Este es mi primer intento de escribir una historia disparatada acorde al mundo de South Park. Espero que os guste.
Cuando Craig atravesó la puerta principal del colegio ese día, se debatió intensamente entre dar la vuelta e irse a casa o rezar para que se hubiera confundido de edificio. Por desgracia para él, ni podía hacer lo primero, ni se daba el caso de lo segundo.
A medida que avanzaba por el pasillo, se preguntaba si sus compañeros se habían convertido en zombis con agujeros en el cabello y algunos mechones teñidos de estridentes colores. Prácticamente todo el mundo llevaba peinados que parecían hechos con un cortacésped y arreglados con una pistola de paintball. Cuando vio a Clyde, tuvo que hacer un soberano esfuerzo para no carcajearse: tenía una franja rapada del todo que hacía de raya del pelo, varias calvas a ambos lados y mechones teñidos de rojo, azul, negro o verde indistintamente y sin criterio. No tuvo que hacer un gran esfuerzo por evitar encontrarse con él, estaba rodeado de un grupo de chicas al que parecía intentar atraer con su nuevo look.
Se detuvo un momento al percatarse de que esas chicas también lucían un corte de pelo similar. Su cabello estaba compuesto por diversas partes de distintas longitudes, una escalera demasiado exagerada y, en algunas zonas, rapada al cero, y con mechas sin sentido de colores extravagantes.
¿Qué estaba pasando?
No tenía ni que preguntárselo. Al doblar una esquina, se encontró de bruces con Cartman. Llevaba una camiseta con unas tijeras dibujadas donde versaba: "encaminamos tu imagen hacia tu mayor perfección". Curiosamente, su cabello completamente normal desentonaba con la tendencia de esos pasillos. Se quedó un segundo más de la cuenta mirándole: Cartman le sonrió con intenciones.
– Vaya, vaya; si es el marica Craig. Qué, ¿estás interesado?
– Para nada.
– ¿Estás seguro? Porque he creado tendencia.
– Tu tendencia es un asco.
– Pues que sepas que tengo una lista de espera kilométrica. Pero, por ser tú… - Cartman sonrió maquiavélicamente. – Si vinieras a mí, suplicando por un hueco, tal vez yo me plantearía meterte en la lista. Si suplicaras mucho.
– Vete a la mierda, ni loco te pediría que me cortaras el pelo – comenzó a alejarse.
– ¡Cambiarás de idea, Craig! – gritó Cartman a su espalda. No se molestó en girarse. – ¡Volverás llorando como una niña a mí para que te haga un hueco! ¡Ya lo verás!
Craig pensó en sacarle el dedo, pero, ¿para qué? Era Cartman, no merecían la pena ni el tiempo gastado, ni el esfuerzo empleado. Suspiró y se paró frente a su taquilla. La abrió y buscó los libros que necesitaba. Una acuciante voz requirió su atención.
– ¡Craig! ¡Ark! ¡Craig, Craig!
Un poco sorprendido por esa urgente llamada, se giró a tiempo de ver cómo Tweek llegaba a su lado, sin aliento y con el cabello como siempre, rebelde y desordenado, pero entero. Le dedicó una pequeña sonrisa.
– ¿Tantas ganas tenías de verme, cielo?
– ¡Craig! – volvió a llamar, como si las tres veces anteriores no hubieran sido suficientes. Tomó aliento abruptamente con un respingo – ¿Has visto cómo llevan el pelo los demás? ¡Ugh!
– Sí – su sonrisa se torció. Cerró su taquilla. – ¿No es horrible?
– ¿Horrible? – cuestionó Tweek en un tono de "¿acaso no tienes ojos en la cara?". – ¡Es una pasada!
Craig se quedó totalmente blanco. ¿Había escuchado bien? No podía creerlo.
– ¿Qué?
– He hablado con Stan para ¡ah! pedir cita, pero me dijo que están completos. ¡Ugh! ¡Es tan injusto! ¡Yo quiero ir como van los demás! ¡Aah, es tan guay!
– Gua… ¿qué? Espera, ¿hablamos de lo mismo? ¿Te refieres a los peinados que llevan todos?
– ¡Claro! ¿Es que no los has visto?
