Ni Magi ni Judal me pertenecen, son de Ohtaka troleadas locas ama y dueña de mis quincenas.

Este es un AU, así que, aunque hay muchas relaciones con el manga no es necesario saber de Magi o todos sus personajes.

Eli te amo ~ 3

Neptuno

Neptuno es el rey que gobierna el mar. Se dice que escogió su morada en las profundidades el océano en un castillo de oro y corales. Un dios justo, pero severo y con un alma tan fría como el océano mismo.

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I

Una noche tormentosa en medio del mar, de esas noches en las que es imposible seguir las estrellas por lo intranquilo del viento y las nubes aglutinadas dejando sólo negrura en el horizonte. El mar está quebrado y el aire ataca las blancas velas haciendo el mástil crujir, parece tan frágil en la inmensidad del océano, pero su capitán, con astucia surca las olas abriéndose camino con su endeble barco de comercio. Y hay un momento en que la idiotez y el orgullo se confunde con la fortaleza y la valentía.

El barco de Sinbad, el rey de los 7 mares estaba en otro de sus impredecibles viajes en medio de la tormenta. La lluvia intermitente caía con furia sobre madera roída por el salitre del mar, pero aun así no era capaz de buscar el ojo del huracán, allí donde es más tranquilo, la obstinación le lleva atravesar la tormenta.

Más allá de la cubierta, en la parte baja del barco, donde la voz de Sinbad no se escuchaba, estaba él. Sus ojos rojos y su cabello negro revuelto parecían opacos por el transcurso de varios días encerrado sin la luz del sol, el movimiento intenso ya lo tenía mareado. Desde el inicio del viaje, aquel vaivén no le había sentado del todo bien, a medida que la tormenta había tomado más fuerza su mareo había empeorado.

Peor aún era el óxido de las cadenas el que se hundía en su piel. Judal, el oráculo del imperio Kou había sido vendido a la compañía de comercio de Sindria, el cual tenía como representante al mismo rey de los 7 mares.

Para Judal, había perdido por completo la gracia. Mucho tiempo atrás dormía escuchando sus historias. Esas en las que desafiaba a los mares y los mismos dioses mientras conquistaba reinos. Era todo un héroe en donde quiera que se escuchara hablar de él y si tenía que ser sincero, le admiraba.

Pero la admiración se acaba.

Le habían sacado de sus aposentos un mes atrás, le habían ordenado quitarse su hermoso traje y había sido remplazado por un humilde atuendo de algodón. Nadie jamás le explicó que había sido otorgado a Sindria como ofrenda de paz.

No había podido despedirse de las dos únicas personas que le importaban, los dos pelirrojos menores. Los que eran como sus hermanos y tampoco pudo ver de nuevo a Kouen, su adorado Kouen. Algunas noches, se preguntaba si ellos le extrañarían o si, en algún momento notarían su ausencia. Después de haberlo pensado en esas noches solitarias había llegado a una sencilla conclusión. El mismo Kouen le había vendido, la persona que más quería en su reino le había sacado de allí para ser llevado al otro lado del mundo y ser transportado como una vil mercancía barata. Y dolía, tanto que no podía pasar alimento alguno por ese dolor en el pecho. Dolía más que la idea de no ver de nuevo los jardines de Kou, o sus pelirrojos.

Pero ahora, Judal estaba ahí, encerrado en un camarote apenas habitable y con muchas nauseas, con un movimiento incómodo que le causaba un mareo mortal y esas vomitivas ganas que no se iban de su estómago. No le apetecían los duraznos. Los estruendos no paraban y las maderas crujían tan salvajemente que, aunque el malestar le dominara, había comenzado a preocuparse.

Había escuchado las palabras ególatras de Sinbad cuando subieron al barco. "En el mar, no existe nada que pueda detenerme"

Como oráculo supo que, con esas palabras, había retado directamente a Neptuno y precisamente por eso había intentado escapar 5 veces del barco. Esa era una de las razones por las cuales estaba encadenado. El rey de hecho, no había sido tan cruel con él, sencillamente desde que ambos se habían visto ninguno se había simpatizado.

Judal era un jovencito mimado. Al menos hasta antes de ser entregado había pasado la mitad de su corta vida entre los cuidados del palacio de Kou. Sus poderes como oráculo habían sido descubiertos por sus padres en su tierna infancia y no tardaron en entregarlo al palacio como el más digno regalo de los dioses a su pueblo.

Él en realidad no se sentía como algo excepcional. El ver el flujo de la vida no parecía nada sorprendente, y saber que alguien estaba punto de morir, no era para nada agradable. Pero, resultaba una habilidad bastante útil en la guerra, y le apreciaban. Al menos hasta ese momento.

Sinbad parecía un ser humando inalcanzable y poderoso, era casi tan alto como el rey Kouen, pero la sonrisa ladina fue el primer aspecto que le desagradó por completo a Judal. Ambos se habían mirado con cuidado analizándose meticulosamente. Para Sinbad, el otro no era más que un pequeño muchachito caprichoso sin ningún valor, nadie le había podido explicar cuál era el "maravilloso" talento del niño.

Para Judal, Sinbad no era más que un petulante ser que sólo había tenido suerte, y por la forma en la que la energía se movía a través de él, supo que su suerte estaba por acabar. Pensó muchas veces el decirle, pero el orgullo de Judal era tan grande como su largo cabello.

