Notas de autor: Pues esto nace de una tarde donde muero de calor y veo el cielo despejado y se termina un día después porque #YOLO. xD Fluff porque así soy yo. Intento escribir más de 2K porque Isabel Nightray me mata si es menos (Al final fueron casi 2K, sowyxDDD).
Disclaimer: Shingeki no Kyojin/Attack on Titan pertenece a Isayama, yo solo le doy love a sus personajes porque los loveo intensamente.


Inefable

(El niño que por primera vez mintió)


Abrió los ojos cuando algo tibio rodeó su mano y la apretó con fuerza. Sin decir nada, bajó la mirada para ver el contacto: había unos delgados dedos que se cerraban alrededor de los suyos y los oprimían con firmeza y delicadeza.

Se sentía cálido... muy cálido. No ponía atención al frente, su mirada seguía enfocada en sus manos y mejor hizo la cabeza hacia atrás para cerrar los ojos y desear que ese contacto se mantuviera por más tiempo (de ser real) o para recordar lo tórrido que era ese agarre (de ser o no ser producto de su imaginación) porque cual fuera de los dos, se sentía bien.

Y para su grata sorpresa, aún cerrando los ojos con fuerza, el contacto y las sensaciones que acarreaba con él, permanecían y al parecer, no se querían ir. Casi sonrió, porque era real y porque de alguna forma seguía sin creerlo.

―Jean…

El agarre se apretó con mayor fuerza y hubo un suave llamado al que no respondió por una razón: estaba sin palabras. Simplemente no lo podía describir porque al ponerle adjetivos u oraciones, sería hacer que por su lengua se deslizaran palabras que destruirían esa ilusión, o ese excelso momento de estar con ella.

Ella le llamaba. Ella estaba ahí y él no quería reconocer si era una ilusión o un sueño, pero ella tomaba su mano. La estrujaba fuerte. Y él sentía que la calidez recorría cada fibra de su ser. Al sentirse abrigado, no quería que eso desapareciera y menos al ser algo genuino. Él la veía y la escuchaba. Y en esos instantes, Jean no quería decir algo que no fuera tan bello con el silencio que se había formado entre ambos. Tampoco quería opacar el suave tono de su voz al decir su nombre o que por decir algo, deshiciera el agarre de su mano. Por más ridículo y cursi que sonara, quería que el momento permaneciera tal cual; sin palabras para describirlo.

Así que prefirió que su voz se hiciera eco en su mente y respiró hondo para voltearse hacia otro lado para despejar su mente, sus marrones ojos se fijaron en el cielo. Era azul, tenía nubes. Grandes y esponjosas nubes. El sol brillaba en lo alto y los tonos anaranjados y amarillos de su iris comenzaron a jugar con los rayos solares.

Se obligó a pensar en la naturaleza. Ese día hacía calor, por lo tanto se irritaba y disfrazaba sus síntomas con mayor facilidad… Y ya venía de nuevo, el vómito del amor. Las mariposas revoloteando, el ritmo acelerado y la imagen nítida de ella frente a él, su voz volvió a golpear su mente e «¡Idiota!», pensó, tenía que enfocarse otra vez.

Era un nuevo: era un lindo día. Era un cielo apacible y había un tonto bajo la sombra de un árbol, que estaba a nada de contar las hojas de las ramas para entretenerse en algo más que no fueran palabras por pronunciar. Luego, de forma fugaz, vio que Mikasa lo miraba mientras que él rehuía de su mirada, y aunque dolía, con el corazón deseaba que pronto encontrara algo mucho más entretenido que él, entre más pronto se distrajera, menos tentado estaría, porque por primera vez, no quería definir nada.

Sin nombre, eso no iba a ser mencionado. Sin adjetivos, eso no se iba a describir. Sin palabras, eso no se iba a oír y sin nada, todo se haría pequeñito y se esfumaría, tarde o temprano, con el aire. Y cuando el viento barriera ese intento de pensamiento y ese vibrante sentimiento, todo volvería a la normalidad. Libre y sin dolor. Sin motivos para pronunciarlo y sin detalles describirlo, no se sentía, no dolía y eso era lo que quería (incluso, mucho más que responder a la pregunta de: ¿qué estaban haciendo?).

