"Al menos él no tiene miedo a besarme."
"Al menos él no tiene miedo a besarme." ¿Qué cojones quería decir con eso? ¿Qué quería, que le besase en público? ¿Pero ese zanahorio no tenía ni puta idea de con quién estaba follando? O mejor, ¿No tenía ni puta idea de a quién le estaba dando por el culo? Literal y metafóricamente. No estoy muy seguro de qué cojones quiere decir eso, pero… Se me entiende. El puto pecoso estaba empeñado en tocarme las pelotas. Antes del "al menos él no tiene miedo a besarme" vino el puto "No, no hacemos ningún picnic cuando nos vemos. Solo follamos. Como tú y Angie". Ese capullo… Como si me importase una puta mierda lo que pensase. Ya se lo había dicho, ya le había advertido que para mí no era más que una puñetera boca caliente de la que aprovecharme, pero había pasado mucho tiempo… Había incluso pasado por el talego antes de que le recordase aquello. Quizás era hora de volvérselo a decir para que lo tuviese claro. "No somos puto novio y novia, gilipollas." Quería partirle la cara. Quería hacerle sentir como el gilipollas que realmente era…
El puto vejestorio y él se reían a carcajada limpia. Tenía el cigarro entre los dedos, no sabía cuantos llevaba ya, solo que cada vez que acababa uno, ya tenía otro en la boca, y lo estaba encendiendo. Estaban tomando… ¿Vino? ¿Además de ser una puta momia era una puta momia exquisita? ¿Quería cortejar al pelirrojo de los Gallagher… De los GALLAGHER, de padre alcohólico y madre psicótica, que sacaban el dinero para sobrevivir de debajo de charcos de mierda si era necesario, con tal de salir adelante, con un puto vino tinto? Era de risa. No, ¿Qué cojones? Era gilipollas. Quería romperle la cara. Quería quitarle esa puta sonrisa de la boca. Y el otro imbécil se reía y me encendía más aún.
Finalmente pagaron. Bueno, el puto carcamal pagó. Al menos de eso se estaba aprovechando el pelirrojo, no era tan idiota como parecía… Se puso la chaqueta y salieron. Decidieron que lo mejor era andar por prácticamente la mitad de la carretera y yo… Joder. Mis putos pies fueron solos. Cuando quise darme cuenta me encontraba delante de ambos. Ian me miraba con cara de no entender una puta mierda, el otro tardó en darse cuenta. Si Ian no sabía qué coño hacía ahí, imaginaos lo que yo lo sabía. Joder. Dejé que fuese él quien hablase:
– Mierda, Mickey, ¿Qué demonios haces aquí?
– Vaaya, es el de la tienda, ¿Verdad? – Lo dijo divertido, como si no estuviese a punto de partirle la cara. No me jodas. Lo estaba viendo. Me rascaba la nariz por no arrancarle la piel a tiras justo ahí en medio. – Vamos, Ian, no seas maleducado… Invita a tu novio a mi casa. Quiero decir… Cuantos más mejor, ¿no?
No le miré. No miré al puto zanahorio, pero me imagino la cara que estaba poniendo. Sabía lo que venía a continuación. ¿Qué cojones había hecho el abuelo? ¿Qué coño me estaba llamando…? Ambos sabíamos lo que venía a continuación.
– Lo siento. – Dije entre risas que no pude contener. Ya me estaba imaginando su puta cara estampada contra el asfalto. Me llevé una mano a los labios y finalmente moví la mano, preguntando, divertidísimo – ¿Qué me has llamado? – Había firmado su sentencia de muerte.
– ¿Qué?
Siquiera le dio tiempo a reaccionar. Cuando mi cabeza chocó contra la suya, con fuerza, dejó de sonreír. El golpe le pilló por sorpresa y eso me gustó más. Cayó al suelo de espaldas, con brusquedad. Escuché a Ian gritar.
– ¡Jesucristo, Mickey!
– ¡Maricón! – Apoyé una rodilla en el suelo y le atesté un nuevo golpe, en la cara – ¿Qué cojones me has llamado, maricón? – Y otro golpe, y otro. No sabía cuando quería parar, o si quería hacerlo realmente.
– ¡Suficiente!
Escuchaba a Ian gritar, repetírmelo un par de veces. Incluso trató de pararme. Me importaba una mierda quien fuese, no me iba a parar, y ambos sabíamos que como metiese las narices más de la cuenta también le pegaría a él. Le aparté con brusquedad y aceptó unos segundos no entrometerse en la tanda de puñetazos que iban directos a ese gilipollas. Me incorporé, le di dos patadas seguidas en el estómago. Estaba que rebosaba de furia. Si no fuese por el golpe que me dio Ian en la garganta privándome de aire, aún seguiría partiéndole los dientes a ese capullo. Caí al suelo.
– ¿Qué mierda, Gallagher? – Grité, tocando con una mano el asfalto y con otra mi garganta, como pude.
– Mierda, Mickey. ¡Van a llamar a la policía!
Me incorporé con dificultad. Vi que Ian se acuclillaba para hablarle y eso me tocó las pelotas.
– ¿Estás bien?
– ¡Vamos! – Vociferé. Uno de los tíos estaba marcando el número de la poli, comencé a moverme, aunque no podía irme sin él.
– Lo siento. – Dijo el muy gilipollas.
– ¡GALLAGHER!
Salí corriendo. Escuché lo que le decía a ese capullo mientras me seguía: "Lo siento. Te enviaré un mensaje", pero esas palabras me importaron una mierda, porque al fin y al cabo me siguió, salió corriendo detrás de mí, dejando a ese cabrón en el suelo, y no había cosa que más me hiciese sentir bien en ese puto momento.
– ¡Joder, mierda! – Gritó Ian. Corríamos, nos alejábamos de todo aquello. Estaba hecho. Incluso un tío trató de pillarnos, pero corrimos más que ese cabrón. Se me escapaba la puta risa, no podía contenerme.
Llegamos a un callejón, lo suficientemente lejos de toda esa mierda como para pararnos a coger aire. El bastardo tenía aguante. "Claro que lo tiene, está practicando para entrar al ejército", aquello me hizo reírme en voz alta. Joder. Eso me ponía.
– ¿Qué coño pasa contigo? – Me gritó, jadeante. Yo tan solo alcé las manos e hice un movimiento para que se relajase, aún estaba tratando de recuperarme de la carrera, pero la risa era inevitable. Me pasé la lengua por el labio superior, se giró, buscando encontrar a alguien que nos pudiese estar persiguiendo, y soltó una carcajada. Apoyó las manos en sus piernas para respirar, aproveché ese momento para apoyar mi mano en su cuello y tocar su estómago, buscando presionarle, hacerle reaccionar. Pareció hacerle cosquillas de algún modo. Me respondió tratando de pararme, riéndose en voz alta. Corrimos otra vez, a carcajada limpia. Ese cabrón se podía quedar con su puto vino tinto y su pasta, aquella vez me había escogido a mí.
Me sentía jodidamente vivo. Jodidamente vivo.
Esta historia está sacada originalmente de la serie "Shameless US", basada en la historia de Ian Gallagher y Mickey Milkovich, más conocidos en conjunto como "Gallavich", no es algo que yo haya inventado por completo, solo es algo que modifico y plasmo de esta forma.
Espero que os guste, y me gustaría leer opiniones, críticas y mejoras.
¡Gracias!
