Prólogo
- Así que tu eres mi hermana...- Dijo él escudriñando a la chica con el ceño fruncido
-Media hermana, si. - Ella se sintió invadida bajo la penetrante mirada.
-Que bien guardado se lo tenía el viejo...-
-Yo sabía que papá tuvo otro matrimonio antes que mi madre, pero no tenía idea de que tuviese un medio hermano. -
El hombre joven, de ojos rasgados piel blanca y elegantes ropas negras se sentó detrás de su escritorio sin dejar de contemplar a la chica. Ella era varios años menor que él y sus rasgos exóticos delataban su mestizaje; mitad japonés, mitad latino americana.
-Entonces has volado hasta Japón para pedir tu parte de la herencia, ¿no? - Preguntó él con fastidio.
-No- Segura ella le corrigió.- Yo solo quiero visitar la tumba de mi padre.
-¡Que tierna! - Se burló él. Y ella endureció las facciones enviándole una mirada fulminante.
-Creo que fue un error venir aquí - Molesta por el trato recibido, se dio media vuelta para dirigirse a la salida y dos hombres corpulentos y mal encarados, le impidieron el paso.
-¿A dónde vas hermanita? - Preguntó el japonés con burla y ella volteó a mirarlo desconcertada.
Ella frunció el ceño, se estaba sintiendo cada vez más ofendida. El lo notó en su mirada.
-¡Oh vamos! Por favor no te enfades... Esta bien, está bien, lo admito, me he comportado como un patán, pero trata de entenderme...Tu no estarías muy feliz de conocer a la hija de la mujer por la cual tu padre abandonó a tu madre, ¿cierto? -
Era cierto. Probablemente nadie querría conocer a la nueva familia de su padre. Aquella familia que ahora tenía su atención y su amor a costa de haber abandonado a otros hijos y a otra esposa. Muy en el fondo, a pesar de su indignación, comprendió que el enterarse de la existencia de ella probablemente fue una impresión muy fuerte para él, más ahora que su padre, el padre de ambos, había muerto.
-Entiendo, no soy bienvenida aquí. Descuida, no te molestaré más. Encontraré la tumba de mi padre por mi misma.- Volvió a intentar salir por la puerta y los hombres custodiando no se interpusieron más en su camino.
-No la encontrarás porque no existe...- Dijo el hombre tras el escritorio.
-¿Que dices? - Nuevamente ella se giró para enfocar a su interlocutor quien recargó ambos codos en la mesa y sostuvo sus mejillas con las manos.
-Dime algo, hermanita ¿Tu sabes a que se dedicaba nuestro padre? -
-Si, claro. Era comerciante aquí en Japón, tenía negocios en la bolsa...-
-Con que eso te dijeron...- Rió él amena mente. Ella no entendía. -Ven aquí, voy a mostrarte el verdadero negocio familiar... tal vez estés interesada en unirte a nosotros. - Se levantó de la silla y tomó del respaldo su elegantísimo abrigo negro - a propósito. ¿Como dijiste que te llamas?
Inmediatamente los hombres apostados en la entrada colocaron lentes oscuros sobre sus ojos y abrieron la puerta saliendo uno primero y otro esperando por ella y por su hermano.
- L... Livia... -
El hombre se colocó el abrigo y puso su mano cálida mente sobre la espalda de Livia para invitarla a avanzar delante de él.
- Está bien, mi querida Liv ¿Puedo llamarte Liv, cierto? Yo soy Kyoshikuro, pero todos me llaman Kuro-san...-
Hermano y hermana salieron de la oficina donde se encontraban y el guardia salió después que ellos cerrando tras sí la puerta y asegurándola con llave.
Ken permanecía inmóvil frente al espejo de cuerpo completo que le devolvía la imagen de su propio reflejo. Pantalones negros, camisa azul celeste abierta hasta medio pecho; asomándose por esa abertura, sus cadenas delgadas de oro blanco; anillos en sus manos y un reloj costoso; los puños de su camisa ostentaban sus iniciales. Giró el cuello de uno lado a otro apreciando su rostro seductor desde todos los ángulos. Su lunar resaltaba con galantería y dándose el visto bueno, colocó lentes oscuros de diseñador sobre su rostro. Estaba listo.
Su celular vibró. Era un mensaje: "Estoy abajo".
Kitamura pasó la mano por su cabello, tomo sus llaves, apagó la luz y se dispuso a salir de la casa. Era Martes por la noche. Los bares y las calles en general no estarían demasiado saturadas.
