Ella me odia. Lo sé y me encanta. Me odia desde aquel primer día, aquel en que fui capaz de mirarla a la cara con el desprecio que se merece. Pero ella no sabe lo que se siente al verla pasar siempre escoltada por ellos, sin darme la oportunidad de explicarme, de decirle que lo siento, de decirle que la quiero.

Sólo espero que algún día seamos capaces de hacerlo, de que ella no tenga que huir, de que yo no tenga que sentirme siempre como el malo de la película.

Sé que me odia, y sé que eso no va a cambiar. Sé que me odia porque me lo he buscado, la he tratado mal, ni siquiera me preocupé en saber que sentía ella. Y me quedé quieto viéndola llorar hace cinco años, cuando el trol entró en el baño. Y me quedé quieto cuando escuché al basilisco después de oírla despedirse de la señora Pince. Y todavía tengo los rasguños de su gato marcados en mi pierna por todos los paseos que me dí por la torre de gryffindor antes de que me diera ese puñetazo.

Quiero cambiar mi mundo por una mirada discreta, porque me mire y no vea a ese Malfoy que todas conocen, quiero que me vea. Que me distinga. Pero es que me odia, y no sé que hacer para llamarla, para decirle que lo siento, que somos diferentes.

Que no la odio.

Que lo odio a él y a todo lo que me enseñó. Que odio a mi padre por ser como es. Que odio a Salazar Slytherin, que odio a Voldemort.

Odio lo que soy, odio las diferencias que nos separan.

Que la amo.