Este fanfic lo escribió Lichan44. Lo empecé a leer en inglés y la verdad es que me gustó tanto que decidí animarme y traducirlo. Con su permiso lo voy a empezar a colgar aquí. Espero que os guste.
Aviso: Ranma y Co. son propiedad de Rumiko Takahashi. Esta historia le pertenece a Lichan44 y yo sólo la estoy traduciendo.
EN LA LUZ
Esta historia tiene lugar tras el final del manga, unos meses después de la gran batalla de Ranma contra Saffron.
Adelante con la historia…
CAPÍTULO 1. Pesadillas y ensoñaciones
¡Ranma! – su voz llena de terror hizo resonar su nombre. Su cabeza giró en busca del sonido. Era difícil ver en la oscuridad que le rodeaba. De nuevo, la escuchó gritar su nombre. Su corazón respondió el grito. ¡Tenía que encontrarla! ¡Ella le necesitaba! ¡Necesitaba su ayuda! Podía sentir como su propio terror se apoderaba de él. ¿Qué pasaría si no lograba encontrarla a tiempo? ¿Qué pasaría si…?
¡NO! No debía pensar en eso. No debía… no podía perderla. Sabía que no podría soportar el dolor.
Ya la había perdido una vez, y el vacío que sitió en su interior cuando pensó que ella había muerto fue suficiente para desbordarlo. Como si alguien le hubiera extraído y arrancado su propio ser, dejando solo un cascarón vacío. Todo lo había abandonado, sus deseos, sus esperanza… ¿su amor? No había querido pensar en lo que aquello significaba. De repente se había dado cuenta de lo mucho que la necesitaba, al encontrarse a sí mismo solo.
Cuando supo que ella estaba viva, el alivio lo inundó. Entonces apareció su más antiguo miedo. La había apartado de él justo después de que negara lo que sentía por ella. Él mismo la empujo lejos por culpa de los sentimientos que ella le provocaba.
Era el mejor artista marcial del mundo, podía enfrentarse a cualquier enemigo, a cualquier problema con habilidad y coraje, excepto si se trataba de asuntos de su propio corazón y de sentimientos que difícilmente había tratado de negar. Era un estúpido loco. Y ahora, una vez más, la amenaza de perderla regresó. Y si… y si…
¡Ranma! – su grito quebró todos sus pensamientos. El sudor le corría por la frente, bajando por su hermosa cara. Lo eliminó rápidamente con su antebrazo. No era el momento para lamentaciones. Si no la encontraba… no podría salvarla…
Corrió hacia el sonido de su voz. Podía escuchar el ruido de la gravilla bajo sus pies mientras avanzaba. Era como un trueno en sus oídos. Cada segundo parecía una eternidad. Oía su corazón galopando por la desesperación y el miedo. Se obligó a sí mismo a correr más deprisa. Mientras corría, notó como el cielo pasaba de un denso negro a un azul humeante que iluminaba el paisaje.
A Ranma lo golpeó una repentina sensación de dejá vu. Estaba seguro de que había estado allí antes. Suspiró al reconocer el lugar. ¡El Monte del Terror! ¡Era el monte del Terror! Había tenido una de sus más difícil batallas con Ryoga ahí, casi había perdido por culpa de Cologne.
Frunció el ceño ante el recuerdo la vieja amazona. Ella no se detendría por nada con tal de verlo casado con su nieta, Shampoo. Incluso en lo que respecta a enseñarle a alguien tan inestable como Ryoga la técnica del Punto de Presión Desmenuzante. Afortunadamente para él, resultó que la técnica no funcionaba en persona, solo en objetos inanimados. Sin embargo, la técnica de ataque Bakusai Tenketsu de Ryoga sigue siendo muy peligrosa, tal vez incluso letal.
Su ceño se arrugó aun más cuando recordó por qué estaban luchando: Akane. Cologne había hecho de ella el premio para el que fuera el mejor de los dos, y Ryoga ya había dejado claro a todo el mundo, excepto a Akane, cuáles eran sus sentimientos por ella, lo que sería decisivo para derrotar a Ranma. Con su nueva habilidad adquirida había estado muy cerca de lograrlo, demasiado cerca.
Ranma imaginó que fue su orgullo el factor determinante para ganar. Después de todo, no le gustaba perder ninguna batalla, sobre todo con Ryoga. Pero como pensó desde aquel fatídico día, sabía en su corazón que su verdadera lucha era por Akane. Se había negado a perderla entonces, y se habría reprendido si la hubiera vuelto a perder ahora.
