Se me olvidaba, Macross no me pertenece, tampoco sus personajes… la Historia es mía, aun tome unos pedacitos de los primeros capítulo del libro El Club de los Corazones Solitarios para inspirarme.
Otro universo alterno, nuevamente han pasado más de 20 años del ataque final de Khairon el planeta está en una relativa calma, y nuestros personajes viven en la tierra la mayor parte del tiempo… un drama (tengo rato sin escribir uno), uso los personajes de la historia Kate…
Capítulo 1
Hola a todos, estoy aquí para pedirles un consejo, por primera vez en mi vida no sé qué decisión tomar, cualquier cosa que haga le hará daño a las personas que amo, lo triste es que si no hago nada también los lastimare… En fin, permítanme ponerlos un poco en antecedentes de mi problema, tal vez ustedes puedan ayudarme.
Mi nombre es Catherine Hunter Hayes, aunque aquí todos me conocen como Kate Black; hace 5 años cambie mi nombre, deje a mi familia, y comencé a vagar sin un rumbo fijo hasta que llegue a este pequeño pueblo casi borrado del mapa mundial, Guagualote es su nombre; la gente es buena y amigable, aun después de tantos años me asombra como me aceptaron tan rápidamente, no es que yo sea mala persona, pero en ese momento era una adolecente de 16 años, perdida, sola y embarazada de la que no sabían nada, aun así me abrieron las puertas de sus hogares.
Sarito la señora del dispensario fue la primera en darme un empleo, y la señora Carmencita líder de las damas salesianas (cosa que me entere después que era, sorry mis padres son protestantes) me arrendo una habitación en su hogar por un precio irrisorio, ella llevaba años viviendo sola y no tenía familia, así que las dos nos hicimos compañía; 5 meses después de haber llegado a ese pueblo nació mi bebe, 3 kilos 850 gramos, un niño sano parecido a mi padre y a mí, no tenía ni idea que nombre ponerle, las señoras de la iglesia decidieron por mi… Joseph un nombre bíblico que le quedaba como anillo al dedo.
Cuando Joseph tenía un año la señora Carmencita y compañía decidieron que debía ir a la universidad, yo les dije que no tenía papeles de ningún tipo, cosa que era cierta, no podía presentar mi diploma de bachiller con mi nombre real en él. Ellas solo dejaron unos folletos sobre las carreras que daban en la universidad más cercana, la cual quedaba a una hora de distancia.
Un mes después había comenzado mis estudios en Comunicación orientada a mi formación como controlador aéreo, con una media Beca y transporte; la cual fue beca completa a partir del segundo trimestre; les juro que no sé cómo lo hicieron, pero apareció mágicamente un certificado de culminación de estudios a mi nombre y con excelentes notas, mejores que las reales.
Las damas salesianas se encargaban de cuidar a Joseph, mientras estaba en clases, en una oportunidad reuní el valor y le pregunte a la señora Carmencita como habían hecho para que entrara en la universidad, ella solo sonrió y me dijo que nadie podía contra el poder de la iglesia, allí me di cuenta de que tan influyentes podían ser estas señoras en su comunidad, mi padre y mi madre infundían respeto pero estas señoras juntas infundían terror y por una extraña razón habían decidió acogerme bajo sus alas.
Tres años y medio después me gradué con honores, casi todo el pueblo fue a mi graduación, desde entonces trabajo como controladora aérea en el aeropuerto privado de Guagualote, y mis tiempos libres los paso con mi hijo, un niño feliz hermoso, sano y sumamente hiperactivo.
En estos momentos tengo 21 años y una vida plena por delante o por lo menos eso creía yo hasta hace poco tiempo.
Un mes atrás me realizaron la revisión médica laboral, todos los operadores aéreos tenemos que someternos a exámenes médicos y psicológicos cada 24 meses si se es menor de 40 años y cada 12 meses si se tiene más edad.
