Disclaimer: Nada de Kuroko no Basuke es mío. Si fuera de la otra forma creo que todos sabemos cómo habría terminado, ¿cierto? ;)

Nota de autor: ¡HOLAAAAAAA! Sí, lo sé, bastante tiempo ya. No tengo excusas. Pero estoy queriendo mejorar esta historia, redactar un poco mejor y cambiar unos detalles por aquí y por allá. Tal vez les guste o tal vez no. Es imposible conformar a todos. Así que solo les pido echarle una mirada y contarme lo que les pareció ;) ¿Qué me dicen?

CCID-chibi:

Sensei: puede utilizarse para referirse a un profesor o a un doctor.


¿Quién pidió otra oportunidad?

El final de la meta… ¿y el comienzo del camino?

Kuroko se removió entre las mantas, demasiado exhausto –tanto física como mentalmente- para hacer algo más que quejarse, ojos parpadeando de a ratos con el deseo de despertarse y a la vez no. Poco a poco su consciencia comenzó a despertarse, enviándole recuerdos de los días anteriores llenos de emoción y felicidad, evitando los negros con años de práctica.

Rakuzan fue vencida... La Copa de Invierno, la ganamos… Seirin lo logró…

Su equipo… lo habían logrado. Con todos sus esfuerzos, sangre y sudor, luchando, luchando hacia delante. Y Kuroko… él realmente lo había hecho: completado su promesa. El imperio de los Milagros había terminado, los caballeros vencidos y el emperador caído. Sí, pensó, su interior cálido y suelto, gracias Seirin. Gracias Kagami-kun.

Era por ellos –por él- que la sombra había podido vencer a su equipo anterior; gracias a ellos que sus viejos amigos volvían a ver con amor el baloncesto, las canchas, el chirrido de las pisadas, tal como a él lo habían hecho –dado esperanza en sus días más oscuros.

Gracias.

Tal vez algún día Kuroko podría devolverle a Seirin todo lo que ellos le dieron; darles algo tan maravilloso como el sentimiento de sentir que finalmente pertenecía, que era más que una sombra, que él era… querido. Quizás, quizás algún día él podría evocar tal sentimiento de gratitud para poder mostrarles que habían hecho mucho más de lo que pensaban.

Pero por ahora… solo quiero seguir jugando con ustedes, pensó, la imagen de sus senpai y compañeros en su mente.

Todos juntos. Como un verdadero equipo. Como una familia.

Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, el zumbido cálido de sus pensamientos adormeciéndole hasta que el sueño se lo llevó.


Su habitación parecía bastante diferente por alguna razón y Kuroko sabía que no se trataba de sus ojos; él era muy preciso con sus observaciones, después de todo. Pero la poca familiaridad con un entorno cercano no era el problema, no, la verdadera llamada de atención era que se encontraba allí cuando debía estar en el hospital.

El partido contra Rakuzan había tomado un peaje a su cuerpo que no estaba en las mejores condiciones de pagar. El rostro asustado de su luz estaba gravado en su mente –algo en lo que no le gustaba pensar ni quería repetir-, de cuando se había desmayado en el camino a casa. Corriendo al hospital con su mejor amigo entre sus brazos, Kagami había sido el encargado de llamar a la entrenadora para avisarle que algo estaba mal.

El médico les había dicho que tenía prohibido hacer cualquier actividad que involucrase moverse de la camilla y/o hacer la más mínima fuerza hasta que su cuerpo se recuperase. Él podría tardar un mes, tal vez dos, dependiendo de la cooperación y la taza de restitución, y se mantendría bajo la atenta mirada del especialista por lo menos por algunas semanas.

Kuroko no entendía porque era un problema tan grande. Sí, se había sentido muy cansado en el último tiempo pero con el entrenamiento, ¿quién no estaba así? Sí, su ciclo de sueño se encontraba normal, que significaba que dormía cinco horas reloj, y sí, sabía que ocho eran las mínimas para una persona regular -no atleta- pero no podía obligarse a descansar más allá de algunas siestas en el aula. No, no comía todas esas calorías que figuraban allí, jamás había podido, ni siquiera con el régimen de Akashi-kun.

Sensei no había estado feliz después del cuestionario; su equipo tampoco. Y por lo tanto había sido confinado a una habitación del hospital con visitas frecuentes de sus amigos, que significaba largas conferencias sobre su salud que solo habían empeorado cuando su ex-equipo se había enterado. Dudaba que existiese una combinación más aterradora que su entrenadora, Akashi-kun y Midorima-kun.