– No… – "eres tú el que no los ha visto", estuvo a punto de decir, pero se contuvo. Estaba atónito, y hasta algo ofendido, por la positiva reacción de su novio ante la locura del día en ese pueblo – No me parece tan guay. Más bien, al contrario – no consiguió disimular una mueca asqueada.
– ¿En serio? – Más que sorprendido, Tweek parecía enfadado. – ¿Cómo puedes decir eso? ¡Es lo que se lleva! ¡Todo el mundo quiere peinarse así!
– Bueno, yo no soy todo el mundo. Y tú tampoco. Y creo que no deberías pedirles que te corten el pelo. De verdad, hazme caso: es espantoso, y te arrepentirías.
– ¿Qué? ¿Cómo que no debo? – Desde luego, Tweek estaba enfadado, y Craig no entendía por qué. ¿Había sido demasiado frío? – Puede que a ti no te guste, ¡pero a mí me encanta! ¡Así que haré lo que me dé la gana! ¡No ¡erk! intentes decidir por mí, Craig!
– Está bien, Tweek. Como siempre, tú tienes la razón – dejó escapar, exasperado.
– ¡Aagh! ¡Que te den, Craig!
En serio, ¿por qué Tweek se había enfadado? Viendo cómo se alejaba, llamando ahora a Clyde, Craig frunció el ceño y se rascó la cabeza. Miró a un lado y observó la esperpéntica imagen de Bebe, que justo pasaba por allí. Llevaba el cabello teñido de rosa y marrón, escalado excesivamente, con un semicírculo sobre la frente afeitado por completo. ¿Todos se habían vuelto locos? Su novio, por supuesto, incluido.
Y, lo que era todavía mucho peor, Tweek estaba enfadado con él. Estaba convencido de que no había sido su culpa, él no había hecho nada malo, pero estaba enfadado con él. Su día iba a ser amargo como no lo solucionara.
¿Por qué tenía él que solucionar nada? Volvió a suspirar.
Craig aporreó su taquilla. Era la hora del almuerzo y ya le había quedado claro, a lo largo de toda la mañana, que Tweek le estaba evitando.
Su novio le ignoraba por una estúpida discusión que en ningún momento supo cómo empezó.
Gimió gravemente, muy frustrado. ¿Qué podía hacer? Sus amigos estaban tan emocionados con sus nuevos peinados que le resultaba insoportable estar a su lado, y Tweek le ignoraba por completo. Se sentía al borde de la desesperación de lo mucho que le estaban aburriendo y cansando las clases ese día.
De repente, a su espalda, escuchó unas voces pasar.
– ¿Has dicho que Miley Cyrus quiere peinarse en nuestra peluquería?
– Sí; acabo de hablar con su representante, quiere venir esta tarde.
– ¿Esta tarde? ¿Pero quién se ha creído que es? Llámala y dile que antes de tres días no hay nada para ella. O lo toma, o lo deja.
– Ashton Kutcher también ha pedido cita.
– ¿Kutcher? Su Jobs fue una basura – hubo una pausa. – Pero le abro un hueco para mañana.
– Deberíamos plantearnos abrir otras peluquerías en la ciudad, estamos teniendo mucho éxito.
– Por supuesto que tenemos éxito, todos mis negocios tienen éxito.
Craig no era capaz de creerse lo que estaba a punto de hacer, pero se giró a tiempo de ver cómo Cartman y compañía le sobrepasaban.
– Eh, culo gordo – llamó.
Cartman se giró automáticamente, mirándole con rabia.
– No me vuelvas a llamar así, Craig. Es una advertencia.
– Quiero hablar contigo.
Esa sonrisa maquiavélica que tanto le caracterizaba volvió a aparecer sobre los labios de Cartman. Craig pensó que no estaba en sus cabales si se planteaba mezclarse con tal individuo.
– Adelantaos un momento, chicos – Kyle y Butters no se hicieron de rogar. Una vez solos, la sonrisa de Cartman se amplió. – ¿Qué necesitas, mi querido Craig?
Craig apretó los puños y se mordió el labio. Definitivamente, se había vuelto loco.
– Oye, Tweek tiene muchas ganas de que le cortéis el pelo. Hazle un hueco.
– ¿Son esas formas de pedirlo?
– Por favor – escupió. – Tweek de verdad lo desea.
