¡Hola! Os traigo algo especial y que me ha llevado un tiempo, pero que ozú, bendito sea. Necesitaba escribir algo de drama y el bendito Silver (sí, ese, el de Tartaros) me ha dado la excusa perfecta. Como fan absoluta de Gray y del Gruvia, son todo lo que ha pasado en el manga (y lo que está por venir, mare) pues necesitaba hacer esto. Esta primera parte sería un prólogo a lo que viene después, que además voy a publicar a parte porque es mi versión del pasado de Silver y Gray. Y bendito sea Mashima si me lo confirma. La semana que viene lo vemos. (Insertar felicidad). En fin, ¡disfrutad de esta primera parte!

Autor: SMRU

Título: Only Human

Género: Drama, Angst

Rating: T

Notas: Ayyy, cómo me gusta todo esto. Mucho. Adoro esta teoría. Adoro a Silver. ¡Adelante! Puede contener spoilers a partir del capítulo 353 del manga.

Disclaimer: Ni Fairy Tail ni sus personajes me pertenecen. Pero Hiro me quiere y me lee, por lo visto.


Only Human

El círculo de invocación estaba preparado. El hombre sonrió con satisfacción y volvió al exterior del mismo. No era demasiado grande, pero era suficiente para invocar el alma. Comprobó todos los trazos una vez más, poniendo especial interés en el hechizo y en que el círculo estuviera completamente cerrado. Si hubiera una mínima apertura, el demonio podría escapar a su control, y, desde luego, intentaría matarlo. Era un demonio menor comparado con él, pero le había sido útil durante mucho tiempo, y había llegado la hora de que cumpliera su función final: ser devorado. Su alma le daría poder, y para ello, había dedicado los últimos meses al fortalecimiento del propio demonio, obligándolo a devastar las aldeas colindantes. Además, se había llevado consigo también a unos cuantos magos poderosos, sobre todo a aquellos que se llamaban a sí mismos "cazadores de demonios". El hombre sonrió de medio lado mientras abría el libro. Sus rasgos afilados se acentuaron, iluminados por la titilante luz de las velas situadas por todo el sótano. Observó el hechizo del libro y se rascó la barbilla, cubierta por una barba bien recortada. Luego, su grave voz tronó, rebotando en las paredes, y mientras las palabras en idioma antiguo brotaban de sus labios, el círculo de invocación se iluminó, cada uno de sus trazos brillando, y en su interior, a apenas un metro del suelo, una llama de color verde apareció. En su interior se distinguían dos ojos rojos, que miraban al invocador con rabia. Cuando terminó el hechizo, el hombre abrió los ojos, y al ver el alma del demonio se relamió.

—Deliora –dijo, pese a que sabía que aquel demonio no era lo suficientemente inteligente como para contestarle-, poseo control sobre el Libro del Gran Mago de la Oscuridad, Zeref. Poseo control sobre ti.

Miró el alma del demonio, que se removía inquieta dentro del círculo, tratando de escapar, y un brillo helado destelló en sus ojos. Alargó la mano hacia la llama verde, pero se detuvo a escasos centímetros de ella.

—¿Papá?

Silver se giró hacia las escaleras que bajaban desde la planta principal de la casa. Allí, el niño miraba con ojos grandes y curiosos la escena que estaba teniendo lugar en el sótano. El hombre se puso pálido.

—Vuelve arriba.

Su voz sonaba inusualmente fría y autoritaria, pero el niño no fue capaz de captar aquel matiz. Terminó de bajar las escaleras y observó el círculo de invocación y el alma del demonio.

—¿Qué estás haciendo, papá?

—¿Dónde está tu madre?

El pequeño se encogió de hombros. Su pelo moreno, rebelde y despuntado brilló con una matiz azulado bajo la luz de las velas. Silver echó un vistazo de reojo a sus espaldas, al alma del demonio que intentaba ocultar sin éxito, y que se había quedado tan paralizada como él ante la presencia del niño.

—¿Qué es esto?

Cuando el hombre devolvió la vista a su hijo, ya era demasiado tarde. El pequeño se había estirado intentando alcanzar el libro que él había dejado sobre una de las mesas, pero sus cortos brazos no pudieron alcanzarlo. Su mano rozó el borde, lo asió y tiró de él, pero no fue capaz de sujetarlo. El libro se precipitó hacia el suelo bajo la mirada aterrada del hombre.