Hace una semana me llamo el doctor para recolectar nuevas muestras y hacer nuevos exámenes, al final del día se reunió un consejo médico, solo para decirme que estoy muriendo. Si, así de simple sin anestesia.
Estoy aquí sentada en el parque viendo a mi hijo de casi 5 años jugar en los columpios mientras internalizo el resultado de mis exámenes: Cáncer de Pulmón con metástasis en hígado, páncreas y esófago; los pronósticos peores, con una esperanza de vida promedio de aproximadamente 8 meses; y yo pensando que tenía tos.
Ahora que asumí que voy a morir tengo que tomar decisiones, no puedo dejar a Joseph con las damas salesianas, son como sus abuelas pero están muy mayores para hacerse cargo de un niño. Además está mi familia y Joseph bueno, Joseph tiene a su padre, aunque sea un imbécil, es su papa.
En sí, no sé qué hacer, puedo volver a Macross hacer la paz con mi familia y morir con ellos o puedo quedarme aquí y morir entre la gente que tanto me quiere; de igual forma tengo que dejar todos los documentos de Joseph arreglados, y nombrar a su tutor… papa y mama ya están algo mayores y con sus responsabilidades no puedo imponerles otra carga. . Además, como terminaron las cosas entre nosotros es posible que ellos no quieran conocer a Joseph.
También tengo 4 hermanos mayores, asumo que escogeré a uno de ellos para ser su tutor.
Ian el mayor y más serio, actualmente debe tener unos 28 años, ya era líder de su escuadrón cuando me fui de casa. Ian se parece a mama y no solo físicamente, el pobre también heredo su carácter, en verdad algunas veces dudo que tenga algo del ADN de papa, bueno, excepto por su amor por volar. Hasta cierto punto me da miedo que sea muy estricto con Joseph, él va a necesitar amor no mano dura.
Nathan, el casanova, actualmente tiene 27 años, y a sus 21 años solo era superado por Josh Fokker mi primo en sus dotes de Don Juan, cuando estaban junto eran una amenaza para el género femenino (cosa que pasaba el 99,9% del tiempo). Nate comenzó su residencia en el Hospital Militar de Ciudad Macross pocos días antes de que me fuera, a diferencia de Ian, Nate se parece a papa es más afable y tranquilo. Nate como le digo por cariño es mi hermano favorito, y éramos muy, pero muy unidos. La ventaja de Nate es médico, desventaja la vida tan desordenada que tiene, no creo que pueda darle un hogar a Joseph.
Por último, los gemelos Don y Henry tenían 19 años de edad cuando me fui, actualmente deben tener 24 años. Ambos estaban en la universidad, Donald estudiaba Ingeniería aeronáutica quería pertenecer al equipo científico de Lang; mientras que Henry se está entrenando como ingeniero mecánico. Los dos eran buenos chicos, no tan rectos como Ian ni tan putos como Nate. En verdad, Don y Henry construyeron un mundo exclusivo alrededor de ellos desde pequeños, los quiero, pero no los conozco como a Ian y a Nate. No sé, si les podría confiar a mi hijo.
Además me preocupa saber si mis hermanos han cambiado o si se han casado, tal vez tienen familia propia; y si sus esposas no les gusta la idea de criar a un niño ajeno, por muy familia de sus esposos que sea.
No sé qué hacer, siempre queda la opción de su padre, lo sé pero él es…
-Mami, mami, mira lo que conseguí…- Mi hijo viene corriendo todo sucio y sudado con un sapo, si señores un sapo entre sus manos…
-¿No es lindo mami?- Sonrió, no hay otra cosa que pueda hacer…
-Si mi amor es precioso, ve a ponerlo de nuevo en su lugar, seguro su mama lo está buscando…- Mi hijo me sonríe y sale corriendo con sus amiguitos, aún le queda un hora más de juegos en el parque y yo quiero que disfrute todo lo que pueda mientras todavía estoy con él.
-¿En que me quede?- ha si, en el padre de Joseph, bueno no es una historia tan interesante.
