— ¿Sarah?

Pump Pump Pump

— Uh, ¿Sarah, te encuentras bien?

¿Eh?, ¿qué?, ¡oh mierda!

— ¡Sí!, ¡claro!, ¿qué me decías?—No sé ni lo que me dijo, denme el premio a idiota del año.

—Que si puedes devolverme el libro que te presté, por favor. Es que lo necesito para hacer un proyecto en Literatura, si no es mucha molestia.

—Oh claro. —Debí verme como una idiota. Que horrible —Ten.

—Muchísimas gracias. Que tengas un buen y hermoso día, Sarah.

—Ajá…

Y allá va, que susto…

Bien, supongo que las historias no deberían comenzar de este modo, pero, ¿saben qué?, me vale un comino. La comenzaré desde aquí porque quiero y porque puedo. En fin, no soy de las chicas a las que les gusta contar su día a día a un montón de desconocidos que no tienen nada mejor que hacer con su triste, miserable y patética vida. Pero bueno, últimamente me está gustando leer y practico el cómo narrar las historias, hasta hice algunas (que a Jimmy le encantan por más basuras que estas sean), así que, supongo que tomaré esto como una oportunidad para desahogarme de mi realidad, practicar para mejorar con el tiempo, entre otras cosas. También lo haré porque, al igual que ustedes, no tengo nada mejor que hacer por mi patria.

Lo que pasó hace un rato no les interesa. En serio. No quiero hablar de eso.

Caminé directo a mi salón de clase para descansar, estoy exhausta de estar afuera con todos esos sudorosos chimpancés que chocan a cada rato conmigo. Aunque aquí adentro es igual de apestoso, pero en cantidad más reducida. Yo no tengo de qué preocuparme por mi olor corporal, siempre me cuido en esas cosas como la buena chica que soy, es como un instinto que nace con una. Es una cosa que amas de ser chica, saber (aunque no lo creas así) cómo arreglártelas para ser pulcra. Aunque claro, nunca falta el idiota que derrama bebida en tu blusa favorita a última hora…

— ¡Hola Sarah!

Reconocí al instante esa alegre y aguda voz que aunque interrumpió mis pensamientos femeninos, no me molestaba. Sonreí. Era Jimmy, mi mejor amigo.

—Hola Jimmy.

—Perdón por llegar tarde. Es que me quedé dormido y perdí el autobús. —Se excusó apenado.

—No importa. No te pierdes de nada en verdad, aún no comienzan las clases.

— ¿Y cómo te va?

—Bien. —Supongo.

— ¿Le devolviste el libro a Doble D?—Por favor Jimmy, no seas de los que tiran una agradable conversación al caño. Ugh.

—Sí, ya me lo pidió. —Traté de responder lo más tranquila posible. Si les soy sincera, me incomoda hablar sobre Doble D. Tremendo idiota con cara linda, ¿es que Jimmy me lo tiene que recordar?

—Aun no entiendo por qué no te gusta que sepan que a ti te gusta le…

— ¡Shhh!, ¡Jimmy!—Lo interrumpí inmediatamente como si fuera a decir el nombre del mismísimo Lord Voldemort.

—Perdón, perdón. Pero dime por qué. —Me dijo algo temeroso. Yo suspiré.

—Me tacharan de nerd y me van a fastidiar. —Contesté simplemente, con mi típica voz fastidiada, pero Jimmy me reconocía bien cuando hablaba triste. Lo miré a los ojos para demostrarle que la petición iba en serio—Por favor Jimmy, no se lo digas a nadie. —Imploré como si mi amigo fuera un santo.

—Está bien, Sarah. —Me prometió con sinceridad, dedicándome una sonrisa. —Mis labios están sellados.

—Gracias Jimmy.

En ese momento, escuché los altavoces que resonaron por toda el aula, ensordeciéndonos a la mayoría. Se me erizó la piel al escuchar mi nombre. Algo no iba bien.

¡…Y se solicita que venga rápidamente a la oficina del director!, ¡urgente!

Todos me miraron cual difunto. Estaba jodida. Acabada.

