A el mejor par de hermanas que shippean Solangelo, Karen y Laura, gracias a ellas sigo y seguiré escribiendo aquí.
Primer robo: Tranquilidad.
Sé lo que van a pensar: Nico, es tu culpa por hacer las cosas impulsivamente.
Y sí, es cierto, gracias.
Podría decirles que quizás en ese momento no estaba del todo lúcido, que acepté quedarme en la enfermería esos tres días porque de verdad lo necesitaba, o que realmente no sabía lo que estaba haciendo, pero no. La triste realidad es que, si acepté, fue porque quien me lo ordenó fue Will Solace. Y sí, ríanse, estaba algo interesado en el chico.
De modo que allí estaba, ya no había vuelta atrás. Will me llevó a la enfermería, lugar al que jamás había entrado, y que se me antojó algo similar a una tienda militar y un hotel tropical.
Sí, sé que suena raro, y no, no suelo visitar tiendas militares ni hoteles tropicales regular ni voluntariamente, pero esa fue la primera impresión que tuve. Las paredes parecían ser troncos, alineados uno junto a otro y sujetos con sogas y quizás pegamento, la entrada era enorme, y había varias ventanas y puertas, o al menos deberían haberlo sido, sólo eran agujeros, como si alguien hubiese pensado "luego pondré un vidrio aquí" y lo hubiera olvidado. Altos pilares de madera rodeados de enredaderas se encontraban distribuidos sujetando el techo, tal vez provocadas por hijos de Deméter o Dioniso muy distraídos. No había recepción, ni nada que pudiese indicar que aquello era una instalación médica, el piso era tierra, literalmente, como si no hubiesen tenido tiempo ni ánimos para poner siquiera una alfombra. Había macetas, muebles, y descendientes de Apolo corriendo de un lugar a otro. Un poco más adentro, había una pared con una pequeña entrada que conducía a las habitaciones.
Will esquivó a tiempo a una de sus hermanas, que por poco le llena el cabello de Néctar, pero no tuvo tanta suerte con Austin, que lo chocó por la espalda, haciendo que ambos cayeran. Nadie se detuvo a ayudar, de todas formas todos estaban ocupados, por lo que yo me incliné y comencé a recoger los medicamentos que los chicos de Apolo habían dejado caer.
—Es un lugar interesante—comenté, tratando de descifrar qué estaba recogiendo, ¿cómo distinguían esos chicos los medicamentos si no podían leer? dudaba que por el color.
—¿Verdad? Lo construyeron hace como cuatrocientos años—Austin estaba muy ocupado como para notar quién era yo, o eso supuse, ya que por lo general al verme, corría.
—Annabeth muere por remodelarlo—Will sonrió.
—¿Y por qué no la dejan?
—Nos gusta el lugar—le pasó los medicamentos a su hermano menor, luego tomó los que yo sostenía y repitió el proceso—. Ten cuidado.
—Sí, lo siento—por primera vez, Austin me miró a los ojos. Sonrió—. Gracias.
Durante un momento, me quedé mirando el lugar por el que el chico acababa de irse, hasta que Will carraspeó para llamar mi atención y seguir caminando. Mientras avanzábamos, él comenzaba a verse más inquieto, arqueé una ceja.
—¿Todo en orden, Solace?
Asintió de forma nerviosa y poco convincente.
—Mira, llegamos a tu habitación.
Presté atención a lo que me pedía, y luego lo miré inexpresivo.
—¿Es una broma?
—No, es coincidencia, sólo tenemos quince. Lo juro.
La habitación era la número trece, como mi cabaña.
—De acuerdo—decidí.
—Emh, oye, ¿tienes algo valioso aquí?
Yo en realidad no llevaba mucho. No tenía ropa en el campamento, por lo que estaba usando una de esas estúpidas remeras naranjas y unos jeans negros que mágicamente habían aparecido en mi cabaña. Tenía botas militares, mi espada, y poco más. Mi anillo de plata estaba en la cabaña trece, junto con la camisa de colores de Puerto Rico y mi figura de Hades de MithoMagic. Fruncí el ceño y decidí responder de forma honesta.
—La espada.
Pero Nico, ¿por qué llevas una espada a la enfermería?
Sólo porque sí, es mi espada. Punto.
Tampoco es como si tuviese demasiado valor monetario, pero era importante para mí, me acompañaba desde hacía años y varias veces había salvado mi patética vida. Además, después de comprobarlo, podía afirmar que era la única correctamente equilibrada para mí, y era ideal para mis poderes especiales de "Chico Muerte".
—Quizás quieras dármela.
—Solace, ¿qué Erinias tienes ahí dentro?
—Nico...
No esperé, desenvainé mi espada y entré a la habitación con el arma en alto y completamente a la defensiva.
¡No es como si el chico fuese a encerrarte solo y desarmado con un monstruo, por todos los dioses!
