Nuevo long-fic! Como verán en la advertencia, esta historia tocará temas fuertes. Espero que aún así sean capaces de disfrutarla, porque así como tiene cosas malas, tiene cosas buenas. Como por ejemplo, Prideshipping xD

Ya estaba esperando publicar el primer capitulo, desde comienzos de este año que lo empecé a escribir, y deseo de todo corazón que capte su interés.

Desde ya, ¡que lo disfruten!


Yo no inventé Yu-Gi-Oh! ni sus respectivos personajes


El calor que impedía pensar, el dolor que hacía llorar; ardor, que volvía inmóvil, paralitico y sordo ante el grito de la reacción. Los oídos vibraban, un pitido era lo único que entraba en ellos, un gemido ahogado de dolor, párpados profundamente apretados mientras los puños cerrados fuertemente absorbían todo dolor posible. Aunque era un esfuerzo en vano.

Rebotaba el sonido del arma capaz de romper una piedra. No había más que confusión, angustia y furia cada vez que tal chasquido aparecía cuando desgarraba la piel. La columna se encorvaba ante el impacto, las manos temblaban de tanto de aguantar. La palabra 'basta' salía vagamente de los labios, cuando las uñas apretaban su palma, intentando ignorar el áspero encuentro entre el cuero y el tejido que cubría el cuerpo. Otro vago intento, ¿Cuándo se detendrá? Era la pregunta que volaba por la mente distraída.

El suelo estaba frío, duro y reconfortante, sostenerse a algo, arañar algo, era lo que podía pedir; un sentimiento de claustrofobia, sin embargo, era inevitable. Inundado en lágrimas detenidas junto con un grito que no escapaba de su garganta. Los dientes se mantenían tan apretados que parecía que iban a romperse en cualquier momento.

Oscuro, todo a su alrededor estaba oscuro, era en lo que pensaba mientras se encontraba con el dolor. Lágrimas ajenas llegaban a lo más profundo de su corazón, causándole rabia e impotencia. ¿No se podía hacer más que soportar? No había salida, no había ventanas, no había luz llamada esperanza. Sólo tristeza.


- ¿Qué te parece? ¿A que no me veo como una persona diferente? – Preguntó el chico de cabello tricolor a su hermano mellizo, con una sonrisa de oreja a oreja mientras lucía sus anteojos exageradamente gruesos acompañado con un bigote falso.

El hermano rió levemente. – Tú siempre te ves igual, tendrías que esforzarte mucho para fingir ser otra persona, hermano Atem. – Dijo sin perder oportunidad para apoyar su dedo índice firmemente sobre su pecho, como si fuera una madre retando a su hijo.

- Pongo una mejor cara de póker que tú, Yuugi. – A pesar de la voz segura y fuerte que Atem llevaba a diferencia de su hermano Yuugi, era normal escuchar un tono de broma cuando estaba tratando con su mellizo.

- No se trata de poner cara de póker, Atem. – El abuelo de los mellizos se metió en la discusión, pero luego de unos segundos de silencio, decidió añadir: - Aunque, aun así, ambos se verían mejor en un circo. – Ante tal comentario del anciano, los mellizos se miraron confundidos.

- ¿Es por el cabello? – Dijo Yuugi, los hermanos conocían los juegos de su abuelo, quien también se la pasaba bromeando con ellos. El cabello y la ropa era lo que más señalaba.

El abuelo apoyó su mentón en la palma de su mano. – Podrían hacer trucos. De hecho, quiero que hagan magia para mí. – Por más burlón que sonaba el anciano, se mantenía esperando a que los jóvenes hicieran algo. Los mellizos aun no comprendían las intenciones de su abuelo.

- ¿Y podríamos hacer…? – Preguntaba Atem mientras alzaba una de sus cejas, esperando a que su abuelo les diera una pista de lo que quería.

El anciano comenzó a reír. – ¡Buena pregunta! – Exclamó aplaudiendo. – Podrían hacer desaparecer todo este desastre. – Alzó sus brazos para señalar su alrededor.

Atem y Yuugi eran dos jóvenes de 17 años que ayudaban a su abuelo a trabajar en la tienda de juegos, sin embargo, ambos estaban desesperados por encontrar un trabajo más adecuado que pudiera ofrecerles cierta cantidad de dinero que hiciera posible el mantenerse en el día a día. Estuvieron toda la mañana buscando posibilidades dentro de la tienda, que no se dieron cuenta que habían hecho un gran desorden en el lugar, el cual ahora debían limpiar.

Ciudad Domino era una ciudad tranquila, pero como toda ciudad, tenía sus problemas. Desde edificios en mal estado, a personas desaparecidas. De hecho, las personas desaparecidas eran de lo que menos se hablaba, pues algunos conocidos se daban cuenta de la ausencia de ciertas personas y se tomaba con naturalidad, ya que era posible que hayan tomado algún trabajo que los llevara lejos. No se denunciaba nada a la policía, por lo tanto, no había problemas a la vista de todos.

Lo que era complicado para los mellizos, era precisamente encontrar un trabajo, aunque fuera uno simple. No los admitían por ser demasiado jóvenes, o hasta no les daban explicación y no los aceptaban para el trabajo. Esto frustraba a Atem y le hacía sentir a Yuugi la obligación de mantenerse optimista ante la situación.

Los mellizos podían ser parecidos físicamente, llevaban el mismo cabello tricolor alborotado y picudo, y sus ojos color amatista, pero la mirada era distinta. Atem tenía una mirada firme y fuerte, cuando Yuugi llevaba un aspecto amable, relajado y alegre. No es que Atem no sea jovial, sino que era mucho más precavido y realista de lo que Yuugi podía o quería llegar a ser. Mientras Yuugi perdonaba a un asesino, Atem castigaba a un ladrón.

Ninguno de los dos se puso a prueba, como para saber hasta dónde podían llegar.

Luego de limpiar la tienda, volvieron con su búsqueda, comenzaron a organizar los papeles y números de teléfono de los lugares a donde fueron. Tenían anotado donde habían sido entrevistados y donde no, ninguna persona les había dado la señal de que iban a ser llamados muy pronto. Tenían esperanzas falsas de conseguir una nueva entrevista.

- Creo que deberíamos seguir con la tienda de juegos, ya estoy cansado de buscar y fallar. Nadie nos ha dicho nada aún, hermano. – Yuugi dijo con decepción mientras se recostaba en su cama tratando de no mirar la cantidad de trabajos donde no habían sido aceptados.

Atem sonrió, tratando de darle esperanzas a su hermano. En ese momento, era el único que no se detenía con los papeles, buscando en las peticiones de trabajo que encontraron pegados en las calles. La pila más grande era la de lugares a los que ya llamaron, en los que aún no recibían respuesta, sino un "ya los llamaremos", de alguien que les hacía una mueca.

- Arriba, compañero, no hemos perdido todavía. Aún nos falta un lugar por llamar. – Respondió Atem con orgullo, leyendo fijamente una hoja sin mucha decoración, que pedía por un sirviente, con un número de teléfono debajo del pedido.

Yuugi sólo le dio la espalda a su hermano, cerrando sus ojos, esperando dormir antes de que Atem cortara la llamada y dijera que no tuvo una respuesta concreta.

Mientras tanto, Atem tomó el teléfono, comenzó a marcar con una sonrisa orgullosa dibujada en su rostro. El tono sonaba, y tardaba, volviendo impaciente al muchacho. No quería caer en la decepción, no imaginaba lo difícil que sería encontrar un trabajo en cuanto dejaron la escuela. Le prometió a su hermano que lo lograrían, no lo iba a dejar atrás. Trabajarían juntos, o incluso, sí le aceptan el trabajo a su hermano y a él no, incluso eso estaría bien, Yuugi necesitaba reconocimiento, ser aceptado. Y, sobre todo, tenían que mantenerse, así su hermano y él podría cumplir su sueño. Otra idea sería terminar los estudios universitarios, pero necesitaban dinero incluso para mantener la tienda de su abuelo.

- Buenas tardes, ¿en qué lo puedo ayudar? – Le contestó una voz grave y profunda, como la de un hombre de 20 a 30 años. Era pausada y amable, aunque eso no iba a hacer que Atem no fuera a ser un dolor de cabeza sí no le aceptaban este trabajo.

- Buenas, llamo por el anuncio que dice que necesitan un sirviente. Pues, mi hermano y yo somos los que buscan. – Yuugi se volteó a mirar a su hermano, quien comenzaba a hablar como presumido. Estaba pidiendo porque no arruine la última oportunidad que les queda. Normalmente, es Yuugi el que hace las llamadas, pues, Atem no es muy bueno tratando con la gente.