Ben y yo éramos mejores amigos desde que tengo memoria… Conocía a Benjamín Sterling desde el día que nací y aunque él me llevaba dos años éramos muy unidos. Él, su hermana menor Aurora y yo, éramos como los tres mosqueteros juntos para todas partes. Dana su otra hermana siendo mucho mayor que nosotros, le gustaba pasar su tiempo con mis hermanos y el tarado de mi primo Josh, de cual les he hablado con anterioridad.
Bien, Ben Sterling, Dios como describirlo… Alto, apuesto, cabello y ojos verdes producto de su herencia Zentraedi, ¿les dije que era apuesto?; Su padre y el mío son amigos, casi hermanos, compañeros de armas, en fin familia, desde antes de yo nacer. El tío Max, (el padre de Ben) estaba asignado desde que yo tenía 12 años al Satélite fábrica y por eso no los vemos todo el tiempo.
Aun así, mi álbum de recuerdos de la infancia está lleno de fotos mías con Ben, de los dos: bañándonos juntos, de bebés; jugando en la casa del árbol del jardín trasero y -mi preferida- disfrazados de novios en miniatura en la boda de mi tía Kim. (Esa foto la colgué con orgullo en la pared de mi cuarto cuando cumplí 15 años: yo, con mi vestido blanco; Ben, con su esmoquin).
Todo el mundo bromeaba y aseguraba que algún día nos casaríamos de verdad. Ben y yo también lo creíamos. Nos considerábamos la pareja perfecta. No me importaba jugar a la guerra con Ben, y él llegó a jugar con mis muñecas (aunque nunca lo admitió). Me empujaba en los columpios y yo le ayudaba a organizar sus muñecos de acción y su colección de VTs, los cuales siempre intenta intercambiar con los míos.
Ben opinaba que estaba preciosa con mis coletas, y yo pensaba que era muy guapo (incluso en su breve etapa de gordinflón). Sus padres me caían bien, y a él le caían bien los míos. Yo quería un bulldog inglés y Ben, un San Bernardo, ambos amábamos a los perros. Los macarrones con queso eran mi plato favorito, y el suyo también.
¿Qué más podría pedir una chica? . Como resultado, casi todos mis recuerdos tenían que ver con él:
Mi primer beso (en mi casita del árbol, cuando tenía ocho años. Le propiné un puñetazo y, luego, me eché a llorar). La primera vez que cogí de la mano a un chico (cuando nos perdimos en la Base buscando a nuestros padres). Mi primera tarjeta de San Valentín (un corazón de cartulina roja con mi nombre escrito). Mi primera acampada (cuando teníamos diez años, instalamos una tienda en el jardín trasero y nos pasamos la noche a la intemperie, por supuesto, acompañados de Aurora).
La primera vez que engañé a mis padres adrede (cuando tenía 13 años me monté sola en un transbordador al satélite fábrica para ver a Ben. Les dije a mis padres que iba a dormir en casa de Tía Sammy, con 4 hermanos mayores por supuesto me pescaron).
Nuestro primer beso de verdad (catorce años. Esta vez no me defendí).
Después de aquel beso, mi relación con Ben cambio radicalmente. Ya no eran juegos de niños. Nuestros sentimientos eran auténticos, diferentes. El corazón ya no era de cartulina: estaba vivo, latía… Era de verdad. Cuando cumplí 16 nos dieron la noticia, los Sterling volvían a la tierra y esta vez para quedarse. Yo sabía lo que iba a ocurrir cuando se mudaran. Ben y yo finalmente estaríamos juntos.
Inicié la cuenta atrás de su llegada. Salía de compras con mis amigas en busca de ropa para gustar a Ben. Incluso me compré mi primer biquini pensando en él. Renuncie a mi trabajo en la clínica veterinaria en la que trabajaba medio tiempo solo para estar con él. No quería que nada se interpusiera entre nosotros.
Y entonces, sucedió.
Allí estaba.
Más alto.
Más mayor.
Ya no era sólo guapo, sino sexy.
Y era mío.
