No fue un beso
Okikagu
[...]
No era extraño para nadie verlos en esa situación. De hecho, sería verdaderamente un acontecimiento importante el que no estuvieran peleando. Y aunque seguían habiendo quejas, no era como si se pudiera hacer mucho contra un sádico policía corrupto y una chiquilla extraterrestre con súper fuerza.
La parte de la ciudad que les tocaba destruir ese día (porque muchas veces parecía ser adrede) era el parque. No había más nadie, pues en cuanto los vieron llegar no hubo alma que se quedara a ver el dichoso encuentro.
La primer tanda empezó más con insultos que con algún golpe, desde un niñata horrible hasta un cerdo roba impuestos era todo lo que se podía oír. Y por suerte no habían niños allí para presenciar esa retahíla de malas palabras.
-¿No tienes algo mejor, China? -le picó él, el golpe que ella le había propinado en el mentón todavía dolía. Pero podía más su sadismo e ineptitud, porque ¿quién sigue molestando a su agresor a pesar de estar en una gran desventaja? Aunque por momentos la superioridad la tenía él, por su práctica en verdaderos campos de batalla.
-Cierra la boca, imbécil -gruñó-, o te la cierro yo.
La palabra quedó largo rato flotando en el aire. A pesar de que se odiaban, no podían no darle otra contexto a lo antedicho. La menor se escandalizó ante la idea, y su adversario sólo río en respuesta. Para él aquello no debería ser nada.
-Qué tentadora idea, eh, Chinita -le incitó.
-¡Cállate!
-Cállame -continuó molestándola. Un hallazgo, es lo que era. Encontró algo con que picarla, algo que le molestara lo suficiente para bajar la guardia, mucho más fácil que otras veces.
Kagura fingió estar a punto de vomitar, entretanto, el de ojos rojizos se aproximó a ella. Estaba bien dispuesto a terminar con la pelea del día.
Pero lo era. Porque no sonaba tan mal como debía de sonar.
En un fallo de sus propias piernas el oficial terminó dando pie al desastre más grande que jamás debió ocurrir. La niña del Yorozuya alcanzó a romperle la nariz de un golpe, y él no se quejó mucho. Creía que se lo merecía por idiota.
-¡La próxima te mato, basura!
Y por sentirse un poquitín feliz se merecía mil golpes más.
-Eso definitivamente no fue un beso, no.
