Disclaimer: Ningún personaje me pertenece.
Esta historia participa en el reto #89 "La muerte es tan... definitiva" del foro Alas Negras, Palabras Negras.
Tywin se frota las sienes, harto. El llanto del recién nacido —aún no se atreve a llamarlo su hijo— retumba en sus oídos con fuerza, recordándole a él y al mundo entero que Joanna está muerta.
Su dulce y amada Joanna, de sonrisas suaves y manos cálidas. Su esposa, su compañera, su consejera. Tywin no es tonto; sabe que nunca va a ser lo mismo.
El pequeño monstruo berrea con fuerza, como si no le pareciera suficiente el haber matado a su señora esposa para venir al mundo. Su Joanna jamás habría podido alumbrar a semejante criatura, no. Solo los dioses podrían haber hecho algo así.
Vuelve a masajearse las sienes, cansado. Resulta injusto que su esposa esté muerta, mientras a ese pequeño ser le sobran fuerzas para gritar. Mientras reflexiona sobre el destino de aquella criatura, los recuerdos de Joanna acuden a su mente.
…
Tywin golpea el escritorio con fuerza, furioso. Él no le ha devuelto su antigua gloria a la casa Lannister para ver cómo Tyrion la transforma en su burdel. Cersei no puede heredar, dice; Jaime, por sus votos, tampoco. ¿Por qué, pues, no le reconoce él, como su padre, sus derechos?
La respuesta de Tywin fue clara; pero Tyrion, que nunca ha aprendido a controlar su lengua, logra enfurecerlo. Tywin Lannister sabe guardar la compostura frente a los demás, y solo cuando él abandona sus estancias, es capaz de dejar salir su frustración.
¿Que por qué no se ha vuelto a casar entonces?
Esa pregunta, y no la insinuación de que es un hipócrita, es lo que lo obliga a dar un puñetazo en el escritorio. Maldito sea.
Tywin cruza los dedos bajo la barbilla y suspira; necesita pensar. Guarda en sus estancias un retrato pintado de su Joanna, mandado a hacer pocos meses después de que contrajeran matrimonio. La hermosa mujer le sonríe dulcemente; sus ojos verdes brillan y los rizos le caen ricamente sobre los níveos hombros. Así la recuerda él. Siempre había sido algo más que la Mano del Rey o el Señor de Roca Casterly junto a Joanna; había sido un hombre que amaba a su esposa. ¿Cómo, pues, podía pensar en casarse con otra mujer después de tantos años?
Que se lo diga Tyrion hace las cosas peores.
Su hijo —porque Tywin no puede probar que no lo es— vive, vive y vive. Tywin tiene que verlo todos los días vistiendo el orgulloso león rampante, llevando su apellido, trayendo vergüenza y deshonra a la casa Lannister mientras Joanna permanece muerta.
Y así seguirá siendo.
