El Fandom de InuYasha y sus personajes no me pertenecen.

Bajo el Cerezo.


I

"La vida es el arte del encuentro".


¡Atrápame si puedes!

¡Vuelve aquí!

Sara observa a los niños de la aldea, están jugando, se persiguen unos a otros y ella desde el palacio los observa. Su clase ha terminado y sabe que falta muy poco para que su otra clase empiece, siempre son tan puntuales: nunca le regalan un segundo más. Su padre, el máximo soberano, dice que es por su bien, que así cuándo ella ocupe el trono, estará lo suficientemente capacitada para su puesto.

Sin embargo, su padre parece olvidar que ella sigue siendo una niña y como tal quiere salir a divertirse, correr por los campos llenos de flores e incluso conocer a más niños de su edad. Pero no puede: no le está permitido. Suspira mientras se acomoda en la espera de su siguiente clase.

—Cierren las puertas, por favor —escucha decir a uno de los guardias. Su interlocutor asiente y cuándo está por hacerlo, alguien le detiene con una información importante.

Sara siente el deseo de querer salir del palacio, siente ganas de salir corriendo y el plan se arma a una velocidad envidiable en su mente. Mira las puertas abiertas de par en par, el guardia sigue recibiendo órdenes y parece absorto en ellas. Ella voltea a ver la puerta dónde deberá entrar su instructora, pero no hay nadie, no ha llegado.

¿Qué tanto puede perder saliendo? Piensa mientras se levanta de su lugar y camina un par de pasos. Puede ser regañada, incluso castigada pero, ¿eso le quitaría la emoción de salir y romper las reglas? No, por supuesto que no. Mira a ambos lados: despejado.

Sigue caminando, el guardia no se da cuenta de su presencia y cuándo se encuentra a pocos centímetros de salir, acelera el paso lo más que puede, cuándo menos se da cuenta está corriendo, corriendo a una velocidad que no sabía podía alcanzar. Corre lo más lejos que puede, el palacio está algo lejos del pueblo y tiene que atravesar árboles y finalmente, cuándo sus fuerzas se reducen, llega a un claro. Se detiene, toma un poco de aire y trata de calmar su respiración. Cuándo lo logra levanta la mirada.

Lo que ve, la deja quieta en su sitio.

Una chica más o menos de su edad, con un kimono menos extravagante que el de ella. Es de color verde con algunas flores rojas, la niña tiene consigo un arco y apunta hacía uno de los árboles dónde hay varias flechas ya, sin embargo ninguna parece dar en el blanco. Sara se le queda mirando durante varios momentos, por supuesto que ha visto a personas usando arcos, pero estos suelen ser personas grandes e incluso sacerdotisas reconocidas. Pero la niña que está enfrente de ella, está lejos de ser lo que ella considera un adulto.

Tendría… ¿unos siete años? ¿Ocho, la misma edad que ella? ¿Sería más grande? Se queda quieta, mirándola nuevamente: le llama muchísimo la atención la manera en la que sostiene el arco, parece hacerlo bien pero eso no es suficiente porque la flecha está lejos de dar en el blanco. La ve fruncir el ceño, apretar los dientes en frustración e incluso la percibe cansada. Pero su energía no cesa, sus ganas de dar en el blanco son grandes y es por esa misma razón que termina sentándose sobre el pasto en aquel claro.

No sabe cuánto tiempo se mantiene ahí, pero es tiempo suficiente para que su estómago demande comida tiempo después y vea que el sol ha cambiado lo suficiente de posición para saber que pronto anochecerá. Todavía nadie la busca y agradece eso, o tal vez sí la están buscando pero todavía no han dado con ella. Duda mucho que los guardias le digan a sus padres, porque los castigados serán ellos, incluso más que ella misma.

—¿Quién eres tú? —La pelinegra finalmente voltea a verla. Sus ojos zafiros se enfrentan a los celestes de ella. Sara no se mueve, se queda quieta, procesando la pregunta. ¿Hay alguien en la aldea que no la conoce? Pestañea un par de veces y la desconocía continua—. Llevas tiempo mirándome.

—Lamento haberte incomodado —se disculpó con sinceridad—. Mi nombre es Sara —se ahorró el argumento de qué era la princesa de aquel lugar. Le gustaría encontrar a alguien que no la tratara de forma especial por ser una princesa—. ¿Cuál es el tuyo?

La chica se mantiene alerta durante varios segundos, su semblante se mantiene serio y después se relaja, pero en ningún momento baja el arco. —Kagome —se presenta finalmente—. ¿Qué haces aquí, Sara?

Por primera vez la castaña se siente como una igual, Kagome no está siendo amable porque deba hacerlo, sino porque así es ella. No se presenta ante ella con una máscara, simplemente es ella y eso es lo que impulsa a la futura soberana a sentirse más cómoda con ella. —Me... —duda, ¿en serio va a decir qué se escapó del palacio? Los ojos zafiros de Kagome la siguen mirando, ¿debería…?—… escape de casa.

La chica la mira, con duda. —¿Por qué harías eso?

—Es complicado —admite con pena—, ¿puedo quedarme contigo? Sólo será por… —hace un cálculo en su mente, sabe que falta muy poco para que la encuentren—, poco tiempo —promete.

