Digimon no me pertenece, es propiedad de Toei.

Fic para el Reto "Semana de la Diversidad Sexual II" del Foro Proyecto 1-8. Combinación 10, pareja Yaoi no correspondida, Ken x Takeru, Demisexualidad.


1. Conexión

A veces Ken Ichijouji se sentía muy solo.

No tenía nada que ver el hecho de que vivía al otro lado de Odaiba, en Tamachi; mientras que todos los demás vivían en un radio de unas diez cuadras. Tampoco se trataba de que él era el único en el grupo que asistía a una secundaria distinta, de nuevo a causa de que sus padres, razonables como siempre, no querían que tuviera que viajar demasiado para ir a la escuela. Y la escuela de los chicos quedaba a casi una hora de su casa.

Ahora que era un alumno promedio, la escuela no era realmente un problema para Ken y siempre podía ver a sus amigos después de clases o en fines de semana. Inclusive, había ido de campamento con los chicos el verano anterior: una semana entera en el Digimundo, preocupándose por los peligros normales de ese mundo, como los digimons que eran naturalmente agresivos y no por conspiraciones ni criaturas que hacían planes malévolos para conquistar ambos mundos.

Pero, ahora que lo analizaba, todos sus problemas habían empezado, en realidad, por ese campamento.

Por eso no se sentía en la capacidad de contestar las llamadas de Daisuke y había tenido que bloquear, temporalmente, a Miyako de su aplicación de mensajería instantánea. Como un reflejo de sus pensamientos, su móvil empezó a vibrar, con la pantalla encendida, sobre su escritorio.

—¿No vas a contestar, Ken?

—En cuánto termine de estudiar— le mintió a su madre. Le sentaba muy mal el tener que recurrir a ese tipo de mentiras, especialmente cuando su madre lo miraba de aquella manera, con el orgullo y la preocupación librando una batalla en su interior—. Estas ecuaciones aún no se me dan bien— explicó—. Y sé que, si le contesto a Daisuke, me distraeré mucho. No te preocupes, mamá— dijo con suavidad.

La preocupación perdió la batalla y el orgullo y el afecto pareció relucir en la mirada de su madre.

—Avísame cuando quieras merendar— dijo ella y cerró la puerta del cuarto detrás de sí.

Con un suspiro, Ken se levantó de su asiento junto a la ventana, donde había pasado la última hora intentando, sin demasiado éxito, el entender lo que decía su libro de álgebra, y tomó el teléfono.

Estuvo a punto de dejarlo caer cuando vio que tenía dos llamadas perdidas, pero no eran de Daisuke.

Eran de Takeru.

Cualquier esperanza que pudiera guardar de mantenerse concentrado salió despedida por la ventana. No había forma de que, después de ver aquel nombre reluciendo en su pantalla, pudiera volver a intentar siquiera sumergirse en el mundo de las ecuaciones diferenciales.

Takeru. ¿Para qué lo llamaba Takeru?

Una tercera llamada hizo que la pantalla se iluminara. En la fotografía, aparecía Takeru sonriéndole a la cámara. Recordaba el momento en que Hikari había sacado aquella foto utilizando su móvil. Takeru se estaba riendo por algo que había dicho ella y, con ese genio que la caracterizaba cuando de fotografía se trataba, ella había hecho la foto en el momento preciso. Sus ojos azules estaban cerrados y algo parecido a un hoyuelo se formaba en su mejilla, más cerca de la barbilla que de los pómulos.

Sujetó el teléfono con su mano derecha, con el pulgar deslizándose alternativamente sobre la pantalla, sin llegar a tocarla, de izquierda a derecha. ¿Contestar o rechazar? ¿Contestar o rechazar?

Al final, tomar la decisión le costó tanto tiempo que la vida decidió por él y la llamada de Takeru fue a dar a su buzón de voz.

