Su cuerpo se mecía suavemente, coincidiendo con las teclas del piano y la aguda voz que cantaba al compás. Una sutil sonrisa rota apareció en sus labios, sus ojos dulcemente se cerraron. Silenciosamente, su alma llamó desesperadamente a quien le hacía sentir completa, aunque de antemano sabía que no obtendría respuesta.

¿Y qué si este mundo se convierte en una mentira?

¿Si en cualquier momento desaparecieras de vista?

A la deriva del abismo del tiempo.

Sin embargo, todos tus recuerdos respiran dentro de mí.

Una lágrima logró escabullirse, acariciando su mejilla con crueldad, recordándole la tristeza que sentía por su amor unilateral. Recordó con dolor que no importaba cuánto lo amara, ese amor nunca sería correspondido.

Entonces lo intentaré.

Para proteger esta mentira.

Silenciosamente me rindo.

Y dejó este mundo atrás.

¿De qué servían tantas competencias ganadas, que fuera el mejor del mundo? Al final había sido utilizado y destrozado, al final todos sus esfuerzos no significaban absolutamente nada.

Y dolía, por supuesto que dolía. Y, aun así, se encontraba dedicándole un mérito más a través de su melancólica danza.

Ahí estábamos, brillando indefensos…

Solamente quería descansar, dormir y nunca más despertar. Estaba cansado, muy cansado, tan cansado…

Quizá todo sería mejor si su bella musa lo amara.

Visiones del futuro que algún día se perderán…

Cuando terminó su interpretación, miró a su alrededor. El público aplaudía eufórico, sus entrenadores lo observaban con una sonrisa. Sin embargo, a lo lejos, también pudo apreciar a quien era el dueño de su alma… Besándose con aquella chica a la que tanto odiaba porque le había arrebatado su todo. Su pecho ardió ante el rencor y el dolor, sus ojos se llenaron de lágrimas. Sintió su mente fragmentarse un poco, destrozarse hasta acabar en nada.

Lo último que escuchó fue su nombre siendo exclamado por quien tanto amaba y odiaba al mismo tiempo.

– ¡Yuzuru!

Y la vida es la llave para soñar.