(Nota de la autora: Hola, chico/as. Este es mi primer relato publicado. Trata sobre Eldarya y su mundo porque es el juego que he empezado a jugar hace poco y me ha gustado tanto que me ha inspirado a escribir (en realidad es Valkyon el que me ha inspirado jejeje *_*). Me disculpo con lo/as fans de Nevra porque lo he puesto un poco como el "malo". También sé que Valkyon no es el personaje más popular, pero es el que a mí me ha gustado. Como he dicho, acabo de empezar a jugar y no voy ni por el tercer episodio así que no conozco demasiados personajes (he inventado alguno) y quizás haya cosas que no coincidan con el juego original. Intento que cuando escribo la información sea correcta, si algo está mal podéis hacérmelo saber en un comentario.

Como apunte, las frases entre comillas son pensamientos de los personajes. Y les he dado el título de Guardianes a los que dirigen las facciones del C.G. ya que las imagino como una especie de organizaciones de protección del reino Fae con sus respectivos rangos dentro de cada una. Obviamente, el de Guardián es el rango más elevado y lo pongo con la "g" en mayúscula para que se note su importancia.

Nada más, espero que os guste y lo disfrutéis tanto como yo escribiéndolo. ¡Feliz lectura!)

Capítulo 1

Todos eso meses habían pasado volando. Desde que había llegado a Eldarya, el reino Fae, sus prioridades habían cambiado... Quizás demasiado. Ya no pensaba en volver. Desde su asignación a la Guardia Obsidiana, y debido a que no podía salir del recinto donde se ubicaban todas las guardias que servían al reino Fae, su única ambición había sido mejorar y escalar en posición dentro de la Guardia. Había empezado en la peor de las posiciones posibles. No le importó entonces, ni lo hacía ahora. Como le decía su padre: "Podrás llegar a ser lo que quieras si te esfuerzas lo suficiente". Una frase sin adornos retóricos, pero tremendamente útil en estos momentos.

Cuando empezabas tu adiestramiento para las Guardias, no sólo era malo ser recluta, sino que a ello se le sumaba su condición de humana, lo cual la reducía a poco menos que escoria ante los ojos de sus compañeros de promoción. No tenía ningún poder mágico o atributo especial. Todos corrían y saltaban mejor que ella. Lo peor eran las sesiones en las que los ponían por parejas y les obligaban a pegarse para acostumbrar las zonas del cuerpo al dolor, algo necesario en plena lucha para no quedar "KO" al primer golpe del enemigo. Pero había una cosa en la que iba por delante: su instructora no había esperado tal capacidad de combate. No se arrepentía ahora de que sus padres le hubieran insistido en apuntarse a deportes útiles como el judo o la esgrima.

Tampoco se lo esperaba el Guardián de las tropas de la Guardia Obsidiana, Valkyon. Pero sus ojos dorados nunca dejaban traslucir emoción alguna cuando asistía ocasionalmente a sus entrenamientos. En un principio, esto había suscitado rumores ya que no era usual que el Guardián perdiera el tiempo asistiendo a los entrenamientos diarios de los reclutas. Con el paso del tiempo, esta situación se normalizó y se atribuyó a que la humana debía estar bajo vigilancia especial o alguna cosa similar. Ésa era la parte práctica del entrenamiento. Luego estaba la teórica: tácticas de combate y formación, tipos de armaduras y armas, mantenimiento de las mismas, cómo colocar bien las vendas en brazos y piernas para que no apretaran demasiado y poder manejar las armas y llevar la armadura el tiempo que hiciera falta... Vandra tuvo que trabajar muchísimo más ya que partía de cero al no saber nada del mundo que la rodeaba. Por ello, pasaba bastantes horas en la biblioteca estudiando el mundo Fae. Kero la ayudó con entusiasmo en esa empresa y la pila de libros que tenía por leer no se acababa nunca. Precisamente, cuando estaba luchando por no quedarse adormilada al frescor de la sombra de un árbol, mientras leía sobre los Kappas y sus costumbres, escuchó que alguien la llamaba.

- ¡Vandra! - Levantó la cabeza. Su nombre había cambiado. Era una condición dentro de las Guardias. Los guerreros elegían un alias como garantía de que, si eran capturados en combate por el enemigo, su nombre no pudiera dejar traslucir su procedencia ni quién era su familia. A Gardienne (alias Vandra) le pareció una medida muy inteligente para garantizar la seguridad de la familia... Aunque ella no tuviera familia fae.