Sí, sabía que él no lo haría y además la puerta no tenía cerradura, pero sólo fue un impulso. Bajé la espada en cuanto entré.
El cuarto tenía el mismo estilo que el resto del lugar. En una esquina había una cama con sábanas beige junto a una ventana que dejaba entrar la luz del sol y una mesita. Hasta ahí todo bien. Pero al otro lado de la habitación, sólo separada del resto por una alfombra, había una cama idéntica, y ésta estaba ocupada.
Un chico de cabello castaño oscuro y ojos verde pasto me veía desde allí, era delgado y sonriente. Parpadeé, él tenía una pierna enyesada y varios vendajes por todo el cuerpo, pero no parecía importarle. Su pelo era un desastre y su expresión no indicaba cosas buenas. Yo lo conocía, hijo de Hermes, y la pesadilla de la cabaña de Hefesto, ya que, en sus propias palabras, era un crack en eso de arruinar cosas.
—¿Cecil?
—¡Eh, Nico!—saludó—. Deberías hacerle caso a nuestro Solecillo. Los de mi familia robamos las cosas casi por instinto.
Ni que los hijos de Hermes fuesen cleptómanos.
Ajá, eso mismo pensé yo.
—Dudo que eso sirva en alguna corte—apunté. Le pasé la espada a Will por impulso sin siquiera mirarlo. Él la tomó y amarró a su cinturón.
—Quizás sí. Nadie jamás ha intentado usar ese argumento.
—Oye—dije—, no te dediques a la abogacía.
—Bueno—interrumpió Will—. Si necesitan algo...
—Espera, espera, tiempo fuera—negué con la cabeza y moví las manos para dejar claro mi punto: ni de broma—. Tú pretendes que me quede aquí.
—Sí.
—Con Cecil.
—Ajá.
—¿Por qué?
Will jugueteó con la empuñadura de mi espada con una sonrisita nerviosa, desplazando su peso de una pierna a la otra.
—¿Ya mencioné que sólo hay quince habitaciones?
—¡Solace!—protesté.
—¡Mira, no me culpes, yo no...!
—Ya, consigan una habitación—medio gritó Cecil, y ambos, Solace y yo, volteamos a verlo inexpresivos.
—No hay—le dije, con una sonrisa irónica—. No creas que comparto ésta contigo por voluntad propia.
Will sonrió, Cecil me guiñó un ojo.
—Auch, touché.
—¿Te quedarás entonces?—preguntó Solace. Yo me encogí de hombros.
—¿Tengo opción?
—Puedes escapar, pero no lo recomendaría. Iría por ti hasta el mismísimo Inframundo de ser necesario—comentó, examinando unos expedientes que traía. Hizo una mueca—. Debo irme, chicos. Traten de no matarse.
—Olvidas quién soy—susurré.
—Haré lo posible por no provocar que me mate—aseguró Cecil con una sonrisa.
Yo no estaba muy seguro de si planeaba cumplir aquello.
En cuanto Will salió, cerrando tras de sí el patético intento de puerta y llevando consigo mi arma, me acomodé en la cama que me correspondía y miré a Cecil. Él me veía también, sonriendo.
Esperé.
Y esperé.
Y esperé, pero él sólo seguía sonriendo y mirándome, casi sin parpadear. Fruncí el ceño.
—¿Qué?—pregunté.
—Oh, estaba esperando a que me hicieras una pregunta.
—¿Y por qué no lo haces tú?
—No pareces el tipo de chico que estaría muy feliz de responder—sonrió. Aunque ya estaba sonriendo, así que sólo sonrió más, si es que era posible.
—¿Gracias?
—No hay de qué. Eh, ya sé de algo que podría interesarte...
El resto de la tarde, por alguna razón, el chico de Hermes me entretuvo narrando una anécdota tras otra cuyo protagonista era siempre Will Solace, y que por lo general no dejaba al rubio en una buena posición. Casi como si se tratara de una estrategia, lenta y pacientemente, Cecil fue logrando que me relajara, haciéndome reír y logrando que olvidara los problemas.
Porque o ese chico tenía talento como narrador, o yo estaba muy interesado en conocer la faceta de Will que desconocía, y prefería pensar que era la primera opción.
—¿Estás diciendo—pregunté entre risas—, que cuando llegó intentó montar a Quirón?
—¡Exacto! Luego un pegaso le dio una patada porque él no lo dejaba en paz, créeme, ese chico tiene mala fama con los animales.
Era difícil de creer. Las personas nos sentíamos naturalmente atraídas a ese chico—o eso quería creer... no podía ser sólo yo—, porque era un tipo simpático. Claro que me sacaba de mis casillas constantemente, pero algo me obligaba a volver con él. No podría explicarlo. Simplemente, era demasiado Will. Aunque, considerando lo pegajoso y entusiasta que es, no es de extrañar que los animales lo evitaran.
