Bueno, lo primero es disculparme por haber abandonado mi otra historia de The legend of Zelda: Fugitivos (no sé si alguien la recordará, esperemos que no…) pero es que las ideas para continuarla me abandonaron y con el paso del tiempo me fue muy difícil retomarla. Esta historia prometo acabarla completamente.

Los personajes de esta historia no me pertenecen, sino que son de Nintendo (y no sé de quien más)

Ahora solo me queda decir que espero que os guste por lo menos la mitad de lo que a mi me gusta escribirla y que cualquier comentario, critica, ayuda o idea será bien recibida.

¡Saludos y gracias!

Capítulo 1

Link cabalgaba velozmente a través de la pradera de Hyrule.

Habían pasado tres días desde que se había ido de su pueblo, Ordon, para hacer una entrega urgente en Kakariko. Su padre era uno de los mejores carpinteros de Hyrule y él se encargaba de hacer las entregas.

El chico no veía el momento de volver a su casa y poder descansar por fin, por lo que en cuanto divisó a lo lejos su pueblo apremió a su yegua, Epona, para que fuera más deprisa.

Ordon era un pueblo pequeño y principalmente ganadero, aunque había algún que otro agricultor.

La casa de Link era una de las más grandes del pueblo, pero desde que había muerto su madre hacía ya 10 años, la mayor parte del espacio estaba ocupado por el taller de su padre, dejando solamente habitable la parte superior de la casa.

El rubio llegó a su casa y dejó a Epona descansando en el establo. Después entró en la casa, encontrándose a su padre absorto en un nuevo encargo. Le dio una palmada amistosa en la espalda, recibiendo una sonrisa a cambio, y subió al piso de arriba para preparar algo de cena.

Al poco rato subió su padre que se dejó caer, cansado, en una silla y miró cariñosamente a su hijo.

-No te esperaba tan pronto en casa.

-He cabalgado sin descanso desde el amanecer.

El chico cogió dos cuencos y echó en ellos un poco de la sopa que acababa de preparar; le dio una a su padre para después sentarse y empezar a comer del otro.

-Debes de estar cansado. No tenías que haber preparado nada.

Link sonrió a su padre agradecido por la preocupación.

-Lo que más odio de viajar es no poder comer en condiciones.

Su padre se rió pero no dijo nada y durante un rato estuvieron comiendo en silencio, pero después su padre volvió a romper el silencio.

-Hay otro encargo.-Su hijo le miró cansado.- Esta vez se trata de un encargo muy importante. Tienes que ir al castillo, allí te darán una espada que debes traer aquí. Yo estoy construyendo un arca de madera especial para poder guardarla. Esa espada es muy poderosa y si cayera en las manos equivocadas todos correríamos peligro.

Ambos se quedaron un rato en silencio mientras Link meditaba qué iba a hacer. Su padre lo miraba preocupado, era una misión peligrosa y él lo sabía, pero había sido un portavoz de la princesa Zelda el que había ido a pedirle el favor y no se había atrevido a negarse.

-Saldré mañana a primera hora.- Link se levantó y caminó hasta la puerta de su habitación.

-Hijo, confió en ti.

El chico sonrió y entró en la habitación.

Link se despertó cuando los primeros rayos de son entraban por la ventana. Aún soñoliento, se levantó costosamente de la cama y se lavó y vistió. Odiaba tener que madrugar y más aún cuando se trataba de trabajo. Ya no recordaba la última vez que pudo dormir hasta el mediodía.

Malhumorado salió de su habitación y vio como su padre intentaba hacerle un desayuno digno, cosa que no consiguió por lo que el pobre chico tuvo que conformarse con una tostada completamente quemada y un par de huevos fritos medio crudos.

No podía comprender como alguien que tuviera tan buena mano para crear objetos de madera fuera incapaz de hacer un par de huevos fritos en condiciones.

Su padre se sentó con él, avergonzado, como si fuera capaz de adivinar sus pensamientos.

-Ya sabes que lo mío no es cocinar.

Link rió.

-No te preocupes, esta comida ayudar a fortalecer mi estómago.

Su padre intentó sonreír pero se le veía realmente preocupado.

-Esta misión es muy peligrosa. Debes tener mucho cuidado. Prométeme que lo tendrás. No sé quién puede estar interesado en esa espada ni de lo que puede ser capaz de hacer para conseguirla, pero no puede ser una broma cuando en vez de encargar a un soldado traerla piden que sea alguien totalmente ajeno al castillo el encargado de ella.

Link se quedó un rato callado mientras acababa de desayunar. Después se levantó y acabó de prepararse antes de salir. Su padre le siguió hasta la puerta, mirándolo todavía preocupado.

-Papá, no te preocupes. Tendré mucho cuidado y antes de que te des cuenta estaré aquí de vuelta. Eso sí, cuando vuelva quiero unas buenas vacaciones.

Su padre sonrió.

-Hecho.

Ambos se abrazaron y después Link fue hasta la cuadra para coger a Epona y antes de partir volvió a saludar a su padre con la mano. Después empezó a cabalgar lentamente para que la yegua se fuera despertando.

-¿Ya vuelves a irte?

Link paró a Epona, asustado, y se dio la vuelta encontrándose cara a cara con Ilia: su amiga de la infancia.

-Ilia me has asustado.

La chica le sonreía coquetamente lo que hizo que el chico retrocediera algo incómodo, acción que la chica no pareció percibir.

-Llegaste ayer y hoy vuelves a irte. Y ni siquiera has venido a saludarme.

-Verás… es que estamos teniendo mucho trabajo y no tengo tiempo de nada. Llegué ayer tarde y ya ves que tengo que volver a irme.

Ilia le miró algo decepcionada.

-Prométeme que volverás pronto y vendrás a visitarme.

El chico sonrió ligeramente.

-Lo intentaré.

Antes de que la chica pudiera decir nada más, Link golpeó con las riendas a Epona indicándole que podían volver a ponerse en marcha y se alejó rápidamente de su amiga. No era que no le cayera bien, pero verse como el interés romántico de la chica era algo que le incomodaba y mucho.