Capìtulo I
Traición.
Al igual que el engaño, la traición lo había acompañado y lo había visto crecer con el pasar del tiempo. Sin embargo, él, mejor que nadie sabía que existía una diferencia entre la una y la otra. Había una pequeña línea que las separaba haciendolas, practicamente, gemelasidénticas. La diferencia radicaba en que el engaño vivia un largo lapso de tiempo, pero la traición era instantanea y sus consecuencias eran devastadoras y prolongadas.
Odio.
Esa pequeña palabra que mantenía a su corazón latiendo constantemente y que le había ayudado a seguir constantemente. Y al igual que el odia, la venganza no curaba pero consolaba. Eso era todo lo que había necesitado sentir desde hacía algunos años. Consuelo.
Venganza.
Se dice que la venganza es el manjar más condimentado en el Infierno. Y aunque en el pasado él no habría pensado de aquella forma... En esos momentos importaba poco. Con el pasar del tiempo, la venganza se había colado en lo más profundo de su ser, desgarrando por completo el corazón bondadoso que alguna vez lo caracterizó.
Destrucción.
Aquella palabra que alcanzba a todos aquellos que perseguían una venganza para intentar apaciguar el dolor del alma, el cual lentamente se había convertido en odio. Un odio que era implcable y que pocas veces se borraba por completo.
A su corta edad él lo sabía. Su experiencia le había liberado de los sentimientos que lo invadían cuando a pensas era un niño y pensaba que la mayoria de las personas eran buenas. O que siempre harían el bien.
Menudo error.
Las personas siempre cubrian sus errores inculpando a los demás, siempre dejando que otros pasaran las noches en vela por su culpa. Sin embargo, aquello era un círculo vicioso que se repetía una y otra vez. Los seres humnos, simplemente no eran capaces de aceptar sus errores.
Miró por segunda vez la foto que cnservaba de las personas que había considerado como su familia. La única que conocía y la que siempre había conocido a lo largo de los años. Ninguna persona, en absoluto, había cuidado de él como ellos lo habían hecho.
—O paraxeno, adelfoi — susurró apretando la imagen contra su pecho.
Las lágrimas corrieron libres por sus mejillas mientras los recuerdos iban mermando de su corazón y se coloban con ansias de sangre en su mente. Vio el momento preciso en el cual Seiya le había animado durante su última batalla. La última batalla que sostuvieron juntos.
El aire gelido de la noche le demostró la parte gélida que tenía la vida y que era muchisimo más cruel de lo que ellos habían experimentado. El dolor que dejaba la muerte y el odio que le seguía a ésta con el pasar de los años. No había vuelta atrás, aunque él así.
—Seiya, Shiryu — susurró sus nombres con todo el dolor que había contenido durante la tarde. Muy dentro de sí, sabía que ellos jamás volverian, aunque él lo desease con todo su corazón. No tenía uqe engañarse con más tonterias o sentimentalismos, pero al ser el corazón más puro de la época, no podía contener por demasiado tiempo sus emosiones.
Desesperado por encontrar el conzuelo que necesitaba, se levantó de la silla con una rapidez que ia acompañada de elegancia. Entró en la casa solamente para encontrarse con la mirada lujuriosa de un hombre de cabellos rojos y nariz recta.
—Mi dulce niño — pronunció mientras le sonreía y le mostraba los colmillos.
—¿Qué deseas? — su voz estaba ronca y el calor se le acumuló en las mejills.
—Lo mismo de siempre — su sonrisa se hizo más grande, permitiéndole a su acompañante que viera los colmillos caninos que salían de su boca.
El chico de mirada dulce, pero con un color rojo, lo miró sin la menor pizca de sentimientos mientras metía la fotografía en uno de los bolsillos de su pantalón.
—¿Qué haces aquí? — le preguntó con una calma pasmosa que no sentía.
Su acompañante comenzaba a odiar esa asquerosa calma.
—¿Estás sordo, mocoso? — le rugió mientras desaparecía de la vista del joven que no pasaba los 16 años. — He venido a secarte.
Shun le sonrió cálidamente.
—Eres muy arrogante — le dijo el peliverde. — No veo como eres el dios de la premonición si eres tan... estupido.
El hombre de cabellos rojos lo miró con furia contenida.
—No te atre... — volvió a rugirle mientras aparecía detrás del chico y le jalaba el pelo.
—Hades se va a cabrear si se entera que me has lastimado de alguna forma — le dijo Shun mientras una sonrisa traviesa le cruzaba el rostro.
Sois masoquista, chico — escuchó la afirmación Saat en su mente.
Poquitín — le respondió mientras encendía su cosmos, sin hacerlo estallar.