Literalmente no hacían nada, solo se sujetaban de las manos. ¡Claro! Poco habían pronunciado porque él tenía la certeza de que cada quién estaba en su propio mundo aunque estuvieran a pocos metros de distancia y pareciera que estaban juntos. Ella ni se inmutaba conforme él se desmoronaba. Demostraba sus nervios y, en el plano emocional, tenía un desorden de pensamientos que esperaba no perturbaran la paz que se formaba al estar juntos.

Ya que cada uno apuntaba a direcciones diferentes; Mikasa veía hacia el frente y él hacia el cielo. Ella estaba bien colocada y él estaba con la cabeza en las nubes y eso era lógico. ¿Qué se podría esperar de alguien que albergaba sentimientos románticos por una chica con la que estaba solo, la cual tomaba su mano? Una confesión para los valientes. Una conversación para los que se esforzaban en conquistar y para él, el tonto e iluso Jean que se bañaba con la verdad, se podría esperar nada. Nada de acción física pero en lo mental, era de esperarse que viviera un torrente de emociones. Mientras más se hundía, más encontraba.

Aún siendo del tipo sincero y no del tipo romántico. Siendo un sujeto que pensaba con el cerebro y no con el corazón. Sin ser alguien que dijera palabras bonitas o repartiera caricias, pensaba, porque no se atrevía a decirle, que se miraba bonita, que su cabello olía rico y parecía suave como su nívea piel. Había timidez, en su cabeza había tartamudeos al imaginarse hablando, había sudor en las palmas de sus manos, había cosquillas en su estómago, un hormigueo en la piel que tocaba… y todo era por estar a pocos centímetros de distancia de ella, porque estar sujetando su mano, por estar solos bajo la sombra de un árbol en ese día azul. Con nubes esponjosas. Con el cielo brillante. Con el calor que escondía esos síntomas de enamoramiento y sus sentimientos inconfesables. Tampoco había palabras, no quería que hubiera, para narrar ese momento. Era mejor así…

Fugaz e inexplicable.

Corto e incontable.

(Pero que estaba durando mucho más de lo que notaba).

―Jean… ―repitió.

Y el cedió a su llamado, tampoco quería ser grosero con ella, y aún en decepción, entornó los ojos en su dirección. ―¿Si?

Mikasa guardó silencio, se agachó un poco, pareció meditar sus palabras antes de decirlas. En cambio, Jean al verla, tragó saliva. Conforme ella se tardaba en hablar, optó por aferrarse a sus pocas esperanzas y a la tranquilidad que el conformismo le brindaba, a la amistad y esas cosas. Era mejor seguir guardando esos sentimientos románticos para él, podían ser expresados con sutileza cuando se sonrojara al verla, pero mientras no lo dijera, estaría a salvo. Aunque crecieran y se desbordaban, él los haría encogerse cuando hablara de la realidad, no era algo especial, como en ese caso. Lo especial se formaba en su cabeza. Y no significaba algo porque él no quería, ni podía describirlo.

Y así lo hizo. Se sujetó a él y a sus palabras exactas, teñidas de absoluta franqueza para remarcarse cuál era su posición en ese plano. Se puso firme y colocó los pies sobre la tierra, tenía la mente disparada en una meta a pesar de tener un corazón que latía controladamente por esa chica frente a él. Era cuestión de pura camarería.

Con todo bajo control, con todo bien y con todo en orden, porque su sinceridad no menguaba al tratarse de él, al contrario, ganaba más fuerza cuando él mismo era su propia víctima. Admitía que era suicidio morderse con los dientes de la honestidad, arrancar pedazos de su propio cuerpo para después masticarse lentamente con las muelas de la franqueza. A veces, dependía de la ocasión, solo se engullía completo en la inmensa garganta de la sinceridad… pero era mejor morir sin engaños y sin anestesia. Morir de un solo y directo golpe.

