Disclaimer: El mundo de Los Juegos del Hambre y algunos personajes de esta historia, pertenecen a Suzanne Collins, el resto, salieron de mi loca cabecita. Este fic participa del reto "Celebrando en Panem" del foro "El diente de león".
Hola! He vuelto por aca, esta vez con un reto que no sabia ni como empezar, no me imaginaba escribiendo una historia relacionada con THG, sin que los personajes principales fueran Peeta y Katniss, pero bueno, aquí estoy. Me cuentan que les parece.
Les dejo leer :)
El sonido imitando el canto de un pájaro -que según le había contado su abuelo, le llamaban Cucú- la despertó. Era extraño despertarse y no tener que imprimir un horario en su brazo para saber todo lo que debía hacer en el día, sí, era extraño, inusitado, pero maravilloso… cada día sentía que tenía una aventura por vivir, sin nadie que le dijera lo que seguía, sin estar encasillada a un estricto régimen para poder sobrevivir, se sentía libre…
Hace 18 años que ella había nacido y había visto la luz del sol tan sólo unas cuantas veces, cuando su horario indicaba que podía salir a la superficie por unos minutos para ejercitarse, lo cual nunca sobrepasaba media hora: "Es muy arriesgado" les decía la señorita Finch, una de las tres maestras del distrito, cuando alguno de sus compañeros preguntaba molesto por qué no los dejaban quedarse más tiempo.
Su familia había sido parte de la población del Distrito 13 que logró sobrevivir, para internarse en las oscuras profundidades que llamaban hogar, hace 76 años, luego de la guerra de "Los días oscuros". El Distrito 13 había desaparecido en ese entonces, al menos su parte visible... Los dirigentes de ese momento, habían logrado rescatar la parte subterránea que utilizaban para guardar armas, y tomando a los sobrevivientes, llegaron a un supuesto "acuerdo" con el Capitolio: ellos no les dispararían con sus armas nucleares, se esconderian bajo la tierra, pero deberían dejarlos en paz. Una idea que pareció razonable a los gobernantes de Panem, tomando en cuenta que a partir de ese momento, el distrito 13 sirvió de ejemplo para los otros 12, de lo que sucede supuestamente con quién se resista a las fuerzas del Capitolio. Idea que funcionó muy bien por muchos años... hasta que apareció Katniss Everdeen, el Sinsajo. Rebeldes de diferentes distritos se habían unido y habían utilizado a la chica como símbolo de la Rebelión, rebelión que terminó con muchas muertes, incluidas la de Coronalius Snow, presidente de Panem y Alma Coin, presidente del Distrito 13. Ahora, luego de un turbulento año, lleno de levantamientos y sangre, al fin podían sentir un poco de paz y esperanza y el país, se recuperaba paso a paso.
Cassie había perdido a su madre cuando dio a luz a Romie, su hermano menor. En el 13 los recursos eran escasos y la medicina no era la excepción, eso sumado a las pocas personas con conocimiento médico que había, por lo que, una complicación en el parto la había dejado huérfana de madre. Su padre murió tan solo dos años después, como parte de una extraña epidemia que diezmó la ya de por sí escasa población del distrito, lo que dejó a la chica únicamente con el niño y con su abuelo, quién quedó a cargo de los dos.
-Cass, levántate por favor, ya sonó el despertador y aún debes terminar mi traje de árbol. Además el abuelo necesita ayuda con los dulces que está preparando para nuestro puesto en la plaza.
-Siiiii, Rom, lo sé... estoy despierta, solo dame cinco minutos.
Aunque Cassie era una chica muy esforzada y trabajadora, amaba quedarse unos minutos más en la cama luego de despertar, disfrutando la luz del sol mañanero que se filtraba por su ventana, esto se había convertido en una nueva rutina desde que habían empezado a vivir en la superficie. Incluso había pedido a su abuelo que la ventana de su habitación en la cabaña que construyeron, fuera más grande.
Luego de que terminó la rebelión, y que la Comandante Paylor fuera elegida como presidente, los habitantes del Distrito 13 al fin habían salido de aquel agujero. Algunos se habían marchado a iniciar sus vidas en otros distritos que también estaban recuperándose, otros como ellos, habían decidido quedarse en la misma zona, solo que no bajo tierra y habían construido una pequeña aldea. Habían comenzado a sembrar cultivos y a criar animales para comer, además muchos habían aprendido oficios durante todo el tiempo que estuvieron en los túneles, oficios que ahora les servían en la reconstrucción de su distrito.