Me paré de mi asiento y Jimmy me levantó los pulgares deseándome suerte. Asentí y caminé cabizbaja hasta la puerta, para luego caminar por el largo pasillo. Si llaman a mi mamá, ¡pobre de mí! ¿Por qué solicitan mi presencia?, ¿acaso descubrieron que yo fui la que hackeó los exámenes de ciencias?, ¿o descubrieron que yo golpeé al niño ese de primer grado?, ¿o que le rayé los cuadernos a mi hermano?, ¿o tal vez que fui yo quien provocó esa pelea de comida en la cafetería?, quién sabe. Solo sé que me llamaron muy, pero muy molestos, ojalá sobreviva. Al llegar miré la puerta por un rato, dudosa de si tocar o entrar directamente. Decidí hacer lo primero.

—Pase. —Me ordenó el director desde adentro.

Tragué saliva y entré a la oficina. El director me esperaba sentado, con cara seria y con ojos como de depredador.

— ¿Qué sucede?, ¿Ed trató otra vez de poner un huevo en clase de cocina?—Sí, aunque estaba con el agua al cuello; mi actitud de malcriada pudo más. Es una de esas malas costumbres que no se te quitan tan fáciles. Traté de disimular algo de enojo.

—Siéntese por favor. —Obedecí—Me he puesto a revisar sus últimas notas en Matemática, Ciencias, Historia y Geografía, déjeme decirle, señorita Sarah, que su rendimiento es sumamente bajo en estas áreas y puede reprobar… y la última nota de ciencias no cuenta gracias a su "pequeña travesura".

Intenté ocultar mi miedo, ¿cómo se enteró? Chasqueé mi lengua en señal de impaciencia.

—Bueno, qué se le va a hacer. Le prometo que sacaré mejores notas y… me portaré bien. —Dije levantándome de la silla como quien no le interesa el tema. —Si no hay nada más que decir, creo que ya me vo…

—Así que le pedí a un estudiante que sea su tutor. Tal vez así aprenda a ser más responsable, disciplinada y estudiosa. Así su rendimiento escolar no decaerá tan rápido apenas estos primeros meses. No tiene por qué agradecérmelo.

¿Un tutor? ¿Para mí?

¡Váyase al carajo!

— ¿Tu-Tutor?—Fue lo único que pudieron articular mis labios. Pero que viejo de porquería…

—Así es, pero no se preocupe, es uno de los estudiantes más inteligentes que tiene la Escuela Secundaria de Peach Creek. No habrá problema alguno. Él es…—Leyó un papel—Eddward Marion.

¡¿Doble D?!

— ¡NO!, ¡NO!, ¡NO!—Rugía con furia. Pero como mi cerebro es casi tan retardado como el de mi hermano mayor, demoró un poco en demandarle a mi mano a que me cerrara la boca. Demasiado tarde. —Perdón por gritarle. —Soy tonta.

—Lo siento señorita Sarah, si no quiere ayuda del tutor, tendré que comunicarle sobre sus notas a su madre. — ¡No, no, no, no, no, no, no, no! ¡A mamá no!

— ¡¿Pero no puede ser alguien más?!—Seguí hablando con voz desesperada, intentando en vano que mis súplicas fueran escuchadas—Quiero decir, ¡está Nazz, y ella tiene el promedio casi tan perfecto como el de Edd!

—La señorita Nazz ya no está disponible, tiene ya muchos a quién apoyar y está repleta. —Espetó con voz extremadamente calmada. Cielos, podría caer una bomba ahora mismo y ese hombre aún seguiría tomando el té. —Y, ¿cuál es el problema con que el joven Eddward sea su tutor?—Enarcó una ceja con curiosidad.

— ¡Edd es un idiota!, ¡apuesto que se pasa toda la tarde hablándole a su granja de hormigas y creándose cremas anti acné!—Fue mi ingeniosa y supuestamente razonable respuesta, ¿qué esperaban de mí?

—Me temo entonces que no hay otra opción. —Se está acercando al teléfono, ¡alerta roja!

— ¡Un momento!, está… bien. –Me tragué la sarta de maldiciones que iba soltar. Director: 1, Sarah: 0—Acepto que… Eddward sea mi tutor. —Dije escupiendo eso último con infinito desprecio.

—Perfecto, le recomiendo ir a verlo a la hora del receso. Ahora, puede volver a clase.

Me fui de allí rematando con un portazo. Cuando volví a mi salón no podía atender a la clase, me la pasé mordiendo mi lápiz del número dos y esperé a que sonara el timbre de receso.

