Todo pertenece a GRRM.

Este fic participa en el Reto #28 "Vientos de Invierno" del foro Alas Negras, Palabras Negras.


La voz del mar

Aeron Pelomojado miró la tormenta con recelo, nubes oscuras se arremolinaban una a la otra, sin dejar ver el cielo; el mar no se distinguía de la tormenta por lo revuelto que estaba. «Es la misma batalla una y otra vez». Murmuró una plegaria para su dios y señaló a sus hombres para que hiciesen lo mismo.

Los Goodbrother no confiaban en él para dejarlo libre en su castillo, así que sus movimientos quedaban confinados a aquella habitación de piedra. Sus hombres bajaban todos los días a realizar los rituales necesarios para aplacar al Dios Ahogado y traerle agua de mar para su cantimplora, pero Aeron Pelomojado no estaba seguro de que aquello lo calmaba completamente. «Soy su más leal siervo, solo me quiere a mí», pensaba cada momento desde que la tormenta había empezado hace ya más de cuatro días. Miró por la ventana otra vez y suspiró.

Los Goodbrother y demás señores de Gran Wyk lo apoyaban contra Ojo de Cuervo, pero temían más a su ira. El trono de Piedramar ahora pertenecía a un impío amante de la magia negra, tomado por la fuerza después de la muerte de Balon. «El Dios Ahogado tendrá su justicia contra Euron, su dios es la arrogancia y el orgullo y eso lo llevará a su muerte —pensó acariciándose la barba con uñas largas y sucias. Aeron rechazaba los baños traídos por los sirvientes de Goodbrother, advirtiendo que solo en las estancias de su dios estaría limpio—. Me tienen encerrado y eso es lo que causa la tormenta».

Uno de sus hombres ahogados le ofreció comida de su propio plato, pero Pelomojado la rechazó con un gesto, debía mantenerse alerta y despierto para cualquier señal de su dios. Necesitaba escuchar las olas de cerca y que estas le susurrasen su plan, que lo guiasen contra de su hermano; seguro el Dios Ahogado no iba a dejar que Euron se sentase cómodamente en el trono mientras su fiel y humilde sirviente se pudría en un castillo en Gran Wyk. No, claro que no, la tormenta era señal de aquello, muchos barcos de Ojo de Cuervo ya se habrían hundido en los puertos y eso disminuía su poder. «Pero Victarion…».

Victarion era un traidor, se dijo firmemente. Su única esperanza residía en el hecho de que su hermano mayor era más fuerte que Euron, más listo, más fiel al Dios Ahogado. Había dejado que Ojo de Cuervo lo sedujese con sus palabras y le dio la espalda a su dios para cumplir con las órdenes de su rey. «¿Qué es un rey ante dios? Euron no se merece las estancias acuosas, merece que el Dios de la Tormenta lo despedace con ira». Balon había muerto demasiado pronto, dejando un caos en las islas de Hierro y era tarea de Aeron guiarlas en busca de la luz.

Sus hombres fieles lo habían proclamado rey en Gran Wyk: «¡Pelomojado rey! ¡Aeron rey!», gritaron con el sonido de las olas como fondo, a los ojos del Dios Ahogado, era una señal clara de lo que debía hacer. En aquella ocasión había redirigido a sus hombres para apoyar a Victarion (Asha nunca, una mujer era frágil y volátil), quien los llevaría a una era de oro, pero su hermano mayor había demostrado ser solo un seguidor sin imaginación y ahora los dioses luchaban encima de ellos. Aeron Pelomojado sería quien los guiara bajo los ojos vigilantes de su Señor. «Me compararán con Baelor el Bendecido —pensó casi con una sonrisa—, pero aquel rey seguía a dioses falsos».

Nueve hijos había engendrado la entrepierna de Quellon Greyjoy, cuatro habían llegado a la edad adulta y solo uno sería el destinado para seguir con su legado. «Lo que está muerto no puede morir, sí, me levantaré de entre las sombras más duro, más fuerte».