—Hades está encerradito en su maldito templo — le dijo con lujuria y malicia. — Aunque, no me importa... Si no me puedo divertir contigo, me divertiré con tu hermoso hermano... — le dio un lametón la mejilla. — ¿Cómo es que se llama él? ¿Yung? ¿Hyuga?
—Hyoga — susurró Shun con dolor.
Hyoga era lo único que le quedaba.
El hombre de cabellera roja le soltó el pelo y utilizó su poder de dios para aparecer delante del chico. Los ojos esmeraldas del chico eran lo más hermoso que jamás hubiera visto. Y él no era el único dios que pensaba de la misma forma.
Sin embargo, había algo que atraía a los otros dioses del chico y no era precisamente sus ojos. Sino ese magnifico cuerpo que delataba su descendencia. Aunque su madre había intentado ocultarlo, aquelo chico no era netamente japones.
—Hyoga — susurró de nuevo el dios. — Pero... — acarició el cuello de Shun con el dedo índice. — Tú eres mucho más hermoso que él — el dios lo inmovilizó escasos segundos y le clavó los colmillos en la yugular.
Shun no fue capaz de quejarse mientras el ardor le invadía los sentidos. Hasta que sintió la fuerza bullir en su interior. Algo se había quebrado por completo y daba paso al temor más grande los dioses que eran considerados "Los Destructores".
Shun se apartó al dios con un solo empujón y lo inmovilizó al tomarlo del brazo. Los ojos le brillaron plateados y afilados mientras desfilaba la mirada sobre el cuello del dios de las plagas. Le enterró la mirada en los ojos verdes del dios.
—¿Qué eres tu? — preguntó mientras sentía como se debilitaba con la mirada platinada del chico.
Shun si quiera le respondió y drenó por completo los poderes del dios y sonrió.
—Jamás te metas con mis hermanos, — le siseó mientras sus irises plateados regresaban a la normalidad y mostraban sus ojos verdes-azulados. — en especial no con el único que me queda vivo — una lágrima resbaló por su mejilla y el dios también cayó al suelo.
—Shunny... — una voz suave lo llamó. Levantó la mano y quitó el cuerpo del dios del piso. — No eres esto.
—Lo seré, kirya mou — le dijo en griego. — Ellos se llevaron a mis hermanos.
La sombra se desplazó y envió una descarga de energía hacia el chico de ojos esmeraldas. Sin embargo, el chico se puso en pie. Esta vez, la sombra le envió una descarga más potente, tal vez el doble de potencia, y la envió por el plano astral.
Shun se desmayó sin poder levantarse de nuevo y jadeando levemente.
—Mira lo que le hizo la perra de Athena — dijo la voz mientras otra silueta aprecía detrás de ella y tres más se unían al grupo.
—Lo que más hemos temido... — dijo una sombra celeste.
—Hades... — llamó una sombra que destellaba rojo.
—Lo siento, Morri — dijo con dolor. — He intentando protegerlo de esto desde que nació. Siempre teniendo a mis mejores demonios para que lo calmen para que no desate su verdadera naturaleza...
—Y Athena lo hecha a perder dejando que lo único que lo mantiene como el alma más pura del mundo — dijo una sombra de brillo gris.
—Se valla — terminó la frase una sombra que irradiaba violeta.
—Pero tiene a Hyoga — dijo Morri muy seria.
—Pol — llamó Hades. — Hyoga no sabe lo que él es.
La mujer que Hades había llamado Pol miró al chico en el suelo y utilizó su poder para hacerlo levitar hasta la cama.
—Lo descubrirá pronto... — dijo Hela mientras miraba el hermoso rostro.
—El miedo que él inspira es solamente comparable con su bellea — dijo una sileuta de carne y hueso que se sentó a su lado.
—Anya — llamó Pol.
—Mi hermoso Shunny — la mujer de cabellos oscuros le besó la mejilla y colocó su mano sobre la frente del peliverde.
La puerta se abrió al instante las sombras desaparecieron, a excepción de Anya. Quien simplemente se hizo invisible y observó como Hyoga miraba al inocente Shun. Lo vio acariciarle el cabello y llorar en silencio.
—Esa zorra — maldijo Anya mientras se veía obligada a dejar al par de hermanos solos y con el dolor de la perdida de sus lideres. — Porque eso eran Seiya, Shiryu e Ikki — susurró Anya. — Líderes.
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Hola a todos... Este es mi primer fanfic sobre Saint-Seiya. Por favor no me den de tomatasos. No soy muy buena en las cosas grupales... Menos si abarcan tantas personas. Espero que les haya gustado y por favor, dejenme saber lo que piensan de esta historia.
Hasta pronto.
