Advertencia: Rating T, por el lenguaje y contenido.
Descargo de responsabilidad: Akatsuki no Yona pertenece a la maravillosa Kusanagi sensei. El título tampoco es mío, pero es demasiado perfecto como para no usarlo…
INOCENCIA INTERRUMPIDA
El ruido de sus botas resuena en las paredes, negro eco de sus pasos. La silueta del rey frente a la balconada, pura luz sobre fondo azul, contrasta con la pesada oscuridad de su despacho. Gulfan agita las alas ante el visitante y Soo-Won alza el rostro y endereza la espalda.
Han Joo-Doh, general de la tribu del Cielo, se detiene bajo el umbral. Y aguarda…
—¿Está hecho? —pregunta el rey sin darse la vuelta.
—Sí —le responde—, nuestros mensajeros confirman que están de camino a la costa.
—¿Los barcos?
—Dispuestos y a la espera.
—¿Algún problema?
—Nada relevante… —contesta, y la figura del rey pareció relajarse un tanto—. Nuestros operativos actuaron según las órdenes recibidas.
—¿Las autoridades locales?
—Nunca podrán relacionarlo con nosotros. Y si lo hicieran…
—Servirá como mensaje… —terminó Soo-Won por él, un filo de frío acero en su voz.
—Sí.
—Solo queda esperar, entonces…
Joo-Doh asintió, aunque sabía que él no podía verle.
—Majestad —le dijo. Y dio un paso al frente, abandonando la oscuridad de la habitación para unirse a su rey bajo la refulgente luz del sol—, sabe usted que más de una muchacha habrá mentido para escapar de esa vida, ¿verdad?
—Da igual, general… —les respondió—. Kouka las acogerá.
Esa misma mañana, horas antes, a lo largo de toda la costa del Imperio Kai, gritos de alarma recibieron a la luz del alba. El mismo grito en prostíbulos, lupanares, casas de citas, tabernas y otros cuchitriles donde la dignidad no existe, sitios malditos en los que la juventud y la belleza se extinguen como la llama de una vela, donde la inocencia se quiebra entre lágrimas. Y la sangre de ochenta y siete proxenetas, madams, chulos, viejas puteras, alcahuetas y chuloputas manchaba el suelo de sus locales.
Y cuando llega la noche, mar adentro, tres barcos sin bandera despliegan su velamen a todo trapo. Vuelan, vuelan sobre las olas, el viento hincha sus velas y pareciera que los dioses les hubieran dado alas.
Las jóvenes de Awa por fin retornan a casa…
