Hola a todos, soy Therasia y mientras estaba en clase me ha venido una idea a la cabeza, así que me he dicho, ¿por qué no escribirla? Así que aquí está. Espero que disfrutéis del Prólogo.
Aquél era una tarde como otra cualquiera. El jefe del comité disciplinario se encontraba terminando ciertos informes en la soledad de su sala. Hacía ya varias horas que los demás estudiantes habían abandonado el colegio, siendo liberados de las garras de sus profesores por la campana que anunciaba siempre fiel el final de las clases. Incluso los castigados a quedarse después de clases habían sido perdonados por hoy y habían escapado por la puerta hace algo menos de una hora. A pesar de su deseo de llegar a casa, darse una ducha y relajarse viendo la tele o leyendo un libro en su cama, el prefecto era bastante responsable con respecto a su deber con Namimori. Así que siguió haciendo su trabajo de forma eficiente y sin protestar. Sin embargo, conforme se acercaba al final de su tarea, su cabeza iba perdiendo la concentración característica del frío y supuestamente insensible guardián de la familia Vongola.
De vez en cuando, una molesta duda en lo más recóndito de la mente del guardián de la nube intentaba abrirse paso a través de su parte lógica y racional. Un sentimiento de pura impotencia al ver como aquél que consideraba su herbívoro disfrutaba de la compañía de sus otros guardianes. En ocasiones esto molestaba al pelinegro, sentía el impulso de ir hacia donde estaban, cargarse el herbívoro en brazos o al hombro y llevárselo de allí. A pesar de ello, Hibari se negaba a ello. Hacer eso significaría un gran golpe a su orgullo, admitir un sentimiento tan… tan herbívoro. Y él no era la presa en este juego. Él era el cazador.
Así era uno de los tantos debates que Hibari tenía en su cabeza mientras tomaba una taza de café sentado en su silla del comité disciplinario. Acabado ya el papeleo, no podía evitar pensar acerca de ello mientras miraba distraídamente por la ventana. Y puede que fuera casualidad, o una burla del destino para reírse de él, pero en ese momento oyó un grito que le resultó bastante familiar. Hibari suspiró una sola vez antes de levantarse y dirigirse hacia el lugar desde donde provenía el grito, detrás del gimnasio. Era su deber proteger Namimori, después de todo, si él no protegía su escuela y hacía cumplir sus normas, ¿quién lo haría?
Mientras se acercaba tan sigilosamente como una sombra, su afinado oído le permitió oír risas masculinas, junto a los familiares gritos del herbívoro cuya presencia ocupaba los pensamientos del pelinegro hacía escasos minutos. Con el ceño fruncido y ya picada su curiosidad, se apresuró en llegar a su destino. Ante sus ojos se desplegaba una escena bastante inesperada para el azabache.
Sawada Tsunayoshi.
Arrinconado contra una pared mientras tres matones intentaban llegar a él. Lo que parecían ser lágrimas en esos ojos marrones enfureció al azabache. Una breve mirada a su alrededor permitió al azabache ver las queridas píldoras que usaba el heredero de Vongola para defenderse esparcidas por el suelo, dejando clara la razón de la impotencia del castaño frente a esa gente.
"Espero que seáis conscientes de que agruparse está prohibido en mi escuela". Dijo Hibari, decidiendo hacer conocida su presencia en el lugar. "Por interrumpir mi tranquilidad, os morderé hasta la muerte".
Nada más acabar de decir esa frase, tonfas en mano, el prefecto se lanzó hacia los sorprendidos matones, quienes no podían hacer otra cosa que intentar cubrirse ante los incesantes golpes que estaban recibiendo. Mientras, Tsuna contemplaba la escena sin poder moverse de su sitio, no queriendo llamar la atención del prefecto debido a que según él sería "la próxima víctima".
Pocos minutos después, Hibari limpiaba la sangre que impregnaba sus tonfas en la chaqueta de una de las víctimas, todas inconscientes. Lentamente, Hibari se giró en dirección a Tsuna, que en ese momento estaba tapándose la boca con las manos, en un aparente estado de shock. Paso tras paso, el pelinegro se acercó al castaño hasta que no había ni un metro de distancia entre ellos. Viendo que el silencio no cambiaba, Hibari habló primero.
"Hn. Herbívoro. ¿Estás herido?" Preguntó el prefecto, posando una mano sobre el hombro del castaño. Sus ojos se abrieron más de lo normal sorprendidos cuando el menor se inclinó lo más lejos posible de su mano, como si quemase. Era obvio que algo había pasado en su ausencia.
"Herbívoro. Te he hecho una pregunta." Volvió a intentar el mayor con una voz más suave, intentando convencer al otro para contarle lo sucedido. No hubo respuesta. Sólo unos sollozos mientras más lágrimas caían por las mejillas del menor. A estas alturas Hibari estaba bastante nervioso e inquieto respecto a la situación. Con movimientos lentos y suaves, el prefecto secó las lágrimas del menor en un intento de consolarlo. De forma inesperada, Tsuna cerró sus puños con fuerza, agarrándose a la camisa del otro como si la vida le fuera en ello, apoyando su cabeza en el pecho del mayor, donde se empezaba a empapar una pequeña parte debido a las lágrimas. Suspirando, Hibari le abrazó, sosteniéndole lo más pegado posible a su cuerpo mientras acariciaba su pelo en un intento de calmarlo.
Poco a poco, los sollozos fueron bajando de volumen, hasta que desaparecieron. Permanecieron abrazados un buen rato. No fue hasta que Hibari oyó un pequeño suspiro, cuando se dio cuenta de que el herbívoro se había quedado dormido. 'Demasiada emoción para tan poco tiempo. Llorar le ha debido ayudar a dormir'. Tomando una decisión, el prefecto tomó en brazos al castaño delicadamente, teniendo cuidado de no despertarlo, antes de dirigirse de vuelta hacia la sala del comité.
Y hasta ahí el Prólogo. Es corto debido a que solo quiero dar muy pocos detalles, los suficientes para tener una idea que dé paso a la historia en sí. Dejadme saber vuestra opinión en un review, si no es mucha molestia. ¿Debería continuar?