– Tweek, eh… Pero es que resulta que a mí no me interesa peinar a Tweek, ¿sabes? Yo tengo… otro interés.
– ¿Qué es lo que quieres?
– Quiero peinarte a ti, Craig. Tengo un look perfecto para ti, y quiero llevarlo a cabo.
– ¿Por qué demonios tengo que ser yo?
– No sé… quizá porque las chicas creen que eres guay y cool, a pesar de ser gay… o quizá porque eres como un grano en el culo. ¿Qué me dices?
Craig entrevió la verdad de ese negocio en la primera suposición de Cartman; él quería arruinar su imagen y, por tanto, era consciente de que los cortes de pelo que hacía a los demás eran una mierda.
Qué asco le daba Cartman.
Esta vez sí le sacó el dedo.
– Oh, ¿esa es tu respuesta? Es una pena. Parece que tu novio se tendrá que buscar un peluquero normal y corriente que quiera peinarle, porque en nuestra peluquería jamás…
– Espera – cortó Craig. Eso era lo último que podía permitirse. Mierda.
– ¿Sí? – Cartman escondió los colmillos de lobo tras su sonrisa de cordero.
Craig dudó un momento antes de continuar. Apretó los puños con fuerza y tensó su mandíbula.
– Está bien, tú ganas. Si me prometes que peinarás a Tweek, también te dejaré cortarme el pelo.
– ¿Qué has dicho? Creo que no he oído bien.
– Por favor, Cartman, péiname.
– Sigo sin poder escucharte, Craig.
– Te suplico que me peines – bufó entre dientes, sintiendo que se atragantaba con cada palabra.
– ¿No decías que…? Cómo era… ¡Ah, sí! Que nuestra tendencia es un asco, ¿cierto?
– Mentí, en realidad me gustan vuestros peinados – Cartman le miró por encima del hombro, dando a entender que no era suficiente. Se mordió la lengua. – Creo que sois unos genios del estilismo.
– ¿He oído bien? ¿El jodido Craig Tucker acaba de llamarme genio?
– Sí, Cartman; eso he dicho.
– ¡Vuelve a suplicarme! Esta vez, de rodillas – Craig le miró cabreado, a lo que Cartman se limitó a añadir: – O si no, no habrá peinado para tu noviecito.
Eso fue el colmo de la vergonzosa humillación que estaba viviendo. Cartman había traspasado un límite que Craig no estaba dispuesto a atravesar. Tenía sus propios métodos para conseguir lo que quería, y ese culo gordo se lo había buscado él solito.
Craig avanzó los dos metros que les separaban y sujetó a Cartman de la pechera, tirando de él hacia arriba y obligándole a ponerse de puntillas. Con odio en la mirada, acercó su rostro al del contrario, dibujándole miedo en sus ojos, haciendo que levantase las manos como desesperada defensa.
– Eh, tío, tranquilízate. Somos colegas, ¿recuerdas?
– Ya me he cansado de tus juegos. Esta tarde vas a peinar a Tweek, ¿me has oído?
– N-No hay trato si tú no te peinas con él.
– Vale – gruñó Craig, se sentía cansado y derrotado, y quería recuperar a Tweek, así que no iba a arriesgarse por llevarle la contraria a ese idiota. – Si me prometes que peinarás a Tweek, te dejaré hacer lo que quieras con mi pelo. ¿Entendido?
– Claro como el agua, amigo. Esta tarde pasaros por mi casa, y os haré un hueco.
Craig soltó a Cartman con desprecio, empujándole un par de pasos hacia atrás.
– Bien. Nos vemos por la tarde.
No esperó una respuesta o cualquier intervención que ese maldito chantajista y manipulador quisiera realizar. Se alejó de allí en dirección a la cafetería, con las manos en los bolsillos, los hombros caídos y caminando mucho más deprisa de lo habitual. Al entrar en la estancia, buscó con la mirada su objetivo. Cuando vio a Tweek, el cabreo se le pasó. Su cuerpo se relajó, sus labios formaron una inapreciable sonrisa y su estado de ánimo mejoró. Se dirigió hacia él. Cuando Tweek le detectó, le miró con rabia y desvió la vista rápidamente. Algo dentro de Craig se encogió. Llegó a la mesa y saludó con la cabeza.
– ¿Puedo sentarme?
