No hubo nada.

Naruto Uzumaki era un niño rubio, hiperactivo y huérfano. Jamás, en sus quince años había conocido a sus padres, ambos habían muerto en la pelea donde se decidió su destino. El Kiuby se selló en su interior, en aquella batalla donde se concretó que pasaría solo la mayor parte de su vida.

No sentía dolor, no sentía nostalgia ni coraje, no podría sentir muchas cosas. No podía extrañar algo que nunca tuvo. Por esa parte comprendía tan poco a Sasuke; él si conoció a sus padres, tenía un hermano y mucho odio. Eran muchos sentimientos encontrados en un solo cuerpo; o al menos eso creía él.

Lo había mirado, analizado y después había fingido que lo odiaba; pero no era así. Naruto quería comprender a Sasuke, quería saber lo que se sentía extrañar a tus padres, llorar su ausencia, recriminarles por no haber sido más fuertes. Lo que fuera.

Pero no había nada.

Miraba en su interior y algunas noches se preguntaba si ellos estarían orgullosos de él, de su crecimiento como ninja, de ser diferente como todos los demás. De ser más fuerte de lo que demostraba.

Qué opinarían si supieran que uno de los Senins lo estaba entrenando, qué había logrado una técnica en mes y medio cuando al cuarto Hokage le fueron necesarios 3 años para dominarla.

Podía pensar muchas cosas sobre ellos. ¿Habrían sido unos ninjas? ¿Habrían sido de los mejores? ¿Alguien los había conocido?

No tenía ninguna respuesta a sus interrogantes, pero su curiosidad no era tanta realmente. Se permitía pensar en ellos pocas veces al mes, cuando alguien se rendía porque la gente a su alrededor no creía en el. Cuando las lagrimas impedían que alguien fuera valiente o, por lo menos, intentara serlo. Cuando lloraban a un muerto.

Se cansaba de ver a sus amigos decir que no podían o no debían porque sus padres se los impedían. Se cansaba de ver como Sasuke se obligaba a sí mismo a ser más fuerte para matar a su hermano, tal vez Naruto haría lo mismo, pero jamás lo sabría; él estaba solo.

Jamás olvidaría cuando conoció a Gaara. Se habían encontrado en la misma situación de pequeños. Ambos habían sido rechazados, temidos o humillados. A nadie le hacía gracia verlos. Las características de su entorno los habían hecho quienes eran. Tan diferentes por fuera, pero iguales en sus cimientos.

Gaara tenía un padre, aquel sujeto que lo había visto como una arma definitiva en lugar de cómo un hijo. Que, al darse cuenta del peligro de la aldea de la arena, ordenó su asesinato en 

varias ocasiones. ¿Eso era un padre? ¿El padre de Naruto ordenaría también su asesinato para evitar que el Kiuby fuera liberado? No había forma de saberlo.

Cierta ocasión llegó a preguntarle a Sakura cómo se sentía tener padres. Ella creyó no haber escuchado bien esa pregunta y Naruto no volvió a hacerla. Sin embargo, ella sabía que Naruto guardaba ciertos pensamientos respecto a sus papás, a ciencia cierta no podía saberlo, jamás se había acercado al chico a platicar sobre eso.

Los padres de Naruto no estaban dentro de su corazón sino en su cabeza. Eran una nube de dudas, de preguntas sin respuesta y sin posibilidades de especular en algo. No había quien le diera respuestas, por tal motivo jamás había preguntado.

Una frase de Sakura estaba adherida a su mente con respecto a sus progenitores. "Donde hay mucho sentimiento, también hay mucho dolor". Era profunda y Naruto no llegaba a comprenderla completamente, pero algo sabía. "Quien mucho ama, mucho sufre" y él no sufría, porque nunca llegó a amar.

No había la figura, la imagen, la mano cálida que le revolviera el cabello, la sonrisa al despedirlo por las mañanas, el abrazo o el hombro en el cual llorar. No había nada.

Presentado en el torneo de Criticos de LMF. Mi primer drable del fandom Narutesco.