Aquí estoy. Cuando terminé el Jinete no sabía de verdad si iba a escribir una secuela, pero la idea me vino en mente con el reto de crossover, así que aquí está. Esto es una secuela, así que hay spoilers. Pero si no queréis leer el Jinete, sabed solamente que Kai vuelve a la vida más o menos y se dedica a matar a todos y a cortarles las cabezas. Más o menos. Al menos habría que leer los tres últimos capítulos para entender el principio de este fic.

De esta historia se puede esperar nuevos personajes, mascotas, y por supuesto, muchas muertes y cabezas en lugares inapropiados.

AVISO: Este fic participa del reto Semi-Anual "Arriésgate a escribir un crossover" del foro "Dangerous Liaisons".

DISCLAIMER: Los personajes (excepto Jeremy) no me pertenecen, son propiedad de la CW.

#PALABRAS: 1,763.

VARIABLE USADA: Canción — Demons de Imagine Dragons.


EL JINETE SIN CABEZA Y LA NOVIA CADÁVER


CAPÍTULO I

HIJO DEL MISMÍSIMO DEMONIO

Jeremy Parker-Bennett siempre había sido diferente a los otros niños del barrio. Había algo en él, un aire de inteligencia y una expresión de arrogancia que estaba siempre presente en su rostro. Los adultos siempre decían que se debía a haberse criado sin su madre, que aquello lo había obligado a madurar antes de tiempo. Que, por mucho que su padre hiciera un gran esfuerzo por aparentar normalidad, la muerte de su madre había afectado a la familia Parker-Bennett enormemente.

Los que lo conocían realmente tenían una opinión totalmente opuesta. Los que lo conocían eran solo dos: su padre, Malachai Parker; y su tía, Elena Gilbert. No era verdaderamente su tía, tan solo una de las mejores amigas que había tenido su madre. A pesar de llevar años encerrada en un hospital psiquiátrico, Jeremy le había cogido cariño. Y ella también lo quería a él. Se lo demostraba cada vez que él iba a visitarla.

Un ladrido sobresaltó al chico, de entonces trece años. Jeremy se agachó junto a Ty, su perro, y le dio una galleta. Aquel perro había sido su regalo por su octavo cumpleaños, y sorprendentemente (o tal vez no tanto), el perro parecía todavía joven, fuerte y vigoroso, a pesar de que ya debería ser un anciano. Y todo gracias a su padre. Y es que Kai Parker no le había regalado un perro cualquiera. No, antes de dárselo se había asegurado de hechizarlo para convertirlo en un perro inmortal. Así, mientras que Jeremy lo quisiera, Ty estaría vivo.

Jeremy entró en el gran edificio que era el hospital psiquiátrico en el que estaba encerrada su tía. Parecía increíble que se necesitara un edificio tan grande. ¿Tantos locos había en el mundo? Él no lo sabría; su tía era la única persona que conocía mentalmente inestable. Dentro, la recepcionista lo saludó con una sonrisa y le dio la llave sin pedirle la identificación. Jeremy iba muy a menudo a ver a su tía, pues era la única persona a la que le contaba todo. Su padre le habría escuchado, pero las reacciones de Kai Parker a ciertos de sus actos podrían haberlos metido en problemas.

El chico se metió en el ascensor, y pulsó el botón que lo llevaría al tercer piso. Cuando llegó, se acercó rápidamente a la habitación de su tía, que llevaba ya tres meses fuera de su "celda". Ahora tenía una habitación normal, a pesar de que tenía siempre una de sus muñecas esposada a la cama. Por muy bien que se hubiera comportado últimamente, los médicos sabían que era imprevisible, sobre todo cuando tenía visitas.

−Hola, tía. ¿Qué tal estás?

