¡Hola! Se que he tardado mucho en publicar algo, matadme si quereis pero si lo haceis no podré deciros lo que viene ahora. Con este fic aré como en todos los demás, si veo que hay gente que lo lee, continuo, si no, no. Tengo ya toda la historia en mi cabecita así que es decisión vuestra, solo teneis que darle al botoncito RR, ¡nada más!
Y esto es sin animo de lucro, solo una fanática de Labyrinth desde que vio la película con 5 años =D
JARETH
Sarah aún corría por aquellos estrechos pasillos que cambiaban de dirección una y otra vez. Sarah aún corría. Los pies ya le dolían y las piernas se resentían de vez en cuando. Más de una vez chocó contra las frías paredes de piedra pero tenía que seguir corriendo, aún tenía que correr.
Ya veían las murallas de la ciudad de los Goblins cuando unos horrendos seres les atacaron por todas direcciones y no les quedó más remedio que separarse. Por más que Sarah corría, aquellos diabólicos sonidos que salían de sus gargantas seguían detrás de ella. Giró la cabeza para mirarlos pero no había nada, frenó en seco. Sus risas seguían en el aire pero ella no los veía. Cada vez se hacía más fuerte el sonido pero seguía sin ver nada. Intentó taparse los oídos con las manos pero no funcionó. De pronto todo cesó y pudo oír a lo lejos la risa inocente de un niño. Sarah abrió los ojos y vio a su hermano sonreír. Su madrastra lo llevaba en brazos y junto a ellos caminaba su padre. Parecían felices.
- Sarah, cariño, ven...- susurraban los adultos mientras se acercaban, ya no andando, corriendo.
Sus sonrisas amables se transformaron en risillas ansiosas y Sarah quiso gritar pero no pudo, no le llegaba el aire. Su corazón latía cada vez más fuerte y se asustó de pensar que acabara saliendosele del pecho. Giró sobre sus pies y comenzó a correr todo lo rápido que pudo sin hacer caso al tremendo dolor de sus piernas. Cambiaba de dirección sin prestar atención a donde iba ya que solo quería huir de ellos. Cuando tomó una curva chocó contra alguien que comenzó a agarrarla. Ella no pudo hacer otra cosa que patalear y chillar.
- Sarah- era su voz, era Jareth.
Abrió los ojos y vio a su enemigo. Vestía con una camisa blanca y una chaqueta negra a juego con sus mayas y botas altas. Él la cogió de un brazo y la hizo caminar unos cuantos metros hasta que un gran arbusto tapaba la posible salida.
-¡No hay salida!- gritó con todas sus fuerzas y se intentó zafar del rey.
- Sí que la hay- la miró a los ojos- confía en mi.
- Confío en ti, Jareth.
A continuación la abrazó y la pegó a las hojas verdes que, mágicamente, atravesaron sin ningún esfuerzo. Después de unos segundos él rompió el abrazo y la miró de nuevo a los ojos. Se encontraban en su habitación. Por la ventana solo se veía la luz de la luna entre las ramas del árbol de su jardín.
- Ya estás a salvo- le sonrió y se dirigió hacia la ventana.
- Jareth... gracias- una sonrisa tímida se escapó de sus labios y le vio convertirse en una lechuza blanca que voló hacia lo lejos.
Sarah se metió entre las sabanas y cerró los ojos pero los volvió a abrir de golpe. Se levantó corriendo y miró por la ventana, nada. Había sido un sueño, sí un sueño.
Era la primera vez que soñaba después de "haber estado" en el Laberinto. En dos años no había nunca soñado nada relacionado con eso. Al cabo de unos meses ya daba por hecho que fue un sueño y nada más pero ahora volvía. Se metió otra vez en la cama y cerró los ojos.
- Buenas noches, Sarah- era él, era Jareth.