Que injusto. O sea, ¿Doble D mi tutor?, ¿MI tutor?, sé que me saqué malas notas estos primeros meses, lo acepto. Pero eso fue un pequeño desliz, ¡podía salir de esto sola, sin la ayuda de un estúpido tutor!, ¡y definitivamente, sin la ayuda de Doble Tonto!, ¡qué vida tan cruel! Caray, ¿y por qué a Ed no le consiguen un tutor?, si se ve que el inepto es más tarado que un pez, deberían de acusarlo a él con mamá, ¡ay pero no!, ¡si es "su hijito querido"! "y no merece tanta presión, además, tiene a sus amiguitos esos del barrio, ellos le ayudarán", ¡patrañas!, ¿y yo que estoy? ¿Pintada?, ay sí claro, pero cuando yo hago algo mal soy más visible que varón de veintilugo de años en el cine viendo My Little Pony, ¿no?, já. Ed le tiene un gran respeto a mamá, por eso es que le tiene más temor a ella, aunque aun no entiendo todavía el por qué; si para ella su hijito es una pobre e inocente criatura en un mundo lleno de sádicos monstruos chupasangre, comandados por la reina rompe jarrones caros que siempre se gasta la pasta dental y el agua caliente en la mañana, una reina llamada Sarah.

Mamá me quiere y todo, sí, pero mientras a mí me quiere de aquí hasta el cielo, a Ed lo adora de aquí hasta la vía láctea. ¿Por qué creen que Ed tiene una pocilga por cuarto?, porque mamá le deja y papá anda en otro país trabajando (¿de dónde creían que venían tantos cómics y muñecas para nosotros?, ¿de los duendes?), no me importa. Igual acepto que soy malvada algunas ocasiones, muchas veces paso de largo las órdenes de mamá y hago de las mías, pero culpo a Ed porque sé que así no se hará más escándalo que un "pórtate bien" y chau.

Riiiiiiiiiinnng

El timbre. Cielos.

— ¿Nos vamos, Sarah?—Me preguntó muy animado mi amigo de los frenillos.

—Lo siento Jimmy, pero tengo que ir a hablar con…—Sentí que casi me atraganto, ¡escúpelo Sarah!—Doble D. —Al fin.

—Oh bueno, no importa. Nos vemos después, ¿sí?—Rió un poco, comprensivo. Admiro a Jimmy por entender mi humor y mi forma de ser todos estos años. Es una de las mejores personas que conocí en mi vida, muchos lo pueden ver afeminado y débil, pero él es mucho más que eso y sólo yo lo sabía. —Suerte.

—Gracias… espera, ¿suerte con qué?

Pero en ese momento Jimmy ya no estaba.

Me encaminé a la búsqueda del Señor promedio perfecto y su séquito de individuos involucionados, me imaginé que estaría en su casillero arreglando o clasificando sus cosas, así que mi destino era por esa ruta. Algunos alumnos que estudian en mi salón huyeron espantados con solo verme, otros simplemente se pusieron a temblar como si estuviéramos en el Polo Norte en traje de baño. Estúpidos. A veces me gustan esas reacciones, siento que así nadie me hará daño alguno.

Y seguí caminando de lo más lindo, infringiendo temor y miedo por los estrechos pasillos, sintiéndome la diosa del mal. Hasta que me tropecé con mis propios torpes pies buenos para nada y caí haciendo que mis monedas salgan rodando por doquier. ¡Me lleva la que me trajo! Me puse rápidamente a recoger mi dinero, no podía perder ni un centavo, ¡no saben cuánto me cuesta una insípida barra de chocolate! Me comen viva estos comerciantes.

Justo cuando iba a recoger la última (y preciada) moneda que me faltaba, una manó la tomó antes de la mía, y según mis cálculos (que tonto sonó eso) ya estaba cerca del casillero que buscaba. Mi manó por accidente se posó en la mano misteriosa y soñé por un rato. ¿Será la mano de…?

— ¡Uh, pero que tenemos aquí!—Exclamó la mugrosa voz de Eddy mientras trasladaba la moneda entre sus manos al frente suyo. Rompiendo mi mundo de fantasía en pequeños pedacitos— ¡Ven con papi, monedita!

— ¡Oye bobalicón, devuélveme mi moneda!—Grité yo levantándome del suelo y poniendo la mejor cara de maldición que tenía.

— ¡Atrás satanás!, ¡yo me la encontré primero, por lo tanto es mía!

— ¡Eddy, devuélvemela!

— ¡Es MÍA!

— ¡MÍA!

— ¡MÍA!

— ¡MÍA!

— ¡Pan tostado!