La alegría de tener un nuevo futuro, algo más por lo que luchar y vivir, transformaba a las personas, Cassie estaba segura de eso. Lo veía en los rostros de los que fueron sus compañeros de clase, en los rostros de los niños que ahora no estaban tan pálidos, en las caras de los ancianos sonrientes... y algo más había probado su teoria:
Unas semanas después de que su nueva vida iniciara, llegó la primavera, algo que nadie había podido presenciar antes y todos observaron maravillados como día con día, las ramas desnudas de los árboles se empezaron a llenar de hojas en todas las tonalidades de verde. El suelo se había tapizado con una alfombra de césped suave y pronto comenzaron a brotar flores de formas y colores tan variados e inimaginables que parecían irreales. El aire estaba cargado de aromas frescos y dulces, antagónicamente al aire comprimido y húmedo al que estaban acostumbrados a respirar en su escondite. Y cada uno de estos detalles los había sorprendido tanto, que el señor White, su nuevo alcalde, había decidido que tal maravilla natural debía ser celebrada.
Y así es que ahí estaba Cassie, con más energía que nunca, preparando un traje de árbol para que su hermano se disfrazara y pensando en que quizá ella se vería ridícula con el vestido lleno de flores que la señora Finch había cosido para ella, luego de que anunciaran que el "Día de la Primavera" los jóvenes y adultos debían vestir ropa colorida, mientras que los niños se podían disfrazar de plantas o insectos. Sì, talvez se vería ridícula, pero estaba tan entusiasmada que eso no le importaba tanto.
-¡Es genial, Cass! Gracias.
-De nada, pequeño -le sonrió a su hermano.
-Has hecho un gran trabajo, Ricitos, Rom podría confundirse con un gran sauce llorón -dijo su abuelo acariciando la cabeza del niño-. Ahora, vamos que necesito tu ayuda.
-Vamos... Oh espera abuelo, déjame revisar mi flor un momento, ayer uno de sus botones estaba a punto de estallar y si logro que florezca hoy, estoy segura de que ganare el concurso.
La chica se dirigió al pequeño porche que tenían en la entrada de la cabaña y entonces su rostro se ilumino: la flor había salido. Una hermosa bola de color violeta lucia en todo su esplendor en la gran maceta que ella había destinado para sembrarla. Días atrás, las había visto en el patio, donde su abuelo tenia algunos cultivos. "Pensé que solo teníamos plantas para comer", le había dicho. "Lo son", le explico su abuelo, "Se llaman Allium, su parte comestible està debajo de la tierra, pero su flor es preciosa". Cassie estaba de acuerdo con eso, por eso le había pedido al anciano que no las cortara y luego cuando anunciaron que el "Día de la Primavera" terminaría con un concurso para conseguir la flor más hermosa, ella no había dudado ni un segundo en participar con una de ellas.
-Ganaré -susurró para sí misma mientras una sonrisa se extendía por su rostro. Su abuelo la escucho.
-No lo dudo, Ricitos de oro -le dijo llamándole con el cariñoso sobrenombre que le había puesto desde que era una bebe y su cabello rubio se ensortijaba en perfectos rizos-. La flor esta hermosa, la has cuidado muy bien.
-Tú me has ayudado mucho -le sonrió.
-Pues bien, ahora vas a ganar, pero antes, terminemos con nuestro trabajo en la plaza.
-Claro.
Se dirigieron a la plaza con las canastas llenas de dulces que su abuelo había preparado con frutas de los árboles y se instalaron en el espacio que les correspondía. La plaza ya estaba llena, con todos preparándose para las próximas horas, la algarabía llenaba el lugar. Unos hombres les ayudaron a colocar una estructura de madera.
-Vuelvo en un momento, Ricitos, llevare a Rom para que lo preparen para el desfile.
-Ve -le dijo la rubia quedandose sola.
Necesitarían un poco de refugio de los rayos del sol si pasarían toda la tarde ahí, por lo que la chica intentaba colocar una manta sobre los pilares de madera, pero era demasiado alto, o ella era demasiado baja... eran estos momentos donde odiaba ser tan pequeña, a sus 18 años, parecía más una adolescente de 14. Se subió a un pequeño banco y se estiro todo lo que pudo con la manta en sus manos. Solo un poco más y lo lograba... solo un poco más y... ¡zaz!
-¿Puedo ayudarte con eso?