Atem se volteó a devolverle la mirada a su hermano y levantar su dedo pulgar con una sonrisa, para indicar que todo estaba bajo control. - ¿Podría decirme sus nombres y edad? – Preguntó el hombre con el mismo tono de voz.

- Yo soy Atem Mutou, y mi hermano es Yuugi Mutou, ambos tenemos 17 años.

- ¿Son mellizos? – Pareció que su pregunta fue más una duda personal que algo necesario para el trabajo, Atem no pudo evitar morder el interior de su cachete al notar eso.

- ¿Hay algún problema con eso? – Yuugi se golpeó la frente levemente sabiendo que Atem se estaba pasando de agresivo. Era demasiado desconfiado para su gusto.

- No. – Contestó con simpleza. – Necesito que me espere unos minutos. No corte, por favor.

Atem obedeció, un poco nervioso por la próxima respuesta, ¿Qué sucederá en cuanto ese hombre vuelva? ¿Qué es lo que está averiguando como para que tenga que esperarlo 'unos minutos'? Movía ansiosamente sus dedos por encima de la mesa, golpeaba sus uñas contra la parte sólida. Lo miraba a Yuugi, quien tapaba sus ojos con su antebrazo, aun recostado en su cama; quizás debería disculparse con el señor que los atendió por su desconfianza. Sacudió su cabeza, era una tontería, no iba a disculparse, nunca se es demasiado precavido; habían muchas personas que buscaban a los más vulnerables para aprovecharse. Protegería a Yuugi a toda costa.

Volvió a ver el aviso, la hoja en blanco, arrugada y sucia por el polvo de las calles, lo único que estaba plasmado en ese blanco era el texto negro y grueso que decía que necesitaban sirvientes y debajo, el número de teléfono. No había una dirección, no había un solo dibujo o decoración que hiciera del aviso algo llamativo. ¿Un sirviente? ¿En serio caerían tan bajo como para convertirse en sirvientes? Quizás debía cortar la llamada, ninguno de los dos merecía trabajar de sirviente, ambos valían mucho más que eso, podían conseguir dinero de otra manera… Aunque, pensándolo mejor, no se le ocurre otra manera, hace días que no se les ocurrió otra manera de reemplazar la idea de conseguir un trabajo. La tienda de juegos estaba perdiendo mercadería, pronto tendrían que dejar de depender de ella.

- ¿Hola? ¿Sigue ahí? – El hombre volvió para detener sus pensamientos.

- Si, aquí estoy. – Atem respondió casi perdiendo la voz.

- Mañana a las diez de la mañana pasaremos a buscarlos para la entrevista en la mansión. - Atem asintió moviendo su cabeza, aun sabiendo que el hombre no lo vería del otro lado del teléfono, sin embargo, casi se atragantaba con su propia saliva antes de contestar, escuchando mejor lo que le habían dicho. ¿Una mansión? – ¿Le parece bien?

¿Qué tenía que hacer? ¿Aceptar? Primero debía saber lo que Yuugi opinaba, no podía evitar tener un mal presentimiento, sentía un nudo en su garganta en cuanto le dieron la posibilidad de trabajar ahí. – Necesito… - Tomó aire, no estaba hablando con firmeza. – Necesito un segundo. No corte, por favor. – Le dijo. Tenía que consultarlo con su hermano.

Yuugi se volteó inmediatamente al escuchar a Atem, se levantó como si tuviera un resorte en su espalda, y su cara de preocupación era inmensa, parecía más nervioso que su hermano. - ¿Qué pasa? ¿Por qué lo haces esperar? – Comenzó a interrogar sin pausa, Atem no lo miraba, sólo se mordía levemente el borde de una de sus uñas mientras pensaba. – Te ves pálido, hermano.

- Dicen que mañana a las diez de la mañana nos llevaran a la mansión, ahí será la entrevista. Supongo que es ahí donde trabajaremos también. ¿Tú qué opinas? – Le pidió su opinión, sintiendo una gran bola de nervios creándose dentro de su pecho.

Yuugi parecía estar sin saber que decir, volvió a sentarse en la cama, pasando su mano por todo su cabello. – Es la primera vez que recibimos una respuesta así, hermano, no debemos desaprovechar. Además, ¡es una mansión! – Yuugi contestó finalmente. Atem mordió su labio inferior, leyendo otra vez el anuncio.

- No me convence, compañero, seremos sirvientes. ¿De verdad quieres eso? – Realmente le preocupaba a Atem rebajarse de esa manera, podían buscar otras posibilidades, seguramente no estaban haciendo las cosas bien, pero sí se negaban, perdían la oportunidad. Era una mansión, lo que significaba que tenían demasiado dinero como para pagarles un buen sueldo y fue el único aviso donde recibieron una respuesta rápida.

- ¿Y a ti en serio te preocupa eso? Será temporal, no pasará nada. – Yuugi dijo, descomplicado.

Atem no se había dado cuenta del tiempo que llevaba apretando el teléfono, quizás se estaba angustiando demasiado como siempre hacía. Sus manos ya estaban sudando de lo mucho que pensaba, sí Yuugi no tenía problema, entonces, él no debería tenerlo tampoco. Mordió el interior de su cachete, y llevó el teléfono de vuelta a su oreja para hablar.


Tenían una entrevista de trabajo en el día de mañana, y era difícil de creer para ellos. No creyeron que sería tan complicado o tan irrealista, Atem deseaba recibir más propuestas, seguía sin convencerle la idea. Yuugi estaba tremendamente emocionado por que llegara el día de mañana, aunque nervioso por sí no los aceptaban. El abuelo los felicitó sin más, pero no perdió oportunidad para bromear sobre el hecho de que trabajaran de sirvientes. Sin embargo, no se hizo el sordo al escuchar que sería en una mansión.

Cenaron cómodamente, Atem casi no tocó la comida, demasiado preocupado por la entrevista de mañana, mientras Yuugi no paraba de hablar sobre ello. El joven pensaba que tendrían más éxito sí todo salía bien en la mansión.

Lo que Atem no notaba era que su hermano lo estaba observando cada minuto, trataba de sonreírle, de decirle algo capaz de hacer que Atem se sintiera un poco más seguro. Nada funcionaba, todo dependía de cómo salieran las cosas mañana.

- Mañana será un nuevo día. – Se escuchó decir de Yuugi con una sonrisa de oreja a oreja, mientras entraba con su pijama puesta, listo para dormir y descansar.

Los mellizos compartían la habitación, no era demasiado grande pero lo suficiente como para que entraran dos camas y un escritorio frente a la ventana, la que Atem veía distraído.

- Hermano, deberías dejar de preocuparte, todo saldrá bien, lo prometo. – La voz suave de Yuugi lo sacó de su burbuja. Lo miró confundido, pero luego sonrió; era la primera sonrisa después de la llamada. – Yo también estoy nervioso, pero tenemos que confiar más en nuestra suerte.

Atem asintió con la cabeza, Yuugi siempre estaba ahí para apoyarlo, su optimismo lo llenaba de buenas energías. Su hermano era quien desataba los nudos en su garganta que lo hacían tan desconfiado, era el abrazo que necesitaba, la mano que no lo soltaba. Atem tenía que devolverle el favor, mirando el lado positivo de las cosas.

Se acercó a su hermano, aun con su sonrisa dibujada en su rostro y apoyó su mano en su hombro. – Cada segundo estamos más cerca de cumplir nuestro sueño. – Atem le decía para calmar los nervios de su hermano y demostrarle que él también veía un buen futuro en ellos. – Deberías dormir ahora o me iré a la entrevista sin ti. – Bromeó mientras apagaba la luz de la habitación.

- Lo mismo digo, no vayas a roncar.

Atem rio levemente ante la broma de su hermano. Esperó a que se durmiera; a Yuugi no le costaba mucho quedarse dormido, y sin duda, tenía un sueño demasiado profundo, a diferencia de él, quien siempre se mantenía alerta. Esa noche no era la excepción, Atem casi no pudo pegar pestaña, veía la luna brillar en su ventana, y el viento que golpeaba el vidrio lo inquietaba. ¿Estaba ansioso? ¿Preocupado? Tenía una marea de sentimientos que se manifestaron como un sudor demasiado incomodo, que no le dejaba dormir, que hacía que se moviera por toda la cama hasta destenderla, causando que volviera a levantarse para acomodar su cama. Pero no se recostó, pasó la noche en la cocina, preparándose un té.

