Regina Mills/?

Mis recuerdos son vagos. Recuerdo una sala de la que colgaban instrumentos de formas aterradoras, una figura difusa que se burlaba de mí, que me humillaba. Había dicho que yo le había destrozado la vida, y otras muchas cosas. Yo lloré, como hacía tiempo que no lloraba, producto de la sensación de indefensión que sentía. Pero no me vi capaz de usar la magia, no después de la promesa que le había hecho a Henry. Pero ante todo, de aquellas semanas que pasé en aquel lugar recordaba el dolor.

Esa persona me clavó agujas por cada zona de mi cuerpo, me mantuvo colgada por los brazos durante días. Durante todo ese tiempo estuve despojada de mis ropas, y llegué a pensar que no saldría de ello, porque cada vez perdía más sangre, y llevaba todo ese tiempo sin comer. No sé cuantos días fueron, pero cuando creía que iba a morir, escuché un ruido distinto a los que hacía mi captor.

Vi a una mujer entrar en la sala, echando la puerta abajo. Mientras se acercaba yo me rendí y cerré los ojos. Aunque antes de perder la conciencia sentí cómo me soltaban de aquellas cadenas que me habían mantenido atada al techo. Caí sobre esa mujer, sintiendo el calor de su cuerpo, y luego me entregué a la inconsciencia.

Emma Swan/Hospital de Storybrooke

Me sentía mal porque había llegado tarde. Henry había sido el único que se había dado cuenta de que Regina había desaparecido. Mi actitud no había sido la adecuada. A pesar de todo lo que había hecho, yo era la sheriff de Storybrooke y tenía que velar por la seguridad de todos sus habitantes, y eso incluía a Regina, fuese o no la reina malvada de Blancanieves.

Pero peor había sido la actitud de mis compañeros mientras empezábamos la búsqueda. El pueblo apenas colaboró, y muchos me dijeron a la cara que les daba igual que se muriese o que no apareciese nunca. Incluso yo me escandalicé, pues comprendía que aunque les había hecho daño, tenía la voluntad de cambiar. Henry confiaba en ella, y siendo así, yo estaba dispuesta a darle una oportunidad.

Pero en aquel momento, mientras la observaba tumbada en la cama del hospital, no pude sentir nada distinto a la pena. Regina siempre se había mostrado como una mujer dura, poderosa. Desde luego, la reina de los cuentos que escuché cuando era pequeña palidecía a su lado. Nunca me había imaginado a la mujer que crió a mi hijo tan débil. Había sido mi enemiga durante mucho tiempo, y ahora que la había derrotado, era como si me faltase algo.

_ ¿Acaso te culpas?_ me preguntó una voz, sacándome de mi ensimismamiento.

_ No Mary Mar… mama. Bueno, tal vez un poco._ Me muy difícil llamar a mi madre propiamente porque habíamos sido compañeras de piso todo el tiempo que llevaba en el pueblo y además teníamos casi la misma edad, y se me hacía un tanto ridículo._ Tuve que haber iniciado la búsqueda antes, se supone que ese es mi trabajo.

_ Sea quien sea quien le ha hecho esto, estoy segura de que se lo buscó ella sola.

_ Eso no es excusa. Estaba esforzándose por ser mejor persona. Y por mi culpa…_ me detuve un momento, y miré a través del cristal, a la antigua monarca, tumbada y con el rostro atravesado por ese tubo de plástico que ahora necesitaba para respirar._ Estoy segura de que esto la hará volver atrás.

Regina Mills/Hospital de Storybrooke

Me sentía como en una nube cuando abrí los ojos y me encontré en la cama del hospital. Estaba viva, y eso era lo que más me importaba en el primer momento. Traté de incorporarme, pero el dolor me lo hizo totalmente imposible. El simple hecho de mover los párpados fue, durante los primeros instantes, un auténtico suplicio. Pensé que estaba sola, por lo que no mes esforcé en volver a abrirlos. O al menos no hasta que noté movimiento a mi lado. Me giré y observé que no estaba sola, aunque a decir verdad él era el único que podría venir a verme.