¡Ranma, ayúdame! ¡Por favor! – su voz era ahora débil, más débil, como ahogada por el sonido del agua corriendo.
¡Akane! – respondió él al sonido -¡Estoy llegando! ¡Aguanta!
Llegó a la orilla del acantilado y se asomó. Ella se encontraba en medio de las corrientes aguas de una cascada, con sus manos agarradas a una de las nudosas y gruesas raíces de los árboles que habían crecido a través de las escarpadas rocas.
Él se maravilló de su fuerza. Se sorprendió de que hubiese sido capaz de colgarse de allí en esas circunstancias. El rápido torrente de agua era muy violento. Estaba aguantando por pura voluntad, ya que la fatiga era evidente en sus ojos.
Cruzaron sus miradas, el color marrón café con el azul- grisáceo. Le dolió el corazón por el miedo y la desesperación que vio en sus ojos.
Ranma… - su plegaria era apenas un susurro. Estaba temblando por estar tanto tiempo bajo aquella agua helada y sus labios eran ya de un profundo tono azul.
No te preocupes, Akane – trató de tranquilizarla -. Voy a sacarte de aquí.
Se echó en el suelo, tumbado sobre su estómago para llegar tan lejos como pudo sobre el borde del acantilado, estirando su mano derecha. Pero no era lo suficientemente lejos. Ella simplemente estaba demasiado agotada para luchar por alcanzar su brazo extendido.
Ranma intentó avanzar poco a poco, pero sabía que era inevitable. Iba a tener que mojarse. Apretando sus dientes y asegurándose de no caer, introdujo su brazo en la corriente y se apoderó de su muñeca.
Comenzó a tirar frenéticamente, con la esperanza de llegar a un sitio seguro antes de que el cambio se produjera. Era mucho más débil en su forma femenina, y en ese ángulo tan incómodo tenía miedo de no tener la fuerza suficiente para salvarla.
Su intento fue inútil sin embargo, al notar la sensación de hormigueo comenzar por su brazo, señal de lo inevitable. La maldición actuó sobre él como una ola rompiendo en la orilla. Sintió que se encogía y se expandía a la vez. El peso de Akane ahora amenazaba con desgarrar su brazo de su hombro.
Ranma-chan trataba de mantenerse tensa, con el miedo aplastando su corazón. Sentía que cada vez era arrastrada más hasta el borde del abismo, que el peso añadido de Akane la impulsaba hacia adelante.
Eso no era bueno. Esa posición no le permitía hacer palanca. Asimismo, no era lo suficientemente fuerte en esa forma y Akane estaba demasiado débil para ayudar a tirar de ella. La manta de agua que caía sobre su puño no ayudaba para nada. Ranma-chan pudo ver la resignación en los ojos de Akane. Eso le congeló hasta los huesos.
¡No te rindas, Akane! – gritó por encima del rugido del agua -. ¡Aguanta!
Trató de apretar más su puño, solo para descubrir que era imposible. Sentía cómo se deslizaba lentamente. Cerrando los ojos y apretando los dientes, Ranma-chan intentó una vez más tirar de ella con todas sus fuerzas. Jamás había abandonado una batalla en su vida, ya fuera como hombre o como mujer, y no tenía intención de empezar ahora. No teniendo tanto en juego. No podía perder esa batalla. NO podía.
Abrió los ojos cuando escuchó a Akane susurrar suavemente – Ranma… - Sus dedos finalmente se soltaron del agarre de Ranma-chan.
¡AKANEEEEEEEEEE!
¡…EEEEEEE! – Ranma se sentó de golpe, con el grito todavía caliente en sus labios. Tanto él como su futón estaban completamente empapados en sudor. Temblaba de forma violenta, tratando de sacudir los resquicios de la pesadilla.
Era la tercera vez en la semana que tenía aquel horrible sueño, siempre el mismo. Al final, nunca conseguía sujetarla.
Se preguntaba si su subconsciente no estaría queriendo decirle algo. Después de todo, ¿no había tenido últimamente una lucha libre con sus sentimientos por Akane? ¿No llegaban a su mente, una y otra vez, todas las cosas que quería decir, que necesitaba decirle, pero carecía de valor para hacerlo?
Todo empezó con la batalla contra Saffron en el Monte del Fenix. Cuando casi la había perdido. Cuando pensaba que había perdido la oportunidad de decirle lo que significó siempre para él. Sostenía su débil cuerpo en sus brazos, y de pronto el dolor era tan grande que había cerrado los ojos y gritado su nombre. Sabía en lo que se había convertido entonces, y que cada fibra de su ser lloraba de amor por ella. La necesitaba. Sin ella, él no era nada.