Y por eso quería que ese momento fuera inefable, y sin alguna descripción por ser sublime. Que fuera un bonito bosquejo sin terminar pero con expectativa de que cuando lo terminara, fuera hermoso. Que sus sentimientos siguieran ocultos y los de ella sin confirmarse, en forma de negativa o positiva, con su propia voz bastaba para sepultar todo. Sus palabras eran chocantes y tan sinceras cuando impactaban contra grandes muros o fortaleza para volverse, polvo…

―¿Estás bien? ―preguntó en un susurro. Su oscura mirada lo analizaba con cautela, buscando respuestas en forma de heridas.

Abrió la boca para responder pero solo expulsó aire. No pudo controlar el rubor de su rostro al sentir que seguía apretando su mano, al ver que sus ojos estaban fijos en él, descubrió que había cierto brillo en ellos. Jamás lo había visto antes pero le transmitían un fuerte sentimiento que lo hacía sentirse culpable por ser su autor.

―Eh… sí ―respondió, cohibido. Ladeó el rostro para rascar su cuello.

Mikasa no se relajó ante la respuesta. ―¿Seguro?

La vio de reojo, seguía con las mejillas rojas. ―Eh… sí ―de nuevo el tartamudeo. Maldijo por sonar tan poco convincente.

―¿No estás lastimado?

Jean negó. Era preocupación lo que sentía por él.

Fue casualidad que se encontraran en ese lugar cuando él regresaba de reportar con la comandante Hanji, los resultados de su misión. Y por su buen trabajo y el largo viaje, le habían dado el resto del día para descansara. Lo primero que hizo fue salir de los cuarteles, tirarse bajo el árbol y cerrar los ojos. Nadie más lo había visto y se avergonzaba al pensar que se miraba como un herido vagabundo para que Mikasa se detuviera a verlo. Incluso tan fatal se veía como para que ella tomara su mano y preguntara.

―Eh… no. No lo estoy ―dijo con dificultad. Cada pensamiento que revoloteaba en su mente, lo hacía actuar con torpeza.

―¿Estás enfermo?

―¡No! ¡No lo estoy! ―y con tantas preguntas de parte de ella, se sintió extraño. No solía ser así… a menos de que algo fuerte pasara ―¡Estoy bien! ―Mikasa soltó su mano y se hizo hacia atrás ante su expresión. Jean se sintió algo amargo en su garganta, no sabía tan bien como la verdad, por eso no quería hablar y arruinar el momento―. Solo descansaba. Hoy hace mucho calor y me quedé pensando en cosas… ―calló de repente, sentía que estaba más sonrojado y por el nerviosismo empezó a escupir frases sin sentido.

Ella asintió, comprendiendo su interrupción. ―Lo siento…

―¡No, no! ―él se enderezó ―no es nada importante, solo pensaba en… ―apretó los labios. ¡Se iba a arrancar la lengua de seguir así! ―en el cielo azul, las nubes esponjosas y que hacía calor. ¡Nada importante! ―mintió, riéndose. Y por eso no quería hablar… porque si hablaba, sentía y si sentía, pensaba y al pensar, terminaba cantando uno que otro sincero sentimiento que se suponía controlado y en secreto.

Y era mejor que no se describiera. Porque siendo sutil o difuso, seguía siendo excelso sentir la calidez que ella emanaba en su mano...

(Aunque, en el fondo, los dientes de la honestidad le daban un nombre, las muelas de la franqueza le daban adjetivos para describir ese sentimiento de Mikasa hacia él y la garganta de la sinceridad le marcaba que podía ser el comienzo).


¿Fin?


Se suponía que era humor pero creo que mis chakras ya no están alineados para que me salga. xDDDDDD No sé ni qué pensar, ni a dónde huir pero me pregunto cómo le hago para evitar el OOOOOOOC. XDDD Lo siento mucho :x soy la deshonra de la nación, siento y luego río. xD

No es lo que pensé y ni imaginé, mis personajes no me obedeceeen :C. Disculpen si hay errores, luego releo pero hoy no porque soy cobarde. xD

Para las jeankasa lovers, gracias por su apoyo.

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