—¡Gray, NO!

El tomo se cerró de golpe en el suelo, y Silver se giró para enfrentarse al demonio liberado, pero era demasiado tarde. Una zarpa surgió de la llama verde a la vez que un terrible rugido de triunfo y rasgó su rostro desde la mitad derecha de la frente hasta la oreja del mismo lado. La sangre comenzó a brotar de la herida y le cegó la vista de ese costado. Su instinto le pedía luchar contra el gigantesco demonio cuyo cuerpo físico comenzaba a formarse en el círculo. Unas velas se derramaron y la cera roja manchó el suelo de adoquines. La energía hizo que la estructura de madera de vigas y pilares que sostenía la casa sobre el sótano se combara. La parte más primitiva de Silver sintió una gran excitación ante el inminente peligro, y, sin embargo, acostumbrado a tantos años de vida humana, se giró hacia su hijo, lo cogió entre sus brazos y salió corriendo del sótano.

—¡Pearl! ¡Pearl! –Una vez en la planta superior, mientras el suelo comenzaba a temblar, buscó desesperado a su mujer.- ¡PEARL!

Una de las vigas de la cocina se desplomó y Silver supo que tenía que salir de la casa. Rezó interiormente por que su mujer estuviera fuera. El niño comenzó a llorar de pánico entre sus brazos y lo aferró a su pecho, echando a correr hacia el exterior. El umbral de la puerta de entrada se combó hacia abajo y se iba a derrumbar sobre ellos, pero Silver alzó una mano y una estructura de hielo lo sujetó, permitiéndoles salir ilesos. El hombre se alejó de allí con prisa, mientras la gente de la aldea corría y chillaba, viendo aparecer al enorme monstruo que se alzaba en el centro del pueblo, amenazador. El hombre paró y dejó al niño en el suelo.

—Corre, Gray.

—¡Papá!

—¡Corre! –Apretó la mandíbula.- Tengo que salvar a tu madre.

Silver volvió a correr hacia los pies del gigantesco demonio, mientras el niño lo llamaba desde lejos, desesperado. Escuchaba sus gritos, pero era incapaz de darse la vuelta y olvidarse de su mujer. Su rostro sereno y sonriente se dibujaba en su mente, sus labios, su cuerpo, sus ojos. En sus cuatrocientos años de vida, Silver había conocido a muchas mujeres, pero solo había amado a una, y no iba a abandonarla.

Un hombre que corría hacia el exterior de la aldea chocó con el pequeño Gray y lo tiró al suelo, dejándolo semienterrado en la nieve. Perdió el conocimiento, y cuando lo recuperara, su aldea ya no existiría. Sus padres no estarían. Y, en su lugar, los brazos de una mujer lo abrazarían mientras lloraba la pérdida de todo lo que había conocido y amado en su corta vida, con sus lágrimas fundiéndose en la nieve sobre las pisadas de Deliora.

Silver corría por la nieve ignorando los rugidos y arremetidas del demonio. Su casa estaba bajo sus pies, derruida, y los tablones de madera eran ya lo único que quedaba de la vida humana que había llevado allí durante más de diez años.

—¡Pearl! –Rodeó la casa hacia donde anteriormente estuviera el jardín.- ¡Pearl!

En ese momento, Deliora rugió, y un rayo de color esmeralda salió de su boca, destrozando toda la aldea a su paso. Los gritos se intensificaron un instante, y luego, muchos de ellos se apagaron.

—Silver…

El hombre se giró rápidamente y buscó con la mirada una señal de la ubicación de la mujer. Ya no oía su voz, y comenzaba a pensar que lo había imaginado cuando vio una de sus manos sobresalir entre dos tablones de lo que fuera el cobertizo. Corrió hacia allí y se tiró de rodillas a la nieve, apartando los escombros sin importarle que las astillas se le clavaran en las manos.

—¡PEARL! –Apartó la pieza de pizarra que había compuesto el tejado y descubrió el cuerpo de su mujer allí debajo. Sus piernas estaban atrapadas por una de las estanterías, que se había derrumbado sobre ella, clavándose en su muslo derecho. La mujer gritó de dolor y Silver retiró sin miramientos el trozo de madera, tan grueso como la muñeca de la mujer, de su pierna. Con un giro de su mano, una capa de hielo cubrió la herida, calmando el dolor y cortando la hemorragia. Silver cogió el cuerpo de la mujer entre sus brazos, pero no la levantó del suelo. Sólo sujetó la cabeza mientras observaba la herida con ojo crítico.- Pearl, cariño, te vas a poner bien.

