*Título: "Misceláneas de algún día"

*Disclaimer: "Hey Arnold!" no me pertenece. Es propiedad de Craig Bartlett y Nickelodeon.


*Este fanfic fue escrito y finalizado el 29 de Enero de 2013, con motivo del concurso "Valentine´s contest" organizado por "Save The Jungle Movie". Dicho concurso terminó el día 08 de Febrero del mismo año. Lo publico en alusión al día de San Valentín. Aún no se anunciaron los ganadores. Espero que les guste.


*CAPÍTULO 1: "Un reencuentro y un café"

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No es como esa sensación interior de revoltijo, cuando uno tiene una cita. No, es mucho más que eso.
Es la ocasión, el misterio, los nervios y es, sobre todo, aquél lugar.
Es la magia del eclipse irradiante de luna mortal, reflejado en un estanque, cada vez que resuena como melodía el tan mentado sitio. No es que nadie se fuese a casar, pero, cuanto menos, es una opción alegrarse por el prójimo.

—Entonces, ¿Tú no tienes idea de quién rayos es esto, Phoebe?

—Ya te dije que no, Helga. Sólo sucedió.

—¿'Sólo apareció' en tu puerta, y ya?

—¡Sí!

—Y... Así que... En el Chez París, ¿No?

—No, es en Chez Pierre.

Menos mal. Menos mal. Hubiera sido demasiado cruel el destino, pensaba Helga.

—Genial.

—Pero no sé si ir...

—¡¿Qué?! ¿No irás?

—No lo sé, ¿y si fue un error o una broma, tal vez?

—Phoebe, la tarjeta dice tu nombre. ¿Cuántas 'Phoebes' viven en tu casa? ¿No crees que son demasiadas coincidencias?

—Sí bueno... Pero... No sabría qué ponerme y yo...

—¡Oh, vamos! ¿En cuántos años no has tenido una cita? ¿Mil? Dime.

—Bueno, no tanto como eso...

—Está bien, quizás exageré un poco. Novecientos noventa y nueve, ¿No?

—Helga, tú no cambias...

—Amiga, sólo una cosa te diré. No nos vemos nunca; estás súper atareada con tu trabajo y la maravillosa Helga está aquí: ¡¿Qué mejor momento?!

—Y... ¿Acaso no te verás con...?

—¿Con él? Sí, puede ser... —apagándose su voz—. Eso no importa. Debemos arreglarte.

—¿Tú crees que debería?

—Sí.

—Luces muy segura, Helga.

—Phoebe, éstas cosas ocurren todo el maldito tiempo. Somos adultos. ¡Las citas son como comer caramelos!

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Y no estaba nada mal. Arribar a la ciudad luego de un par de años fuera; reunirse con su mejor amiga y ser su 'casamentera a ciegas' no sonaba como una idea aburrida. Así, no tendría que pensar en cuántos otoños vio transcurrir sin ser correspondida. No haría falta rememorar viejas tonterías cubiertas de telaraña. No sería maquiavélicamente primordial hablar sobre... Arnold.

La juventud que la libertad todo lo alcanza. No más infantilismos soslayados; cacerías de idiotas circundantes. Sin obras de teatro en mamposterías de utilería barata. Helga era una estudiante avanzada de literatura. Afortunadamente, en otra ciudad. Obsesiva y secretamente, basándose en cierto rubio tatuaje de su corazón.

Algunos o pocos, pudieron tener el honor de decir ser una especie de 'novio' suyo. Relaciones quebradizas, siempre, por la volátil pasión con la que ella intentaba convencerse de que su pasado había sido superado. En la generalidad, sus 'romances —escasísimos, en realidad— comenzaban y acababan en amistad.
Helga tenía un aparente conflicto en llevar adelante una relación. Ni hablar de algo duradero. Pero así estaba bien. Era reconfortante ser casi una profesional.

Embriagarse de la más fina literatura; de la más complicada poesía. Quizás no era mucho, pero para ella bastaba. El éxtasis arraigado en noches somnolientas, plagadas de lluvia enfurecida; y pétalos de flores regados sobre sus páginas.
El regreso a Hillwood era una tarea obligada. Reclamos incesantes de una hermana ya casada; en parte de los una amiga sobrecargada de trabajo y, desequilibrando su 'balanza' de la cordura; el alerta de releer hojas hipotéticamente ya dadas vuelta.