Quería estar conmigo. Y yo, con él. Parecía así de simple.
Al poco tiempo, estábamos juntos. Por fin, juntos de verdad.
Solo que no fue el cuento de hadas que yo había esperado.
Porque los chicos cambian.
Mienten.
Te pisotean el corazón.
A fuerza de desengaños, descubrí que ni los cuentos de hadas ni el amor verdadero existen.
Que el chico perfecto no existe.
¿Y esa adorable foto de una inocente novia en miniatura con el chico que algún día le partiría el corazón?
Tampoco existía.
El día de mi desengaño me quedé mirando cómo ardía en llamas la fotografía en la chimenea de mi casa, mientras una solo cosa cruzaba por mi mente… En ningún hombre se puede confiar.
En verdad, todo ocurrió muy deprisa. Dejen que les cuente.
Una tarde cualquiera del mes de Mayo llegaron los Sterlings, y la casa estaba a reventar. Se iban a quedar con nosotros en casa, hasta que les entregaran su nueva residencia. Y Ben en lugar de salir con mis hermanos mayores de farra se quedaba en casa, conmigo.
Nos la pasábamos coqueteando sin parar… siguiendo la rutina de los últimos años. Sólo que, esta vez, por debajo del coqueteo latían otras cosas. Como deseo. Como futuro. Como sexo.
Todo lo que había soñado empezó a suceder. Para mí, Ben era perfecto. El chico con el que comparaba a todos los demás. El que siempre conseguía que el corazón se me acelerara y el estómago se me encogiera y por fin, mis sentimientos eran correspondidos.
Quedamos un par de veces, nada del otro mundo. Fuimos al cine, a cenar, y demás.
Nuestros padres no tenían ni idea de lo que estaba pasando. Ben no quería decírselo, y me dejé llevar. Alegó que reaccionarían de manera exagerada, y no se lo discutí. Aunque sabía que nuestros padres siempre habían deseado que, en un futuro, acabáramos juntos, no estaba convencida de que ya estuvieran preparados. Sobre todo porque Ben dormía abajo, nuestro techo.
Todo iba de maravilla. Ben me decía lo que yo quería oír. Que era preciosa, perfecta. Que al besarme se le cortaba la respiración. Me encontraba en la gloria.
Nos besábamos. Luego, nos besábamos más. Y después, mucho más. Pero al poco tiempo ya no era suficiente. Al poco tiempo, las manos empezaron a deambular, la ropa empezó a desprenderse. Era lo que yo siempre había deseado… pero parecía ir deprisa. Demasiado deprisa. Por mucho que le diera a Ben, siempre quería más. Y yo me resistía. Todo cuanto hacíamos se convertía en una lucha constante por ver hasta dónde cedería yo.
Habíamos tardado tanto en llegar hasta ese punto que no quería precipitar las cosas. No entendía por qué no nos limitábamos a disfrutar del momento, a disfrutar de estar juntos, en vez de apresurarnos hasta el paso siguiente.
Y cuando digo paso siguiente, me refiero al contacto físico.
No había mucho de qué hablar sobre los pasos siguientes en cuanto a nuestra relación.
Después de un par de semanas, Ben empezó a decir que, para él, yo era la única, su amor verdadero. Sería tan increíble, aseguraba, si le permitiera amarme de la manera en la que él quería…
Justo lo que yo había imaginado durante tanto tiempo. Lo que siempre había deseado.
Así que pensé: Sí, lo haré. Porque será con él. Y eso es lo que importa.
Así que lo hice, bueno mejor dicho lo hicimos, estuvimos juntos como él quería que ocurriese, no fue traumático ni doloroso, es más, fue bonito, fue tierno, pasional e intenso, fue una expresión de amor, fue un pacto silencioso entre los dos; donde ambos declarábamos que estaríamos juntos por siempre… esa fue la primera de muchas veces que estuvimos juntos.
Pasadas dos semanas de nuestra primera vez, decidí darle una sorpresa.