—¿Dónde está Gray?

Silver miró hacia Deliora y la dirección en la que el rayo había devastado la aldea. Un sentimiento de culpabilidad atenazó su pecho.

—Está bien, lo he mandado huir con un vecino. Estarán ya en la montaña.

—Protégelo, Silver, protege a nuestro Gray. –El hombre le apartó un mechón de pelo oscuro del rostro.- Prométeme que le enseñarás a ser un buen hombre…

—Pearl, Pearl, mi amor, te sacaré de aquí, y luego iremos a buscar a Gray. –Sonrió, aunque sus labios temblaban. El aliento de la mujer se condensaba débilmente sobre su rostro.- Nos iremos a otro pueblo, lejos de aquí, al sur. –Una idea brilló en su mente, y pronunció las palabras antes de darse cuenta de que estaba llorando.- Podemos ir a vivir a la ciudad, si quieres. A Magnolia, o a Crocus…

Pearl sonrió y alzó una mano, acariciando la herida que cruzaba el rostro de su marido.

—¿Siempre ha sido así? ¿Así es como has vivido? –Silver tragó saliva.- Puedes hacerlo. Puedes construir una nueva vida, en otro sitio, con otras personas. Tan sólo… cuida de Gray. Cuídalo…

—Pearl…

Silver se inclinó sobre la mujer y pegó su frente a la suya, esperando sentir su aliento en sus mejillas, pero no había ya ni un hálito de vida en su cuerpo. Su garganta se combó en un sollozo y su vista se nubló. Había perdido a muchísima gente a lo largo de su larga vida, a unos más importantes que otros, pero jamás había perdido a nadie a quien hubiera entregado su vida, su existencia y todo lo que era. Su inmortalidad lo condenaba a perderla algún día, pero, aunque él viviera para siempre, hubiera sido feliz sabiendo que había dado a Pearl la vida que ella quería, larga, tranquila y llena de amor.

Y ahora estaba muerta.

El grito de Deliora cubrió el suyo, y el demonio se giró hacia él. Una tormenta de nieve y hielo se alzó alrededor de Silver, y su figura con el cuerpo inerte de su mujer en brazos se distinguió entre la neblina blanca. El brillo de sus ojos se volvió afilado y frío, y hacía que su rostro ya no pareciera humano. Su aura se alzó, y esta vez era el aura de un demonio.

Del pecho de Deliora escapó una especie de risa grotesca, y Silver se descolocó. Aquel demonio sabía que iba a ser devorado, asesinado de la forma más cruel que un ser del infierno, creado por el cruel Zeref, podía planear. Y, sin embargo, reía.

Porque sabía que la culpa no era suya, que era un demonio de la destrucción. El fallo había sido suyo, del invocador, que había dejado que escapara. El fallo había sido…

Gray. Gray había cerrado el libro. Había desobedecido a su padre, que siempre le había prohibido bajar al sótano, desde que naciera. Gray había sido la prioridad, el pequeño cuerpo que proteger, el que estaba en medio. Un pensamiento comenzó a abrirse paso en la mente de Silver, que respiraba con dificultad.

Gray tenía la culpa de que Pearl estuviera muerta.

Miró el rostro pálido de su mujer, y, con la misma voz que había susurrado aquellas palabras en su cabeza riendo, perdió el sentido, y la nieve se arremolinó sobre él.

Cuando abrió los ojos, el aroma de una mujer llegó hasta él, con un matiz exótico, diferente, inhumano. Analizó el techo de piedra de la cueva y se dio cuenta de que su ojo derecho estaba intacto. Se llevó la mano al rostro y descubrió una cicatriz que lo recorría, allí donde las zarpas de Deliora lo habían alcanzado. Tan sólo la herida provocada por un demonio podía marcar a otro demonio. Se incorporó, y escuchó el roce de unas garras contra la piedra. Giró el rostro y una sensación familiar y agradable, a su pesar, se extendió por su cuerpo.

—Kyouka.

La mujer demonio sonrió bajo su casco y se acomodó en la roca sobre la que se había sentado.

—Hola, Silver. Cuánto tiempo.