Volteamos a ver a mi hermano mayor, Ed, con incredulidad. Este tenía una sonrisa de tonto y babeaba a cántaros, seguramente imaginando que come pan tostado. Vaya, ya a sus quince años sigue comportándose casi igual. Aunque mis quejas van más para Eddy, no solo le aumentó a la edad, sino a la arrogancia y tacañería, con su fama de estafador de seguro llega a político.

— ¿Qué está pasando aquí?—Preguntó metiéndose en la disputa la bruja pelirroja, Lee, poniéndose al lado de su noviecito (fuera de bromas, sí es verdad. Ed, Edd y Eddy ahora salen con las Crueles, es increíble como el tiempo te hace cambiar, ¿no?, y yo sigo siendo la misma. Ya me deprimí).

— ¡Dile a tu Don Juan que me devuelva mi moneda!—Reclamé con impaciencia. Lee le quitó la moneda a Eddy.

—Hmmm. —La examinó por un momento como si tratara de descifrar un enigma del mismo Leonardo Da Vinci y me la extendió. Yo la iba a recoger cuando…— ¡Nah!, ¡mejor no!— ¡Maldita sea!—El que la encuentra se la queda. —Y se la lanzó a Eddy, dándome una sonrisa burlona.

— ¡No me hagan enojar!

—Que susto que me das, niña. —Se aguantó la risa.

— ¡Tú cállate, bruja despiadada!

— ¿Alguien por favor me podría decir a qué se debe todo este alboroto cerca de mi casillero?

Esa voz la reconocí al instante. Doble D. Fijé mi mirada en él y vi que a su lado estaba Marie mascando chicle. Ed le explicó el problema en su extraña manera de hablar y se puso en medio de mí y la parejita.

—Señores, a juzgar por el testimonio de Ed…—Dijo con voz de sabelotodo—…Infiero que la moneda debe ser devuelta inmediatamente a Sarah, ya que ella es la legítima propietaria. —Él siempre tan correcto. Por lo menos sabía que el chico del gorrito estaba de mi lado.

— ¡Estás loco!—Exclamó Eddy aferrándose más a la moneda.

—Ándale Eddy, es sólo una moneda. —Trató de explicarle con paciencia el aspirante a Einstein.

— ¡No!

—Eddy…

—Ugh, está bien.

Eddy me alcanzó la moneda con cierta molestia que obviamente ignoré. Recuperé mi tesoro. Yupi.

—En fin, Ed y yo te esperábamos para ir a comer, ¿vienes Doble D?

— ¡Vamos a llenar el buche!—Dijo como siempre de la nada, Ed.

—Por supuesto amigos, pero antes debo de hablar de un asunto con Sarah. —Explicó. Ed y Eddy se sorprendieron como si Doble D hubiera dicho que se iba a suicidar. Lee Cruel comenzó a jugar con uno de los cabellos de Eddy (Así es, le creció la melena al chiquitín), ganándose inmediatamente un manotazo por parte de él (Lee y Eddy eran novios, pero eran de esas parejas que siempre peleaban de manera graciosa).

— ¡No se toca!

—Que rudo, bomboncito.

—A ver, a ver, ¿acabas de decir que te vas a quedar hablando con la hija de Chucky?—Espetó ya ignorando lo que haga su novia. Yo me aguanté el impulso de mandarle un puñetazo en el estómago.

—No seas grosero con una dama Eddy, y sí.

—Por mí no hay problema, además, me muero de hambre. —Interfirió Lee, apoyando a Doble D y evitando que su Romeo hable otra babosada.

—Ay bueno, es tu problema. —Se encogió de hombros—Te esperamos en el lugar de siempre.

—No tardes, cariño.

Y así, Ed, Eddy, Lee y Marie se fueron. Dejándonos solos a mí y a Edd.

—Bueno Sarah…—Comenzó—…El director ya me comunicó de tus bajas notas que afectan severamente tu rendimiento escolar, y me pidió que te ayudara a…

—Sí, sí, al grano. —Lo interrumpí.

—Solo quería decirte que va a ser un honor y que confíes plenamente en mí.

—Como sea.

—Te veré más tarde en tu casa para empezar con matemáticas. —Sonrió con confianza. ¡No hagas eso, imbécil, me derrito!

— ¿Tan pronto?, quiero decir; está bien…

—Te veo pronto. —Y me estrechó la mano en un no tan fuerte apretón. Una vez terminada la despedida, se fue. Y yo me quedé ahí paradota.

¡Diablos, Doble D viene a mi casa!