Disclaimer: South Park y sus personajes son propiedad de Trey Parker y Matt Stone. Este fanfiction fue creado sin ánimo de lucro.

Este fic YAOI es irreal y grosero, los personajes son pobres imitaciones y por su contenido nadie lo debería leer.

Me desperté agitado... Otra vez tuve ese sueño en donde Cartman me hacía el amor.

— ¿Porqué?.

Me pregunté mirando el techo mientras tocaba mi labio inferior.

Llevé una mano a mi pecho arrugando la tela de la pijama, nunca en los dieciocho años de vida que tengo había sentido esto por nadie más.

— ¿Porqué me siento mal cuando los veo juntos?.

Una lágrima descendió por mi mejilla, el recuerdo de todas las veces que los he visto me daban ganas de llorar.

— Esto es completamente ridículo, no puedo estar celoso de mi mejor amigo.

No importaba cuantas veces lo repitiera sentía que estaba engañándome a mi mismo.

Miré el reloj despertador el cual indicaba que eran las 5 am.

Ya no volvería a dormirme, suspiré cansado.

No podía evitarlo, su voz era suficiente para que perdiera el control sobre mi.

Tomé mi celular, para comenzar a tocarme pensando en él.

Aumenté la velocidad de mi mano observando su foto.

— ¡Cartman!.

Gemí manchando las sábanas con mi semilla.

Me abracé a mi mismo sollozando... sabiendo de antemano que nunca me mirará de la misma forma que yo lo veo.

~ En la parada del autobús ~

Allí estaba solo, mirando su teléfono.

Me acerqué silenciosamente deteniéndome a su lado.

Los minutos pasaron lentamente y no se dignaba a mirarme, casi como si yo no existiera para él...

— ¿Tanta grasa te volvió ciego, culo gordo?.

Le dije para llamar su atención... no puedo soportar su indiferencia.

— ¡Cierra tu judía boca!.

Sonreí al notar como frunció el ceño.

— ¿Con quién estás hablando?.

Mi pregunta pareció sorprenderle porque dejó de ver la pantalla.

— Con el hippie.

Respondió como si nada causándome un nudo en la garganta.

— ¿E-enserio? ¿Pasó algo?.

Me mordí la lengua para no blasfemar.

Vi como elevó una ceja analizándome para después sonreír cínicamente.

— Me dijo que está resfriado y por eso no podrá ir a la universidad.

Nuevamente se formó un pesado silencio entre nosotros, el autobús llegó y no volvimos a hablar de ello.

~ Días después ~

No puedo creerlo ahí estaba la razón de mis desvelos... devorando los labios de Stan.

Fruncí el entrecejo, una fugaz mirada llena de cinismo de su parte bastó para que yo perdiera la paciencia y me fuera de su casa azotando la puerta.

Corrí en dirección de mi hogar, no me importaron las miradas preocupadas de mis amigos.

Lloraba... como un pendejo.

¿Cómo un gesto suyo puede afectarme tanto?.

Subí a zancadas las escaleras que conducen a mi habitación entrando a ella e ignorando a mi hermano.

Lloré hasta que no me quedaron lágrimas que derramar.

Un suave toque llamó mi atención.

— ¿Kyle? Déjame entrar... por favor.

Era Ike su voz se oía angustiada.

Mi silencio fue su pase de entrada.

Cerré mis ojos dándole la espalda, no quería que me viera así.

— ¿Es por el gordo? Si te hizo algo juro que lo mataré...

Me giré para encararlo, su enojada expresión cambió a una afligida al ver la melancolía plasmada en mi rostro.

— Te equivocas, él no me ha hecho nada.

Susurré.

— ¿Qué pasó hermano? confía en mi... yo no te juzgaré.

Se sentó en mi cama acariciando mis cabellos.

Esperé unos minutos antes de contarle todo... mis sueños y del amor no correspondido que siento por mi peor enemigo.

Una vez que terminé de hablar guardé silencio esperando su reacción.

Sus pequeños brazos me rodearon...

Una sonrisa sincera se formó en mi cara, siempre contaría con su apoyo, aunque fuera sólo con palabras.

Esa noche durmió conmigo prometiéndome que sin importar como, él haría que el culón se fijara en mi.

No quise desilusionarlo, a cada plan alocado que tramaba yo solo le respondía con un quedo:

— Sí hermanito...

~ Al día siguiente ~

Cerré con fuerza la puerta de mi casillero, quería largarme cuanto antes de ahí.

Las miradas de Eric y Stan se posaron sobre mi, el nazi me miraba intrigado mientras mi amigo le preguntaba cual era mi problema.

— ¡Nada! ¿Acaso debería importarme que se besen en público y a cualquier hora?.

Respondí enfadado como pocas veces lo había estado en mi vida, por un momento el otro se asustó por mi reacción.

— Justamente a eso me refiero, Kyle... Estás actuando muy extraño, a la gente no le importa en lo absoluto lo que Cartman y yo hacemos a excepción de ti.