Lo tenía todo planeado, todo calculado. Nuestros padres iban a salir hasta tarde a una fiesta a que los Fokker y tendríamos la casa para nosotros solos.
Quería que resultara espontáneo. Quería que le pillara desprevenido, y que luego se sintiera abrumado por lo perfecto que era, por lo perfecta que era yo. Ni siquiera sabía que yo estaba en casa; quería que pensara que había salido aquella noche, para que la sorpresa fuera aún mayor. Quería demostrarle de lo que era capaz. Lo tenía todo pensado, incluyendo la ropa que me iba a poner un camisón de seda blanco que no dejaba mucho espacio a la imaginación el cual compre en conjunto con una bata de encaje rojo.
Cuando por fin estuve preparada, bajé sigilosamente las escaleras hasta la habitación de Ben, en el sótano. Empecé a desatarme la bata, con una mezcla de emoción y de puro nerviosismo. Me moría de ganas de ver la expresión de Ben cuando me descubriera lo que había planificado para los dos esta noche.
Esbocé una sonrisa mientras encendía la luz. -¡Sorpresa!- grité. Ben se incorporó del sofá como un resorte, con una expresión de pánico en el semblante. -Hola…- dije con tono sumiso, a la vez que dejaba caer la bata al suelo. Entonces, otra cabeza surgió del sofá.
Una chica.
Con Ben.
Me quedé petrificada, sin creer lo que veían mis ojos. Pasé la mirada del uno al otro mientras, a tientas, reunían su ropa. Por fin, agarré la bata y me la puse, tratando de cubrir la mayor parte posible de mi cuerpo.
La chica empezó a soltar risitas nerviosas.
-¿No habías dicho que tu hermana había salido esta noche?-
¿Su hermana? Traté de convencerme de que existía una buena explicación para lo que estaba viendo. Ben no me haría una cosa así, de ninguna manera. Sobre todo en mi propia casa. Quizá aquella chica había tenido un accidente justo delante de la puerta y Ben la había llevado adentro para… eh… consolarla. O acaso ensayaban una escena de una representación estival de… Romeo y Julieta al desnudo. O tal vez me había quedado dormida y se trataba de una pesadilla.
Sólo que no era así. La chica terminó de vestirse y Ben, esquivando mi mirada, la acompañó al piso de arriba. Todo un caballero. Tras lo que me pareció una eternidad, regresó.
-Kate- dijo, colocando una mano alrededor de mi cintura -lamento que tuvieras que ver eso.-
Intenté responder, pero no encontraba la voz. Subió los brazos hasta mis hombros y empezó a frotarlos a través de la bata. -Lo siento, Kate. Lo siento mucho. Ha sido una estupidez, tienes que creerme. Soy un idiota. Un idiota de categoría. Un completo idiota.-
Negué con la cabeza. -¿Cómo has podido?- mis palabras eran apenas un suspiro; se me contraía la garganta.
Se inclinó sobre mí. -En serio, no volverá a ocurrir. Escúchame, no ha pasado nada. En absoluto. No fue nada. Ella no es nadie. Sabes lo mucho que significas para mí. Eres tú con quien quiero estar. Eres tú de quien estoy enamorado -bajó las manos por mi espalda-. ¿Te sientes mejor ahora? Dime qué puedo hacer, Catherine. Lo último que quiero es herirte.
La conmoción se iba pasando, dejando al descubierto la furia que subyacía. Me aparté de un empujón. -¿Cómo has podido?- espeté -¿CÓMO HAS PODIDO? Esta última parte la dije a gritos.
-Mira, ya me he disculpado.-
-¿Te has DISCULPADO?-
-Kate, lo siento muchísimo. -¿LO SIENTES?-
-Por favor, para de una vez y escúchame. Te lo puedo explicar.-
-Muy bien, perfecto -me senté en el sofá-. Explícame.
Ben me lanzó una mirada nerviosa; evidentemente, no había contado con que me sentara a escuchar lo que tuviera que decir.