El sol lo golpeó junto con el cansancio producto a su falta de sueño, aun así, su energía era la suficiente como para soportar la entrevista. El abuelo fue el primero en levantarse, como es debido, se acercó y lo observó con su pijama mientras se preparó café. A pesar de estar recién despierto, el anciano podía darse cuenta de que su nieto no había descansado lo suficiente, cuando eso sucedía, era porque algo lo preocupaba. No podía ser nada más ni nada menos que la entrevista de trabajo.

- ¿Qué te preocupa, muchacho? – Le preguntó, aun así, sabiendo la respuesta que recibiría.

Atem tardó unos segundos en darse cuenta de que alguien le estaba hablando, cuando escuchó mejor la pregunta que le hacían, sólo decidió dar una respuesta simple. – Nada. – La contestación que su abuelo se esperaba.

El anciano sonrió. - ¿Es por la entrevista de trabajo? Son cosas que a uno le angustian cuando es algo que no quieres hacer. – Su nieto lo miró con curiosidad. – Yo decidí estudiar la arqueología porque me interesaba investigar más sobre las vidas antiguas, y los juegos que ellos tenían, quería probarlos todos y ganarlos. No me trabé en un trabajo en el cual no quería estar, no quería ser empresario, ni mucho más, sino un aventurero. – Explicó.

Atem no sabía cuál era exactamente su angustia, pues era lo que estaban buscando, y como decía Yuugi, sería temporal. Sin embargo, tenía mucho dolor de cabeza y un apretón en su pecho que no podía sacar de ninguna manera, se agrandaba cada vez que pensaba en el tema.

Rasguñó la tela de sus pantalones al pensar con profundidad; no había tiempo para hacer lo que a uno le gustaba, primero debían poder mantenerse para así cumplir el sueño de Yuugi y el suyo. Necesitaban trabajar, no es que querían trabajar de cualquier cosa.

De una u otra manera, podrían renunciar, nada malo sucedería. Pero Atem no podía evitar sentirse privado de su propia libertad.

El ruido de las pisadas de Yuugi por los escalones para llegar a la cocina interrumpió sus pensamientos. Apareció su hermano medio dormido, acercándose a saludar a su abuelo y luego a él. Atem recordó el optimismo de Yuugi, es como sí con ese saludo, le hubiera transmitido todas las buenas vibras.

Yuugi no tocó el tema de la entrevista, quizás al faltar tan poco tiempo para que vinieran a buscarlos, lo ponía demasiado nervioso. Atem lo pudo notar al ver que no desayunaba con emoción como siempre hace.

La bocina los hizo saltar, el timbre detonó en sus oídos. Ambos miraron al reloj, marcaba las diez de la mañana, como habían arreglado. Fueron muy puntuales para el gusto de los mellizos.

Atem abrió la puerta para atender a un hombre con anteojos de sol y un traje bien planchado y negro. Parecía un guardia de seguridad de un club.

Los mellizos estaban bien vestidos para la ocasión, quizás no tenían el mismo aspecto que ese hombre frente a ellos, pero se veían elegantes, distintos de sus usuales remeras y pantalones negros.

Miraron hacia atrás, desorientados e indecisos, reclamando el apoyo de su abuelo con la mirada, quien les sonreía y les generaba cierta seguridad, haciéndolos capaces de dar un paso hacia adelante, poder cerrar la puerta de su hogar para alejarse de ella. El hombre de negro los guió hacia la limusina, los hermanos estaban impresionados con ella, su olor a limón impecable y la comodidad de los asientos era relajante. Apreciaban el paisaje, se miraban entre ellos, se sonreían, volteaban la cabeza, tragaban saliva y se agitaban. Todo eso sucedía con los mellizos durante el viaje, hasta que el chófer avisó que ya estaban llegando; fue el momento en el que Atem tomó la mano de su hermano para tranquilizarlo y hacerle saber que todo estaría bien.

- Todo estará bien. – Se dijo a sí mismo.

El vehículo se detuvo, el chofer bajó del mismo y él les abrió la puerta de la limusina a los recién llegados. Les brillaron los ojos en cuanto vieron lo que tenían en frente: una mansión con un precioso jardín en la entrada, ventanas grandes que no revelaban mucho el interior por las cortinas cerradas, pero, aun así, no opacaba su belleza. Estaba pintada de blanco, la gran puerta de entrada era de madera con picaportes de color dorado. Era un lujo.

Se escuchaban a los pájaros cantar alrededor, el olor de las flores invadía sus narices, el sol los golpeaba con fuerza despreocupando a los muchachos, que no paraban de sonreír ante la vista, o por lo menos, Yuugi no dejaba de sonreír, mientras Atem sonreía levemente y trataba a los hombres que los atendían, con diplomacia.

Les abrieron la puerta, caminando por delante de ellos en el largo pasillo con piso de mármol rodeado de habitaciones con puertas cerradas y un techo lejano a sus cabezas. Los mellizos los seguían por detrás, Yuugi tragó saliva, comenzando a sentirse nervioso nuevamente, tomando la mano de su hermano Atem, quien la recibe con total convicción, su mirada firme y vigilante no lo calmaba.

Hasta que llegaron a otra puerta que estaba al fondo del pasillo, también de madera, pero con picaporte plateado, y no tan grande. Uno de los hombres se posicionó frente a ella mientras otro entraba a la habitación, sin dejar pasar a los mellizos.

- Esperen un segundo mientras le avisamos a nuestro jefe de su llegada. – Dijo el hombre frente a la puerta. Les ponía los pelos de punta a los hermanos el no poder mirarlo a los ojos, ya que los anteojos negros que llevaba eran un obstáculo para ambos.

Unos minutos incómodos pasaron, teniendo a ese hombre delante de ellos, con sus manos detrás de su espalda, la cual estaba perfectamente recta. No emitía un gesto ni un sonido, Yuugi tampoco estaba demasiado animado para hablar y Atem se mantenía atento a su alrededor. No creía que iba a ser tan difícil lidiar con una entrevista de trabajo.

El sonido del picaporte abriendo la puerta, hizo 'saltar' a los hermanos, volviéndolos ansiosos por una respuesta. Esperaron tanto para que el hombre que salía de la habitación señalara a Yuugi y le dijera: - Tú primero. – Causando que éste se agite un poco, no dudó en dar un paso hacia adelante, hasta que Atem lo tomó de la mano, haciendo que ambos se miraran. Atem tenía los labios apretados, Yuugi lo podía ver, eso significaba que estaba inseguro, ¿quería detenerlo?

Ciertamente, Atem quería detenerlo de entrar, quería hacerlo junto a él, no por turnos. Sin embargo, se limitó a darle una brillante y positiva sonrisa, calmando a su hermano y entregándole un poco de seguridad de sí mismo.

Atem se quedó a solas con el mismo hombre de anteojos, aunque, el otro también llevaba anteojos que lo volvía incapaz de verlo a los ojos, éste tenía algo peculiar, un bigote que combinaba con su cabello. El muchacho preocupado por su hermano que estaba detrás de su puerta, trataba de enviarle buenas vibras y confianza, aunque no podía verlo ni escuchar lo que decían, lo único que veía era a ese gigante molesto frente a la puerta.

Caminaba con sus brazos cruzados, dando vueltas por el mismo lugar y cada vez que tenía oportunidad, le daba una mirada asesina al de bigotes. Hasta que, para calmar su ansiedad, decidió romper el hielo. - ¿Hace cuánto lleva trabajando aquí?

El de anteojos negros hizo una ligera mueca y no dijo nada. - ¿Cuál es su nombre? Sí voy a trabajar aquí, quizás deberíamos conocernos mejor. – Atem insistió, aunque realmente no quería hacer una amistad.

Silencio de nuevo. El muchacho suspiró. – Oh, ¿debería llamarlo 'Silencioso? – Dijo Atem, a pesar de la gran diferencia de tamaño entre el 'Silencioso' y Atem, el joven se mantenía a la misma altura y quizás más. No se sentía pequeño para nada, no le tenía miedo.


La habitación era oscura, sólo una ventana pequeña la iluminaba levemente, el suelo era duro y firme, rebotaba el sonido de las pisadas por la sala. Sólo una mesa en el centro separaba al joven nervioso con su jefe, quien tenía sus manos abrazadas detrás de su espalda. Yuugi no podía ver su cara, hasta que se volteó luego de unos segundos que pasaron después de que se cerró la puerta. No había una silla para que le ofrecieran un asiento. Había una hoja blanca sobre la mesa.