Sería cuestión de agregarle entusiasmo al asunto. Helga, como siempre, no dejó de ser ella. Pero se volvió más observadora.
No hacía falta ser científico nuclear para descubrir que Phoebe seguía siendo una persona introvertida y algo insegura. ¡Vaya que ella lo sabía! Toda una niñez y adolescencia repletas de inseguridades y temores absurdos. Alguna vez, había que divertirse.

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—¿Qué tal éste?

—¿En serio? ¿Tú quieres que acuda a una cita con un extraño, y esperas que vaya vestida como una cualquiera?

—¡Phoebe! ¿Cómo crees...? ¡Ése no! —Señalándole otro maniquí—. ¡El de al lado!

¡Cielos! ¡Estás ciega!

—Ja, ja, sólo bromeaba, Helga. Extrañaba oír tu forma de hablar.

—¡Oh...! Me atrapaste, amiga. Gracias, Phoebs. Yo también a ti.

—No fue lo mismo sin tí...

—Sí que lo sé —Respondió con un sobreactuado aire de grandeza.

—Sigamos caminando, éstas tiendas no me gustan.

—Totalmente.

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Nunca antes, hubiera pensando algo semejante; pero a decir verdad, se estaba divirtiendo bastante en esto de 'ir de compras'. La decisión fue fácil. ¿Qué va con todo? El color negro. ¿Y qué es eso que nunca pasa de moda? Un vestido.

Phoebe, sin ser abundante en seriedad o sensualidad; optó —Con el visto bueno de Helga— por un sencillo pero lindo vestido negro, de tela fresca y elegante: Nada mejor que la seda. No era largo hasta cubrir los pies, pero sentaba genial.

—¡Perfecto, Phoebe! ¡Era hora de hacerle honor a esas horas de gimnasio!

—¿¡Es muy ceñido?!

—No, nada de eso. Pero tu silueta 'luce bien'. Sea quien sea tu Romeo, babeará por tí. —dijo guiñándole un ojo.

—Gracias, Helga. Me avergüenzas.

—Nada de eso. Si fuera él, yo babearía por ti, ja, ja.

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Las chicas fueron por un café.

—¿Te das cuenta, que esto es infantil?

—¿Qué cosa? —Preguntó Helga.

—No lo sé, esto; la situación en general... Digo, acudir a una 'cita' de una carta anónima...

—¡Vamos, Phoebe! ¿Qué es lo peor que puede pasarte? ¿Aburrirte? Si sale mal, te recompensaré.

—Iré, pero con una condición...

—¿'Condición'? ¡Oh, vamos! ¡Ya hemos comprado tu vestido!

¿Qué condición?

—Que vengas conmigo.

—¿Qué? ¡¿Y cómo iré a tu cita?! ¡Sería un estorbo!

—¡No a la cita! Quiero que te quedes sentada, por ahí, cerca.

—¿'Por si acaso'?

—Podría decirse.

—No hay nada que temer, Phoebe. Pero si eso te sirve para sentirte mejor, entonces, me esconderé en alguna mesa cercana. Ya te dije, ¿qué puede ocurrir de malo?

—¿Y si sale bien?

—Y, si sale bien... Me alegraré por tí.

—O, podrías ir con 'tu' Romeo y no estar sola, mirándome... —Dijo Phoebe mientras Helga bebía un sorbo de su café.

—Sí... Sobre eso... En realidad, no salgo con nadie...

—¿En serio? ¿Por qué?

—Es que... Te mentí. Nunca he estado de 'novia — novia' con alguien...

—¡¿Qué?! —Se sobresaltó, indignada.

—¡Phoebe, gran cosa!

—¿Pero, por qué me lo ocultaste, Helga? —dijo en tono de reproche.

—Es que... No quería que pensaras que vivo en el pasado...

—Eso es exactamente lo que pienso. —Aseguró Phoebe cruzándose de brazos.

—No te enfades conmigo, es un país libre... Además, tú no fuiste tampoco, la 'reina de las citas' que digamos...

—Lo siento, no te juzgaré, pero... ¿Por qué no me cuentas bien? Tenemos toda la tarde...

—Si tú quieres e insistes...

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Ya era el segundo día que amanecía lloviendo en la ciudad de Hillwood. La mayoría de la gente maldecía la similitud del clima, con el londinense. A Helga no la incomodaba en absoluto.

