Una lección diferente
por Karoru Metallium
Disclaimer: Slam Dunk y sus personajes pertenecen a Takehiko Inoue -lucky him-, yo sólo los uso para divertirme y sin fines de lucro. Ah, y cualquier cosa de la NBA pertenece a la NBA xDD. Las situaciones presentadas en este fic que no pertenezcan a los ya mencionados, son propiedad intelectual de "Karoru Metallium". Si no respetas eso -es decir, si te copias aunque sea un pedazo-, serás pateado.
Advertencia: Este fanfic eventualmente será un RuHana, obviamente un AU, y se sitúa unos 10 años después de la línea temporal del manga y/o anime, centrándose principalmente en Rukawa. Lo digo para que no salga gente a corregirme: estoy haciendo con los personajes lo que quiero, torciendo un poco las circunstancias y el background pero tratando de mantenerlos en carácter, considerando que ahora son adultos y como tales presentan diferencias. En futuros capítulos saldrá a relucir yaoi, incluso lemon. On with the show.
Capítulo I
Regreso a casa
El estado del aeropuerto era caótico. Había al menos un centenar de personas, en su mayoría chicas, arremolinadas en el exterior, bloqueando las salidas y causando enormes molestias al resto de los pasajeros que acababan de llegar o se disponían a salir. Muchas de ellas enarbolaban pancartas, pósters y banderines, y coreaban un nombre... los gritos alcanzaron su máximo frenesí cuando tres hombres y una mujer, todos llevando gafas negras, salieron del edificio.
Uno de los hombres era evidentemente un guardaespaldas, grande como una casa y con una expresión vagamente amenazadora en su rostro tostado; el otro era bajo, delgado y nervioso y hablaba constantemente por el móvil que tenía en la mano. La mujer era menuda, hermosa, tenía una larga mata de cabello de color caoba, e iba agarrada del brazo del otro hombre, al que ostensiblemente rodeaban todos.
El hombre llevaba gafas de diseñador, sobre las cuales caía un flequillo negro demasiado largo y desordenado; su rostro era una perfecta máscara inexpresiva. Su cuerpo largo, esbelto y musculoso, estaba embutido en un traje gris de corte perfecto; calzaba costosos y elegantes zapatos de piel y se movía con una especie de gracia perezosa, inesperada en alguien tan alto.
Los cuatro se precipitaron hacia una limosina Bentley protegida por un cordón de agentes de seguridad; pero antes de alcanzar el círculo de agentes, el hombre se detuvo e hizo señas de que permitieran a algunas de las personas acercarse. Respondió a los cumplidos con amabilidad, sonrió levemente en algunos momentos, y firmó autógrafos en cada una de las superficies que le presentaron, incluyendo el sujetador de una chica que se lo pidió levantándose sin más la camiseta.
Una vez a salvo en el confortable interior de la limosina, el hombre se quitó las gafas, dejando ver un par de ojos muy azules y rasgados, bordeados por gruesas pestañas negras. Dejó escapar un suspiro de cansancio, recostándose en el asiento y mirando distraídamente el panorama por la ventanilla.
Kaede Rukawa pisaba su tierra al menos una vez al año, pero sólo por unos pocos días. Desde que fuera reconocido como el mejor jugador del país y ganara una beca deportiva, casi nueve años atrás, vivía en los Estados Unidos. Ahora planeaba quedarse en Japón por lo menos un mes, con la esperanza de descansar antes de comenzar la próxima temporada.
- ¿Cansado? - preguntó el hombre delgado y nervioso, en una pausa de su incesante charla por el móvil.
- ¿No lo estás tú? Fueron demasiadas horas de viaje - repuso el joven en un tono claramente hostil.
- Kaede, cuando no estás jugando o practicando, estás durmiendo. ¿A quién crees que engañas? - contraatacó el del móvil. La mujer de cabello color caoba, sentada junto a Rukawa revisando unos papeles, dejó escapar una risita divertida.
