Comenzamos con esto nwn. Tres palabras asignadas. ¡A disfrutar!
Datos del fic:
Título: Paraules perdides.
Pareja: Taiora.
Tipo: Drables o OS.
Especial: El Topic Taiora del foro Poryecto 1-8 presenta el Reto Navideño.
Ranking: T.
Temas: Romance, humor.
Advertencias: Posible Ooc, Ic, pocas risas, dosis de dulzura y hasta posible sangrado nasal de felicidad. Ok no.
Disclaimer: Los personajes utilizados no me pertenecen, son usados sin fines de lucro.
Resumen: Palabras que remarcan la existencia de una pareja. El amor dado en pequeñas situaciones.
Frio
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I
Hacía frio. Por las que los demás se negaran a ver la realidad. Por más felices que estuvieran en sus risas. Ella tenía frio. Calándole por los huesos. Atravesándole los guantes de lana. El abrigo. El gorro.
Hasta el bolso contra su cadera era frio.
Empezaba a maldecir a su novio por hacerla quedar en un día tan helado. Una cita. Decía habérsela ganado tras marcar tres goles en el último partido en el que sí, Sora había pasado un frio de muerte., pero había valido la pena ver su cara de pura felicidad.
—Si no llegas pronto… te enterarás— murmuró en un escalofrío.
A ella le gustaba el verano por lo mismo. No existía frio. Podía vestir amplias ropas y cortas de mangas. No sentía más frio que el necesario del aire acondicionado.
De repente, sintió algo cálido contra su mejilla. Dando un respingo, se apartó y miró hacia la causa.
Taichi sonreía, de esa manera que siempre la descolocaba. Sostenía en una mano enguatada una bebida caliente y en sus ojos, la promesa de que no se arrepentiría de haber ido ese día.
II
El frio tenía sus cosas buenas. No las descartaba. Mucha gente podía amar u odiarlo o simplemente, darles igual. Ella estaba en el modo neutral, siempre y cuando no tuviera que lidiar con un pelo encrespado y la piel seca. Unos detalles a los que pocos esperarían que ella prestara atención.
Pero en esos momentos, solo podía pensar que tenía unas cosas demasiado buenas. Unas eran las comidas calientes que podía disfrutar. Las bebidas calientes que en verano echaba de menos. Y especialmente, el contacto entre las personas. Aunque principalmente, con su novio.
Taichi era demasiado calentito para el verano. Sin embargo, en invierno, era una gozada.
Sora adoraba meter las manos por debajo de su camiseta. Acariciar la suave y caliente piel con sus dedos a la par que se le calentaban. Le gustaba sentir su cuerpo calentarse gracias a la cercanía del otro y aunque Tai terminaba llevándose algún que otro pellizco debido a su capacidad para que sus manos descendieran demasiado hasta su trasero, no podía evitar pensar que sería algo cruel no permitírselo por mucho tiempo. Al fin y al cabo, sus nalgas también necesitaban calor.
III
—Venga, Sora.
—Voy, voy— replicó ante la insistencia.
Se frotó las manos heladas y tras dar al play, corrió hacia él, dejándose caer a su lado en el sofá. Tai cerró el brazo a su alrededor y cubrió sus cuerpos con la manta. Sora tiritó, pegándose contra él.
No podía haber nada mejor.
Tu novio. Palomitas dulces. Una película. Frio y lluvia en el exterior. Oh. Y una manta. Eso era pura gloria.
IV
Tembló de frio cuando las ropas se las llevó con él. Pero a la vez, de placer. Sus ojos se encontraron en medio de aquella tormenta helada. Sin luz y sin nadie a su alrededor, el dejarse llevar por la pasión era algo que no podían evitar.
Él dejó caer las ropas a un lado. Sus manos no podían estar más tiempo lejanas a ella. Su piel sensible al tacto, calentándose bajo sus caricias. Torpes besos y dedos nerviosos. Una risita nerviosa escapándose contra su piel. El aleteo de la perdida y el comienzo de un nuevo rumbo. Su mundo cambiado y ni el frio en el exterior podía aplacar la pasión.
Su nombre en sus labios. Sus dedos en su espalda, tensa y suave bajo sus falanges. Los movimientos sobre su cuerpo. La unión inequívoca de sus cuerpos y sus almas. El sexo en su pura pasión. Una risa escondida en sus miradas. Una complicidad única en busca del ansiado premio que terminó en sus labios.
V
El frio de la temperatura no era lo único que existía en el mundo. Él lo sabía. Mejor que nadie. No podía explicarle a nadie ese sentimiento exacto. Tampoco se lo desearía ni a su mejor enemigo.
Pero se sentía frio. Completamente. En su interior. En el exterior. Ella siempre decía que él era cálido. En ese momento se sentía helado. Sin rumbo. Perdido. Por más que se miraba las manos, antes llenas, ahora tan frías como vacías.
Le faltaba su calor. Y ya no volvería. Todo había quedado en nada. Era como haberse hundido en medio de un lago helado.
Alguien le dio una palmada en la espalda. Otros le frotaban los hombros. Alguien dijo algunas palabras.
No importaba. Todo estaba helado.
Porque ella… ya no estaba.
Hubiera sido más feliz con Yamato.
Miró al cielo. Una lágrima vagabunda por su mejilla.
Mentira. Ella solo era feliz conmigo. Ella era mía. Mía.
Aún así, por muy convencido que estuviera, nadie podía calentar de nuevo la llama de su corazón.
Nos vemos en el siguiente ñvñ.
