El nacimiento
Tenía pocos minutos en el mundo; mientras lo revisaba con detenimiento y lo contemplaba con admiración, me preguntaba quien había hecho algo tan hermoso.
Me sentía libre, protegida y muy observada por aquellas personas de traje blanco y la hermosa mujer que me tenía en brazos. Renné, como la había llamado aquel apuesto hombre alto de rizos cafés y ojos color chocolate, supuse que era mi padre y la mujer bella de ojos azules, era mi madre.
-Eres Hermosa- me dijo-Mi Isabella. Fruncí el ceño ante la ultima palabra-acaso esa palabra ¿era mi nombre?
Minutos después me aparto de los brazos de mi madre, un hombre de pelo cobrizo, y de piel blanca y fría. No comprendía por que tenía ese aspecto, y pose mis ojos en los suyos, eran hermosos, dorados; enseguida temblé.
Me llevo a un lugar iluminado y me acostó en un lugar suave y blando-. Eres hermosa me susurro. Eso lo sabia ya mi madre me lo había mencionado antes.
Nos quedamos unos cuantos días mas en ese lugar no me costo mucho acostumbrarme. ¡Era muy fácil!. Ese lugar era realmente acogedor.
Oí decir a mama que habíamos llegado a casa no tarde en comprender que en el lugar donde nos encontrábamos era mi hogar, era casa, así era como se llamaba, el lugar donde íbamos a vivir mis padres y yo, era un lugar amplio y lleno de luz era espacioso, en fin hermoso. Mi padre me llevo a una parte de la casa que estaba llena de juguetes, así es como papa le decía a aquellos pequeños objetos que se encontraban a mi alrededor, en frente de mi estaba un gran emplazamiento que era solo para mi, cuando papa me acostó en aquel sitio lo sentí tan blando como aquel sitio en el que me pusieron después de haber nacido. Estaba realmente cansada y después de segundos de que papa me dejara en aquel lugar que dijo que se llamaba cuna me quede profundamente dormida.