A Takeru no le gustaba dejar mensajes de voz, por eso, a Ken no le sorprendió el hecho de que no le llegó una notificación para que revisara su buzón.

En su lugar, una ventana se abrió en su pantalla.

[16:52, 21/4/2017] Takaishi Takeru: ¿Stás ahí?

[16:52, 21/4/2017] Takaishi Takeru: ¿Pdms hablar?

A Ken, de vez en cuando, le sorprendía el hecho de que Takeru realizara tantas abreviaturas para escribir mensajes y aun así tuviera una gramática tan envidiable para escribir sus historias.

Dudó antes de responderle:

[16:54, 21/4/2017] Ichijouji Ken: Estoy.

Envió el mensaje sin querer y apretó los dientes. Volvió a teclear:

[16:54, 21/4/2017] Ichijouji Ken: Estudiando.

[16:54, 21/4/2017] Takaishi Takeru: 1 min?

[16:55, 21/4/2017] Takaishi Takeru: x favor?

Ya de todas formas sabía que no podría volver a sus estudios, al menos no hasta que tomara una ducha fría y, tal vez, saliera a correr un poco. No en ese orden, claro.

[16:57, 21/4/2017] Ichijouji Ken: Pasa algo?

[16:57, 21/4/2017] Takaishi Takeru: No es urgente. Pero me ayudaría hablar contigo.

Ken lo imaginó poniendo cara de pena y, aunque sabía que no lo había hecho a propósito, se sintió culpable.

Las cosas no habían sido siempre así entre ellos dos y una parte de Ken, la parte completamente racional, estaba clara en que si algo había cambiado, había sido él. Takeru seguía siendo el mismo buen amigo de siempre. El tipo de persona con la que se podía hablar. El tipo de compañero que no se molestaba cuando, estando en el campamento, lo despertabas con tus gritos en medio de la noche. El tipo de chico que se frotaba los ojos para apartar los restos de sueño y se sentaba a escucharte. El tipo de chico del que era demasiado sencillo enamorarse.

Ken sabía que se arrepentiría de eso. Sabía que, esa noche, cuando volviera, iba a desear haber hecho las cosas de manera distinta, porque estaba seguro de que, en el momento en que dejara de verlo, dolería una barbaridad. Era lo que le pasaba todo el tiempo, al menos últimamente. Experimentaba aquel dolor sordo por su ausencia. Sentía su compañía como un bálsamo cada vez que lo veía y luego el dolor se volvía intenso, agudo, casi mortal…

Pero Ken sabía que eso no lo mataría. En su lugar, tenía que sufrir en silencio. Y de ahí era de donde venía su sensación de soledad. Ahora que cargaba con ese secreto, no le quedaban ya personas en las cuales confiar.

Daisuke seguía siendo su mejor amigo, pero jamás lo comprendería. Miyako no podría guardar el secreto… Y, en realidad, la única persona en la que podría contar para aconsejarlo era, al mismo tiempo, la única persona a la que jamás podría decírselo.

[16:58, 21/4/2017] Takaishi Takeru: ¿Sgs ahí?

Dudó, pero finalmente empezó a escribir:

[16:58, 21/4/2017] Ichijouji Ken: ¿Ichiban en 30?

Ichiban era un café que se encontraba justo en el punto medio entre las casas de ambos. Cuando Takeru y Ken empezaron a hacerse amigos, es decir, el tipo de amigos que podían verse sin necesidad de incluir al grupo entero, habían dado con él y se había convertido en algo así como su lugar "especial", aunque Takeru no parecía mostrarse demasiado conforme con esa descripción.

"Suena como a un club de chicas", solía bromear.

[16:59, 21/4/2017] Takaishi Takeru: Llegaré en 10.

[17:00, 21/4/2017] Ichjouji Ken: ¿?

[17:00, 21/4/2017] Takaishi Takeru: Ya iba en camino ;) Siempre puedo contar contigo.

Ken suspiró.

