¿Quién está más loco? ¿El loco o el que lo sigue?

La guerra de las galaxias.


El rescate


Cosechas lo que siembras. La voz anciana de Tae, apagada pero presente en la mente de Aoba parece decírselo sobre el final de Virus y Trip, ambos cadáveres a sus pies. Podríamos decir que ellos tuvieron su vendimia. Y no es suficiente. Aoba llora, sobresaltado.

Una mezcla de sentimientos lo abordan. Cosas incorruptibles que él pensó, llevaban tanto tiempo muertas como la libertad de Midorijima. Un grito, unas lágrimas de alivio, aunque ciertamente, si puede razonar algo entonces, su primera idea le anuncia que es el siguiente en recibir una granada o una bala. Lo que los haya matado.

No...

—Entonces sí, eres tú.

Noiz no repara en la desnudez de Aoba, en lo bochornoso de su estado. Brilla algo en él cuando rompe sus cadenas, las mismas sin las cuales Aoba casi no sabe andar. Tan siquiera respirar.

—Recomponte. Y luego, tengamos un duelo. Aún no lo olvido.

Aoba cae de rodillas, sin creerlo. Debe haberse atragantado con un pastel demasiado dulce de Trip o acaso el vino de Virus ha sido mucho a su vez.

Pero tiene sentido, de alguna forma. Noiz, tan egoísta y falto de raciocinio. Sólo piensa en seguir jugando, cuando afuera hay un resistencia, mentes destruidas y un gobierno opresor.

Aoba, aún asqueado de realidad, demasiado débil para asimilarla y con una gabardina muy holgada para él (lamentablemente de Trip) sobre los hombros, no rechaza el beso de Noiz, que es algo brusco y salado en su inocencia que no se marchita, hayan pasado días o años sin que Aoba pueda saberlo.

—Muy lento.

Cuando Noiz lo carga, el círculo termina de cerrarse. Virus y Trip son el sueño de un mundo lleno de crueldad ajena. Esta nueva realidad con un sol que quema los ojos y soldados cyborgs acechantes en las calles es la única y aunque sea prevesible en todo su caos, Aoba la elige, consciente de que es la primera vez en lo que parece mucho tiempo, sin terror del porvenir.