_ Henry… pensé que no salía de esta._ me sinceré, pues a pesar de su corta edad, él parecía ser capaz de notar siempre cuándo le estaba mintiendo.

_ Mamá, no digas esas cosas.

Volvía a llamarme mamá, esperaba que no lo hiciese por pena. Me había sido muy difícil tratar de llenar la expectativa que tenía conmigo. Pero estaba segura de que la prueba que había tenido que pasar le había demostrado con creces que era sincera. Me costó mucho mover la mano para indicarse que se acercase, porque quería verle bien. Usé mis escasas fuerzas para acercarla a su rostro y apartar un mechón rebelde que se había metido donde no debía.

_ Pensar en ti me dio fuerzas. Sé que no me necesitas, pero no me imagino irme sin despedirme de ti.

Entonces escuché un carraspeo desde la entrada, y me giré. Mi expresión cambió totalmente, de ser una amable y tierna a ser una fría y desagradable. Sabía que ella era la madre biológica de Henry, pero creía que al menos merecía aquel momento que estábamos teniendo.

_ Henry… me gustaría hablar un momento a solas con Regina. ¿Te importa salir un momento?

_ No importa, ahora nos vemos peque…_ le dije, tratando de no sonar tan preocupada como lo estaba.

Yo y la señorita Swan nos miramos unos instantes. Supe que tenía que decirme algo terrible, como si me lo comunicase por telepatía. Se acercó y se sentó a mi lado, con una mirada triste que sólo acrecentó las llamas de mi rabia contenida. No entendía por qué no me decía lo que tenía que decir de una vez y se marchaba.

_ Escucha, Regina. Lo que voy a decirte no es fácil.

_ Vaya al Grano Señorita Swan ¿Cómo de grave estoy?

_ Estás fuera de peligro, pero sin embargo…_ apartó la vista y suspiró.

_ Dígalo de una vez. _ le espeté, con la mirada caldeada.

_ Creen que es poco probable que puedas volver a andar. Las heridas en tus piernas son demasiado graves… al parecer se te han roto muchos tendones… y los nervios han perdido toda la sensibilidad.

Mis pensamientos se dirigieron hacia el hada azul. Estaba segura de que ella podría curarme, pero no lo haría, porque yo era la reina malvada, y si estaba incapacitada mejor para todos. Sentí un brote de odio apoderarse de mí, y sentí ganas de abofetear a aquella mujer, pero me sabía sin fuerzas para hacer tal cosa.

_ Váyase de una vez_ le espeté, apartándola la mirada._ No finja que siente compasión por mí. Los demás no se molestan en hacerlo, usted tampoco lo necesita.

Emma parecía a punto de decir algo, pero finalmente cerró la boca y se marchó, dejándome sola en aquella habitación. No podía creerme lo que me decía. No era posible que fuese a tener que vivir sentada en una silla de ruedas. Aunque una parte de mí, que no pude evitar evocar como una risita perversa, no dejaba de recordarme que me lo merecía.

Roja/El local de la abuelita

Los días eran iguales, pero a la vez distintos, aunque no terminase de entender bien el por qué. Venían las mismas personas, y pedían lo mismo, pero sin embargo no eran las mismas, y yo tampoco era la misma camarera. Pero aparte de mi vestuario sentía que nada había cambiado. Y yo quería que cambiase, porque el conflicto entre Ruby y Roja me estaba volviendo completamente loca.

Un sonido mecánico me hizo volver en mí a tiempo para observar cómo la puerta del local se abría. El sonido lo emitía una silla de ruedas eléctrica en la que estaba sentada ni más ni menos que la alcaldesa. Y aunque una parte de mí estaba de acuerdo con el resto del pueblo en que se lo merecía, no pude evitar sentir algo de pena por ella. Cuando vi que la silla se tropezaba y no conseguía sentarse adecuadamente, me acerqué y la ayudé a colocarse. Cuando me miró, sentí un escalofrío.