- Hola, Maeva. - Saludó ella con una sonrisa. Era el único ente que podía llamar "amiga" en ese mundo. La elfa pelirroja se había acercado a ella desde el primer instante, atraída por la curiosidad. Cuando se conocieron más, surgió en ellas un lazo más fuerte que las hacía buenas compañeras dentro y fuera del campo de batalla.

- Lamento arruinar tu descanso. El Guardián quiere verte... Será mejor que no le hagas esperar. - Recomendó. ¿Valkyon quería verla? Después de estos siete meses de indiferencia por parte de él, su cara demostró más sorpresa de la que esperaba. - Yo tampoco sé por qué te ha llamado. - Añadió la elfa al ver el rostro de su compañera. - Te espera en el arsenal. - Vandra salió corriendo. No quería recibir ningún tipo de sanción por el simple hecho de retrasarse. Cuando llegó a la puerta que daba acceso al almacén de las armas, trató de calmar su respiración agitada. Estaba apoyada con un brazo en la puerta y la cabeza gacha cuando ésta se abrió de repente. Su cuerpo cayó hacia delante con todo su peso. Paró contra el duro pecho de Valkyon. Lo supo al ver el chaleco negro. Levantó la vista para encontrarse con una mirada acerada. Vandra se echó hacia atrás tan rápido como pudo y se disculpó entre balbuceos mientras se sonrojaba entera y trataba de calmar sus latidos acelerados.

- Se te oye resollar como un corko con un ataque de asma. - La miró de arriba a abajo muy serio, evaluándola, y chasqueó la lengua. - Veo que sigues siendo la criatura balbuceante y temerosa que llegó hace siete meses. - Comentó él con lengua afilada. - Esperaba que el entrenamiento militar hubiera mejorado tu control de las emociones. -

- Guardián. - Vandra hizo un saludo de respeto poniendo el puño en el centro del pecho y se cuadró perfectamente. Ignoró completamente el comentario. Le demostraría que se equivocaba de cabo a rabo.

- Déjate de formalidades. Debido a que el Cristal te eligió a ti como su salvadora, estás por encima de esos protocolos. - Vandra se relajó y bajó el brazo. Valkyon se dio la vuelta sin decir palabra y se adentró en el almacén. Recorrieron estantes de armas hasta el fondo de la estancia donde había una puerta con un cerrojo intrincado. Valkyon deslizó la mano por delante del cerrojo y ésta se abrió con un chasquido. Llegó hasta donde estaba un elfo pelirrojo trabajando en el pulido de una bella espada.

- Elneas, aquí está la recluta. - El hombre la miró a duras penas.

- Bien, empieza por esa punta de allí y ve probando armas. Cuando encuentres una que se adapte a ti, avísame. - Valkyon le hizo una señal de impaciencia. Vandra no puedo evitar echarle una mirada furiosa. - Cuida esas emociones, recluta. - Le susurró por lo bajo con una sonrisa de suficiencia.

Vandra se acercó a la primera arma que vio en los estantes. La cogió y, al instante, un dolor punzante atravesó su brazo hasta el hombro a la vez que una luz roja destellaba de la lanza. Vandra no pudo evitar un gritito de asombro.

- ¿Qué...? ¿Qué ha pasado? -

- Esta sección está dedicada a armas mágicas. Debes ir probando hasta que encuentres una que coincida con tu alma. -

- ¿Mi alma? -

- Estas armas tienen alma a su vez. Muchos guerreros Fae eligen vincularse al arma que los acompaña en el combate. Así, el arma mantiene el espíritu de su dueño dentro y ayuda a los guerreros que vendrán después a empuñarla. Debes ser compatible con ellas para que te dejen usarla. - Vandra se quedó con la boca abierta. - Tu siguiente misión está prevista para mañana. - Le explicó con voz neutra. - No te preocupes, sólo se trata de escoltarme para reunirnos con un diplomático kappa para negociar la seguridad de la frontera. Hasta que no se solucione el problema de la "bestia negra" que ronda por nuestro territorio, debemos mantener una seguridad alta y una coordinación acorde con el estado de alerta que tenemos ante una amenaza desconocida. - Vandra le miró con extrañeza y juraría que se había sonrojado un poco. - Continúa. - Le indicó él con voz más dura de lo normal. Le llevó recorrer más de media sala entre punzadas de dolor para encontrar un juego de espadas cortas que emitió un destello blanco y le calmó el dolor del brazo.