Hubiera sido una buena idea hablar de aquel sentimiento de destrucción antes de subir al barco y mirar a la lejanía la costa de su reino. Tal vez, nadie saldría con vida de ese viaje.

Quiso vomitar.

El oráculo levantó la cabeza y azotó las cadenas contra la puerta madera gritando para que le dejaran salir. Nadie contestó a su llamado. Para ese punto, todos en cubierta estaban listos para lo peor. El mástil estaba punto de partirse en dos aún sobre la expectante cara de Sinbad, aún con 4 de sus 8 generales, era imposible que el barco pudiera seguir intacto.

—Busquen una forma de sobrevivir… ¡sujétense de lo que puedan y salven a quien puedan!

Masrur el más fuerte, físicamente, de sus generales había mantenido sus brazos sujetando un par de velas, pero cuando un par de olas lograron hacer una abertura en el casco supo que ya no había forma de mantener su barco a flote.

Podrían sobrevivir, siempre lo hacía, pero las pérdidas que se irían al fondo del mar jamás se podrían recuperar.

Aquellos tesoros que estaban bajo cubierta entre los cuales estaba el oráculo del reino Kou que había quedado completamente olvidado cuando el barco se había hundido por completo.


Dicen que las personas ven su vida antes de morir. Judal, no estaba seguro de eso, pero si había visto a muchas personas morir. Cuanto estaba casi perdiendo el control de su respiración y el agua salada entro por su boca y nariz lo único que podía ver eran las burbujas que se formaban alrededor de él. Los ojos le ardían un poco y el pecho comenzaba a doler. Nunca pudo ver el resumen de su vida. Tampoco vio una luz al final de un camino. No había nada más oscuridad y dolor.

El agua helada le estaba carcomiendo la piel y las cadenas le empujaban al fondo del mar. Antes de sentir como el agua le reclamaba sólo había escuchado el crujir de la madera y el agua entrando con velocidad rompiendo todo a su paso.

Morir, no parecía tan malo, y tampoco tenía deseos de luchar por su vida. Todo estaba tan oscuro cuando al fin había dejado de sentir dolor y sólo una pequeña risita, muy parecida a la suya le hizo abrir los ojos de nuevo.

"Oh, penoso ser humano, que no eres absolutamente nada para nadie"

Ese sentimiento que quedaba en su pecho, era un profundo rencor. Ironía y amargura. Lo era, un penoso humano que había sido condenado a morir sólo como un vil animal. Uno que había sido usado para el reino y que al final, había sido tirado como un mondadientes sucio.

"Siendo un regalo de los dioses se atrevieron a arrojarte a las heladas aguas del océano, pero espera tranquilo, pronto regresaráes al reino prometido"

Quiso burlarse de sí mismo. La locura debía de ser producto de la falta de oxígeno. ¿Cuánto tardaba una persona en morir? No estaba del todo seguro, pero esperaba que fuera rápido. Cerró los ojos un momento y les abrió de golpe cuando un cosquilleo pétreo surcó sus labios. Un beso salado y duro. Uno que no era real.

¿Eso era aire?

De nuevo cerró los ojos en ese momento su vida al fin comenzó a fluir. Era su vida, o tal vez era solo un sueño.


Cuando tenía 4 años, había conocido a Kougyuoku, la octava princesa imperial del reino de Kou. Lo primero que le dijo cuando la vio había sido "vieja bruja" Y estaba muy lejos de ser vieja, o ser una bruja pero, cuando había visto a una pequeña niña con la ropita sucia y el cabello revuelto, no podía creer que ella fuera una princesa.

Bastaron 2 semanas para que ambos niños resultaran inseparables y pasaran horas hablando sobre el reino y todas aquellas habitaciones en el palacio a la cuales no se podía entrar. Judal solía hacerle travesuras a la pequeña pelirroja, pero era incapaz de verla llorar. Odiaba que eso pasara.

Justo a los 14 años de la vieja bruja, en su primera fiesta imperial a la cual estuvo invitado, vio por primera vez a Kouen, el joven príncipe heredero del reino. No sabía porque su corazón se había acelerado tanto, o la razón por la que sus mejillas le ardían, pero jamás pudo olvidar la mirada fría y seria de esa persona. Las facciones, aunque eran finas, eran varoniles y sensuales, sus labios delgados. Todo él era perfecto, hasta ese cabello rojo como el fuego que le llegaba a los hombros. El había sido su primer amor, un amor que jamás se atrevió a confesar.

Fue un golpe en la mejilla lo que le hizo abrir los ojos, lo siguiente que escucho fue una risotada. Lo que sus ojos vieron en ese instante, era el sueño más absurdo de su vida. La persona que estaba frente a él no era un ser humano. – Te pueden conceder el don de la vida. La vida bajo el mar, si prometes lealtad a Neptuno y usas tu poder premonitorio para el mar.

Judal, ladeó la cabeza miró de nuevo a aquel ser que estaba frente a él en la orilla del mar y sencillamente asintió. No eran ganas de vivir lo que sentía en aquel momento, sencillamente era la venganza amarga que calentaba su pecho. Sinbad, también Kouen, y todo aquel responsable de conducirlo a la muerte lo iban a pagar. – Hubiera sido buena idea que te negaras.

Para Naunet~