Nada como amanecer en la calidez de tu recámara; correr las cortinas en un veloz movimiento y despejar la oscuridad de ella, dejando irrumpir a la claridad brillosa de un típico día gris. Las aves guarecidas, entonando cánticos —probablemente— en un glorioso intento de alegrar la jornada. Charcos de agua en algunas azoteas aledañas, persuadiendo a la lluvia de removerlos en miles de ondas expansivas más...

Eran las pequeñas cosas de la vida, esas que maravillaban a alguien como Helga, con ojos de ensoñación momentánea y eterna.

—Buen día, Phoebs, ¿Qué hay?

—Buen día, Helga. Todo perfecto, ¿y tú?

—Con éste clima, todo bien.

—Es eso precisamente lo que me preocupa.

—Oh, vamos. Falta un día, ¡No lloverá tres días seguidos!

—Eso espero...

—¿Soy yo, o 'alguien' está nerviosa por su cita a 'ciegas'?

—No puedo evitar manifestar algún tipo de intranquilidad, Helga...

—Ja, ja... No te preocupes, amiga.

—¿En tu casa, todo bien?

—Olga ha estado un poco sentimental, pero creo que puedo tolerarlo...

—¿No serás tú, la 'sentimental'?

—Tal vez... Ja, ja. Te llamo luego, Phoebe.

—De acuerdo, Helga. Que tengas un buen día. ¡Oh, me olvidaba! ¿Conseguiste un vestido?

—¿Un vestido? ¿Para qué? Si yo no soy la de la cita...

—Es un lugar elegante, debemos vestirnos adecuadamente...

—Está bien —Dijo rodando los ojos—. Ya veré qué hay por ahí. Nos vemos, Phoebs. Llámame luego.

—Por supuesto, Helga. ¡Gracias, igualmente!

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Un día como cualquier otro y, aun así, mejor que uno corriente.
A diferencia de los dos anteriores, amaneció un cielo azul impecable y despejado. Ligeramente ventoso, de aquéllas brisas que marean las cortinas y logran despertarnos; junto al sonido de las hojas de los árboles enfurecer con ellas.

El vestido, pendiendo de una percha ubicada al extremo de su guardarropa, podría decirse que la 'observaba'.

A sus veintiún años, Helga G. Pataki sentía añejos resquemores sobre ciertas cuestiones. ¿Quién podría darse el lujo de decir que 'tiene la vida sentimental solucionada'? Esas eran cosas en las que se sentía una gladiadora. ¿Luchar por amores insípidos que no llegarían a nada? Para muestras, sobra un botón. Amores de secundaria, amores efímeros son. Pero esto no se trataba exclusivamente de ella: No tendría que recordar por qué sus deseos más grandes y pasiones desbordadas nunca salieron a la luz; aunque de hecho, lo recordara.

Una más que nerviosa Phoebe se presentó en su casa. Podrían haber pasado tres años desde que finalizaron la escuela; podría el tiempo cambiar sus aspectos (o no) e incluso la fisonomía de las calles hillwoodenses, pero nada de eso sucedió.

Phoebe seguía siendo una chica tímida y reservada; estudiaba medicina mientras trabajaba medio tiempo en un hospital, pero no cambió en absoluto. Helga, si se quiere, sí. No sería válido admitir la premisa de que su desmedido afecto por un chico rubio, había acabado. Más bien, era una musa permanente de un frenesí literario vitalicio en ella.

Sin más, el espléndido día emprendió su retirada. El atardecer era un espectáculo que unos pocos sabían apreciar.

—¿Entonces tú me maquillarás?

—Hoy me veo sospechosamente tentada a jugar a las muñecas contigo, Phoebe.

—No bromees, Helga. ¿Puedes hacerlo?

—¡Phoebe! ¿Cuándo no he sabido hacer algo? Que nunca haya abusado de los productos cosméticos en mi persona, no significa que a tí no pueda 'adornarte' con ellos.

—Está bien, está bien. ¿Qué tienes en mente?

—¿Qué trajiste?

—Este estuche, tengo algunas cosas...

—Bien, tu vestido es oscuro y tus zapatos también, ¿no?

—Sí.

—Entonces, y, como tú tampoco sueles lucir como un payaso, te aplicaré unos tonos suaves. Este celeste claro me gusta —Dijo señalándolo.