Por lo tanto, como su tiempo en camilla todavía no había terminado y tendrían que haber pasado por los anteriores mencionados –sin olvidar al resto- para sacarlo de allí, ¿cómo es que estaba en su habitación? Las posibles razones sonaban tontas en su mente así que se negó a seguir en la misma línea y en cambio fijó su atención en el calendario.

Y parpadeó. Eso… estaba mal, ¿cierto? ¿Por qué el calendario marcaba la fecha de pocas semanas antes del comienzo de su primer año en Teiko? Debía de ser alguna clase de broma, y el responsable no merecía más que un amable Ignite Pass en el estómago. ¿… Podría haber sido Aomine? No creía que nadie en Seirin haría algo así.

Lentamente se incorporó, decidido a encontrar una respuesta a todo eso. Sin embargo, su atención fue atraída con rapidez en la forma extraña que su cuerpo se sentía. No era el cansancio ni el dolor, sino más bien como… una falta de reconocimiento. Miró sus piernas y las movió torpemente, notando lo cortas que parecían. Incluso más de lo normal.

(Y para constancia Kuroko Tetsuya tenía una altura promedio para un varón joven japonés. Eran sus amigos quienes tenían más centímetros de lo normal, no era a él a quien le faltaban. Así que no, no era ni "corto" ni "bajito". Era normal, gracias.)

Logrando ponerse de pie miró a su alrededor, notando que solo habían dos fotos sobre su cómoda, ninguna con Seirin o Kiseki. También existían algunos adornos que estaba seguro había roto alguna vez, y lo más importante: el uniforme de Teiko, blanco y celeste, yacía sobre el respaldo de una silla.

La broma era más elaborada de lo que creía. ¿Podrían haber convencido a Akashi-kun para participar? Se preguntó a sí mismo. Entonces lo vio, un sencillo paquete marrón dejado sobre el escritorio. Acercándose, se encontró con lo que ya esperaba, una nota de disculpa de mamá y papá por no poder venir ese año. Nada extraño. Él no los había visto desde los cinco años, cuando su abuela se había mudado con ellos, y ambos adultos decidieron que querían seguir con su vida profesional en el extranjero.

Sin embargo, su vida familiar no era de importancia más allá de que servía para dictaminar que no, no se trataba de una broma de parte de sus amigos. Él no había invitado a nadie a su casa, a excepción de su amigo de infancia una que otra vez, y jamás habían conocido estos regalos ni menos la nota como para copiar caligrafía de la tía Sumiko, la responsable de intentar hacerle pensar que le importaba a sus padres al menos lo suficiente para advertirle sus ausencias.

Existían dos opciones en ese momento: estaba soñando, lo más probable en estado de coma, y su mente había creado todo esto, como algunos casos documentados contaban. Esto sonaba más creíble que la segunda… que sería un viaje en el tiempo. ¿Y cómo podría ser esto posible? ¿Y por qué?

Regresando hacia la cama tomó asiento en el borde y se hundió, un hondo suspiro escapando desde lo más profundo de su pecho. Kuroko… no quería esto. Él estaba feliz con su ¿futuro?, siendo parte de Seirin y competiendo con sus viejos amigos. No era justo. ¿Por qué quitarle la felicidad tan duramente ganada? A sabiendas de lo que le esperaba al final de sus años en Teiko…

Miró sus manos, eran pequeñas y ásperas, pero prácticamente estaban vacías. Toda la fuerza lograda por los entrenamientos no estaba, ese cuerpo era frágil y débil. Dudaba que pudiese lanzar un simple Pase de Ignición sin comprometer su salud. Si quería utilizar sus movimientos tendría que comenzar de nuevo, obtener otra vez la dureza, los músculos necesarios.

Si realmente estaba en el pasado y no se trataba de su imaginación… ¿qué le quedaba hacer? Preguntarse cómo fue llegó allí sería una actividad inútil así que la ruta de acción más segura sería ir con la corriente. Estaba en el pasado, bueno, pues volvería a Teiko, entrenaría otra vez, se uniría al equipo y pasaría por todo –doliese o no el pensamiento-, y lo haría trabajando duro, tal como siempre lo había hecho.

Sabía que lo único que podía –que debía hacer era seguir hacia delante, intentar hacer lo mejor posible y rezar en el templo para no hacer un desastre absoluto. Tenía serias dudas de que pudiese hacer algo peor ya que él ni siquiera era una pieza central, sin olvidar que existían cosas que no podían cambiarse. Kiseki estaba destinada a la grandeza, con o sin él, y sin Kagami hasta dentro de tres años Aomine perdería la diversión en el básquet. Akashi ya tenía problemas con sus dos partes y solo era cuestión de un impulso por parte de alguien para sacar al Emperador afuera; Murasakibara nunca había creído en el trabajo duro y Midorima tendría fe absoluta en Oh-Asa probablemente hasta que se muera. Kise, así, perdería el brillo al juego también.