Me di la vuelta indignado caminando en dirección a la salida.

— Te lo estás imaginando...

Comenté alejándome.

— ¡¿Qué mierda te pasa Kyle?!.

Agaché la mirada ocultándola detrás de mis rizos pelirrojos.

— Suéltame...

— ¡No hasta que me respondas!.

Lo empujé tirándolo al suelo.

— ¿Estás enamorado de mi? ¡¿Es eso?!.

Mis lágrimas interrumpieron su interrogatorio...

— ¡¿Crees que no me duele ver a la persona que amo saliendo con mi mejor amigo?!.

Vi como su cara palideció formando un gesto de incredulidad cuando le dije eso.

— E-espera ¿A-a la persona que amas con tu mejor amigo? no me digas que te gusta...

— ¡Cartman!.

Y salí corriendo sintiéndome como una sabandija.

A lo lejos escuché los gritos de Stan llamándome pero no podía regresar.

Corrí hasta que mis piernas ya no dieron más de si, acostándome en la nieve me dejé llevar por mis emociones...

Una hora transcurrió en medio de mi desesperado llanto.

Llorar... eso era lo único que podía hacer después de perder a las dos personas que más quiero.

Unos pasos llamaron mi atención...

— ¿Sabes Kahl? A veces pienso que tienes demasiada arena en la vagina...

Se ubicó a mi lado usando sus brazos como almohada

— ¡Déjame solo! No quiero verte...

— ¿Desde cuando?.

Preguntó tranquilamente mirando al cielo.

— No lo sé con exactitud... Creo que fue desde la vez que los de Jersey nos atacaron.

Afirmé dudando de mis aseveraciones.

— ¿Porqué de mi? digo somos archienemigos. Además tú eres...

— Judío.

Completé su frase solemnemente ¡Odiaba esto! Ser la cosa que él más detesta en este mundo...

— Justamente por eso mi querido Kyle... no puedo amarte.

Guardé silencio, nunca creí que fuera tan doloroso oírle decir esas palabras...

Muchas veces practiqué como confesarle mis sentimientos preparándome para el rechazo... pero una cosa es imaginarlo y otra es sentirlo en carne propia.

Me levanté recogiendo las diminutas piezas de mi roto corazón...

— T-te comprendo...

Inútilmente traté de controlar mis sollozos pero no pude.

Sus cálidos brazos se posaron sobre mi protegiéndome de la repentina tormenta invernal... Relajándome hasta el punto de quedarme dormido.

~ Varias horas después ~

Me desperté extrañando la calidez de su cuerpo...

Cubrí mi rostro con mis manos rememorando todo ¿Podría ser otro sueño?.

Encontré mi ushanka encima de la mesita de noche puesta sobre un pequeño conejito de peluche.

Un sonrojo cubrió mis mejillas ¿Acaso fue él quien me trajo?.

«I'm sorry»

Decía en la pancita del muñeco.

Lo tomé llorando como si fuera un niño otra vez.

Desde la puerta Ike me miraba con una triste expresión.

— Hermano...

Pronunció el canadiense de forma tímida.

— Vete...

Dije secamente.

— Yo puedo hacer algo... ¡Ya verás que mi plan no fallará! sólo debes esperar.

Rápidamente se acercó a mi tratando de animarme.

— Es imposible...

— ¿Pero que dices? ¡Si nos esforzamos en poco tiempo tu podrás...!

— ¡Ya basta Ike!.

Le grité enojado causando que sus ojitos se llenaran de lágrimas.

— L-lo siento Kyle...

Gimoteó girando sobre sus talones dispuesto a marcharse pero lo abracé empapando su hombro con el rastro de mi dolor...

— No quise gritarte... Perdóname.

De nueva cuenta me abrazó llorando conmigo.

— Sólo quiero que seas feliz.

— Cartman no me ama... Su corazón tiene otro dueño.

Posó sus manitas en mi rostro limpiándolo con delicadeza...

— Yo si te amo...

Sonreí por su inocente afirmación... Todavía no comprende la diferencia que existe entre el amor de hermanos y el de pareja.

— Gracias...

~ Una semana después ~

Cerré mis párpados suspirando por doceava vez...

¿Cuándo llegará el día en que por fin podré ser feliz?.

— ¡Espera judío! ¡Hey!.

El bastardo fascista como siempre estaba haciéndome la vida imposible, pero lo peor de todo era su nueva manera de hacerlo.

Le ignoré harto de sus estupideces, intenté largarme de allí pero me detuvo acorralándome contra la pared.

— ¡Te dije que no quiero!.

Le grité exasperado por su insistencia pero él no me hacía caso.

— ¿En serio Kahl?.

Su cálido aliento chocando contra mi cuello me hizo estremecer.

— ¡Déjame en paz gordo de mierda!.

Sonrió descaradamente para luego hundir su nariz en mi cuello inhalando profundamente.

— Eso no fue lo que me dijiste anoche...

Ronroneó cerca de mi oído.