Su jefe era alto, su cara joven y pálida, sus ojos azules brillaba contra los suyos, el cabello castaño le tapaba sus cejas rectas, sus labios finos formaban una ligera sonrisa. Estaba vestido con una camisa blanca y una corbata roja, sus mangas estaban remangadas hasta el codo de forma desprolija, abolladas. Su pantalón negro hacía más delgadas sus elegantes piernas.

- Bienvenido, ¿Cuál es tu nombre? – Su posible futuro jefe rompió el incómodo silencio. Yuugi se enderezó en cuanto escuchó su profunda y suave voz. ¿Qué edad tenía aquel muchacho frente a él?

- Yuugi Mutou, señor. – Dijo con aceleración, haciendo que el joven frente a él riera silenciosamente.

- No estés nervioso, Yuugi, no es muy difícil ser aceptado en éste trabajo, esto es sólo un protocolo que tenemos que seguir, pero sí contestas y sigues esta entrevista correctamente, dentro de poco estarás firmando tu contrato. - Se veía amable, su voz era suave en los oídos alterados de Yuugi, quien suspiró e intentó calmarse. - ¿Qué edad tienes?

- Diecisiete años, señor. – Yuugi contestó, esta vez un poco más calmado.

- Eres demasiado joven. – Aquel comentario hizo que Yuugi se alterara nuevamente, hasta que el muchacho que sería su jefe, agregó: - Sin embargo, aquí se encuentran trabajando chicos de tu edad. El que está ahí afuera, ¿es tu hermano?

- Sí, señor.

- ¿Mellizo?

- Sí, señor. – Yuugi no tenía experiencia con las entrevistas de trabajo, pero esta entrevista parecía más una conversación entre recién conocidos.

El muchacho caminó alrededor de la mesa para posicionarse frente a Yuugi, quien era unos centímetros más pequeño que él. Éste comenzó a sudar cuando el castaño lo miró fijamente. – Me pregunto cómo podré diferenciarlos. – No emitió un gesto, el joven era demasiado serio. En cuanto Yuugi decidió contestar a eso, su futuro jefe lo interrumpió. - ¿Qué sabes hacer?

- Bueno, yo y mi hermano ayudamos a mi abuelo con su tienda. Ordenamos las cajas, limpiamos la vidriera, las mesas, los estantes y barremos. Ambos sabemos cocinar, aunque… - Yuugi comenzó a reír torpemente. – Es menos complicado para mí manejar el horno. – Añadió recordando la última vez que Atem usó el horno, quemando la comida.

- ¿Qué saben de tecnología avanzada? – La pregunta del chico de los ojos azules, llamó la atención del entrevistado e incluso del hombre de negro que estaba frente a la puerta. Pero éste no se retractó.

- Muy poco, señor, casi nada. – Yuugi contestó, un poco confundido. Sabía manejar una computadora sí se la ponían en frente, sólo tenía idea de lo básico. ¿Esa pregunta era parte de la entrevista?

El muchacho sonrió. – Era una curiosidad que tenía.

El silencio volvió a invadir la habitación, Yuugi se mantenía callado, esperando a la próxima pregunta mientras apreciaba la espalda recta de su futuro jefe, quien caminaba por toda la sala, pensativo. Y el chico de cabello tricolor, sólo tenía una duda acerca de él y esa era, ¿qué edad tenía aquel muchacho?

- Fuguta, trae a Isono. – Las órdenes del castaño hicieron eco en los oídos de Yuugi, que estaban acostumbrados al silencio que se había creado. El hombre de negro salió de la habitación unos segundos, Yuugi pudo ver a su hermano mientras se abría la puerta, fue detenido por quien parecía llamarse Isono, ya que Atem estaba insistiendo con entrar. Yuugi sonrió ante la idea de que su hermano era tan testarudo y sobreprotector.

Se volvió a cerrar la puerta, ahora estaban Fuguta e Isono al servicio de su jefe. El chico de los ojos azules volvió a fijarse en Yuugi. Su piel pálida resaltaba en la oscuridad. – Tu hermano cometió un error al llamar aquí. – Fue lo que susurró el muchacho, Yuugi no pudo decir nada, ya que fue tomado por sorpresa cuando dos brazos tomaban uno de los suyos, haciendo que sea incapaz de moverse, de escapar, de defenderse. ¿Qué estaba sucediendo? Sentía que su corazón se escapaba de su garganta, cuando quería largar un grito, pero una bofetada hizo contacto con su cara. El picor, el ardor, el dolor, confundía al joven de cabello tricolor, a quien le caía levemente la sangre de su boca, debido a que no pudo evitar morderse ante el impacto de la mano contra su boca. – Sí gritas, será la última vez que veras a tu hermano. – La voz calmada del chico de cabello castaño desapareció por una más agresiva y atemorizante.

Lágrimas cayeron por los ojos de Yuugi, su llanto era silencioso, quería gritar y no podía, quería decirle a su hermano que corra, que todo era un engaño. Quería ver a Atem sonreírle otra vez. Sólo quedaba el recuerdo de su mano apretando la de su hermano, su protector.

- Déjeme ir, por favor… Prometo no decir nada. – Yuugi rogó con terror. Su jefe se alejó de él, para volver a donde estaba parado cuando él había entrado a la habitación. El chico angustiado escuchaba un sonido parecido al de un cajón abriéndose; sus oídos no le fallaron, el joven alto había sacado de un cajón algo negro y largo. Estaba grueso, por un lado, pero se volvía fino a medida que llegaba a la otra punta, parecía una soga, o al menos, eso era lo que Yuugi quería pensar.

- En cuanto entraste aquí, firmaste tu sentencia. – Luego de decir eso, el de los ojos azules sonrió, estirando lo que sería un látigo. – Sólo falta que firmes el contrato, y será mejor que lo hagas.

- Y sí no lo hago, ¿qué me vas a hacer? – Yuugi trató de mantener la firmeza en su voz, fue un intento fallido.

- Morirás, y tu familia también. – Las palabras sonaron tan naturales de los labios finos de su jefe, que Yuugi quería reír y pensar que todo fue una broma. Su respiración era agitada, su cara latía, no podía evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos. ¿Qué pasó? ¿Esto es una pesadilla? Estaba seguro de que no esquivó ningún detalle. ¿Cómo cayó en una trampa así? Y lo peor, trajo a su hermano Atem a éste infierno. Cerró sus ojos con fuerza, esperando a despertar, o sentir el próximo golpe, lo que sea. Sólo quería desaparecer, que todo sea una mentira. El frío recorría sus piernas, causando que todo su cuerpo comenzara a temblar. Era inevitable.

Atem trató de escuchar algo por detrás de la puerta, pero era una pérdida de tiempo. Se dedicó a esperar, solo en un gran pasillo. ¿Por qué el 'Silencioso' había entrado a la habitación? ¿Para qué necesitaban dos hombres? Yuugi se veía bien, parecía que no había ningún problema. Sin embargo, se estaban tardando demasiado. Atem sintió un dolor en el pecho, un viento frío golpear su alma. El lugar tenía energías un poco raras, oscuras, podría decir. – Todo saldrá bien, cálmate. - Se repitió a sí mismo. Fue en vano, porque su mano ya estaba en el picaporte, a punto de intentar abrirla, lo cual seguramente no iba a poder hacer.

Para su sorpresa, la puerta se movió levemente, y Atem pudo escuchar unos sollozos que lo alteraron. Con rapidez movió la puerta para abrirla, lo primero que vio es a dos grandes hombres alrededor de su hermano, y un muchacho alto frente a ellos, que se distrajo mirando al intruso con sus brillantes ojos azules.

Yuugi estaba en peligro, fue lo primero que se le ocurrió a Atem, no dudó en sacar el cúter que guardaba en su ancho bolsillo, aprovechando que los dos hombres se dedicaron a soltar a su hermano para enfrentarse al intruso de cabello tricolor. Fue el colmo cuando estos dos empujaron a Yuugi y lo tiraron al suelo. Atem reveló la navaja.

Antes de pensar en usarla, algo rasguñó su mano, causando que soltara su arma. Su otra mano estaba intentando calmar el ardor, se distrajo unos pocos segundos para mirar la sangre en su mano, el corte que tenía en su palma. Escuchaba los sollozos de Yuugi, sus gritos haciendo eco en la sala, diciendo: -¡Basta! ¡Déjenlo en paz! ¡Corre, Atem!-

¿Qué estaba sucediendo?