Era terriblemente deprimente conocer esto.

Cerrando los ojos recordó sus sonrisas, sus aspectos nuevamente felices pero maduros, fuertes después de finalmente ver el error en sus caminos. Sin embargo, en ese momento en algún lugar no eran más que un par de niños que estaban por comenzar la escuela media, unas pálidas sombras en comparación de las luces que podían –que serían.

Y él… él tenía todo su conocimiento, todas sus técnicas, el fruto de su trabajo… en ese cuerpo, uno que no había pasado las dificultades aún. No era lo mismo. Él no lo era. Comparado con el Kuroko de doce años y obviando lo físico él era más experimentado, menos hambriento para simplemente pertenecer y con un carácter ya desarrollado. Sabía que había algo con Akashi lo enfrentaría sin miedo, oscuro o no. Y lo más probable es que si Aomine volvía a decirle lo mismo que una vez en una tarde lluviosa le enviaría un Pase de Ignición sin pestañear con lo que tuviese a mano.

Las cosas no podían ser completamente las mismas, eso era seguro. Similares sí, porque –repitiendo- existían aspectos que ya estaban fijos, más las que eran relacionas con él lo más seguro es que serían diferentes por el simple hecho de que él no era el mismo. El pensamiento le dio un poco de miedo.

¿Y si accidentalmente causaba más problemas de lo que podía arreglar? ¿Si cambiaba las cosas de una manera tan diferente que haría aún más daño a sus amigos? ¿Si ponía en riesgo ese hermoso futuro donde todos se miraban nuevamente de frente, sonriendo? No se lo podría perdonar jamás.

Pero, una pequeña parte de él susurro, no sucederá. Él… él no era lo suficientemente importante, ¿cierto? Había sido una sombra, el mejor amigo de Aomine-kun y el maestro de Kise, un compañero de dulces de Murasakibara y no tan cerca de Midorima como de Akashi, quién le había ayudado a encontrar su estilo. De hecho, si lo pensaba bien quién podría realmente, realmente cambiar todo para mejor –o peor era Akashi. Era tanto un alivio como parte de su confusión.

Después de todo, ¿para qué regresar al pasado si nada importante podía ser cambiado? ¿Era una clase de segunda oportunidad para corregir algunos pequeños errores? ¿Para qué? Era un lío confuso de preguntas y más preguntas que Kuroko sinceramente deseaba omitir; al menos por el bien de su cabeza.

Cortando la línea de dudas, suspiró. Ya estoy aquí, se dijo, y las quejas no sirven para nada. Haré lo que deba hacer… me uniré al equipo de Teiko y seré la sombra de Aomine-kun. Todo sería igual – o lo más similar posible. Era lo mejor, ¿no?

Una parte de él no pensaba lo mismo. ¿Podría realmente… dejar las cosas así? Siendo honesto consigo mismo, y a pesar de la idea de que no podría cambiar lo realmente importante él quería intentar. Era equivocado solo cerrar los ojos y dejar a sus amigos sentir tanto dolor por su propio egoísmo, romper el equipo aparte y darse las espaldas como extraños conocidos.

Kuroko haría su mayor esfuerzo para minimizar el daño. Él… se rompería en pedazos –otra vez-… pero…

¿Cuándo se había rendido a luchar por ellos?


El sol era fuerte cuando salió de su hogar, una pelota de básquet en su bolsa y vestido con un atuendo sencillo de deporte. Quedarse en su casa a cavilar no lograría nada, después de todo, y sabía que necesitaba evaluarse lo más pronto posible para crear un plan de entrenamiento. Con las rutinas de su -¿ex o futura?- entrenadora grabadas en su mente podía arreglar algo, a pesar de que le faltaría Kagami-kun. (Y el resto de su equipo, claro.)

Empujó el pensamiento a una zona posterior de su cerebro –la nostalgia no le haría bien-, y sostuvo el balón entre sus manos, mirando a su rival más grande en el básquet: el aro. En sus mejores tiempos Kuroko había sido capaz de encestar seis tiros de diez, por lo que lo más probable es que en ese momento lograría entrar dos o tres. Esto siendo amable con su horrible prontuario.

