Equilibrio

por Karoru Metallium


Disclaimer: Yu-Gi-Oh pertenece a Kazuki Takahashi y Konami, sólo lo uso para divertirme y sin fines de lucro. Las situaciones presentadas en este fic que no pertenezcan a los ya mencionados, son propiedad intelectual de "Karoru Metallium". Si no respetas eso, serás pateado.

Advertencia (favor leer): Esto es un Seto/Yami, mi versión personal de algo que ha sido escrito ya bastantes veces, eventualmente yaoi y lemon; si no les gusta este pairing por favor no lo lean y ahórrense flames. Además: 1) No soy experta en el Antiguo Egipto, ni en el Duelo de Monstruos, ni siquiera en el anime o en el manga de YGO, así que no esperen enciclopedia y ahórrense las correcciones; 2) Esto es, obviamente, un AU... cero decirme "esto no es así, o as", por favor; me gustan los estudios de caracteres y eso es lo que voy a hacer, por lo que mantengo los personajes lo más IC que pueda aunque retuerza las circunstancias que les rodean; 3) Prefiero el nombre de Yami al de Atem, y este fic está situado más o menos cinco años después de los acontecimientos en el anime.


Capítulo I

Aún vivo

La gala benéfica del Instituto de las Artes de Domino City era todo un éxito: el enorme salón de exposiciones del edificio estaba lleno a reventar de gente bien vestida y enjoyada que había asistido a la subasta previa y que ahora se limitaba a disfrutar del ambiente, de la orquesta y de la comida.

Sólo una persona no parecía disfrutar de la velada, a juzgar por su expresión aburrida y su ceño fruncido. Estaba vestido de smoking, al igual que la gran mayoría de los caballeros asistentes a la gala; pero se distinguía de los demás por su elevada estatura, su porte elegante, sus cabellos castaños bien cortados pero con un llamativo y pesado flequillo sobre la frente, y sus helados ojos azul rey.

Estaba aburrido, hastiado y a punto de irse cuando vio a una alta y exótica mujer morena vestida de blanco dirigirse hacia él, y no pudo evitar que un leve gesto de fastidio asomara a su rostro. Ella iba a lograr abordarle al fin, después de todos los años que se había pasado evitándola en cada uno de los escasos eventos sociales a los que asistía.

Apenas tres días antes, Ishizu Ishtar había hecho acto de presencia en Kaiba Corp exigiendo verlo, y no aceptó ninguna de las excusas que Kaiba le dio a través de su secretaria; insistía en hablar con él, y cuando lo logró, simplemente le pidió que le devolviera el Cetro del Milenio por unos días. Como el condenado artefacto estaba guardado bajo siete llaves en una de las cajas fuertes de la compañía desde hacía cinco años, todo lo que Kaiba tuvo que hacer fue retirarlo de la bóveda y entregárselo a la joven egipcia, sin tener que intercambiar más palabras de las necesarias con ella.

Sin embargo, antes de irse, la hermosa mujer le había mirado fijamente, y le había dicho que pronto tendrían que hablar. Ahora ese momento parecía haber llegado.

- Seto Kaiba... eres tan difícil de atrapar como pareces - la voz ronca y sedosa de la mujer parecía diseñada para aflojar las rodillas del que la escuchara; pero no tuvo efecto alguno en el aludido, quien simplemente arrugó el ceño un poco más de lo acostumbrado e inclinó levemente la cabeza en un forzado gesto de cortesía.

- Ishizu Ishtar. Buenas noches.

- Hasta que al fin logro hablar contigo... nunca te has dejado ver en público con mucha frecuencia, pero en los últimos años parece haber empeorado tu tendencia ermitaña; cuando no estás de viaje, estás encerrado en tu oficina...

- Tengo mucho trabajo.

- Ya sabes lo que dicen de mucho trabajo y nada de diversión... - Kaiba resopló y la miró con desdén.

- No vivo para entretener ni complacer a nadie. Hago lo que me parece.

- Sí, eso lo sabemos todos. ¿Puedo hablarte?

- Ya lo estás haciendo, Ishizu - apuntó secamente el joven.

- No es a eso a lo que me refiero y lo sabes muy bien.