Atem intentó no estar aturdido, tenía que proteger a Yuugi y sacarlo de ahí, pero no pudo caminar hacia adelante porque tenía al muchacho alto de los ojos azules frente a él. El chico de cabello tricolor intentó golpearlo, fue inútil, un torpe movimiento. La mano pálida y firme tomó su puño pequeño. Derrotándolo como el papel derrota a la piedra.

Lo tiró hacia el suelo. Atem sintió su mentón golpear contra el suelo frío y duro. No pudo levantarse, ya que un golpe seco hizo contacto con su espalda, rasgando su camisa. Un grito ahogado se escapó de sus labios.

Tenía que levantarse, sacar a Yuugi de aquí. Intentó ponerse de pie, pero otro golpe lo hizo caer. – Sí quieres salvar a tu hermano, deberás firmar el contrato. No tienen escapatoria. – Fue lo que dijo el joven de cabello castaño, quien llevaba el látigo en sus manos. Atem apretó sus dientes, juntando fuerzas para contestar.

- Deja que Yuugi se vaya, y yo me quedaré aquí. - Dijo Atem con la voz ronca.

- Imposible, tu hermano sabe, que sí uno se va de aquí, luego de haber pisado ésta habitación, ustedes y su familia morirán. – Atem apretó sus puños al escuchar esas palabras, dejando que el ardor de la herida en su mano haga que olvide todo lo que estaba sucediendo, pero era imposible.

- ¿Por qué? – Preguntó inconscientemente.

- No todo es lo que parece, y será mejor que me hagan caso. – Atem prefería morir antes de hacerle caso a un ser tan asqueroso como él. Debía obedecer, por Yuugi, sí todavía había una esperanza, entonces, Atem haría lo imposible para hacer que Yuugi vuelva a ser libre.

- Está bien… - Susurró Atem, pero llegó a los oídos de su próximo jefe, quien volvió a los cajones para sacar otra hoja. Atem sintió unos brazos fuertes que lo ayudaron a levantarse, o, mejor dicho, lo obligaron. Ignoró todo su dolor, sólo para firmar la hoja que le ofrecieron.

Yuugi lo miraba con sus ojos brillantes, rogando, confundido. Le dolía, más que todos los latigazos que podían darle ahora, ver a su hermano así, tan triste. Sus manos guiaron a la pluma para firmar el contrato con su nombre. Los otros hombres levantaron a su hermano dolorido. Yuugi estaba cerca de la puerta, era su oportunidad.

En cuanto Atem terminó de firmar y los demás esperaban a que el otro hiciera lo mismo, un grito desesperado inundó la habitación. - ¡Corre, Yuugi! – Salió de la boca de Atem, no salieron victoriosos.

Yuugi fue detenido bruscamente y lo empujaron contra la mesa, apoyando una de sus grandes manos contra la pequeña cabeza de Yuugi, haciéndolo sentir la madera gruesa de la mesa en su sien.

El jefe volvió a empujar a Atem y tirarlo contra el suelo, para hacerlo enfrentar el áspero golpe en su espalda. La camisa ya dejaba de protegerlo ante cada latigazo que la rompía. El mármol no se sentía en su cara, toda su concentración iba hacia el dolor en su espalda, ni siquiera recordaba el corte que llevaba en su mano, ni siquiera escuchaba a su hermano llorar.

Cerró sus ojos con fuerza, encontrando la oscuridad, volviéndose sordo ante todo sonido que pudiera estar presente en ese momento, como el chasquido del látigo contra su piel. Sus uñas se clavaban cada vez más ante cada golpe. No podía esperar a cumplir con su venganza, sí es que le quedaba un mañana.

Rogó por un día más, un día en el que pudiera calmar los sollozos de su hermano Yuugi, entregándole la victoria. Pudiendo vengar todo el dolor que le causaron el día de hoy y quizás, el que le vayan a causar el día de mañana.

Oscuro, todo a su alrededor estaba oscuro, era en lo que pensaba mientras se encontraba con el dolor. Lágrimas ajenas llegaban a lo más profundo de su corazón, causándole rabia e impotencia. ¿No se podía hacer más que soportar? No había salida, no había ventanas, no había luz llamada esperanza. Sólo tristeza.


La dureza del suelo desapareció, todo se volvió silencioso, sus ojos seguían cerrados y su espalda aún ardía un poco. Había un peso leve sobre sus heridas, lo apretaba, pero lo aliviaba.

Abrió lentamente sus ojos para ver su brazo desnudo estirado sobre algo parecido a una almohada. La suavidad que siente es la de las sábanas blancas que cubrían el colchón y otra extra que lo estaban cubriendo a él. Llevaban un olor peculiar, agradable. La luz del sol golpeó sus ojos en cuanto se acomodó para observar mejor su alrededor.

¿Fue un sueño? No, la habitación no era la suya y las heridas seguían dando el presente. Entonces, pensó que la ayuda había llegado, cuando pasó su mano por su espalda para sentir unas vendas cubrir sus profundas heridas. Yuugi, ese fue el nombre que se le cruzó por la cabeza, lo buscaba con los ojos y, movía desesperadamente su cabeza para fijarse en cada rincón de la habitación.

Una biblioteca, un escritorio que estaba frente a la gran ventana que hacía entrar el sol, atravesando las cortinas que la cubría. Levantó su cabeza, acomodó su espalda para así poder sentarse; un pitido inundó sus oídos mientras la cabeza le daba vueltas. Quería caer a dormir de nuevo, se sentía demasiado cansado, mareado y débil.

Pestañeó varias veces para mejorar su vista borrosa, lograr observar que no estaba solo en la habitación. – Finalmente despertaste. – Esa voz era terrorífica y conocida. – Es posible que no puedas ponerte en pie tú solo, pero es porque te he dado un sedante.

-No, no, no… ¿Por qué está aquí? – Se preguntó Atem al ver que tenía a su victimario en frente. Su respiración era tan agitada que podía escucharla, intentaba moverse hacia atrás, lejos de aquel maldito que los hizo sufrir, el mismo lo tomó del antebrazo. Sin embargo, Atem no se dejó agarrar por mucho tiempo y un chasquido rebotó en la sala cuando el recién despertado golpea la mano que quería detenerlo.

Dejó de intentar escapar, sabiendo que sí llegaba a intentarlo, fallaría. En cambio, comenzó a lanzarle una mirada asesina al de ojos azules. - ¿Dónde está Yuugi? ¿Dónde está el enfermero? ¿Y la policía? – Preguntó desesperadamente, esperando que con eso podría echar al posible intruso, quien dejó salir una risa desvergonzada.

- Yuugi está en su nueva habitación. No existen enfermeros aquí, ni tampoco policías, fui yo quien trató tus heridas. – Atem no sabía cómo procesar esa respuesta. ¿Significaba que no estaban salvados? ¿Que aún seguían encerrados en esa asquerosa mansión? ¿Y por qué él trató sus heridas? Quizás sólo intentaba quedar bien.

El muchacho de cabello tricolor trató de no demostrar que estaba aturdido, y mantuvo sus ojos firmes. – No te hubieras tomado la molestia, sí cuidabas tu temperamento con nosotros. – Atem dijo con ironía.

- Debo cuidar a mis sirvientes. – El castaño respondió con calma, tomando por sorpresa a Atem, quien segundos después recibió una fuerte bofetada. – Y procurar que me obedezcan.

Atem no lo miró, sólo cerró sus ojos, retomando su aire, pensando en el grave error que cometió, mientras sentía su mejilla arder y latir. Todo esto era su culpa, ahora Yuugi debe vivir el sufrimiento, contando los segundos para morir o quizás salir a ver el sol.

Se sentía claustrofóbico, las paredes se cerraban, la luz solar desaparecía como sí de inmediato se haya vuelto de noche. El puñal de la mirada color azul penetraba su pecho y destrozaba su corazón junto con sus esperanzas, pero no… Su pequeña mano tomó, aunque sea un pedazo: el recuerdo de su felicidad con su hermano junto con el sueño que le prometió que cumplirían. Sólo eso era suficiente para que Atem se levantara del barro y la sangre para salir a luchar.


Ya había pasado demasiadas horas lejos de su hermano. No contestaron ninguna de sus preguntas, ni mucho menos la que más le importaba que era el estado de su hermano Atem. Lo encerraron en su habitación, ordenando que limpiara el lugar para cuando lleguen sus cosas.