Media hora más tarde; algo de sombra casi imperceptible; rubor en las mejillas —escaso— y un toque de brillo labial, Helga logró realzar la belleza natural de su amiga, sin ser exuberante.

—¿Qué te parece? No exageré, ni nada.

—¡Quedó fantástico, Helga! ¡Luce natural!

—Esa era la idea. No entiendo cómo hay 'muñequitas' que creen que repletas de esta porquería lucen bien.

—¿Me dejarás ahora, a mí?

—¿Dejarte qué?

—Es sólo un toque, Helga.

—¿Maquilarme? ¡Oh no! Yo no necesito de eso...

—Confía en mí. Serán sólo dos cosas, nada más. —Helga elevó su ceja.

—Está bien.

Con mucho cuidado, Phoebe aplicó máscara de pestañas en los ojos de Helga. De por sí, eran largas y, con éste producto tenía una mirada más que llamativa.

—No me reconozco.

—¡Helga! Es solo máscara para pestañas...

—Es broma. Aunque odie reconocerlo, me sienta muy bien.

—Es verdad, tienes unos ojos muy bonitos, Helga.

—¡Oh, gracias, Phoebe! ¡Me haces sonrojar!

—Entonces no necesitarás rubor en las mejillas...

—Mejor. Detestaría ponerme más maquillaje.

—¿Ese es tu vestido?

—Sí, es lo 'más elegante' que conseguí.

—Es precioso.

—Sí, pero la de la cita eres tú, así que no nos preocupemos por mí...

—Con tu belleza, podrías tener también una cita, Helga.

—Phoebe, ahórrate los chistes por si el sujeto es un pesado; Helga Pataki decididamente NO tendrá una cita. ¿Para qué querer un novio?

—Lo que tú digas...

—¿'Lo que yo diga...'?

—Sí... ¿Qué?

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Esas calles tan hermosas, que simulaban ser la mismísima Francia. Las veredas románticas, de miradas perdidas; la música fina y los acordes de una letra imposible de no tomar para inspirarse en una propia realidad.

Según la descripción de la tarjeta de Phoebe, la cita era en el Chez Pierre; en la mesa junto a la ventana, hacia la derecha. La identidad del autor de tales líneas, era un plato que se servía en directo.

—¿Y si no viene, Helga?

—Iremos a tirar rocas al basurero, como en los viejos tiempos. Ya, ¡Déjate de pesimismo! Vendrá. Digo, si no viene, me encargaré personalmente de adivinar quién es y hacerlo pagar por el hecho de que yo, Helga G. Pataki; he venido en un estúpido vestido fucsia, con el cabello semi suelto; y una extraña y pegajosa cosa en mis pestañas, a acompañar a mi amiga; quien ahora, culpa suya, está triste.

—Gracias, Helga.

—De nada, Phoebs. Me sentaré en aquélla banca, ¿La ves? —Le indicó.

—Sí.

—En caso de que algo falle, yo...

—Tienes razón, Helga. No nos preocupemos más. Como dijiste, lo peor que puede sucederme, es aburrirme, ¿no?

—¡Así se habla! Bueno, me sentaré allí. Tengo con qué divertirme.

—¿En serio?

—¿Crees que no vengo 'equipada'? Tengo una soda, comida chatarra empaquetada y la última edición de 'luchas' en mis gloriosas manos. Que, si algo falla, enroscaré y utilizaré para pegarle al sujeto de tu cita; en caso de que sea un pervertido o algo así.

—Ay, Helga... No exageres.

—¡Suerte, amiga!

—¡Gracias!

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¡Vaya mar de los recuerdos! ¡Laberinto de todas las locuras sin escapatoria! Ese lugar, se mantenía igual que siempre. Helga no se refiere al Chez Pierre, precisamente. No, sus ojos ahora se posan en el otro restaurant: El Chez París…

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CONTINUARÁ…


Hola queridos lectores. Como prometí, aquí subo mi fanfic sobre San Valentín. Espero que les guste. Ya lo terminé, originalmente lo escribí como un one—shot, pero decidí dividirlo (aquí) en capítulos porque era extremadamente largo para leer de una sola vez. Espero que les guste y me dejen sus opiniones, las cuales serán bienvenidas. Este fic fue enviado y participa en "Valentine´s contest", así que aún aguardo los resultados. Aunque no gane, estoy feliz de haberlo hecho y concursar en él.

Gracias por leer, saludos.

MarHelga.