- Déjalo en paz, Hiro. No está de humor, y si sigues en ese plan podría intentar estrangularte.
- Y yo no pienso impedir que lo haga - terció el enorme guardaespaldas.
- Gracias, Mark, yo también te quiero - ironizó Hiro, fingiéndose ofendido.
- ¡Hey! Soy el guardaespaldas de Kaede, no el tuyo...
- Chicos, chicos... - reprendió la mujer, haciendo un esfuerzo por no reírse.
La discusión no se prolongó por mucho, puesto que el móvil de Hiro volvió a sonar y éste se enfrascó de nuevo en otra charla telefónica. Rukawa sonreía cuando cerró los ojos para descansar, y despertó sólo cuando la mujer a su lado lo zarandeó un poco y le susurró al oído que ya habían llegado a su destino.
Más personas esperaban afuera del lujoso hotel, y el joven de nuevo firmó autógrafos antes de que sus tres protectores lo arrastraran al lobby para registrarse y luego a la gran suite que ocuparían en el último piso. Rukawa dejó caer su bolso sobre la enorme cama del dormitorio principal, y ya se había echado en ella sin molestarse en quitarse la chaqueta o los zapatos, cuando tocaron a la puerta.
- Pasa - murmuró, fastidiado.
- Tienes una llamada - rodó en la cama para observar a la mujer, que sostenía el móvil en una mano como si fuera un escorpión que en cualquier momento podía picarle.
- ¿Quién? - se sentía algo adormilado, pero antes de terminar la breve pregunta supo de quién se trataba, al notar la mueca en la cara de la mujer - ¿Roz?
- ¿Qué comes que adivinas? Toma, marca tarjeta antes de que a lady Fastidio le dé el mal de San Vito - dijo, tendiéndole el teléfono.
- Laura - dejó caer en tono de advertencia, ocultando su diversión mientras tomaba el móvil y se sentaba en la cama. No era un secreto que a Laura Tanner, su secretaria y factótum, no le gustaba demasiado Rosalyn Vilar, su novia desde hacía un año, que recientemente se había convertido en su prometida -. Hola, Roz.
- ¡Cariño! ¿Qué tal el viaje? - la energética voz de la chica hizo vibrar el móvil y sonreír al taciturno joven.
- Pesado. Demasiado largo. ¿Qué estás haciendo?
- Lo mismo que hacía cuando te fuiste, estudiarme el guión. Diablos, Ru, no creo que sobreviva a otra escena con la tal Madeleine. Es una bruja esa mujer; si se vuelve a meter conmigo juro que le voy a estampar el puño en la cara...
- Tranquilízate. Seguro que no es para tanto - Rukawa sonreía de oreja a oreja y Laura, que ni siquiera había pensado en retirarse, miró hacia el techo como pidiendo paciencia.
Roz era actriz, actualmente trabajaba en una popular telenovela americana, y tenía temperamento por toneladas industriales. Su carácter atravesado y su exceso de energía ya eran tan bien conocidos en el medio que nadie se metía con ella para no hacerle estallar; pero evidentemente la tal Madeleine, recién llegada a la telenovela, no sabía con quién se estaba metiendo.
- ¿¡Que no es para tanto!? Espera a que estés de regreso, Kaede Rukawa... en cuanto te quedes dormido te voy a...
- Vamos, Roz, sabes que eres incapaz de hacerme daño - se mofó fríamente, aunque el afecto se dejaba colar en su voz -. Venga, acabo de llegar de un viaje extenuante y quiero dormir. Ve a estudiar, y contrólate un poquito.
- Te extraño - se quejó la voz, perdiendo algo de su energía.
- También yo. Pórtate bien.
- ¿Me llamarás?
- Cuando pueda, sí.
- Te quiero, cariño.
- Y yo a ti. Adiós - cortó la llamada y le tendió el móvil a Laura, que volvió a hacer una mueca -. No sé porqué le tienes tanta tirria a Roz... ella le gusta a todo el mundo.