— ¡C-cállate Cartman!.

Me ruboricé recordando lo que él y yo hicimos ese día.

— Dilo... quiero que lo repitas.

Sus labios rozaron los míos.

— ¡No lo haré!.

Nuestras respiraciones estaban agitadas, podía sentir que mi corazón saldría de mi pecho en cualquier momento ¡Lo odio por hacerme sentir esto!.

— Te amo... ¿No fue eso lo que gritaste?.

Aparté mi mirada de la suya.

— Y-yo no recuerdo haberlo dicho.

Me tomó del mentón obligándome a mirarlo.

— No pretendas negarlo, judío tramposo...

Un beso... eso fue todo lo que necesitaba para derrumbar mis defensas.

Su experiencia era claramente mayor a la mía en ese aspecto.

No podía negarlo me tenía rendido a sus pies, pero eso era algo que nunca admitiría.

Nos enfrentamos en un pequeño combate para ver quién llevaba las riendas, la caricia al principio suave fue tornándose desenfrenada devorando nuestras bocas.

La voz de Stan llamándolo hizo que nos separáramos agitados.

Afortunadamente no pudo vernos en esa situación.

Apartándome de ellos decidí que era mejor escapar ¡No quería ver otra de sus escenas románticas!.

Caminé por más de media hora recordando todo lo que Cartman y yo habíamos hecho desde que me confesé delante de su novio.

A pesar de la pelea que tuvimos ese día... las cosas con Stan no se complicaron.

Soy una lacra ¡No puedo con la culpa! no después de haberle dicho tantas mentiras.

Regresé a mi hogar, una vez entré a mi habitación me acosté mirando el techo.

El timbre del celular me sacó de mis pensamientos...

Era un mensaje de Eric.

«Ven a mi casa... y trae tu oro»

Fruncí el ceño al leerlo...

Quince minutos después ya me encontraba en su habitación.

Me besó con salvajismo empujándome hacia la cama mientras yo enredaba sus sedosos cabellos entre mis dedos correspodiéndole gustosamente.

Una traviesa mano se coló por debajo de mi abrigo aventurándose en aquella zona prohibida...

Su frío tacto me hizo estremecer.

Rápidamente se deshizo de nuestra ropa desgarrando las telas que nos cubrían...

Sus besos eran húmedos, lentamente fue descendiendo dejándome pequeñas marcas de chupetones por todo mi cuello y clavícula.

Deteniéndose en mi pecho y dedicándose a mamar mis pezones, pellizcando el otro mientras jalaba y mordía ligeramente el que tenía entre sus labios.

Con la mano izquierda comenzó a masturbarme, primero lento y suave haciéndome delirar, haciéndolo con más fuerza y rapidez según mis gemidos se lo pedían...

Un rastro de saliva cubría el camino recorrido por mi amante quien se detuvo en mi ombligo en donde hizo desvergonzadas penetraciones con la lengua.

Llevó la mano que empleaba para atender mi pezón hacia mi boca indicándome lo que debía hacer.

Sonreí con malicia... uno por uno los fui lamiendo bajo la atenta mirada del neo-nazi.

Ya preparados los introdujo en mi provocando que me quejara por la rudeza con la que fui invadido... le mordí el cuello con la esperanza de que eso mitigara el dolor.

Clavé mis dientes en su carne haciéndolo sangrar... el metálico sabor me excitaba aún más.

Su boca atrapó mi miembro lamiéndolo goloso...

— ¡Hazlo ya culón!.

Gemí desesperado con la vista nublada por el deseo.

Dejó de mamarlo para después sentarse en una silla cercana... sujetándome de las caderas me hizo sentar sobre su hombría sacándome un lastimero quejido.

Poco a poco fui bajando hasta que lo tuve por completo en mi interior.

De nuevo volvió a masturbarme para que me acostumbrara a la invasión, comencé a moverme cuando la dolorosa sensación se convirtió en una placentera.

El acompasado ritmo de nuestra erótica danza acompañaba a los sonidos obscenos y las blasfemias que gritábamos...

Una fuerte nalgada provocó que un placentero espasmo me recorriera.

Nos corrimos aullando por el intenso placer... él llenándome por completo y yo manchando su abdomen con mi esperma.

Caí laxo encima de él intentando regular mi respiración mientras se levantaba cargándome llevándome de vuelta a la cama...

Depositó un dulce beso sobre mis labios...

— Te amo...

Susurré agotado a lo que respondió acariciando mi mejilla.

— Para mi es sólo sexo Kyle... Esta fue la última vez.

El tono serio no me dejaba lugar a dudas.

— Lo sé...

Dije conteniendo las amargas gotas que amenazaban con salir de mis ojos.

Abandonó la habitación dejándome más destruido que nunca...

«Aún si no me amas me conformaré con las migajas de tu amor»

Y con ese pensamiento me quedé dormido sabiéndo que aunque fuera por una vez pude probar el sabor de los dulces labios de mi amor.

Fin.