Kagome sigue desconfiando de ella, pero su abuela Kaede le ha enseñado a ser bondadosa con las personas, si ella se ha escapado, quiere decir que no tiene a dónde ir y ella sabe que los yōkais pueden aparecer y hacerle algo malo. Suspira y deja relajar sus brazos entumidos por el esfuerzo, Kaede le ha dicho que debe practicar, que sólo la practica hace al maestro y es eso lo que ha estado haciendo durante días.

—Está bien —accede, mientras le sonríe a la recién conocida—. Vamos —la invita—, debes de tener hambre, ¿no es así?

Sara asiente. —Gracias, Kagome.


•••


Sara probó la comida que se le era ofrecida, Kagome había hablado muy poco de su vida —igual no era como si ella lo hubiera hecho—, pero había mencionado a la abuela Kaede y a ella sí la reconoció al llegar al pequeño hogar. La señora Kaede a veces frecuentaba a su madre, solían intercambiar palabras por un corto tiempo y luego ella se iba. En una ocasión su padre le confesó que la señora Kaede fue quién ayudó a que ella naciera sana y salva.

Inmediatamente entró en pánico al pensar que la mayor le gritaría o le demandaría volver al palacio a seguir con sus clases, pero se sintió completamente aliviada cuándo la mayor le ofreció comida a ella y a su nieta y las dejaba descansar un rato. Se habían hablado, apenas intercambiando un cordial saludo y después nada. Kagome era la que más conversaba, de verdad se veía animada de ir progresando con el arco y Kaede la escuchaba con total atención y, ocasionalmente, le dedicaba palabras de aliento.

Trataron de integrarla más de una vez a la plática, pero no pudo seguirla: estaba demasiado absorta en sus pensamientos. Ni siquiera notó cuándo Kagome abandonó por unos instantes el lugar.

—Princesa Sara Asano, ¿no es así? —Habló la sacerdotisa finalmente.

—Y-Yo… —balbuceó, ¿qué podía decir?

—Te has escapado —adivinó, sin embargo no había enojo a su voz y eso hizo a la chica tranquilizarse un poco—. ¿Me permites saber el por qué?

—B-Bueno… —dudó un poco, pero finalmente se dijo que se le estaba dando la oportunidad de desahogarse con alguien—, solamente quería… saber qué era una tarde sin tantas clases…

—Comprendo —Kaede sonrió—, la vida de una princesa debe ser muy dura, ¿verdad? —Sara asintió lentamente, todavía sorprendida por la calma con la que Kaede tomaba todo eso—. ¿Te parece si hacemos un trato?

—¿Un trato?

—Te llevaré al palacio —explicó finalmente—, pero hablaré con tus padres, les expondré tus deseos y les pediré que te dejen salir un día a convivir con los niños de tu edad, ¿te parece?

—No creo qué…

—Claro que —le interrumpió—, les diré que yo te cuidaré. Yo iré por ti y te regresaré al palacio antes del anochecer.

La princesa se quedó callada, demasiado sorprendida por aquella oferta tan generosa. No encontraba palabras para decirle a Kaede lo agradecida que estaba con ella. —E-Eso sería... ¡fantástico! —Y haciéndole caso a sus impulsos, se levantó y estrechó a la mayor en un apretado abrazo. La mayor le correspondió, dejando que la chica manifestara toda la felicidad que estaba sintiendo y cuándo se hubo apartado de ella, la convenció de que era hora de volver a casa.

La menor caminó al lado de la mayor mientras salían de la vivienda, buscó con la mirada a Kagome pero no la encontró por ningún lugar y justo antes de que se diera por vencida, ella apareció ante su vista, llevaba una canasta con varias hierbas y Sara podía asegurar que eran medicinales, se las mostró a Kaede y la mayor le dijo el nombre de cada una. La ojiazul pareció concentrada en grabarse cada nombre y para qué servían.

Cuando terminaron, Kaede se volvió hacía ella y le dijo que si continuaban caminando, ella asintió, pero no caminó. Simplemente se plantó enfrente de Kagome y le extendió la mano.

—Me preguntaba sí… —se interrumpió, nunca había hecho nada de eso y la timidez la estaba inundando, la sangre se aglomeró en sus mejillas—. ¿Podemos ser amigas? —Lo había dicho tan rápido que Kagome tuvo que repasar lo que había dicho.

Finalmente, le sonrió y dejó las hierbas en el suelo por unos segundos y tomó la mano de la otra. —¡Por supuesto!

Sara también sonrió: una amiga, finalmente tenía una amiga.


Continuará.


Hay muchas cosas que quiero decir sobre la trama. Pero no es el momento, quiero agradecer a aquellas personitas que comentaron en mi página de Facebook esperando con paciencia —y algo de impaciencia xD— la historia. ¿Qué sería de mí sin sus ánimos? También gracias a Alicia por la portada (aunque al final lleguemos a la conclusión de que la escritura se nos da mejor que la edición).

La verdad es que la trama es muy sencilla, los capítulos muy cortos. Pero espero tenga una buena aceptación, como siempre. Abrazos y besos a quién haya leído hasta aquí y espere mi pronta actualización(:

2 de Febrero del 2016