- Éstas. - Susurró ella, embelesada. Las recogió del estante.

- No te asustes si tienes visiones cuando la empuñas, eso significa que el alma alojada está deseosa de que la conozcas y de ayudarte en el combate. - Le susurró. Él se había inclinado hacia ella, al parecer, admirando las espadas. Vandra giró un poco la cabeza para encontrarse su cara a pocos centímetros de la suya. Aspiró aire con brusquedad. Valkyon la miró sin dejar traslucir nada en su semblante y se incorporó de nuevo. - Elneas grabará runas de protección y podrás recogerlas mañana antes de irte. - Valkyon le indicó que las dejara sobre la mesa del artesano y la despidió con la mano. Vandra se dio la vuelta casi con tristeza. ¿Qué había hecho para que él la tratara así y por qué le importaba tanto? Al principio, todo estaba... bien. Habían pasado bastantes cosas juntos, como si el destino lo hubiera programado así. El rescate del pequeño kappa Elliott, cuando la salvó de ahogarse, cuando la acompañó hasta la playa el día que Mikko le encargó mandar el mensaje al pueblo Kappa, sus consejos sobre el miedo de un guerrero. Sonrió al recordar la cara que puso cuando probó las patatas rellenas de carne. Lo siguiente fue la misión de peinar el bosque en busca de la "Bestia Negra" ... Ahí le demostró que podía confiar en ella. La verdad es que quizás la había cagado cuando lo abrazó impulsivamente... Pero los Guardianes habían tardado tanto en volver de la misión que todos temían lo peor... ¿Lo justificaba? ¿Por qué ahora este... muro entre ellos? ¿Debido a qué? Apretó los dientes furiosa con él y consigo misma y salió con rapidez de la estancia. Cuando estaba a medio camino del almacén, Nevra apareció detrás de uno de los estantes.

- Hola, preciosa humana. - Se relamió los labios.

- Guardián Nevra. - Saludó ella con el puño en el pecho.

- Qué formal te has vuelto. Pero es lo que tiene pertenecer a la Guardia Obsidiana, os convierten en aburridas máquinas de guerra. - Sonrió él. Vandra no tuvo tiempo de abrir la boca. - ¿Has considerado mi oferta de nuevo? Y déjate de formalismos. - Él se acercó, dejando poca distancia entre sus cuerpos.

- La respuesta sigue siendo no. - Murmuró ella. Nevra apretó los labios en un rictus tenso.

- Creo que no eres consciente del placer que puedo proporcionarte cuando te haga mía. - Su mano ascendió hasta tocar el rostro de ella.

- Sólo me quieres porque soy... distinta. - Ella retrocedió un poco, pero él le cortó el paso y la obligó a entrar en uno de los pasillos de estantes. De repente, parecía como si la estancia se hubiera oscurecido y los ojos de él brillaban de fascinación.

- Cierto. Me encanta lo diferente. Y tú eres de las cosas más fascinantes que me he encontrado nunca. - El pulgar de él delineó el labio inferior de ella. Ella estuvo a punto de morderlo. Abrió los ojos, asustada. "¿Qué me está pasando?", se preguntó a sí misma con alarma. - No puedes negarme que no te resulto atractivo. - La pierna de él se instaló entre las de ella, buscando hacer más hueco.

- Suéltala, Nevra. - La dura voz de Valkyon rasgó el aire. Vandra miró hacia el Guardián Obsidiana. Nevra no se movió. Vandra sacudió la cabeza y empujó al vampiro por los hombros.

- Eres un aburrido, Valkyon. Si quisieras podríamos pasarlo muy bien... Los tres. - Sonrió el Guardián Sombra. Valkyon dio un paso hacia delante de manera amenazante.

- Esfúmate, Nevra, o lo siguiente que haga te va a doler. - La mirada dorada del Guardián Obsidiana se paseó por las partes del cuerpo de Nevra que seguían rozándola a ella.