La chica se sobresaltó y perdió el equilibrio, cuando cayó del banco, unos brazos fuertes la rodearon y evitaron que terminara su recorrido hacia el suelo.
-Justo iba a decirte que podrías lastimarte -le dijo un chico mostrándole sus dientes blancos al sonreír.
Ella se soltó de su agarre.
-Pues no me hubiera caído si no me hubieses asustado.
-Con mucho gusto, señorita -le dijo sarcásticamente, pero ella no se inmuto.
-Pues gracias por la intención, pero ya estoy por terminar, buenas tardes -se volvió dejándolo solo.
-¿Terminar? No has puesto ni un extremo de esa manta y tal parece que necesitas ayuda. Ahora, dámela -extendió su mano hacia la manta.
-Puedo hacerlo sola -fijo sus ojos claros en los de él y desafiándolo volvió a subir al banco.
El chico cruzo los brazos mirándola con una sonrisa asomándose en su boca. Ella se estiró de nuevo para intentarlo, ¿es que no pensaba irse? Parecía que no.
De nuevo lo intento y de nuevo estuvo a punto de caer. Una risa ronca salió de la boca del chico.
-¿Me vas a dar esa manta o prefieres terminar en la enfermería y perderte el desfile?
-Pfff -bufo bajándose del banco.
Él le quitó la manta tan pronto ella estuvo abajo y la colocò como si fuera la cosa más fácil del mundo.
"Claro, con metro noventa de estatura, quien no lo lograría" pensó la rubia, evitando fijarse demasiado en la esbelta figura del muchacho. Lo había visto antes, estaba segura de eso, pero no lograba recordar bien.
-Listo -dijo aun con la sonrisa en su cara, volviéndose hacia ella.
-Gracias -dijo ella, bajando la mirada un poco avergonzada por su actitud de unos minutos atrás.
-De nada, señorita...-el alargò la frase esperando que ella le dijera su nombre, como no lo hizo, pregunto directamente-. ¿Cuál es tu nombre?
-Cassie, Cassie Larrington.
-Mucho gusto, señorita Cassie Larrington, soy Jimmy, Jimmy Reagan.
-Gracias de nuevo, Jimmy Reagan, lamento mi actitud de antes, solo estoy acostumbrada a hacer todo por mí misma.
-Jim, solo Jim está bien. Y no te preocupes, la ayuda es buena a veces.
Los dos se quedaron viendo hacia abajo sin saber que más decir.
-Yo... me voy a mi casa. Tú... ¿estarás aquí ahora?
-Emmm sí... aquí estaré, debo ayudar a mi abuelo con los dulces -le dijo señalando las canastas.
-Se ven deliciosos, ¿podre pasar por uno más tarde?
-Claro -le sonrió ella.
-Te veo entonces -dijo el empezando a correr marchándose sin quitar la sonrisa de su cara.
Esa cara ¡Claro! Era un soldado en el 13, recordó haberlo visto en algún momento entrenando junto a Gale, el chico que decían era primo del Sinsajo. Eso significaba que Jimmy había vivido la guerra de cerca y había tenido la dicha de volver vivo a casa.
-Wow -una voz la sacò de sus pensamientos-. ¿Y esos dulces?-una chica con un vestido corto rosa chillón se apareció frente a ella.
-Hola, Claire, puedes venir por uno ahora si quieres -ofreció amablemente.
-Ya veremos -le respondió viéndola de arriba a abajo-. Oye, hoy no deberías andar vestida de esa forma. El gris es parte de nuestro pasado.
-No me he cambiado aun -respondió Cassie un poco molesta. Ella no tenía que darle explicaciones a nadie.
-Me parece muy bien, Cass -dijo la chica antes de retirarse.
Ella nunca cambiaria, se dijo la rubia, recordando a la chica pedante de su clase que siempre fue Claire.
Terminó de arreglar el pequeño puesto, su abuelo llego y ella pudo retirarse a su casa a recoger su flor para el concurso. Una vez que llegó, se vistió y se miró en un viejo espejo, soltó su cabello de la liga que lo recogía, lo cepillo y se puso un pasador a cada lado. Parecía otra persona, sin la ropa gris con la que acostumbraba a verse y en su sustitución aquel sencillo vestido floreado de tirantes que le llegaba justo encima de su rodilla. Se puso rápidamente unas sandalias y recogió la maceta con su Allium, estaba lista para ganar. Sonrió.
Y bien, que les pareciò?
Cree que continuarà?
Escucho sus comentarios… je je
Un abrazo, Wen