- No es tirria, Kaede. Es que no tolero muy bien a la gente con tan poco control - se cruzó de brazos y se quedó pensativa unos momentos -. Pensándolo bien, no me molesta tanto ella como su relación contigo...
- Lo sé. Me amas - se burló Rukawa, quitándose la chaqueta y sacándose los zapatos.
- Idiota - Laura le removió el ya desordenado cabello con afecto -. Tú sabes lo que quiero decir. Ella es una persona difícil, pero tú la tratas como si fuera tu mascota en lugar de tu novia. No sé, a mí me parece raro.
- ¿Y qué sabes tú de noviazgos?
- He visto muchos - repuso virtuosamente la mujer -. Pero conste que cuando estabas enredado con la Berkeley no dije nada...
- Porque apenas nos conocíamos y todavía me tenías un poco de respeto - subrayó el joven, quitándose la camisa y los pantalones con toda tranquilidad.
- Di miedo, más bien - Laura se echó a reír. Rukawa, ataviado sólo con sus bóxers, volvió a echarse en la cama; ella se inclinó y lo cubrió con una manta -. Duerme, mi niño.
- Hasta mañana - murmuró, ya adormilado.
- ¿Mañana? El hambre te despertará al caer la noche, ya verás.
Así fue, en efecto. Cuando Rukawa despertó, las últimas luces doradas de la tarde se filtraban por los elegantes cortinajes que cubrían las ventanas, y estaba hambriento. Sin embargo, cuando se levantó fue sólo para correr las cortinas y mirar hacia el exterior por el inmenso ventanal, la ciudad prácticamente a sus pies.
Aunque jamás lo expresaba -después de todo, tenía la vida y la carrera que tanto había deseado-, Kaede Rukawa extrañaba su tierra, el contacto con la gente que tenía su mismo trasfondo cultural, que estaba educada de la misma manera. No tenía motivos para quejarse del pequeño grupo que le acompañaba, porque había tenido la fortuna de encontrar personas a las que realmente les importaba y que eran su familia desde hacía más de seis años.
Llamaron a la puerta, y unos segundos más tarde entró Hiro, por primera vez pareciendo tranquilo y sin hablar por el móvil. En silencio, el hombre se acercó y se detuvo junto a Rukawa, mirando por la ventana.
- Bueno, ya estamos aquí otra vez. ¿Qué quieres hacer?
- No lo sé aún - dijo Rukawa, con algo de melancolía. El hombre delgado de aspecto nervioso guardó silencio de nuevo.
Hiro era el único que podía comprender su nostalgia, y que muchas veces la compartía. Se habían conocido en la universidad cuando Kaede era el nuevo, el estudiante japonés becado que jugaba baloncesto estupendamente, pero que no hablaba con nadie ni procuraba hacer amigos. Hiroyuki Morita también era japonés de origen y becado por méritos académicos; se había acercado al taciturno joven y le había ofrecido su amistad.
Con el tiempo se convirtió en su mejor amigo y su guía. Hiro era un genio de la economía que se resistía a encadenarse a una empresa o a trabajar en una oficina gubernamental, y al final decidió encargarse de la carrera de Rukawa como su agente y administrador. Iba con él a todas partes, le aconsejaba en materia de negocios e inversiones; y junto con su secretaria y su guardaespaldas, a los que también había conocido de manera curiosa, era su familia.
- Tu madre llamó. Quiere que vayas a verla.
- Ya iré uno de estos días, cuando esté de humor - Hiro se tragó el comentario que estaba a punto de brotar de sus labios, y Rukawa lo agradeció. Sabía que sus compañeros desaprobaban el desapego que mostraba hacia su madre, a la que conocían poco pero que les había dejado impresionados por su belleza y sus maneras. Sólo él sabía que detrás del rostro y el cuerpo bien cuidados, el maquillaje, las joyas y las pieles, Naomi no tenía ni había tenido jamás nada para él. Ni siquiera sabía porqué se molestaba en fingir que quería verle.