- No creo que tengamos nada de qué hablar.

- Yo creo que sí - lo miró fijamente -. Por cierto, te ves muy bien.

- ¿Para ser un ermitaño, quieres decir? Gracias - el joven tenía la facultad de hacer que ciertas palabras sonaran como insultos, e Ishizu captó el sonoro "vete al diablo" que acechaba tras sus palabras apenas corteses. Los ojos azules estaban vacíos de emoción o de pasiones, simplemente no había nada en ellos.

- Bueno, más de la mitad de la población del continente, hombres y mujeres, no pueden estar equivocados al haberte seleccionado como el soltero más deseado...

- Qué soberana estupidez - masculló Kaiba. De haber sido menos mundano se habría sonrojado.

- Mirándote, puedo decir que definitivamente no me parece estúpido - le dijo con firmeza, y él le dedicó una mirada de incredulidad.

- ¿Estás flirteando conmigo, Ishizu?

- ¿Y qué si así fuera?

- No lo sé, no había pensado en eso antes - un brillo extraño apareció en los fascinantes ojos azules, y la boca bien formada se curvó en una sonrisa burlona. Era evidente que Kaiba había madurado en muchos sentidos, no solamente en el físico; tenía una seguridad en sí mismo aún mayor que la que mostraba a los dieciséis años, manejaba la situación con un savoir-faire del que antes carecía... y eso no había mejorado su carácter, ni parecía hacerlo particularmente feliz. Pero sí lo hacía más cortés, aunque fuera por mero aburrimiento -. ¿Qué es lo que quieres en realidad?

- Qué, ¿no puedo hablarte sin que pienses que tengo motivos ocultos? Podría ser que me gustaras, ¿no has pensado en ello?

- Ishizu, todos quieren algo de mí, particularmente los que se me acercan en plan conquista; y no es precisamente mi persona lo que quieren, sino lo que puedo hacer por ellos. ¿Qué es lo que tú quieres que haga por ti?

Eso sí que era amargura de la buena, mezclada con una buena dosis de hastío y desaliento. Si bien nunca había parecido tener algún tipo de fe en la gente, ahora Seto Kaiba simplemente parecía haber perdido cualquier gusto por la vida que pudiera haber tenido. Sin embargo, esta vez Ishizu sí tenía que pedirle algo, y le escamaba un poco encajar en el razonamiento desviado y amargo del joven millonario.

- Por una vez estás en lo cierto, aunque no quisiera darte la razón - la sonrisa sarcástica de Kaiba se amplió aún más -. Tengo algo que pedirte. ¿Podemos conversar en privado? - le preguntó, dándose cuenta de que muchos ojos curiosos estaban posados en ellos.

- Como quieras - dijo el joven, encogiéndose de hombros y tomándola del brazo para guiarla -. Sólo espero que no tengas novio, marido o lo que sea, porque la va a pasar mal cuando lea los diarios...

- ¿Qué?

- No te hagas la idiota. El mero hecho de que hayas estado hablando conmigo por más de dos minutos ya te hará parte de las columnas de chismes de mañana... después te preguntas porqué tengo tan poca vida social - se burló, y luego añadió, en tono sombrío -. Es el precio de no ser un ciudadano común y corriente, supongo.

Ishizu suspiró y se dejó conducir a una de las salas privadas, donde se sentaron en sendos sillones junto a una chimenea, a salvo de oídos indiscretos.

- ¿Y bien?

- Estamos a punto de lograr revivir al faraón.

- ¿Qué? ¿Revivir? ¿Cómo que revivir?- por un momento el joven se quedó desconcertado, como si no recordara de qué le estaba hablando la mujer; luego pareció caer en cuenta y frunció el ceño - ¿Aún siguen con esa tontería del faraón? Pensé que ya habrían dejado eso por la paz... ¿no fue suficiente con lo que pasó en la final de Battle City?

- Lo que es sorprendente es que aún sigas sin creer en tu pasado, después de todo lo que te ha sido revelado - dijo Ishizu con enojo, y Kaiba volvió a sonreír con sorna.