Yuugi se mantuvo barriendo, limpiando con los químicos y elementos que le dejaron para que hiciera su trabajo. La habitación era pequeña, sólo dos camas en el centro separadas por una mesita de luz, que llevaba una pequeña lámpara que los iluminaría todas las noches. Por ahora, lo único que iluminaba su aposento era la luz del sol que salía por la ventana. Sería cómodo y hermoso sí no fuera porque se sentía como una celda muy lujosa.

Sin contar que el hecho de pensar que quizás le traigan sus pertenencias, significaría que estos hombres entrarían a su casa, con su abuelo. No podía imaginar que le fuera a pasar, o incluso, que le haya pasado a su hermano.

Su cara dolía un poco, sin embargo, se sentía agradecido de tener que padecer solamente los golpes que recibió en su rostro. Todo gracias a la protección de su hermano, la cual lamentaba, no podía evitar culparse a sí mismo por ello. Recordaba sus días en la primaria, cuando eran muy pequeños, que siempre lo molestaban y entonces aparecía Atem para defenderlo, ya sea metiéndose en una pelea o recibiendo el puñetazo que iba para Yuugi. Atem fue siempre su mejor amigo, su protector.

"Protector", Yuugi odiaba ese adjetivo para su hermano, él también quería estar a su altura, defenderse mutuamente, pero de alguna manera, Atem era más fuerte que él, más valiente y seguro de sí mismo. Se le notaba en su mirada, su forma de hablar y caminar. ¿Será por eso que lo llamaron primero a él antes que a Atem? Yuugi se convirtió en una especie de cebo, quizás.

El joven de cabello tricolor, dejó caer la escoba para golpear la pared. Furioso con la realidad, frustrado por su inocencia y angustiado debido a la impotencia que hacía temblar su corazón.

Una lágrima rozó su mejilla, para que otras lágrimas la acompañen en su caída. Apretaba sus dientes con fuerza para no soltar un sollozo.

Unos leves golpes en su puerta lo despertaron de su encierro, causaron una alteración que hacía que el muchacho tardara en responder, e incluso pensara en esconderse para luego escapar.

Decidió no cometer ningún acto precipitado. – Pasa. – Tartamudeó.

Apretó dolorosamente sus uñas en la palma de su mano mientras escuchaba el chillido de la puerta moviéndose, volviéndose paranoico, ante todo.

- Perdona la intrusión. – Una voz suave salió de la entrada, sonaba joven y amable. La puerta se abrió completamente y reveló a un muchacho con una hermosa sonrisa, de cabello plateado con mechones alborotados, que caía por sus hombros hasta su espalda. Llevaba una remera de rayas horizontales blancas y celestes con mangas cortas que estaban acompañadas por unas mangas largas negras, combinando eso con sus vaqueros y zapatillas.

Sus ojos color café lo miraban con curiosidad, Yuugi no pudo evitar devolverle la mirada con miedo y desconfianza, la que no tuvo con las personas que le ofrecieron un 'trabajo', y gracias a eso, ahora no sabía nada de Atem, ni siquiera sí estaba muerto.

- Yuugi, ¿verdad? – Preguntó amablemente. Yuugi no contestó. – Yo soy Ryou Bakura. – Se presentó sin más, mientras reía levemente. – Soy un sirviente, no tienes por qué temerme.

El chico de cabello tricolor no podía emitir un gesto, sus ojos brillantes por las lágrimas, sus manos frías y temblorosas por la angustia y el miedo. Quería vomitar, quería gritar, pero no confiar, ni mucho menos hacer amistades. Bakura seguía insistiendo, no se veía como una mala persona. Sin embargo, Yuugi no se iba a perdonar fallar otra vez.

Bakura se acercó lentamente, y se sentó en una de las camas, para ser precisos, la que estaba más cerca de Yuugi. – Sí no vas a limpiar, deberías sentarte y descansar. Los primeros días siempre son más leves, pero… - Bakura se interrumpió a sí mismo cuando Yuugi se volteó hacia él con su cara empapada en lágrimas.

- ¿Qué significa eso? – Yuugi preguntó con su voz quebrada.

- Significa que lo único que te van a ordenar por ahora es a arreglar tu habitación y tus pertenencias en cuanto te las traigan. Sí haces todo bien, seguramente no te golpearan. – Bakura respondió con tanta simpleza, que hizo que Yuugi sintiera ácido en su garganta que quería salir. Hablaba como si estuviera demasiado acostumbrado, como si fuera algo común y corriente. No, esto no era de todos los días, un ser humano no nació para ser esclavo, todos tienen el derecho de ser libres. Entonces, ¿por qué? – No te preocupes, sé que es duro, y te ayudaré a salir adelante.

- ¡No! – Gritó Yuugi. La imagen de su hermano Atem volaba por su cabeza, y apuñalaba su quebrado corazón. – ¡Yo quiero salir adelante con mi hermano! ¡No es justo que estemos separados! ¡No es justo que esto esté pasando! – Dejó salir de sus labios temblorosos acompañado con un sollozo, sintiendo sus rodillas débiles, incapaces de mantenerlo de pie.

Bakura se acercó un poco más al recién llegado, recordando sus primeros días. Apoyó sus manos en los hombros delgados del chico que lloraba desconsoladamente y cuidadosamente lo abrazó. Siendo recibido a los pocos segundos.

El sonido de la puerta abriéndose alteró a los dos. La figura alta y de mirada penetrante apareció frente a ellos, creando un terror incurable dentro del corazón del joven que le caían las lágrimas, hasta que se calmó cuando una persona anhelada apareció detrás del castaño. ¡Atem!

- ¡Compañero! – Dijo Atem cariñosamente, desesperado por sentir la calidez de su hermano, una mano fuerte lo detuvo, apretando con fuerza su antebrazo. Ahora llevaba una de las camisetas de su jefe, quien se lo prestó y él tuvo que aceptar a regañadientes porque la camisa que llevaba antes estaba rota y manchada con sangre.

Aunque no podían tocarse, su alegría no se desvanecía, la de ninguno de los dos, ya que por fin veían que estaban bien.

Bakura miró de reojo a su jefe de ojos azules, aun sosteniendo los hombros de su nuevo compañero. Dedujo de inmediato que el hermano del que Yuugi hablaba era su hermano mellizo, lo que explicaba su vínculo irrompible.

- Bakura, deberías estar trabajando y no consolando a los nuevos. – Dijo la voz firme del jefe, caminando bruscamente hacia Yuugi, preparado para levantarlo del suelo tirando de su largo y puntiagudo cabello. - ¡Llorar no te servirá de nada! – Su mano alzada indicaba lo que le esperaba a Yuugi, lo imaginó y no lo sintió en ese momento, debido a que alguien parecido a él estaba en el medio para recibir el golpe. Era su hermano. La acción de este, sorprendió tanto a Yuugi y a Bakura como al jefe mismo, causando que susurre con confusión: - Atem…

- Sí piensas hacerle algo a Yuugi, primero tendrás que meterte conmigo. – Atem dijo con firmeza, aguantando el dolor en su oído, que fue donde recibió la bofetada.

Su jefe sonrió levemente. – Los sirvientes tercos son los que menos duran. Así que ten cuidado. – Murmuró el castaño. – Pero por ahora, no será tan fácil liberarse. Los hermanos van a ponerse cómodos en esta habitación. – La libertad estaba muy lejos y Atem tenía claro eso, aun así tenía la semilla para plantar el árbol llamado 'lucha' y quería hacerle saber a Yuugi, a quien miró fijamente. – Atem, tendrás que acompañarme a traer tus pertenencias, para que plantes bandera aquí.

Yuugi no pudo evitar suspirar de alivio internamente, ya que sabía que sí Atem estaba cerca, al abuelo no le iban a hacer daño. Mientras tanto, Atem dibujó una diminuta sonrisa, casi invisible, pensando que podía llevar a cabo su plan, su denuncia.

- Le enseñaré el lugar a Yuugi, sí me lo permite, señor. – Bakura interrumpió con demasiado respeto que casi no parecía miedo.

El castaño asintió moviendo su cabeza. – Permitido, Bakura, sin embargo, no volveré a permitir algo como lo que acabo de ver. – Contestó con firmeza.

Antes de que Atem sea llevado de nuevo por el jefe, Yuugi se apresuró y le entregó un estuche a su hermano. El muchacho alto alzó una de sus cejas al ver tal acción.