-Kate, esa chica no significa nada para mí.-
-Pues no daba esa impresión- me ajusté el cinturón de la bata y agarré un almohadón para taparme las piernas.
Ben exhaló un suspiro. Un suspiro en toda regla. -Bueno, ya empezamos con el melodrama- ironizó. Entonces, se sentó a mi lado con los brazos cruzados -Muy bien. Si no estás dispuesta a aceptar mis disculpas, no veo qué otra cosa puedo hacer.-
-¿Disculpas?- repliqué entre risas -¿Crees que con decir lo siento es suficiente para borrar lo que ha pasado? Creía que habías dicho que soy especial- miré al suelo, avergonzada de mí misma por haber sacado el tema a relucir.
-Pues claro que eres especial, Kate. Venga ya, ¿qué pensabas que iba a pasar?- la cara de Ben se tiñó de un rojo brillante -A ver, las cosas son así: tú y yo…, nosotros…, nosotros…, bueno, es lo que hay…-
No daba crédito a lo que estaba oyendo. El Ben de sólo unos días atrás había desaparecido y una especie de… bestia había ocupado su lugar.
-¿Me quieres decir de qué estás hablando?-
-¡Santo Dios!- Ben se levantó del sofá y empezó a pasear de un lado a otro. -Esto es exactamente de lo que estoy hablando: mírate, ahí sentada, como cuando éramos niños y no conseguías lo que querías. Bueno, he querido estar contigo desde hace mucho tiempo, Catherine. Muchísimo. Pero aunque tú creas que quieres estar conmigo, no me quieres a mí. Lo que quieres es a tu amor de la infancia. El Ben que te cogía de la mano y te daba besos en la mejilla. Bueno, pues ese Ben ha crecido. Y quizá tú deberías hacer lo mismo.
-Pero yo… -
-¿Qué? Tú ¿qué? ¿Te has puesto un camisón y juegas a la femme fatal? Eso son juegos de niños, Kate. Para ti, es un día de boda perpetuo, sin luna de miel, sin quitarte el vestido de novia, sin nada de nada. Pero ¿sabes qué? La gente practica el sexo. No es para tanto. La gente de verdad vive en día después de la boda, ¿sabes la presión que representa el estar contigo? El que vivas en un mundo ideal y no en la realidad, en el que yo solo soy el muñequito de torta en el pastel de bodas, y no el ser humano que ha de compartir tus sueños alegrías e inquietudes. Sé que eres menor que yo, pero en verdad esperaba más de ti, sé que hice mal al involucrarme con esa chica, pero con ella no hay sentimientos por el medio ni expectativas, no me siento presionado, porque sé que ella no está pensando en el vestido blanco a los 16 años Kate… Lo único bueno de todo esto es que nuestros padres no saben nada de lo nuestro.
Empecé a temblar de arriba abajo. Sus palabras me golpeaban. Ben negó con la cabeza.
-No me debería haber involucrado contigo. ¿Qué puedo decir? Estaba harto, y era mucho más fácil ceder a tus fantasías que enfrentarme a ellas. Además, lo admito, me gustas y mucho, tal vez solo… solo debí darte tiempo para madurar un poco más.-
El estómago se me revolvió. Las lágrimas me surcaban las mejillas. -Por favor, no llores- Ben se sentó y me rodeó con el brazo -Grítame un poco más y te sentirás mejor. Luego, pasaremos página.-
Me desembaracé a sacudidas y salí corriendo escaleras arriba.
Para huir de Ben.
Para huir de las mentiras.
Para huir de todo.
Pero no podía huir. Ben iba a seguir instalado en nuestra casa otras dos semanas.
Cada mañana, tuve que levantarme y mirarlo a la cara. Observar cómo salía por la puerta, sabiendo que seguramente iba a verse con ella. Día tras día me recordaba a mí misma que era una fracasada. Que lo que había deseado durante años había terminado haciéndome sufrir más de lo imaginable.
