo espacio temporal que el hombre con gafas.

—No te lo pediré, Kame Sennin, pero igual me rescataras— sonríe lánguidamente y ofrece una de sus aletas—. Si quieres puedes recargarte en mí, es mejor ir mano en mano. O en este caso, mano en aleta.

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Se tenían el uno al otro, y esa era la realidad. Forzosamente asumió la responsabilidad de criar a su hermanito; por la marcada diferencia de edad fácilmente pudo haber sido su hijo. Claro que él, un hombre de treintaiuno, no dejaría de practicar y perfeccionar su arte por convertirse en un padre adoptivo para el pequeño de dos años. Lo llevaría con él a donde quiera que fuera; si errar era su destino, lo compartirían.

El joven Maestro Grulla no poseía dotes para la paternidad a causa de su notable personalidad explosiva y voluble, y ciertas tendencias mal encaminadas y torcidas que sabia disimular con propiedad. Su corazón era tierra fértil para el mal sembrado por Piccolo, y apenas germinaba. No lo sentía por completo, pero lo presentía como se presiente la muerte. Trataba de encontrar solaz en aquel oasis, en la compañía de la adivina, y en el desierto donde se respiraba la magia. Los truenos a lo lejos, bajo nubes negras, competían con las incandescentes dunas: era fácil ver espejismos en la turbulencia. Con su antiguo hogar y escuela en ruinas no había lugar para él ni su hermano Tao Pai Pai; Baba se ofreció a adoptar al chiquillo, pese a que la dulzura no era una de sus virtudes y la maternidad no estaba en sus planes. La generosidad lo incomodaba.

—No me interesan los problemas que tengas con Roshi, y si preguntas él no me dijo nada.

—Eso lo confirma—sobre los pómulos salientes, las gafas oscuras desprendían reflejos rojizos que resbalaban por la piel cetrina.

—Yo actúo por cuenta propia, y no necesito de nadie para formar mis propias opiniones o tomar decisiones. Ya deberías saberlo.

Sonríe de lado, sí, ya debería saberlo. Lo que adora de ella es esa independencia de pensamiento; no es especialmente hermosa, ni carismática, pero era inteligente, vivaz, y bella a la manera en que él veía el mundo. Ella es la hermana de su rival y compañero. A pesar de los lazos consanguíneos Muten Roshi es diametralmente diferente a ella: idealista, holgazán, y desmesuradamente pervertido—en resumen, todo lo aborrecible—. Tsuru se preguntaba a menudo, si él y su hermanito Tao se verían tan dispares como Roshi y Baba con el pasar de los años.

— Siempre cree que le está haciendo un favor a alguien…el muy…—restalla recordando a su compañero y rival.

—Ya tendrás tiempo y ocasión para gritarle lo que te plazca a mi hermano. La cuestión es que no puedes criar al niño tu solo, no con el tipo de vida que llevas, mucho menos en el estado en que te encuentras—alcanza, con su mano pequeña, la del hombre que viste en verde y amarillo.

— ¿El estado en que me encuentlo?—a veces surgía el notorio acento de Mifang en su habla.

— El necio, arrogante, y petulante Tsuru Sennin se negó rotundamente a tocar el recipiente donde Piccolo Daimao fue sellado. Nunca percibí tanto terror en ti.

—Eso lo dices porque a ti nunca te miro a los ojos un demonio de piel verde.

La nota que percibe en la voz, el tremor ligero, le hace saber que algo cambio en él. Su futuro se torna confuso cuando antes era tan claro para ella. Con la muerte de Mutaito, mucho de Tsuru se fue también. Lo que le duele lo calla, lo oculta, lo tuerce hasta que no queda otra cosa que ira. Su brazo izquierdo no sana, tampoco su alma.

—Yo he visto muchas cosas, Tsuru. De este mundo y del otro. Por eso es que ni la muerte ni los demonios me inmutan.

El vapor se mueve dentro de la esfera que descansa en la mesa. Rostros informes escupen algo, condenan algo.

—Soy sensible, eso es todo—dirige su mirada protectora al niño que juega libremente sobre las baldosas—. Pero a él palece no afectarle tanto la muerte.

—Te aseguro que será más feliz conmigo, y tú podrás continuar con tu entrenamiento. Además no lo pondrás en peligro.

La cercanía de Pai Pai con el demonio Akuman y el Hombre-Vampiro alerta al antiguo alumno de Mutaito; quien rápidamente toma a Tao en brazos antes que las afiladas garras del diablo se hicieran de un tierno bocadillo. El demonio se encontraba un tanto decepcionado por la intrusión; aunque se inclinaba por los corazones de los malvados, jamás dejaba pasar la oportunidad de variar su dieta.