Atem abrió sus ojos como platos, mirando fijamente a su hermano, como sí lo estuviera regañando sin decir palabra. Era tan irresponsable de su parte darle algo en un momento así. – Es para mi abuelo, ya que estaré lejos de casa, prefiero que lo guarde él. – El estuche contenía unas cartas, del reconocido juego Duelo de Monstruos, pero su jefe no iba a saber y podría tener sus sospechas. Yuugi rogó por que eso no sucediera, que simplemente lo dejara pasar, que pensara que él es un cobarde incapaz de tomarse el atrevimiento de rebelarse ante su victimario.

¿Y quién lo diría? Así fue, su jefe no dijo nada y permitió que Atem se lo guardara en el bolsillo, sin embargo, fue Atem quien comenzó a sospechar de la falta de desconfianza que tenía su propio jefe.

En cuanto se cerró la puerta y desapareció su hermano de su vista, Yuugi volvió a sentir la soledad, aunque un poco menos pesada debido a la compañía de Bakura, aunque sea alguien que recién conoció, quien aún le sonreía.

- Tu hermano me agrada, es muy valiente. – Fue lo que dijo el albino para romper el hielo. Yuugi se sentó en una de las camas y recordó lo que sucedió hace unos minutos. Que su hermano nuevamente haya recibido los golpes por él. ¿Hasta cuándo?

Por lo menos está bien, está vivo. Sólo esperaba que siguiera estando así. – Pero seguramente tú también tienes tus armas secretas. – Bakura intentó bromear un poco para relajar el ambiente, pero no lo consiguió debido a que la palabra 'arma' ya alteró al chico de cabello tricolor. Aun así, pensó de nuevo en su forma de ser. En ese momento se sentía demasiado cobarde y débil, no sabía sí tenía secretos, sí tenía armas que esconder, así como Atem escondía el cúter. Sí él fuera igual que Atem, quizás no estarían en este lugar.

- ¿Cómo es… nuestro jefe? – Yuugi preguntó con timidez, tenía que saber de qué era capaz. Quería saberlo todo, y sí Bakura no estaba fingiendo querer ser su amigo, podía sacarle información.

Bakura se llevó un dedo a su mentón pensando detenidamente, aun cuando contestó de inmediato, como sí lo hubiera estado analizando todo el tiempo que estuvo con su jefe. – El jefe es… Muy serio, estricto y engreído. Suele usar el látigo cuando el sirviente es demasiado testarudo, cuando está exasperado sólo golpea con la mano, pero llega un punto en el que sus golpes no duelen, sólo arden por unos minutos y luego te olvidas. Quizás tú no tengas problemas con él. – Esto último lo dijo con una sonrisa. Bakura hablaba con demasiada naturalidad sobre el asunto, Yuugi se sentía cada vez más enfermo al escucharlo, sin embargo, sonaba como si hubiera estado demasiado tiempo como para analizar cada actitud y movimiento de su jefe.

- ¿Cuánto tiempo llevas aquí, Bakura-kun?

- Dos años. – Un viento frío cruzó por el pecho de Yuugi. ¿Dos años? Era demasiado tiempo, sobrevivió, no se veía traumado, ni triste. – No creas que no me ha costado, yo era igual que tú, sin esperanzas, hasta que me acostumbré a ello, me trasladaron a tratar con la jardinería de la mansión, y eso me hizo feliz. Era mi espacio. Luego, me convertí en un sirviente ejemplar, a tal punto que me permitieron el placer de mostrarte la mansión. – Al decir esto, le guiñó el ojo.

- ¿Qué es un 'sirviente ejemplar'? – Preguntó Yuugi, casi con temor a la respuesta.

- Significa que eres obediente y haces más de lo que te piden. – Respondió.

Yuugi inmediatamente pensó en Atem, quien era todo lo contrario, y no lo culpaba, ni siquiera él podría estar dos años siendo sumiso a seres tan repugnantes como ellos. - ¿Nunca pensaste en rebelarte? – Era una duda que no lo iba a dejar dormir. La mirada de Bakura se volvió triste.

- Es imposible intentar algo así aquí, y los que lo han hecho, han sido capturados y asesinados. – Yuugi rasguñó la tela de sus pantalones, creyó oír mal, quería oír mal. Esto era una pesadilla.

¿En qué se habían metido? Esto no se acercaba al trabajo inocente que se había imaginado. Esto era ilegal, era horrible, un infierno en el que no podía escapar.

La habitación daba vueltas, se mantuvo firme al sostenerse del antebrazo de Bakura, quien le preguntaba constantemente sí estaba bien. No, no estaba bien, nada de esto estaba bien. ¿Cómo pudo él vivir dos años en un ambiente así?


El viaje hasta la tienda de juegos fue demasiado largo para Atem, el silencio era un fuego que lo quemaba vivo, pero lo llenaba de paz, aun cuando debía sentarse junto a su victimario dentro de una limusina, y las demás personas no podían ver a través de las ventanas. Sólo Atem y los que estaban adentro del vehículo podían ver hacia afuera.

Podía verlos, a las aves volar, a las madres caminar con sus hijos, una pareja feliz abrazándose y besándose como sí no hubiera un mañana. Gente libre, gente a la que Atem quería volver a alcanzar, y no podía. Estaba lejos, lejos de lo que veía.

Quería dejar caer una lágrima para aliviar el nudo en su garganta, pero no se lo permitió, no iba a darle a su victimario el placer de verlo debilitarse. Aunque el castaño también miraba hacia la ventana; quería equivocarse, pero sus ojos irradiaban melancolía. Atem bajó su mirada para observar los brazos cruzados de su jefe, sus manos largas y delgadas, los nudillos huesudos que en un futuro lo volverán a enfrentar. Esta persona era su enemigo, y nadie más.

Llevó sus manos a su bolsillo, aunque quería evitar tocar o pensar en el estuche lo más mínimo posible, sintiéndose vulnerable, pensando que podrían leer su mente y sospechar. ¿Por qué Yuugi hizo eso?

En cuanto el vehículo se detuvo, el corazón de Atem latía con fuerza. ¿Debía decirle la verdad? ¿Correr hacia la calle y gritar que fue secuestrado? ¿O sólo obedecer y proteger lo más preciado? Sus dudas fueron contestadas cuando salió del auto, las manos delgadas nuevamente encontraban sus hombros y los labios finos rozaban su oído creando un tenebroso cosquilleo en forma de susurro. – Sí intentas algo, será la última vez que veras a tu abuelo con vida. – Quería golpear a su jefe en la cara, gritar hasta quedarse sin voz, liberarse de las cadenas del dolor. Pero nada sería tan fácil, su lucha debía ser a pasos lentos.

Su abuelo estaba barriendo la entrada de la tienda, que bella imagen, tan cotidiana y, sin embargo, hermosa ante los ojos de Atem, quería llorar y abrazarlo, escuchar su voz, sus bromas, y eso ahora sería un riesgo. Su familia era una bomba de tiempo.

El anciano alzó la mirada y sonrió al ver a su nieto, caminó hacia él para abrazarlo y entregarle su calidez, una a la que Atem decidió no aceptar internamente. - ¿Salió todo bien? ¿Dónde está Yuugi? – Preguntó su abuelo con inocencia. Obviamente, Atem no tenía permitido contestar, fue su jefe quien dio el primer paso.

-Disculpe la intrusión, señor Mutou, mi nombre es Seto Kaiba. – Era la primera vez que Atem escuchaba el nombre de su victimario, era tan innecesario que olvidó que un monstruo como él podría llevar nombre y apellido. Le daba náuseas ver como su abuelo y quien casi lo golpeaba hasta morir se estaban estrechando la mano.

Seto Kaiba, no iba a olvidar ese nombre.

- ¿Kaiba? ¿Usted es el hijo de Gozaburo? – Sugoroku preguntó asombrado. Atem tenía la esperanza de que su abuelo se diera cuenta de qué clase de persona era y lograra alejarlo de su vida para siempre.

Kaiba asintió con su cabeza. – Así es.

-Escuché que su padre estaba gravemente enfermo, ¿se encuentra mejor? – Atem estaba indignado, su abuelo estaba preocupado por esa repugnante familia. Miró a su jefe llamado Seto Kaiba, quien llevaba una mirada triste pero siniestra.

Sí. – Contestó sin más.

-Los rumores dicen que alguien lo envenenó. – Kaiba volvió a asentir con su cabeza.