Claro, él tenía sus técnicas en la cabeza pero su cuerpo era diferente, más pequeño y débil, por lo que debía de empezar prácticamente de nuevo. Primero lo primero. Poniéndose en una posición de tiro desorganizada probó utilizar su Tiro Fantasmal. El balón desapareció de la vista inmediatamente pero golpeó el tablón del aro y cayó a un lado torpemente. No le importó. El alivio de que había funcionado en su mayor parte era más grande que cualquier picor. Sólo tenía que practicar.

Poniendo en consideración al resto de sus movimientos pensó en su Vanishing Drive. La capacidad de mantener el balón y moverse podría ser imparable por el resto pero había sido vencida por Aomine al cerrar los ojos y oír su respiración, sin mencionar que sin Kagami realmente no tenía mucha esperanza de ser utilizada en ese momento. Se sentía mal de alguna manera.

Así que le quedaba seguir perfeccionando esas técnicas para utilizarlas dentro de tres años… y también crear algunas nuevas, ¿por qué no? Mirando sus manos Kuroko pensó en sus puntos malos y buenos. Por mucho que entrenase su resistencia era algo que nunca parecía mejorar al igual que su velocidad, esto último en cuanto a sus pies. Sin embargo, al especializarse en robos y pases sus manos y brazos eran probablemente la parte más entrenada de su cuerpo –aún si no lo parecía-.

Kuroko parpadeó lentamente como una pequeña idea comenzó a hilarse en su mente. Quizás él podía… mmm… tendría que probarlo pero en teoría podría funcionar. Por el momento quería seguir practicando lo más simple, sin embargo, y sin compañeros no le quedaba más que entrenar sus manos y muñecas.

Un par de horas después, cansado después de una larga tarde, Kuroko se dirigió en máxima velocidad de tortuga hacia su casa. Su idea principal era ir a Maji por uno de sus batidos de vainilla imposibles de superar pero en su estado, empapado en sudor y francamente asqueroso, no sería algo educado a hacer. Su casa no estaba muy lejos por lo que al menos podría llegar rápido y pegarse una ducha pronto.

Efectivamente luego de unos pocos minutos a pie Kuroko llegó a su hogar, dirigiéndose directamente al baño. Pronto era humano otra vez, y con hambre, por lo que se dirigió hacia la cocina. Más que para limpiarla él no había tocado prácticamente nada desde el fallecimiento de su abuela, perseguido por el recuerdo de sus manos trabajando en una deliciosa comida para ambos.

Su vana alimentación había hecho poco para su salud por lo que Kuroko pensaba cambiar eso. No deshonraría sus memorias ni los esfuerzos de la mujer que lo había criado con tanto amor. Esta vez él elegiría recordarla. Empezando con esto, se dijo, tomando uno de los libros de cocina del que sabía habían preparado un par de platos juntos. Marcando el medallón de pescado con miso y arroz se sorprendió al encontrar entre las indicaciones la escritura de su abuela con recomendaciones sencillas… dirigidas específicamente a él.

Un sorpresivo picor en sus ojos le hizo llevar sus manos a su cara, sintiendo la humedad bajo sus dedos, sobre sus mejillas. Había sido un largo tiempo desde la última vez que había llorado. Fregándose los ojos sonrió. Esta vez tomé la decisión correcta, pensó, agradeciendo por primera vez a quién/qué le había hecho despertarse cuatro años antes.

Sintiéndose ligero comenzó a preparar su cena.

La sonrisa –y el brillo en sus ojos nunca dejaron su rostro.


Al otro día al despertarse lo primero en lo que Kuroko se fijó fue el calendario, y al constatar que se trataba del mismo del día anterior no hizo más que suspirar. Bueno, pensó, cerrando los ojos, creo que puedo descartar que sea un sueño. Algo se lo decía, por más que la otra opción se hiciese demasiado increíble de creer.

Inesperadamente el sonido de su celular –que había dejado en algún lugar en su escritorio- le hizo enfocar su atención. Levantándose, se movió para cogerlo, congelándose de sorpresa al ver el remitente. Shige-kun, se leía. Con el corazón latiendo más rápido que hace algunos segundos antes pulsó el botón para abrir, sus manos temblorosas.

¡Mañana, Tsuya-kun! ¿Cómo estás? El mensaje era sencillo, clásico de su amigo de infancia. Un amigo con el que no había hablado ni visto desde aquel fatídico día en su tercer año. Una ocasión que no volvería a suceder mientras Kuroko estuviese vivo; era una promesa. Asintiendo en la decisión tomada presionó "responder", escribiendo su respuesta con dedos más firmes.