- También llamó Akagi y Laura le dijo que estabas descansando, que podrías verle después de las ocho. ¿Te parece bien?
- No hay problema. Gracias - repuso Rukawa, apartándose de la ventana y dirigiéndose al cuarto de baño.
Encontrarse con Takenori Akagi cuando venía a Japón, una vez al año, ya era una tradición. El antiguo capitán de Shohoku había jugado para la Liga Profesional de Baloncesto de Japón durante unos cuantos años, y siempre que se reunían hablaban de lo que estaba pasando en la Liga y compartían algunos recuerdos de su época estudiantil. Aunque no solían confiarse asuntos personales, hablar con él le daba a Kaede una especie de sentido de estabilidad... le hacía sentir que todo seguía como siempre en la comunidad en la que había pasado tantos años de su vida.
Se había enterado, a mediados de temporada, de que Akagi había dejado de jugar hacía unos meses para involucrarse en el aspecto administrativo de la Liga; eso le causó gran extrañeza. Akagi amaba jugar, era un líder de equipo por naturaleza. Que se lanzara de pronto al mundo de la política del deporte, un mundo inquieto, polémico y sacudido por escándalos cada cierto tiempo, era algo que no podía entender.
Ahora seguramente lo sabría.
Terminó de ducharse, se vistió de manera casual con pantalones negros y un suéter verde, y salió de su habitación para reunirse con los demás en la elegante sala principal de la suite. Laura, como siempre sin un cabello fuera de lugar, lucía como toda una ejecutiva. Mark, su guardaespaldas, vestía de negro de pies a cabeza como siempre, aunque un poco más informal. Hiro siempre llevaba traje, estuviera donde estuviera e hiciera el tiempo que hiciera. Todos levantaron la cabeza y sonrieron al verle.
- ¿Cenamos? - fue la mujer quien se levantó graciosamente y abrió la marcha hacia el comedor.
La pequeña familia cenó tranquila y formalmente, con Hiro y Mark intercambiando comentarios irónicos cada cinco minutos, Laura riendo por lo bajo y Rukawa comiendo con buen apetito, si bien con un aire un poco ausente. Cuando estaban en plena sobremesa, una llamada les alertó de la llegada de Akagi y Hiro fue a la puerta principal a recibirlo.
Rukawa avanzó con una sonrisa apenas perceptible en su rostro pálido, y extendió la mano hacia el enorme ex capitán de Shohoku, muy parecido en estatura y masa corporal a su gigantesco guardaespaldas, si bien su piel era muy oscura. Akagi mostró sus blanquísimos dientes en una sonrisa amable y estrechó la mano que el otro le ofrecía.
- Bienvenido de nuevo al Japón, Rukawa. Confío en que esta vez te quedarás un poco más.
- Es lo que deseo - repuso el aludido brevemente -. ¿Cómo están todos?
- Muy bien; al menos la mayoría. Mira a quién te traje - el hombretón se hizo a un lado, y sólo entonces Rukawa se dio cuenta de que no había venido solo. Por un momento no reconoció al hombre que tenía frente a sí, y que vestía tan formalmente como Akagi: era más alto que él, pero igual de musculoso; su piel estaba dorada por el sol y armonizaba con sus cortos cabellos, castaños con destellos rojizos.
Pero cuando el desconocido frunció el ceño y Kaede se fijó en los llameantes ojos castaños, casi color miel, supo de inmediato quién era.
- ¿... Sakuragi?
- ¡El Tensai para ti, zorro! - exclamó alegremente el joven.
N.A.: Al fin estoy sacando de mi sistema una historia que me ha dado vueltas en la cabeza durante meses. Si alguien la lee, me gustaría que me dejara su opinión para ver qué tal voy; sé que es poco para empezar y el ritmo es bastante lento, aunque ya tengo una buena parte escrita... pero es que soy así: trato de establecer primero que todo la situación, construir una base. Gracias de antemano por leer.