-Ya se ha encontrado al culpable. – Respondió con monotonía.

-Es bueno cuando un malvado recibe su merecido, ¿o no, abuelo? – Atem dijo fingiendo inocencia dibujando una pequeña sonrisa, mirando burlonamente a su jefe.

- Por supuesto, Atem. Cambiando de tema, ¿qué haces aquí? – De nuevo, las preguntas del abuelo de Atem fueron contestadas por Kaiba.

- Tomaré prestado a sus nietos por un tiempo, - El cambio de palabras hacía que la furia en el corazón de Atem creciera inmensamente. – Seré su jefe de ahora en adelante.

Atem se estaba decepcionando al ver a su abuelo tan orgulloso, tan relajado. – Sólo vinimos a recoger nuestras cosas, abuelo. – Masculló angustiado. Esa angustia llegó a los sentimientos de su abuelo, algo que Atem quería, pero quizás no era conveniente.

Caminó hacia su habitación, la que compartía con su hermano. Por lo menos no extrañaría ese detalle. Pasó sus dedos por las sábanas de sus camas; todavía recordaba cuando las tendió esta mañana, que no podía dormir y su mal presentimiento.

Una vez más, labios finos cerca de su oído. – Si te vuelves a pasar de listo, terminará repercutiendo en tu familia. No lo olvides. – Susurró Kaiba. Atem quería contestar, ¿qué podía decir? Ya no tenía energías.

Llevó su mano a sus bolsillos, sintiendo algo frío y duro. Un temblor recorrió su cuerpo cuando recordó lo que Yuugi le había dado. No podía sacarlo, ¿y sí tenía un mensaje? Lo arruinaría.

Agradeció al cielo porque Kaiba no estaba todo el tiempo a su lado, vigilando cada paso y suspiró. Tomó la oportunidad mientras estaba a solas, sacó el estuche. Metálico, plateado y pequeño, donde entrarían perfectamente algunas cartas. La abrió lentamente, temiendo por lo que podía ver. Su interior era el mismo, cartas perfectamente apiladas, sin embargo, una pequeña hoja blanca estaba en uno de los espacios libres.

Atem suspiró de nuevo, cerró sus ojos con temor. No podía tomarse tanto tiempo, en cualquier momento Kaiba iba a aparecer. Con velocidad desdobló el papel, revelando un pequeño texto que decía "Auxilio", la letra era desprolija, como sí a Yuugi le hubiera temblado la mano mientras escribía el mensaje.

Lo leyó y releyó, se formaba un nudo en la garganta cuando leía su significado. No podía creer que todo esto sea su nueva realidad, y era su culpa.

Unas pisadas lo sacaron de sus pensamientos, obligándolo a que se apurara para cerrar el estuche y guardar el papelito en su bolsillo. Se preparó para enfrentar la mirada de su victimario, pero no, era en vano. Eran ojos conocidos, anhelados, su abuelo se acercó con preocupación. Atem se sentía agitado, era su oportunidad para hablar, no podía negar que tenía miedo, mucho miedo.

-Atem, ¿estás bien? ¿Tu hermano está bien? Si sucede algo raro, sólo tienes que decirme. Hay muchos que pueden aprovecharse de jóvenes inexpertos como ustedes. – Susurró su abuelo, cuidando de no ser escuchado.

Atem tragó saliva, su oportunidad estaba ahí, ¿y si solo empeoraba las cosas? Las amenazas de Kaiba hacían eco en su cabeza, su terror era constante. No quería llorar, aunque el nudo en su garganta lo estuviera molestando.

Miraba a su alrededor, tratando de mantener en su memoria cada esquina de su casa, como si fuera la última vez que la fuera a ver. Su abuelo, su querido abuelo aventurero, ¿llegará el día en que lo vuelva a ver bromear o regañarlos?

Pinchó uno de sus dedos con la punta de la hojita doblada. Cerró sus ojos y pensó en Yuugi feliz, triste, desesperado. Su cama, verlo a Yuugi dormir pacíficamente era uno de sus objetivos. ¿Será posible que esto cambie?

Cerró el puño y, dentro de él mantuvo el llamado de auxilio. – Estamos bien, abuelo, no pasará nada. – Hizo una de sus relajadas y usuales contestaciones para sacarse a su abuelo de encima, para alejarlo de todo peligro. – Yuugi quería darte esto. – Le entregó el estuche.

-Ese chico… Asegúrate de llevarle su mazo. – Atem sonrió, pensar que Yuugi y él podrían despreocuparse teniendo un duelo divertido, pero luego estaba el terror de que se las saquen, le arrebaten sus sueños.

Su abuelo lo abrazó nuevamente. ¿Debía decirle "Adiós "o "Hasta pronto "?

Otra vez en la silenciosa limusina, regresando al infierno, despidiendo la vida. Su abuelo saludando a lo lejos sería lo último que vería, ¿verdad?

El dolor en su pecho crecía, estaba ahogado y furioso, sólo sentimientos de venganza corría por su corazón. No sabía lo que le esperaba en la mansión, sólo sabía que Yuugi era su única razón para seguir adelante.

Movía su mano por los asientos de la limusina, esperando alcanzar algo, su piel, sus dedos iguales a los suyos. Miró hacia donde la llevaba, era una mano delgada y larga pero no era la de su hermano.


Adelanto del proximo capitulo:

Atem miraba hacia las camas vacías, bien tendidas, y sólo la imagen de un Yuugi melancólico mirando hacia la ventana se le aparecía frente a sus ojos, pero él no estaba allí, ya no estarían tanto tiempo juntos, tal vez. Sacudió su cabeza, no dejaría que eso pase, ya le quitaron su libertad, su felicidad, a su abuelo; no va a dejar que le quiten a su hermano.

Atem estaba solo, con todas sus cosas tiradas en el suelo. Yuugi no estaba. ¿Dónde estaba? Recordaba que la última vez que lo vio, había estado hablando con un chico albino. Tenía ojos amables, pero no se tomó su tiempo para analizar mejor su imagen. Nada aquí era confiable.

¿Era un sirviente? Seto Kaiba lo llamó "Bakura", además, este mismo le pidió permiso al castaño para hacer algo. Seguro era un sirviente que ayudaría a Yuugi a integrarse.

¿Qué clase de influencia podría tener ese chico, o los demás sirvientes, en su hermano?


Agradezco a mi beta reader, mi aibou que dibuja hermosamente bien (september_drawings, para los que desean buscar sus obras), mi amiga y mejor lectora Shamtal. Ellas tres estuvieron ayudandome y apoyandome a que esta historia se pueda realizar. Sin ellas, mi motivación no estaría tan despierta.


-Mi inspiración: La canción de MEIKO, Evil Food Eater Conchita, suena raro , lo sé. Pero es que vi que alteraban el video musical y utilizaban personajes como Seto Kaiba, Atem y Yuugi, en ese momento, no sabía qué decía la canción y no entendí nada. Sólo vi a Atem y a Yuugi siendo sirvientes de Seto, y después me inventé yo mi propia historia.

La primera idea, era simplemente una fantasía, me decía a mi misma "Hey, que genial sería escribir a Atem intentando a matar a un Kaiba descontrolado, siendo nada más que su sirviente, y que para colmo, Yuugi no esté de acuerdo con eso. " Eso fue mas o menos lo que me dije. (No les miento) Y después traté de desarrollar un poco más esa idea, volverla pride y así salió Lamentos Eternos.

Hablando de inspiración, luego comencé a escuchar Dance with the Devil, y unas cuantas de Placebo (Drag, Because I want you, Blind, Breathe Underwater) Recomiendo que las escuchen si estan interesados, ya que sobretodo las de Placebo, acompañan el ambiente.

-El titulo: Tuve muchos problemas con el mismo, no tenía la más ... linda idea de qué titulo ponerle, al principio pensaba en usar el nombre de una canción, pero no quedaba bien. De pronto, en un ataque de inspiración, me salieron de los labios "Eternos Lamentos".

Después de un tiempo que comencé a escribir, me olvidé de ese titulo, o mejor dicho, del orden de las palabras y lo escribía al reves "Lamentos Eternos".

Sea como sea, ese es el titulo xD

Bueeeeeno! Espero que les haya gustado este capitulo, que su interes haya despertado y nos leamos el próximo viernes.

Sí tienen alguna duda, algo que no se entendió, me dicen, manden comentarios, mensaje privado o lo que sea para hacerme saber su opinion, acepto buenas, malas, las que sean.

¡Nos estamos leyendo!