Aurora, su hermana menor, fue la única persona de mi familia a la que se lo conté, y la obligué a jurar que no se lo diría a nadie. Sabía que aquello perjudicaría la prolongada y estrecha amistad entre nuestros padres, y no me parecía justo que mí no relación con Ben también destruyera eso. Además, me daba vergüenza. No soportaba la idea de que mis padres descubrieran lo estúpida que era su hija.
Aurora intentó consolarme. Llegó a amenazar con matar a Ben si se acercaba a menos de tres metros de mí. Pero incluso treinta metros habrían sido pocos.
-Todo irá bien, Kate- prometió Aurora mientras me rodeaba con sus brazos -Todos nos empotramos contra algunos postes por el camino.-
Yo no me había empotrado contra un poste, sino contra un muro de ladrillo. Y no quería volver a sufrir ese dolor nunca más.
Paso casi un mes antes de que me diera cuenta de mi embarazo, los Sterlings ya se habían instalado en su nueva casa, y yo me la pasaba sola en la mía, mis hermanos habían vuelto a sus vidas (universidades, mujeres, trabajos, etc.) y mis padres estaban realmente complicados con las elecciones del Gobierno de la Tierra Unida y la aprobación de presupuestos, una lucha constante que los militares de alto rango deben enfrentar a diario.
Sabia iban a reaccionar mis padres cuando les dijera que estaba embarazada y que no tenía intenciones de decirles quien era el padre.
Así que me prepare… tome los exámenes académicos de forma extraordinaria, graduándome así de bachiller por secretaria, al director de mi institución le extraño, pero le dije que quería comenzar el próximo semestre en la academia y el entendió perfectamente, con tal no era la primera que lo hacía.
Cada uno o dos días sacaba dinero de mi cuenta, no mucho como para que se lo reportaran a mi padre pero si lo suficiente como para reunir una cantidad respetable para vivir.
Un día, en el que sabía que papa y mama no llegarían a cenar, tome mi auto y viaje a monumento, vendí todas y cada una de mis prendas excepto por el relicario de mi abuela.
La siguiente semana comencé a empacar primero busque en el ático todas las cosas de bebe que pudiese encontrar, lo siento por mis hermanos, pero no hice distinciones; tome las mejores, las lave y las puse a secar, cuando estuvieron listas las guarde en una maleta en mi auto.
Por último, busque a un conocido, en realidad el matón de mi colegio. Si alguien tenía contactos turbios en aquel entonces ese era el, le pedí que me creara una identidad falsa… el idiota pensó que era porque quería entrar a las discotecas siendo menor de edad. LOSER… en fin, no fue barato pero valió la pena, me dio partida de nacimiento, número de seguro social e identificación. Las probé en todos los lectores oficiales y eran buenas. Desde el día que las comenzara a usar me llamaría Kate Black, y sería una chica joven, embarazada y sin familia, una más de tantas que en recorren el mundo.
Tenía casi 3 meses de embarazo cuando decidí enfrentar a mis padres. Ese día fui valiente, bueno eso o estúpida, aun no estoy muy segura. No llame a mis hermanos, ni a ningún otro miembro de mi familia para que sirviera de mediador, aunque admito que me picaba la mano por llamar a mi tía Claudia, no que creyera que su intervención haría mucha diferencia, pero si alguien podía controlar a mis padres esa era ella.
Temprano había ido a la biblioteca pública con mi nueva identificación y había pedido una computadora, allí reserve un vuelo, el primer vuelo económico que saliese después de las 12 de la noche. A nombre de Kate Black, honestamente no me importaba el destino, solo quería estar lo más lejos de Macross posible. Metí las mis maletas en la cajuela y deje las llaves en la ignición. Bien con todo listo me senté en la sala esperar a mis padres… no tuve que esperar mucho… ellos llegaron juntos.
Cuando me vieron sentada sola en la sala, asumieron inmediatamente que algo andaba mal, les pedí que se sentaran, papa opto por no hacerlo, tome aire y los mire a los ojos…
-Papa, mama, estoy embarazada- les dije, así sin anestesia… vi como mi padre se quedaba estático en mi presencia mientras mi madre se llevaba las manos a la cabeza.