−Bien, mi niño –la mujer sonrió. Las arrugas comenzaban a aparecer alrededor de sus ojos. Lo cierto es que, a pesar de estar encerrada desde hacía años, Elena había vivido en gran calma, y eso había atrasado el envejecimiento de su piel. No era así con su pelo, que había perdido su tonalidad chocolate hacía ya años. Ahora, aparecía totalmente gris−. Qué bien me hace que vengas.

−Tengo noticias, tía –Jeremy se sentó a su lado, y la tomó de la mano esposada. Parecía verdaderamente emocionado−. Hemos encontrado la manera. Papá ha encontrado la manera de traer de vuelta a mamá. ¿No te parece genial?

Elena lo soltó repentinamente. Jeremy había esperado que volviera a darle un ataque, como las últimas veces en que le había hablado de traer de vuelta a su madre de la muerte, pero no fue así. La mujer simplemente se enfadó. Su semblante se tornó serio, y dejó de mirarlo para fijarse en un punto indefinido de la pared.

−Lo que vuelva no será tu madre, Jeremy. Tu madre está muerta. Lo que sea que tu padre traiga será un monstruo.

−No digas eso, tía. Yo quiero conocer a mamá. ¿No puedes entenderlo?

−Sí, lo entiendo –Elena volvió a mirarlo. Sonreía−. Entiendo que alguien como tú quiera traer a un monstruo de vuelta. Al fin y al cabo, eres el hijo del mismísimo demonio.

Jeremy sonrió y se levantó. Eso era lo que su tía Elena pensaba de él. Creía que, ya fuera a causa de la educación que su padre le había dado o por su propia personalidad, estaba loco. Que no pensaba como cualquier otro chico de su edad, que no utilizaba su inteligencia como debería. Que era, básicamente y al igual que su padre, un psicópata. Le había llamado así varias veces, y Jeremy ni siquiera se había molestado en corregirla. Si de verdad iba a darle una etiqueta, debería llamarlo sociópata. Pero aquello eran meros detalles.

Si los médicos supieran las cosas que Elena le había dicho a su sobrino a lo largo de los años en los que él la había visitado, no dejarían que volviera a verla. Por suerte, gracias a un pequeño aparato que llevaba consigo a todas partes y que su padre había hechizado, podía insonorizar salas a su antojo. A Jeremy le era útil sobre todo cuando su tía gritaba para que lo echaran. A veces se enfadaba tanto con él que incluso intentaba atacarlo. Normalmente, lo único que Jeremy hacía en esos casos era reír.

−Entonces, ¿no querrás ver a mamá cuando reviva? Estoy seguro de que a ella le encantaría volver a verte a ti.

−No, Jeremy, no quiero verla. Y si vas a seguir hablándome de tu madre, tampoco quiero volver a verte a ti.

Elena volvió a apartar la mirada, aparentemente dispuesta a soportar uno de los ataques de rabia del chico. Sin embargo, Jeremy no dijo nada, y poco después, lo oyó dirigirse a la puerta con la cabeza gacha y los hombros hundidos. La mujer se sintió mal al instante.

−Espera –el chico se detuvo con una mano en el pomo. No se giró−. Lo siento, cariño. Sabes que no lo decía de verdad. Yo siempre quiero verte, me alegras el día cada vez que vienes. Por favor, no te vayas enfadado.

Elena no fue capaz de verlo, pero Jeremy sonreía. Le era tan fácil dominar a su tía… El chico suspiró, y abrió la puerta.

−Tranquila, tía.

Se marchó sin decir nada más, oyendo a su espalda los sollozos de la mujer.


El cadáver de Bonnie Parker-Bennett resultaba incluso más hermoso de lo que lo había sido el cuerpo en vida. A pesar del paso de los años, seguía pareciendo un cadáver reciente, y todas las marcas y heridas que la paliza antes de su muerte le había dejado habían desaparecido gracias a la magia. Además, Kai se había encargado de cortarle y pintarle las uñas y de vestirla conforme a las últimas tendencias. Su esposa se lo merecía.