- Ah, comprendo. Eres un poco egoísta, Valkyon. - Sonrió con arrogancia el otro antes de desaparecer entre unas sombras sobrenaturales que se formaron alrededor de él. - Nos vemos pronto, mi bella humana. - Vandra se deslizó hasta quedarse sentada en el suelo. Se sentía mareada y con ganas de vomitar. La voz de él le pareció hasta dulce cuando dijo:

- ¿Esto pasa muy a menudo? -

- A veces... Pero... esta vez... - Atinó ella a argumentar.

- La próxima vez te recomiendo que, por lo menos, te resistas un poco más para dejar claro que no es lo que quieres. - Ella se acarició los brazos, tenía mucho frío.

- Yo... No sé qué me ha pasado. Me siento un poco... agotada. - Valkyon la cogió rudamente de un brazo y la levantó del suelo.

- No se me había ocurrido hasta ahora que, al no ser del todo fae, eres más vulnerable a nuestra magia. En este caso, ése era un hechizo de embelesamiento. - Vandra empezó a temblar mientras andaban - Es normal que te encuentres mal, te has expuesto a magia poderosa. - Vandra sólo pudo asentir mientras los dientes le castañeaban. - Tu misión queda anulada. Vamos a tener que entrenarte para que puedas aguantar el influjo mágico que puedan ejercer sobre ti los distintos tipos de fae. Un guerrero que no tiene cierta resistencia a la magia no sirve de nada en el campo de batalla - Tropezó y casi se cae sino llega a ser por él. Con un gruñido de exasperación la cargó en brazos. - Eres demasiado débil. - Murmuró con acusación. Ella se encogió un poco ante el comentario.

Llegaron hasta el edificio principal del C.G. y él fue directo al laboratorio de alquimia. Entró sin llamar lo que le valió una mirada nada amigable de Ezarel.

- Te has equivocado de sitio. La enfermería está al otro lado del pasillo. - Canturreó el Guardián Absenta.

- Necesito un reconstituyente. - Por el tono de Valkyon, no estaba la cosa para bromas. Ezarel se incorporó y miró a Vandra.

- ¿Qué ha pasado? -

- A Nevra se le ha ido un poco de las manos su "cortejo". - Valkyon parecía realmente disgustado.

- Explícate mejor. -

- Ha usado un hechizo de embelesamiento con ella y la ha intoxicado mágicamente. Se le ha olvidado que es medio humana y que no es tan inmune a nuestra magia. Dame el reconstituyente ya. - Terminó exigiendo el Guardián Obsidiana. Ezarel lo miró un instante con algo de asombro. ¿El imperturbable Valkyon, molesto? Automáticamente, su mirada se dirigió a ella, que estaba sentada en el suelo con los brazos cruzados como abrazándose a sí misma y mirando a Valkyon. Ezarel se levantó y rebuscó en una de las lejas. Sacó un frasco con un líquido verde intenso.

- Si un simple hechizo de embelesamiento le ha afectado tanto, no sabemos qué puede pasar si le damos esto. - Valkyon se giró hacia ella.

- Soldado, ¿estás dispuesta a arriesgarte? - El tono formal en la voz de él fue como recibir una bofetada. A él parecía satisfacerle recordarle continuamente cuál era su sitio en el reino Fae: simple carne de cañón de la Guardia Obsidiana. La luz de los ojos de ella se apagó instantáneamente.

- Sí, mi señor. - Murmuró con desprecio. Valkyon chasqueó la lengua.

- No olvides que soy tu superior. - Le dijo con un tono de voz bajo y amenazante.

- No, mi señor. - Ella apartó la vista y miró al suelo. Ezarel se acercó y le abrió el frasco, echando de mientras una mirada extrañada al otro Guardían. Nunca lo había visto tan susceptible con ella. ¿Y a qué venían los formalismos?

- Sólo un trago, Vandra. Veamos cómo te sienta. - Ella obedeció. El efecto fue inmediato y una calidez que la dejó flácida se extendió por sus extremidades. - ¿Mejor? - Ella asintió, aunque seguía temblando. - Lo ideal sería que reposara el resto del día y... - Vandra no escuchó las siguientes palabras de Ezarel, una negrura espesa se adueñó de ella y se derrumbó al lado del elfo.