- Oh, pero si yo les creo - la frase tuvo la virtud de dejar a la joven egipcia literalmente con la boca abierta, especialmente porque en los helados ojos azules había ahora un brillo de interés -. No soy un imbécil, Ishizu; siempre supe que allí había algo, pero simplemente no me daba la gana de creer en ello, no si eso significaba darle la razón a gente como Marik, como tú... o como Yugi.

- Es decir, por simple terquedad.

- Por orgullo, Ishizu, si lo prefieres. Mi orgullo me ha perdido más de una vez, pero me ha salvado muchas otras - la reflexión la sorprendió, pero el joven ya parecía estar meditando en lo que ella le había dicho antes -. El faraón es el espíritu del rompecabezas, ¿cierto? El que en realidad luchaba contra mí en los duelos... no era difícil darse cuenta de eso, dada la usual forma de ser de Yugi; pero con franqueza, al principio pensé que se trataba de una especie de doble personalidad. Y cuando él mismo me lo dijo, no le creí.

- Yugi también luchaba contra ti - le defendió la mujer, pero Kaiba no le hizo caso.

- Lo sé, pero mi verdadero rival no era Yugi, aunque más de una vez deben haberse ayudado entre sí. Mi verdadero rival era el otro, el que no me respetaba en lo más mínimo y luchaba contra mí como si le importara muy poco mi vida. ¿Crees que no me di cuenta de que quiso matarme en Duelist Kingdom? Ése no era Yugi, aunque en ese momento no le presté atención... estaba desesperado por lo que podía pasarle a Mokuba en manos de Pegasus. No creí que fueran dos personas distintas hasta el verdadero final de Battle City - pensativo, se echó hacia adelante en el sillón y apoyó la barbilla contra sus dedos entrelazados -. ¿Para qué quieres materializar a un espíritu de tres mil años de antigüedad, y cómo piensas hacerlo?

- Nos ha tomado años llegar al punto en el que estamos ahora, y hemos corrido un riesgo muy grande. Puedo explicarlo, aunque sé que es muy poco probable que creas en las fuerzas místicas que han permitido que esto suceda...

- ¿Para eso necesitabas el Cetro?

- En parte, sí... - lo miró con curiosidad - Pensé que no creías en los poderes de los artículos del Milenio, Kaiba.

- Ya te dije que no soy imbécil, Ishizu. Tuve bastante oportunidad de ver a Marik utilizando esa cosa; por eso la enterré en una de las bóvedas y la he tocado sólo dos veces en cinco años: cuando la recibí, y cuando te la devolví hace unos días. Ya he tenido bastante de maniáticos homicidas, y no quiero convertirme en uno.

- ¿Temes lo que pueda suceder si experimentas su poder? Después de todo, tú eres la reencarnación de su legítimo dueño...

- No quiero hablar de eso. Ahora llegamos al punto más importante de esta conversación: ¿qué tengo que ver yo en todo este asunto? - preguntó el joven, mirándola fijamente. Directo al punto, como el hombre de negocios que era. Pero ahora parecía más animado que antes, quizás porque el asunto le proporcionaba cierta excitación que no había sentido en mucho tiempo: el estímulo de tener frente a sí algo nuevo y desconocido.

- Necesitamos una gran fuente de energía. Tú eres poderoso - repuso Ishizu con sencillez -, puedes proporcionarnos lo que necesitamos, y luego hacer que el comienzo de su vida en esta época sea menos difícil; hablando en términos legales, claro.

- ¿Y porqué tendría yo que facilitarle las cosas al que ha sido mi enemigo?

- Porque es nuestro faraón, y ambos estuvieron siempre muy cercanos el uno al otro. Había confianza entre ustedes...

- ¿Confianza? Estás equivocada, Ishizu. Recuerdo muy poco de esa "otra vida", es cierto, pero lo poco que recuerdo me dice muy claramente que nunca estuve en buenos términos con esa persona que tenía poder sobre mí. Tú misma dijiste en una ocasión que me sublevé contra él - sus ojos eran de nuevo helados e insondables, como si el vago recuerdo de un viejo odio los ensombreciera.