El hombre observó la fina manta sobre la que estaba tumbado. Estaba vestido con ropa normal, una camisa y unos pantalones con los que trabajaba en el huerto de su humilde casa de la aldea. No le gustaba que Kyouka lo viera con aquella imagen tan débil y… humana. Sobre todo humana. Con una punzada de dolor, el rostro inerte de Pearl apareció en su cabeza. Miró al demonio y frunció el ceño.

—¿Cuánto llevo inconsciente?

—Un par de días. –Sonrió condescendientemente.- Lo suficiente como para que los supervivientes huyeran, pero no para que se atrevan a volver a buscar entre las ruinas. Deliora siguió dirigiéndose hacia el norte, pero ahora lo tengo controlado. –Apartando su capa levemente, dejó ver el libro que sujetaba.- Lo recuperé de entre la nieve.

Silver la miró con furia contenida en la mirada y las palabras hirieron sus labios antes de hendir el aire.

—¿Dónde está ella?

Kyouka sonrió con evidente satisfacción y señaló con la cabeza el rincón contrario de la cueva. Silver se puso en pie al distinguir el bulto allí tumbado, sobre un altar, y se acercó a él. La luz que llegaba desde la antorcha junto a Kyouka era suficiente para distinguir los rasgos serenos de Pearl, cubiertos por una sábana gris que reflejaba un tono plateado. Silver apretó los puños y supo que el demonio se había dado cuenta a sus espaldas. Cogió el cuerpo de la mujer entre sus brazos y se dirigió hacia el pasillo que ascendía y que aparentemente era la salida. Sin decir nada, Kyouka lo siguió. Pocos minutos de ascensión después, llegaron al exterior. Silver observó el paisaje que se presentaba ante él con el gesto inexpresivo, pero sabía reconocer que antes allí estaba su aldea. Caminó entre la nieve y la ventisca que amenazaba con arrancar la mortaja de Pearl y sus pasos ciegos lo llevaron hasta donde antes estuviera su casa. Allí, se alzaban dos solitarias cruces de madera. Dejó el cuerpo de Pearl en el suelo y comenzó a cavar un hoyo en la nieve con sus propias manos, y cuando alcanzó la tierra mojada, siguió con su tarea, durante casi una hora, hasta que juzgó que tenía la profundidad y el tamaño adecuados. Kyouka lo miró sin decir nada en todo el proceso, pero cuando Silver salió del agujero y cogió de nuevo el cuerpo de su mujer, sonrió.

—Te has vuelto demasiado humano, Silver. Un demonio de Zeref no cava tumbas para humanos con sus propias manos. –El hombre la ignoró y puso el cuerpo de Pearl en su interior. Se negó a descubrir su rostro una vez más, pese a que en su interior, su alma tan sólo quería volver a verla. Comenzó a echar tierra y nieve sobre ella.- ¿Cómo era ese nombre humano que usabas ahora…? Hm… ¿Fullbuster?

Silver no contestó. Durante los minutos que siguieron, terminó de cubrir la tumba, y aplastó la nieve del montículo que creó sobre ella. La observó un instante, con las manos llenas de tierra y suciedad incrustada bajo sus uñas, que sangraban por el roce de las pequeñas piedras.

—¿Quién hizo las cruces?

Kyouka observó su rostro tratando de adivinar cuál sería su reacción, pero fue en vano.

—El niño. Logró sobrevivir.

Silver no dijo nada. Se acercó junto a la cruz que en realidad no señalaba ninguna tumba, y sintió una sensación extraña al pensar que era su propia tumba. O que alguien la había hecho pensando en él. Pero el único cuerpo estaba al lado, bajo tierra, lejos de cualquier oportunidad de abrazarlo de nuevo. Con rabia, alzó una mano, y la cruz de madera se congeló. Silver apretó el puño y la cruz estalló en miles de esquirlas plateadas, desapareciendo con el viento. Un minuto después, se dio la vuelta y echó a andar, y Kyouka lo siguió, satisfecha.

Ya no andaba como un humano. Volvía a ser Silver, el demonio. El Devil Slayer. Uno de los demonios de Zeref y de las Nueve Puertas de Tartaros.


¿Qué tal? ¿Review? ¿O quieres seguir? ¡A por el siguiente capítulo! Aviso: el siguiente ya contiene Gruvia, así que... El que no quiera seguir leyendo, está avisado n0n