– Claro, tío – Token le hizo un hueco. Su pelo estaba como siempre. – ¿Dónde estabas?
– Por ahí.
– Yo no quiero que se siente – todos en la mesa, y Craig aún de pie, se giraron a mirar a Tweek. – Es un idiota, no quiero sentarme con él.
– ¿Qué ha pasado ahora entre vosotros?
– Nada – suspiró Craig. – Tweek, ¿puedo hablar contigo un momento?
– No quiero hablar contigo ¡ugh! tampoco.
– Es sobre la conversación de antes.
– No me interesa ¡ngh! escucharte, ya sé lo que piensas.
– Vamos, babe. Por favor.
Tweek dudó un instante. Su corazón siempre se agitaba cuando Craig le llamaba cariñosamente. Refunfuñó antes de contestar.
– Está bien.
– ¿Vienes conmigo?
– Vale; pero que sea rápido.
Craig caminó en dirección a la puerta de salida, siendo consciente de que su novio le seguía. Una vez la atravesó, esperó a que Tweek llegara a su lado para alejarse algunos metros más de la puerta, en busca de algo de intimidad. Solos al fin, se giró para encarar a su pareja.
– Siento mucho lo que pasó antes. Acabamos discutiendo, y ni siquiera tengo claro el por qué.
– Me sentí dolido cuando intentaste imponerme tu punto de vista.
– Esos peinados son algo que me cuesta entender.
– ¿Ves? – exclamó Tweek, enfadado. – Ya estás otra vez. ¿Para eso ¡agh! me has sacado?
– No, y perdona. No quiero pelear contigo. Es muy irritante no estar contigo.
La mirada de Tweek se ablandó, y sus labios se tornaron en una suave sonrisa. Sus mejillas adquirieron un pequeño toque de color rojo.
– Yo también lo creo. Las clases han sido aburridas sin ti.
– Quería decirte que he hablado con Cartman. He… – tomó aliento. Se le hacía duro pensar en el trato que había hecho con el gilipollas de Cartman. – He conseguido un hueco para los dos, esta tarde.
– ¡¿Qué?! ¡¿Lo dices en serio?!
– Sí.
– ¡Increíble!
Emocionado y feliz, Tweek dio un salto en el aire, riendo, antes de abalanzarse sobre Craig y abrazarle con fuerza. Algo sorprendido al principio, a Craig le costó devolverle el gesto. Una vez siendo consciente del momento, rodeó la espalda de su pareja suavemente y apoyó su barbilla en su hombro.
– ¡Muchas gracias!
Algunas personas salieron de la cafetería y susurraron algunas cosas, señalándolos a ellos. No creyó que dijeran algo malo, pero Craig comenzó a incomodarse.
– Tweek, estamos en el colegio, ya sabes…
– ¡Ah! – Entendiendo lo que su pareja quería decirle, se separó repentinamente, tambaleándose, con las orejas sonrojadas. Nervioso, desvió la mirada al suelo. – Perdón, me he pasado. ¡Ugh!
– No te preocupes – sonriendo, Craig acarició la mejilla de su novio, quien le miró pidiendo disculpas. – Entonces, ¿ya estamos bien?
– Por supuesto. ¿Cómo lo has conseguido?
Craig hizo una mueca. No quería contarle a nadie su conversación con Cartman.
– Tengo mis recursos – temiendo que Tweek insistiera en el tema, pensó en sincerarse un poco con él. – No soportaba estar mal contigo, así que lo intenté.
– Muchas gracias – repitió Tweek, avergonzado. Tímidamente, decidió alargar su brazo para sostener la mano de Craig, quien le apretó con confianza. Al instante, como si se acabase de dar cuenta de algo que, anteriormente, había pasado por alto, frunció el ceño. – ¿Has dicho que conseguiste un hueco para los dos?
Craig ladeó la cabeza. Eso mismo había dicho, a su pesar.
– Sí.
– Pero a ti no te gustan los peinados.
– No, bueno… – la única forma de que Tweek dejase correr un tema, era cohibirlo. Su cerebro funcionó a toda velocidad con este único propósito. – Creo que, si te gustan a ti, no pueden ser tan malos.