-Disculpa pero que dijiste?- Pregunto mi madre
-Que estoy embarazada, eso dije…- pasaron unos minutos antes de que la casa se volviera un caos… después de llantos, reclamos y preguntas, luego paso lo que esperaba desde un principio.
-Catherine, por última vez te pregunto ¿QUIEN ES EL PADRE?
-Ya les dije papa, yo voy a ser el padre y madre de este bebe.
-Catherine no entiendes, por Dios si no nos dices quien es el padre vas a traer a un bastardo al mundo.
-Madre pues… no creo que sea el primero ni el ultimo.- Solo sentí como ardió mi mejilla con el golpe, admito que estaba portándome como una descarada ante mi madre, pero aun así no espere que me pegara…
-En los Hayes nunca ha habido un bastado Catherine Estefanía y no creo que tu quieras ser la primera en traer uno al mundo… me aleje de ellos lo más que pude y puse mis manos protectoramente sobre mi vientre… no quería que le ocurriese algo malo a mi bebe.
Mi padre debe haber tomado cuenta de mi acción, porque decidió hacer un comentario. -Por Dios Catherine no te pongas a la defensiva, mira solo tienes que darme el nombre del malnacido que te embarazo, solo eso y yo me encargare de todo. Incluyendo que al bebe no le falte nada…
Admitámoslo, esa era una oferta más que tentadora, pero mi padre primero utilizaría a Ben como una pera de boxeo, y luego nos hubiese forzado a casarnos. Y la verdad esa idea no me hubiese molestado hace 4 meses, pero ahora todo es diferente.
Mire a los ojos a mi padre, y dije la frase que me condenaría por el resto de mi vida.- No lo sé, papi, fue… fue en un fiesta y no… no sé quién es…
Sé que ese momento los mato… y allí comencé a llorar, no por lo que vendría sino por el daño que les había hecho.
Mi padre por fin me hablo con voz entrecortada por el llanto -Catherine no soporto verte, nos has decepcionado como no tienes idea hija- Dijo mi padre partido en dos por el dolor - ya no eres bienvenida en esta casa. – esas fueron las últimas palabras que me dirijo antes de encerrarse en su despacho.
Mi madre fue más elocuente -Kate, tal vez con el tiempo podamos perdonarte, pero por ahora coincido con tu padre, debes irte, por lo menos un tiempo. Por lo menos para guardar las apariencias-
Sin más se levantó de la silla dejándome sola. En ningún momento preguntaron si necesitaba algo o tenía a donde ir, pero bueno después de un golpe como ese que se les podía pedir. Me fui con el alma hecha pedazos, llegue al aeropuerto una hora antes de tomar el vuelo, mire por la ventana, me despedí de Macross y aborde, era tiempo de comenzar una nueva vida.
Bien esa es mi historia, que piensan ustedes que debo hacer, ¿Debo volver a Macross y morir allá, o es mejor morir aquí en Guagualote, sin molestar a mi familia?; ¿Y a quien creen ustedes que debo nombrar tutor de mi hijo?. En verdad no sé qué hacer…
-Mami ya los otros niños se están yendo.
-Sentí como las manitos pequeñas de mi hijo tocaban mi cara.- Mami, ¿estas llorando?
-No mi cielo, claro que no -le respondí con la sonrisa más grande de mi repertorio, -¿Quieres ir a comer un helado?-
-Sí, mami, si de chocolate…-
-Bien entonces helado de chocolate será- tome la mano de mi hijo y comencé a caminar con él, y no pude evitar desear tener un poco más de tiempo para verlo crecer…
Hola a todos, pido unas sinceras por no actualizar en mi otra historia. Pero tengo que sacarme esta de la cabeza, sinceramente lo lamento… Saludos con mucho cariño pidiéndoles que no me odien… Cat. Como siempre editor Fer.