Monarcas y su estúpido orgullo. Y pensar que me estaba planteando invitarla al café que sabía que me iba a pedir. Estaba claro que necesitaba ayuda y sin embargo cada vez que alguien intentaba dársela parecía que le iba a morder. No me extrañaba que todo el mundo la odiase con esa actitud que estaba tomando.

_ ¿Puedes traerme un café con leche, por favor?_ me dijo, con una sonrisa que me pareció totalmente falsa. Ya no tenía que fingir, todos sabíamos quién era en realidad.

Me dirigí a la cocina, para buscar la cafetera, porque la que había llevado estaba casi vacía y no me daría para llevarle el café que me había pedido. Mientras estaba terminando, escuché la puerta abrirse, lo cual no tenía sentido porque sólo yo y la abuelita teníamos llave, y luego noté una corriente fría, que hizo que la loba se pusiese alerta dentro de mí.

Se trataba de una mujer, que aparentaba una edad ligeramente avanzada, y que me resultaba vagamente familiar. Cogió el café de mis manos y sonrió, lo que me produjo un escalofrío. La loba en mi interior estaba totalmente aterrada, como si hubiesen disparado al aire.

_ ¿Ruby, verdad? Si no te importa, yo llevaré este café.

_ No, no me importa. Pero ese es para la alcaldesa y…

_ Soy consciente de ello, no te preocupes.

Regina Mills/El local de la abuelita

Me preguntaba por qué el café estaba tardando tanto. Empezaba a impacientarme, cuando observé a una persona acercarse a mí y el café se me olvidó por completo. No podía ser, y sin embargo allí estaba ella, mostrando una tranquilidad pasmosa, la que solía caracterizarla tanto.

_ Supongo que te sorprende verme.

_ Sí, a decir verdad esperaba que te quedases en el agujero en el que te metí. ¿No te gustaba, acaso?

_ Era un lugar encantador a ratos, pero no era mi sitio.

_ ¿Qué es lo que quieres de mí?_ Le espeté

_ ¿Acaso no puedo venir a verte porque te quiero?_ me preguntó, acercando su mano a mi rostro, yo se la aparté de un manotazo.

_ Tú no me quieres. No has querido a nadie durante toda tu vida, y por eso mismo vas a darte la vuelta y vas a volver por el agujero por el que has venido.

Me mostré dura, fría, como ella hubiese sido conmigo. No se merecía el menor respiro. Quería verla sufrir, aunque dudaba que eso fuese posible. Si dijese la cantidad de tormentos que se merecía dudaba que terminase. Esa mujer que tenía delante no se merecía que la mirase a la cara.

_ ¿Crees que esa es manera de hablar a tu madre?

_ Dejaste de ser mi madre el día que arruinaste mi vida en aquel establo.

Lo grité, y todos en el café parecían haberme escuchado. Cora negó, como riñéndome por haber montado una escena, pero yo no quise saber nada más. De haber podido me habría levantado y habría salido por la puerta dando un portazo. Pero una vez más, me recordé a mí misma que mis piernas se habían convertido en dos montones de carne inútiles, por lo que acerqué mi mano al mando de la silla. Ella acercó la suya, y no pude apartarla a tiempo.

_ Me entristece verte así, después de todo lo que has sido_ Procuraba fingir que sus palabras no existían para mí, pero lo cierto es que su tono de voz sabía ser imposible de ignorar.

Quería mover la mano, pero la suya, como una pinza, la mantenía fija en su lugar. Su piel estaba fría como el hielo, igual que sus ojos, pero ya no le tenía miedo, esta vez lucharía si era necesario, y no temería asesinarla, tal como ella había hecho con la única persona que yo había amado. Aunque lo siguiente que dijo me dejaría totalmente trastocada y me haría dudar.

_ He venido a devolverte tus piernas, Regina.