Sin embargo, su gran obra maestra había sido la cabeza de la chica. Primero había empleado un hechizo que la mantendría joven e intacta para siempre. Después, se había apuntado a varios cursos de maquillaje y peluquería (en los que, para gran alegría suya, era el único hombre) para luego poder dejarla perfecta. Sin embargo, primero tuvo que curar todos los golpes que le había dado. Curar aquellos le costó más de lo que había pensado, y no pudo evitar que al final quedara una cicatriz que iba desde su ceja derecha casi hasta su oreja.

Kai Parker-Bennett sonrió tras terminar de aplicar el rubor en las mejillas de su novia cadáver. Se había convertido en un experto maquillador. El hombre dejó la cabeza en su lugar habitual, en un cojín sobre la cómoda colocada frente a su cama. Le soltó la coleta que le había puesto para maquillarla y dejó que las suaves ondas oscuras cayeran hasta rozar la superficie del cojín. La besó suavemente en los labios. Estar enamorado era lo mejor que le había pasado desde que por fin pudo acabar con los miembros de todo su aquelarre. Al menos, pensaba que estaba enamorado. No tenía con qué comparar lo que sentía por Bonnie.

Un ladrido lo sobresaltó. Había sido idea suya regalarle aquel perro a Jeremy, pero a veces lo desesperaba, y empezaba a idear distintos modos de matarlo. El que más le atraía era meterlo en un lugar cerrado, inmovilizarlo y dejar que humanos famélicos se lo comieran vivo poco a poco. Resultaría irónico, dado que el último "Ty" al que había matado había sido un humano devorado por lobos.

Su hijo, Jeremy, lo saludó desde el salón. Kai no le contestó; en cambio, recogió todos los productos de maquillaje que había usado y se marchó al salón, dejándose caer en el sofá junto a su hijo. Su sonrisa era la de un niño con un juguete nuevo, y se le notaba nervioso. Jeremy alzó una ceja al ver la excitación de su padre.

−Ya tengo todo lo que necesitábamos. Ya podemos traer a tu madre de vuelta. Me ha costado, debo admitirlo. No te haces una idea de lo maleducada que llega a ser la gente cuando les quieres robar. Nunca me había sentido tan ofendido como por esa mujer. La veías y parecía una señora amable, y luego…

−Has tenido que matarla –terminó Jeremy. Kai asintió−. ¿Y ha sido la única?

−No. La atención al cliente está en crisis, Jer. Si alguna vez montas un negocio, asegúrate de contratar a empleados que sepan tratar con el público.

−¿Cuándo vamos a hacerlo? –preguntó el chico, interrumpiendo a su padre; sabía que, una vez que se ponía a hablar, era casi imposible callarlo.

−Mañana. Hay luna llena –Kai se levantó y se dirigió a la cocina. Jeremy encendió la televisión, a pesar de que se supiera la programación de memoria y saber que no encontraría nada que le fuera a gustar. Su padre le gritó desde la cocina−. ¿Qué tal con la tía?

−Muy bien. Me ha llamado hijo del demonio.

Jeremy sonrió al recordar el encuentro con su tía. Kai volvió al salón, también sonriente, con una bandeja en una mano y un bol de palomitas en la otra. La bandeja estaba llena de snacks que les gustaban a ambos.

−¿No te parece que hoy en día se utiliza demasiado el nombre del demonio? Incluso en la cultura popular. Siempre los hay en libros, televisión y videojuegos. Incluso en la música. Tu madre amaba una canción llamada "Demons" –añadió como si acabara de recordarlo. Seguidamente sonrió−. Era de un grupo llamado Imagine Dragons. Tú no los conociste, ¿verdad? Creo que maté a uno de sus miembros. En realidad fue culpa de tu madre. Me obligó a ir al concierto con ella.

Jeremy apagó la televisión. No la necesitaba. Los relatos de su padre le resultaban mucho más entretenidos.