Los problemas habían empezado durante la tercera noche de campamento. Por algún motivo, ahora que el Digimundo era más seguro, se habían acostumbrado a dormir en un grupo más o menos diseminado en el suelo. Tal vez por el hecho de que Daisuke y Miyako roncaban —aunque esta última nunca lo admitiría— y los demás habían inventado aquello de que así podían estar más atentos a cualquier intromisión no deseada en el campamento.

Aquella noche, Ken y Takeru habían puesto sus respectivos sacos de dormir a tan solo unos pocos pasos uno del otro. Por lo general, consciente de que sus malos sueños aparecían cuando él menos lo deseaba, Ken tendía a apartarse un poco de los demás, pero cuando Takeru y Patamon habían comenzado a acomodarse cerca de donde él estaba con Wormmon, no había tenido el valor para decirle que, en realidad, le gustaba dormir un poco más aislado. De todas formas, le habría parecido algo grosero también.

Takeru no había intentado iniciar ningún tipo de conversación insustancial y Ken lo había oído dormirse. Con su respiración ralentizándose poco a poco, acompasada con la de su digimon. Poco a poco, él mismo había acoplado su respiración a la suya, lenta y pausada, como el tic tac de un reloj, hasta que se había dormido.

El problema llegó después, cuando, en sus sueños, volvió a convertirse en el Emperador Digimon. Cuando todos los digimons a los que le había hecho daño durante el tiempo en que duró su imperio, volvían para vengarse.

Había gritado, tal vez por un segundo, antes de meterse el puño en la boca para sofocar el sonido. Había sido lo suficientemente rápido como para que los otros, a cierta distancia, no se enteraran. Pero Takeru ya estaba de pie antes de que él terminara de recobrar la respiración.

A Ken le sorprendió el hecho de que no lo mirara con pena ni con enfado— a fin de cuentas, seguro lo había matado del susto con su grito—. En su lugar, una curiosa luz parecía brillar en sus ojos azules.

—¿Quieres hablar?

"Quieres hablar". Eso había sido lo primero que le había llamado la atención a Ken. La primera vez que Daisuke se quedó a dormir en su casa y Ken tuvo una pesadilla, Daisuke le había preguntado si estaba bien. La respuesta obvia era que no. No lo estaba. No lo estaría nunca. Pero de todas formas había sonreído y le había dicho que sí.

Por eso, la pregunta de Takeru lo había descolocado un poco. Instintivamente, su respuesta habría sido que no. No quería hablar.

Pero algo en la manera en que Takeru lo miraba lo convenció de decirle que sí.

Se habían levantado, dejando a Patamon y Wormmon bien arropados en sus sacos de dormir, y se habían apartado lo suficiente como para que nadie más los oyera y entonces habían hablado. O más bien, Ken había hablado y Takeru había escuchado. Él no se había preocupado por rellenar los silencios, ahí donde a Ken parecían fallarle las palabras, y simplemente esperaba, con paciencia, a que él se sintiera mejor y pudiera continuar.

Y lo cierto era que hablar de ello había ayudado. En algún otro momento, Takeru le había contado un poco de su propia historia. Como a pesar de que su emblema era la Esperanza, a veces desesperaba. Como seguía teniendo un poco de oscuridad en su interior, igual que todo el mundo, y a veces despertaba gritando también, recordando la muerte y resurrección de Angemon y como había esperado, con todo su corazón, volver a encontrar a su digimon a través de la crianza de aquel pequeño huevo.

Después, cuando Ken había intentado nombrar aquel extraño sentimiento que parecía asentarse en su interior, la única palabra que se le ocurría era "conexión". Era como si del interior de Takeru hubiese salido un hilo invisible que se había encargado de coser los retazos de su alma para volver a unirla y luego se hubiera entrelazado entre los dos.

Inicialmente, era algo meramente emocional. A veces, pasaban horas simplemente charlando. Y poco a poco las heridas de Ken empezaron a sanar. La bondad y la esperanza se combinaron y dieron como resultado una persona más abierta, más feliz.