- No puedo explicarte esas circunstancias, en parte porque no todo me ha sido revelado, y en parte porque no estoy autorizada para decir lo poco que sé; pero si no quieres hacerlo por el pasado, entonces hazlo por honor, Kaiba. Sé que eres una persona recta y honorable; has cometido actos innobles sólo bajo influencias malignas. El faraón es tu único y verdadero rival. Él tampoco ha recuperado los recuerdos de ese tiempo, pero como lo que es ahora, y como lo que tú eres, te respeta; tú puedes ayudarlo.

El joven pareció considerar y sopesar sus palabras, pensativo; Ishizu esperó, casi sin aliento, el veredicto que pronunciarían esos labios tan sensuales y sin embargo tan inflexibles. Kaiba era el único con el poder suficiente para lograr lo que deseaban, y a pesar de las protestas de los amigos de Yugi, que también lo eran del faraón, ella sabía que estaba haciendo lo correcto. El faraón necesitaba toda la ayuda que pudieran proporcionarle para iniciar sin tropiezos su nueva vida... y esta también era una manera de acercar a los dos seres que habían sido tan importantes para ella en su vida pasada.

Kaiba no parecía estar cómodo nunca; a pesar de que su posición en este momento parecía relajada, su espalda estaba muy recta y sus hombros tensos, irradiando una especie de energía pasivo-agresiva que resultaba amedrentadora para la mayoría de las personas. No para Ishizu, sin embargo. Ella era consciente de que el joven sólo era capaz de hacer daño bajo determinadas circunstancias -más bien cuando perdía la cabeza-, y éste no era el caso. Era posible que Kaiba se sintiera incómodo y molesto en su presencia, pero nunca lo demostraría y menos haciéndole daño.

Lo más probable era que terminara haciéndose daño a sí mismo, sin contar con el daño que ya se había hecho al aislarse voluntariamente de las personas que podían ayudarle; el tiempo, el trabajo, la soledad y la presión, a la larga quebrarían las barreras en la mente del joven. Lo quebrarían a él, que había tratado de acabar intelectual y físicamente con el faraón y su luz, que trataba a todos los demás como si fueran la escoria de la tierra, que amaba profundamente a su hermano, que era tan frío y despiadado que a Ishizu le dolía pensar en las circunstancias que lo habían llevado a ser así.

El Collar del Milenio la había provisto con muchas imágenes de su vida pasada, imágenes en las cuales el sacerdote Seth aparecía con mucha frecuencia, casi tanto como el faraón. Seth también había tenido esa actitud prohibitiva y lejana, por razones quizás parecidas a las de Seto Kaiba...

Aquellos ojos azules se clavaron en ella de pronto, sobresaltándola; él se dio cuenta de su sobresalto y una sonrisita sarcástica planeó sobre sus labios, una que casi hizo sonrojar a la joven egipcia. Demasiado atractivo para su propio bien y el de los que lo rodeaban, y él lo sabía; sin embargo, no solía utilizar ese hecho para su ventaja. Era parte de la extraña mezcla que constituía su personalidad... era capaz de mentir y engañar, pero sólo hasta cierto punto y a las personas a las que evidentemente despreciaba.

Se dio cuenta de que el joven millonario parecía ahora más animado de lo que estaba cuando habían iniciado la conversación. No, no más animado, simplemente más vivo, como si la sangre circulara con más fuerza por sus venas y coloreara de rosa la palidez de su rostro. ¿Podía ser que comprendiera lo que significaba tener al faraón de vuelta? ¿Podía ser que...?

- En algo tienes razón - dijo lentamente, sus ojos animados por un resplandor vagamente divertido -, es mi único rival. Y aunque hace años que no tengo un duelo, no sería honorable que dejara indefenso al único rival digno que he tenido, cuando puedo ayudarle. Lo haré.

Los ojos de Ishizu se iluminaron con alegría y gratitud, y su sonrisa no disminuyó ni siquiera cuando el joven le enumeró las condiciones que ponía para proporcionarle ayuda. Kaiba podía sentir el contento que emanaba de la joven egipcia en oleadas, y no le molestaba para nada; más bien le resultaba extrañamente confortante. No se sentía tan animado desde hacía mucho tiempo... quizás desde su último duelo con Yugi.

- Entonces, ¿quieres venir a ver lo que hemos hecho? Si quieres puede ser ahora mismo...

