Totoro se hallaba profundamente dormido. Para él, el mundo era agradable, quizá porque era SU bosque.

Sí, era suyo. No tenía que compartirlo con nadie...bueno, sí; sólo con alguien más.

Eran buenos vecinos, o al menos el creía eso, puesto que jamás se veían mal (o al menos no en su parecer); ya que, al ser unos guardianes de aquel bosque, su única labor era evitar que los humanos tuviesen malos tratos o malas intenciones con aquel sitio que se convertía en su hogar mutuo.

Sus "hijos", los otros 2 pequeños totoros; descansaban en su lecho. Probablemente nada sacudía la quietud y benevolencia que tenía aquella mata de árboles.

Pronto, un ser extraño, y bastante aterrador surgió por detrás de aquellos árboles. Por lo que se veía era algo maligno, carecía de rostro y tenía una altura de tamaño considerable. De su espalda emergían unos cuantos pares de tentáculos, capaces de atrapar cualquier cosa que se le pusiera al alcance. Su ropaje era un traje formal; semejante al de un empresario o superestrella famosa.

Aquél ser era conocido como el Slenderman; famoso por sus múltiples raptos, ataques y demás desventuras que le ocurrían a cualquier otro ser que tuviese la "infinita" desgracia de encontrárselo "cara a cara". Parecía que Totoro sería su siguiente víctima.

Los pequeños conejitos de polvo restantes despertaron de improviso. Cualquiera pudiera haber huido de aquel monstruoso ser; pero aparentemente ellos no le tenían miedo. Es más, ni siquiera parecían sorprendidos o asustados. Era como si supieran a que había llegado.

Justo cuando Slenderman tuvo a su merced a Totoro; lo movió pesadamente y le habló:

Totoro…Totoro…¡Vecino, despierta!

Totoro se removió en su lecho cansada y pesadamente. Cuando notó quién era el que le había despertado en su lecho nocturno, se incorporó y lentamente comenzó a bostezar.

Hola Vecino ¿De casualidad mi hija Sally estará con tus hijos? Salí de hacer unos cuántos pendientes, pero no le he visto en ninguna parte de mi bosque. ¿No habrá venido con tus hijos, o sí?

Totoro entrecerró los ojos. Sí, había visto a aquella chiquilla. Aunque se veía realmente muerta (y con suficientes heridas como para matarla no solo a ella, sino a su "familia" completa) en aquél estado en el cual se encontraba parecía que no necesitaba mucha atención realmente.

Totoro, como única respuesta disponible en su escaso lenguaje basado en gestos y sonidos (tales como gruñidos) señaló la cama de sus hijos. Allí se hallaba Sally, abrazando al Totoro más pequeño como si de un pequeño muñeco de Felpa se tratase.

Ya veo. Lamento mucho esto. ¡Sally, despídete de tus amigos! Es hora de volver a casa.

La pequeña, tras haber despertado mientras su padre la sacudía con delicadeza; se despidió de sus compañeros, y de su "tío Totoro". No había duda de que ellos podían parecer monstruos…pero eran algo muy diferente en su interior.