Ken nunca pensó que le podría gustar un chico y, sin embargo, ahí estaba. Lo físico. Lo sexual. Cuando veía a Takeru, su corazón se aceleraba y la sangre subía a sus mejillas. A veces, se imaginaba como sería sentir aquellos labios contra los suyos. Y entonces su cuerpo entero se calentaba. La mayor parte del tiempo, la sensación, aunque cálida y hermosa, lo hacía sentirse muy incómodo. Sabía que Takeru nunca sentiría lo mismo por él.

Se dio una ducha en tiempo récord y se cambió la ropa. Su madre pareció sorprendida al verlo salir, pero le sonrió y le preguntó si necesitaba dinero. Ken le prometió que volvería pronto.

Caminó, rápidamente, por las calles que separaban su casa del café y llegó casi cinco minutos antes de la hora pactada. Empujó la puerta con decisión, porque sabía que, si dudaba, se podría quedar la noche entera afuera, pensando si entrar o no.

Y ahí adentro estaba Takeru.

Traía una playera de color azul que oscurecía un poco sus ojos celestes y se había quitado el sombrero, que reposaba sobre una esquina de la mesa, haciendo que su cabello rubio estuviera más alborotado que de costumbre.

Ken jadeó un poco, pero se acercó a la mesa y Takeru le dedicó una sonrisa tan brillante que casi resultó dolorosa de ver.

—He pedido lo de siempre— le dijo y Ken asintió, sentándose y apretando los puños bajo la mesa para reprimir el impulso de estirar la mano y tocar la de Takeru.

Permanecieron en silencio por unos segundos, tan largos que, al final, fue Ken quien se aclaró la garganta y preguntó:

—Entonces ¿querías hablar?

Las mejillas de Takeru se colorearon de rosa.

—Necesito un consejo— dijo finalmente—. Sobre cómo decirle a una… persona que me gusta.

Resultó doloroso. Como si un millón de esquirlas de hielo empezaran a nacer en el interior de su pecho.

—Oh— dijo, solo por decir algo. Luego llegó el entendimiento—. ¿La conozco?

Había usado el femenino deliberadamente, a sabiendas de que, si alguien le gustaba a Takeru, definitivamente sería una chica.

El rosa en las mejillas de Takeru se volvió un par de tonos más oscuro.

—Es Hikari.

Ken asintió. Era lo lógico. Takeru y Hikari habían sido buenos amigos desde que eran niños pequeños y la verdad era que Ken había visto la manera en que ellos se miraban últimamente. Había sido muy consciente de cada mirada, porque cada una había resultado dolorosa.

—¿Ya han salido?

—Como amigos. Pero algo… pasó, hace un par de semanas. Algo que me ha hecho pensar las cosas de nuevo y… sí, me gusta. Y quiero que ella lo sepa.

Ken no quería oír detalles. Así que volvió a asentir como si supiera exactamente a qué se refería Takeru. Lo cierto era que podía imaginárselo.

—Bueno, creo que habría que empezar por enumerar los motivos por los que te gusta ella… —empezó diciendo, dispuesto a ayudar a su amigo, a intercambiar los roles y, por esta vez, ser él su confidente.

No importaba cuánto le doliera.

—Me parece un buen plan— dijo Takeru sonriente, como siempre—. Creo que podríamos durar un buen rato. ¿Tienes prisa?

La verdad era que Ken quería irse de ahí cuanto antes, pero en lugar de decírselo, le sonrió y dijo:

—Toma todo el tiempo que necesites.


Esta es mi primera historia con una pareja homosexual como protagonista y la verdad es que le estoy muy, muy agradecida al foro por haberme obligado/impulsado a salir de mi zona de confort y llegar a esta historia.

Espero que les guste y ya iré dejando más participaciones en el reto.

Un abrazo, E.