Por supuesto, el temor regresó de nuevo a él cuando ella le dijo que había escuchado su confesión de amor. Fue presa del pánico. Pero ella estuvo, no obstante, allí de pie con el traje de novia. Él regresó a su antiguo comportamiento, negando todo lo que sentía por ella. ¿Podría ser su ansiedad ahora la que desencadenase esas pesadillas? ¿O era algo más?
Se maldijo a sí mismo por ser tan estúpido. Por supuesto que era la ansiedad. ¿Qué otra cosa podía ser? Las cosas se pusieron muy intensas en el Monte del Fenix. Ella estaba casi muerta. Estaba claro que aquello debió tener efectos en él. Si tan solo pudiera encontrar el valor para decirle lo que había en su corazón, si tan solo…
Un repentito terror irracional se apoderó de él. ¿Y si nunca encontraba el valor necesario para decírselo? ¿Qué pasaría entonces?
Aquel pensamiento le oprimió el pecho. Sabía que ella no lo toleraría. No importaba lo que sus padres hubiesen prometido, ella no se casaría con un hombre que no podía decirle que la quería. No la culpaba. Ella se lo merecía, se lo merecía todo.
Ranma se sacudió de encima esos pensamientos, pero la pesadilla aun tenía un gran peso en su mente.
Decidió asegurarse él mismo de que Akane estaba bien. Se levantó despacio, seguro de que no despertaría a su padre, que seguía dormido a pesar del grito que Ranma había dado por la horrible pesadilla.
Observó su Oyaji, frunció el ceño disgustado.
Como era normal, su padre había recurrido a su forma de panda. Ranma sacudió su cabeza. Simplemente no podía entender por qué su padre prefería perder el tiempo convertido en su forma maldita. Suponía que en el momento en que una persona empezaba a huir de la responsabilidad ya era difícil parar. Él sabía que huía de sus sentimientos por Akane. Pero de algún modo tenía que encontrar el modo de parar y enfrentarse a ellos. O acabaría solo, igual que su padre.
Con cuidado deslizó la puerta de su habitación y atravesó en silencio el pasillo. Hizo el camino hasta la habitación de ella y abrió su puerta con el mínimo ruido.
La luz de la luna reflejaba el brillo a través de su dulce cara, iluminándola. Él escuchó su propia respiración entrecortada por verla allí tumbada. Se veía tan bonita, tan apacible. Lejos quedaban los gritos de cuando ella lo perseguía o intentaba golpearle la cabeza con su mazo. Pero en aquellos momentos él admiraba su espíritu. Ella tenía un carácter fuerte. Le mantenía los pies en la tierra, y eso le gustaba.
Le sorprendió ver que P-chan no estaba allí. Sintió el familiar calor de los celos al pensarlo. Maldito Ryoga. Cómo se atrevía a usar su maldición para meterse en la cama de Akane.
Había jurado guardar el secreto de Ryoga, pero como estaba empezando a tomar en cuenta sus sentimientos por Akane, cada vez quería más y más contarle todo acerca de las perversiones de Ryoga. Pero sabía que no podría hacerlo, que nunca rompería la promesa que le hizo al chico perdido. Especialmente cuando había sido culpa suya que Ryoga se convirtiera en un maldito, eso para empezar. Suponía que Akane se pondría muy furiosa. Y que Dios ayudase a Ryoga si Akane al final lo encontraba. Tendría que pagar en el infierno.
La miró durante unos minutos más, con una tenue sonrisa cruzando su rostro. Su luz y cada respiración suya lo llenaban trayendo de vuelta los recuerdos de su pesadilla. Sabía que la vería cada noche. Que haría cualquier cosa por ella. Si tan solo pudiera encontrar la forma de superar su miedo y decírselo.
Tras un momento cerró lentamente la puerta y regresó de camino a su propia habitación.
Estuvo tumbado cerca de una hora, mirando con indiferencia al techo and sopesando cómo y cuándo estaría preparado para dejar lo bastante atrás su miedo para decirle que la quería, que de hecho siempre la había querido.
Bostezó profundamente. Algo le decía que pronto lo haría. Cada vez tenía más presente aquel sentimiento de inquietud, que se hacía persistente por las frecuentes y recurrentes pesadillas.
Escudriñó la oscuridad,la determinación aumentaba dentro de él. Se lo diría. Hallaría la forma de controlar su miedo y se lo diría. Se hizo a sí mismo una solemne promesa y volviéndose de lado se quedó profundamente dormido. En un quieto y apacible ensoñamiento, los sueños de la sonrisa de Akane lo reconfortaron.