—Baba, sabes que confió en ti. Pero en cuanto a tus "asociados"...—el artista marcial cruza miradas con la bestia negra y azul palido. Akuman lo detesta, y agita la diablesca cola como un gato mimoso y encelado que aborrece al novio adolescente de su ama. En una mueca le muestra los colmillos entre encias azules, puede oler la maldad venidera.

—No debes preocuparte, ellos me obedecen una vez dada la orden.

El poder de Baba residía en su dominio de las fuerzas oscuras y atadas a otro plano intangible; y aunque los entes sobrenaturales carecían de la distinción entre el bien y el mal, noventainueve por ciento de sus pensamientos y acciones podrían considerarse malvados para los estándares humanos. Su hermanito era demasiado inocente para juzgar las expresiones hambrientas y acechantes de los monstruos que le servían a la hechicera. Definitivamente el bebo estaría mejor con él que con Uranai Baba; y por Kami-sama que esto no iba a ser fácil del todo…

El oráculo sabe que Akuman generalmente no pretenden lastimar a quien posee un corazón puro, y la profecia se vierte de sus labios.

—Hasta el peor de los asesinos fue alguna vez una criatura sin mancha—, la adivina clava sus ojos en el párvulo, mientras este juega a las escondidillas con el lacayo fantasmal rosa—. En un futuro él será muy famoso, aunque no precisamente por sus buenas acciones o virtudes.

— ¿De verdad? Supongo que podré repasar mi entrenamiento con él. Así ninguno de los dos perderá tiempo—sonrió orgulloso por lo que acababa de escuchar, y volvió su atención hacia la plataforma de peleas. Uno de esos graznidos alegres se le escapó de la garganta.

La dama moderadamente bonita, bastante bajita, y de melena magenta suspiró hondo… obviamente su interlocutor no la había escuchado del todo a causa de su ridículo sombrero de Grulla—haría bien en quitárselo, ya que el cabello no le terminaba de crecer—.

Tsuru le gusta por ser un hombre decidido—que a veces terminaba pecando de necio—. Una vez que tomaba una decisión no daba marcha atrás hasta que lograba su cometido. Parecía complacido con esa no tan grata profecía.

Hombres. Nunca terminaría de entenderlos… ¡ni viviendo mil años!

Como si tal pensamiento fuera escuchado, el niño hizo una pausa en sus juegos, encaró a Baba, y le saco la lengua. La hermana de Roshi no era de su agrado y el sentimiento parecía ser mutuo; en un inusual arranque infantil la mujer también le sacó la lengua en claro desafío; el chiquillo abrió los ojos asustado y corrió a esconderse detrás de su hermano mayor.

—Pai Pai, compórtate.

Sus facciones eran un tanto diferentes a las del primogénito Grulla, un poco más fuertes; y el cabello era negro como el plumaje de un cuervo, pero sin ese toque azuloso del mayor. Los ojos recelosos que asomaban desde el "escondite humano" eran sagaces, demasiado para un niño de su edad. Se aferraba con sus manitas al pantalón de Tsuru, rogando por la atención que le era negada. Con toda seguridad ese arrebato en contra de Baba era un gesto calculado, pero para su desgracia no producía el efecto deseado.

—Disculpa pleciosa, pero mi madre lo mimaba en exceso. Para su mala suerte yo no soy tan condescendiente.

—Ya se enterara quien manda—sonríe haciendo su mejor impresión de "bruja malvada del bosque".

Y más le valía aprender a no meterse con la hermosa Uranai Baba, sí.


Notas de autor:

Roshi y Tsuru estudiaron bajo Mutaito, fueron rivales en la lucha y en el amor. También llegaron a adoptar y criar a una fantástica criatura llamada Inockacho, que termino por aburrirse de ellos. Los dos compartieron casi las mismas experiencias en la lucha contra el Rey Demonio, pero sus reacciones y actitudes son diferentes como el día y la noche.

Roshi es un pervertido, pero con un muy buen corazón, y aparte es capaz de hacer todo por el bien de otros. Tsuru, por el contrario, no tiene miramientos y va hasta los extremos para probar una idea, aun a costa de otros y de sus vidas.

Las esencias de sus filosofías son completamente distintas: Uno usa y obliga, el otro ayuda y sugiere. Es su contraste lo que los hace interesantes, pero tanto la grulla como la tortuga son símbolos de longevidad.

Creo que sin la presencia de estos dos, no se sentiría la profundidad o los antecedentes de los guerreros Z; donde los alumnos de la corriente tortuga (Kame) y la corriente de la grulla (Tsuru) terminan por unir fuerzas, inclusive con el descendiente del mismísimo Daimao, para enfrentar a enemigos comunes.

Les agradecería sus comentarios y criticas con respecto a la historia; o por lo menos dejen saber que la leyeron. Gracias.