- Muy bien. Vamos - mientras escoltaba a la joven hacia la salida, consciente de que todos los ojos estaban clavados en ellos, Kaiba calculaba mentalmente todo lo que iba a tener que hacer y las personas a las que tendría que llamar si el experimento tenía éxito. Claro que primero tendría que ver lo que Ishizu había logrado hasta el momento y eso le provocaba una sensación extraña, no del todo desagradable, en la boca del estómago.

Se preguntó por primera vez si estaba haciendo lo correcto. Recordaba al ser irritantemente seguro de sí mismo, sarcástico, autoritario y desdeñoso que había tenido frente a él en cada duelo, y que era tan diferente del chico dulce, amable y vacilante que era su compañero de clases. El único rival digno de Seto Kaiba... el único que había sido capaz de vencerle en el juego que había hecho suyo, el único al que respetaba, aunque a regañadientes.

Él nunca cedía un milímetro en una negociación, ni siquiera aunque lo viera todo perdido... pero ahora cedía sin saber exactamente el porqué. Quizás era la excitación que le provocaba el enfrentar un reto en el que estaban involucradas fuerzas desconocidas, un juego que podía ser muy peligroso; pero si se hubiera tratado sólo de eso, simplemente podía haber intentado probar a ver lo que podía hacer con el Cetro del Milenio en todos los años que había estado en su poder.

Quizás porque después de todo era simplemente un ser humano. Quizás ahora cedía por esa parte de él que deseaba ser amado, aceptado, sentir el compañerismo y la calidez que siempre había rodeado a Yugi, y de lo cual siempre había estado un poco envidioso, a pesar de los fuertes sentimientos que lo unían a su hermano.

- ¿Adónde? - le preguntó a Ishizu una vez que abordaron su limosina; cuando ella le dio una dirección en las afueras, él transmitió la información al conductor, y el auto empezó a deslizarse silenciosamente en la noche.

Quizás era por los sueños que no era capaz de recordar y de los que despertaba noche tras noche, sudoroso, con los dientes apretados y los músculos tan tensos que no podía ni mover un brazo para encender la lámpara en la mesa de noche y tener luz, seguridad. Rígido como un cadáver, embalsamado por el temor, el dolor y la furia en sus venas; eventualmente podía relajarse lo suficiente para mover brazos y piernas, pero cada vez que abría los ojos después de esos sueños siempre sentía lo mismo. Como si la noche no fuera a terminar nunca, como si toda su vida estuviera sumida en las sombras.

Quizás, más que todo, le guiaba la memoria vaga del sueño, de unos extraños ojos cuyos colores parecían fluctuar entre el rojo vibrante de los rubíes y el rojo quemado de los topacios.


N.A.: Las posibles incongruencias no me molestan -y espero que a ustedes tampoco-, porque trato de centrarme en el aspecto emocional del asunto. Consideren que estoy tratando de establecer de una manera lo más realista posible lo que podría ser el comienzo de una relación creíble entre dos personas opuestas en casi todos los sentidos, pero al mismo tiempo parecidas: poderosamente masculinos, brillantes, sensitivos, fieles a su palabra, capaces de dar la vida por sus seres queridos. Aunque de vez en cuando leo hurt/comfort, no soy fan y el típico "X es violado/golpeado/tiene un accidente/intenta suicidarse, Y lo consuela y logra abrir su corazón, se enamoran, bam, sexo" me cae como una patada. Por eso es que esto será lento, probablemente serio, pesado y angst (o sea, más bien adulto y no tanto en el sentido hentai del término, por lo que es probable que no sea popular entre los lectores de esta sección, pero no me importa xD) y va para largo, nada que ver con Dorado que era un estudio de caracteres en primera persona más o menos ligero mezclado con smut xD.

Gracias a mi beta por su paciencia y por entender (mejor que yo) lo que quiero hacer en este fic. Y gracias a los que dejaron revs para el epílogo de Dorado y Cálido: Randa, Escila (gomen, te confundí con otra persona), Rally (toma YGO xD), Nakokun, Hikaremi, Kendra Duvoa, Tyci, Haima (si le das una oportunidad a este fic podría gustarte, jaja), María (claaarooo), Águila Fanel.