– Oh… – el efecto no fue el esperado. Tweek bajó la mirada, posándola sobre sus manos entrelazadas, todavía con el ceño fruncido. Ambos sabían que sospechaba algo, que la historia no le cuadraba. Pero ambos sabían también que no iba a insistir, al menos, en ese momento. – Si es así, está bien entonces. ¿Has comido ya?
– No, todavía no.
– ¿Volvemos?
Craig asintió. Su cara de póker no era fiel a la felicidad que sentía en ese momento, con Tweek cogido de su mano, hablándole con normalidad, contento gracias a sus planes para la tarde. Llevar el pelo espantosamente peinado durante, como mucho, un mes, era un pequeño precio a pagar a cambio de la sonrisa de la persona que caminaba a su lado.
Al regresar a la mesa donde los demás les esperaban, recibieron miradas insinuantes y comentarios sarcásticos por parte de casi todos, pero les dio igual. El único que no les prestó atención fue, inesperadamente, Clyde. Craig vio cómo miraba un folio muy atentamente, pero no iba a darle mayor importancia hasta que Clyde, exaltado, golpeó la mesa con ambas palmas. Mostró una brillante sonrisa con sus dientes.
– ¡Lo he conseguido! – Cogiendo el papel que había aplastado contra la superficie, lo mostró ante todos. – ¡Soy el número uno! ¡Gracias a Cartman y su grupo soy el mejor peinado del colegio!
– Oh, tío, enhorabuena.
Clyde mostró un ingenuo signo de victoria.
– ¡Gracias!
– ¿Qué es eso del mejor peinado? – preguntó Tweek.
– Es una lista que han hecho las chicas sobre los chicos que mejor pelo tienen – explicó Token. – Todos se volvieron locos por esa lista. Yo, como tengo novia, me da igual.
Algo mosqueó a Craig. Primero, una estúpida moda absurda de peinados espantosos en la escuela. Luego, una sospechosa lista de los chicos mejor peinados. Había algo que, desde luego, no le cuadraba.
– ¿Puedo ver la lista?
Clyde se giró hacia él con prepotencia, tendiéndosela con ademán de superioridad.
– Ya no estás en el primer puesto. ¡Tu anticuado peinado ya no está a la moda!
¿Primer puesto? Craig miró la lista con detenimiento. Desde luego, bajo el tachón del primer puesto, al lado del cual estaba ahora el nombre de Clyde, podía apreciar el suyo propio. ¿Él había sido el número uno? Recorrió la lista de un vistazo, buscando un nombre.
Cartman había sido el último, y seguía siendo el último.
Todo tenía sentido. Ese absurdo negocio que, en cuanto la moda pasara, habría dejado las cabezas de sus compañeros horribles y feas. Que Cartman, siendo el creador de la peluquería, no se hubiera peinado como peinaba a sus clientes. Que tuviera tanto interés en que él mismo se cortase el pelo como los demás. Cuando la novedad hubiera pasado, Cartman sería el único con un peinado normal. Sería, irremediable y automáticamente, el número uno de esa estúpida lista. Todo había encajado para Craig al fin.
Suspiró, irritado, y lanzó la hoja sobre la mesa. Clyde rápidamente se alteró: no quería perder la prueba de que él era el más popular del colegio, aunque fuera pasajero. Craig se pellizcó el entrecejo, pensando qué hacer. A Tweek le hacía mucha ilusión sumarse a ese estilo disparatado, y solo conseguiría volver a discutir con él si intentaba hacerle cambiar de idea. Así era su novio: temperamental e impulsivo. Y así le gustaba que fuera, aunque tenía sus inconvenientes.
Cartman siempre se salía con la suya. En sus proyectos, en sus juegos, en sus chanchullos; siempre ganaba. A Craig le molestaba dejarle ganar también esta vez, pero, ¿qué podía hacer? ¿Negarse? Si se negaba, no peinaría a Tweek. Y, quizá, eso sería lo mejor. Al menos, a largo plazo.
Pero si ahora resultaba que no había sitio en la peluquería para ellos dos, Tweek estaría muy decepcionado, y le echaría la culpa, con razón.
Tenía que haber algo que pudiera hacer.
– ¿Craig? – preguntó Tweek, curioso por su reacción tras ver la lista.
– Token – decidido, Craig se giró hacia su amigo, quien le prestó atención. – Luego tengo que pedirte un favor.
– Lo que quieras.