Buenos días, Shige-kun, estoy muy bien. ¿Y tú? Envió el mensaje, esperando ansiosamente la contestación. Él quería verlo una vez más, a ese joven, lleno de sueños y amor por el básquet, tan vivo como sus viejos recuerdos lo mostraban. Quería borrar la última imagen en su mente, de esa mirada tan derrotada y rota.

Un sonido cortó ese momento.

¡Estoy genial! El nuevo barrio es más grande, como te dije, y nuestra vecina es bastante quisquillosa pero el resto está genial. Solo me falta un Tsuya para jugar. Varios emoticones de llanto llegaron después, recordándole vagamente de los mensajes de Kise. Los del rubio eran mucho peor, sin embargo. Es bueno que te guste, Shige-kun. Contestó rápidamente, antes de añadir. Me gustaría volver a jugar juntos también.

Shigehiro no sabía cuanta verdad y sentimiento tenía ese mensaje.

¡Hay que organizar! Creo que mamá me dejaré quedarme en tu casa un fin de semana. ¿Sigo teniendo un lugarcito en tu casa, Tsuya? Mirando las caritas de "ojitos" de perrito Kuroko sonrió ligeramente. Eso sería genial. Sí. Todavía tengo la habitación de invitados. Dudó un momento, agregando al final. Y un futon si quieres hacer una pijamada.

¡Considéralo un hecho! Después de un montón de caritas sonrientes Shigehiro acabó. Voy a escribirte más adelante para el día. Vi que hay algunos feriados en los próximos meses, así que aunque empiecen las clases no habrá problema. Curioso, Kuroko echó una mirada al calendario, ojeando las pestañas de los meses. Sí, hay uno al final de abril y tres en mayo. Dime cuando tengas la fecha.

Con una última carita de contestación como despedida Kuroko se dejó caer nuevamente en su cama. Se sintió… feliz. Él era contenido con simplemente disfrutar el regreso de su amistad.


Los días pasaron rápidamente entre básquetbol y cocción, mensajes de Shigehiro y paseos alrededor de su barrio. Kuroko evitó el nerviosismo conforme se acercaba el día, demasiado enfrascado en la nueva parte de su entrenamiento y en la amistad que tanto echó de menos; hornear también requería concentración, ya que había ido escalando en dificultad desde ese primer día, y los recorridos solitarios le habían hecho encontrar una cancha escondida detrás de unos árboles particularmente espesos.

Con todo… lo había pasado bien. Su única "preocupación" era en realidad sobre un tema que jamás habría pensado se plantearía: ocultar o no sus habilidades. Habiendo pasado su vida con la filosofía de dar su mejor rendimiento se sentía hipócrita esconderse completamente. Por otro lado, tampoco deseaba pasar por algo que no era: todo lo que sabía y hacía se debía a haber llegado del futuro, no por ser un prodigio como Aomine, Akashi o los demás de Kiseki.

Kuroko no tenía ningún talento excepcional; simplemente aprovechaba lo que otros verían como gran desventaja, y esto gracias a haber recibido ayuda, sino, lo más probable es que hubiera renunciado al básquet a pesar de su promesa con Shigehiro. Esta vez, obviamente no habría ese riesgo ni tampoco requeriría ayuda de Akashi, pero el peligro era ser puesto en primera cadena en el primer intento.

Tal vez… tal vez si él se ceñía a los pases más simples el entrenador lo pondría en segunda cadena. Con esto, él podría ir incrementando su nivel de juego a poco y sin que nadie sospechase. Sin embargo, esto también sería una mentira.

Voy a cruzar ese puente cuando llegue a él, terminó por decidir, ajustando una muñequera negra sin la cual se habría sentido desnudo. Objeciones personales a un lado, las cosas no cambiarían tan radicalmente si el terminaba junto a la Generación Milagrosa en el primer intento; seguía viéndose como si una brisa se lo llevaría y resistencia era una burla en comparación de muchos atletas.

Él…

Era una sombra, después de todo.


3.540 palabras de contenido. Sí, es casi la mitad del verdadero primer capítulo, pero he preferido dividirlo en dos. Mañana o pasado subiré la segunda parte, que es cuando Kuroko va a Teiko.

Como verán, he añadido varias cosas más a este capítulo, entre ellas porqué Kuroko aprende a cocinar y se convierte en mamá-galleta, que era una idea un "poco" traída por los pelos en la versión original. Estoy haciendo mi mayor esfuerzo para profundizar más en su historia y aunque no sé si les gustará más o no espero contar sus opiniones. ;)

¡Chicles, chicles para todos!

(Hey, que la crisis está golpeando duro por aquí c': )