Cecil me contó todo sobre Will. Desde lo más vergonzoso hasta lo más conmovedor. Aunque insistía en que, a pesar de ser un idiota de primera—yo no discutí ese punto—, era también un gran amigo.
—Y en realidad no te culpo—dijo en determinado momento—. Es decir, a mi también me gustaría Will si no fuera porque estoy...
Abrí los ojos lo máximo posible y me sonrojé.
—¡¿Qué?!
Él me miró sorprendido un momento, y luego hizo una mueca como si le doliera profundamente.
—Oh, dioses... estás en negación, ¿cierto?
No le respondí, simplemente me le quedé mirando como si fuese el espécimen más extraño del mundo.
¿No podrías sólo admitirlo, di Angelo?, se preguntarán.
Pues no, no en ese entonces. Déjenme en paz.
—Bueno—él titubeó—. No importa. Podemos arreglarlo, ¿cierto? digo, ¡Tenemos tres días hasta que te dejen ir!
—Dos—corregí. No sabía de qué estaba hablando(no quería saberlo), pero impulsivamente tuve la necesidad de aclarar ese punto. Al ver que fruncía el ceño proseguí—. Ya son las doce. Mi primer día acaba de terminar.
Él amplió sorprendido sus ojos verdes. Volteó para asegurarse de que el reloj de pared detrás de él no me desmintiera y volvió a mirarme con la misma expresión.
—¡¿Ya?! ¡Cómo pasa el tiempo cuando te burlas de Will!
La puerta se abrió. Un conocido hijo de Apolo entró. Llevaba dos bandejas, una en cada mano, y tenía cara de pocos amigos. Resistí el impulso de sonreír cuando mi compañero de habitación comenzó a silbar para aparentar inocencia.
—¿Cuando te qué de mí?
—¡Cuando hablamos de lo fantástico que eres, Solecillo!—afirmó Cecil con una sonrisa inmensa.
Will puso los ojos en blanco suspirando, luego me miró con una expresión que parecía decir "¿ves con lo que tengo que lidiar?", para finalmente acercarse a mí y darme una de las bandejas que llevaba. Me miró como si esperara que discutiera—como si se preparara para hacerlo—, pero yo me limité a levantar la tapa y tomar una cucharada de la semidivina sopa.
¿Semidivina?
En realidad sólo era sopa de arvejas. No se fijen.
Como sea, él sonrió complacido, y me dio una pequeña palmada en la espalda como recompensa o algo así. No era como si fuese a saltar de felicidad. Seguí tomando la sopa, al fin y al cabo no estaba mal.
—Tiene unos medicamentos—me explicó—. La pretora me contó que te resulta más efectivo el cuerno de unicornio—frunció el ceño, como si le sonara raro—. Pero creo que eso sólo funciona temporalmente y con los síntomas.
—Como tu chicle—señalé.
—Entiendes rápido. He estado con Hedge y preparamos esta sopa, descuida, no tiene tierra. Él dijo que te dé Gatorade, pero...—volvió a hacer una mueca de contrariedad, sonreí divertido.
—Gracias por tomarte las molestias.
—¿Y qué hay para mí?—interrumpió Cecil dramatizando—¿Dónde está mi cena especial?
Will lo miró como si no fuese interesante, como si estuviese acostumbrado.
—Ten—le pasó su bandeja correspondiente, y al destaparla se encontró con un montón de frutillas y un trozo gigante de queso.
Reí, pero tenía la boca llena de sopa y no iba a escupirla, como tampoco planeaba ahogarme, por lo que sonó como "pffff" me aseguré de tragar antes de estallar en carcajadas como los dioses mandan.
—¿Es una broma?
—Nah, es que hoy las recogimos de los frutillares.
—¡Odio las frutillas!
—Disfrútalas.
Yo seguía riendo, simplemente no podía parar. Era como una venganza, como si supiera que se pasó todo el día hablando mal de él. Cecil parecía estar deséandole la muerte con los ojos. Me tranquilicé a conciencia para no derramar la sopa.
—Dioses—susurré, tratando de recuperar el aliento.
Hacía años que no reía así. Si los próximo días serían similares... quizás valiera la pena.
Continuará.
¿Quién recuerda que prometí un Súper Solangelo? ¡Pues aquí está! no sé cuántos capítulos tendrá, pero créanme, se pone más interesante en el siguiente. Éste es muy largo xD no diré más, si les gustó, por fis por fis por fiiis, dejen Reviews, y sino también, díganme qué piensan. Oh, este fic es una respuesta al fic "Lanzar una flecha o ganar una apuesta" de Karen, en ese hizo que todos odiáramos a Cecil, y yo intento redimirlo(?) si al acabar esto no aman a Cecil (y al Solangelo), pues mi misión habrá sido un fracaso.
Nos leemos por ahí, y que los dioses los acompañen :)
