Un Pequeño Affaire
Los personajes de Ranma ½ no me pertenecen.
Advertencia: Este fic es un lemon, contiene escenas sexuales explícitas, si bien, mi intención con ello es traslucir las emociones que el acto en sí genera en las personas que están verdaderamente enamoradas, espero haberlo conseguido, ustedes, amables lectores, juzgarán.
I. La Decisión de Akane
Después de dos años de convivencia, la relación de los herederos del Mutsabetsu Kakuto Ryu había degenerado notablemente. Sólo se hablaban a gruñidos, se gritaban, se soltaban los peores insultos que pudieran darse, y en general se mantenían apartados todo lo que podían. En esto último, el resto de los pretendientes habían ayudado entusiastamente, después de su intento de boda habían emprendido una sistemática y desesperada guerra en contra de esa relación, ya que se habían asustado lo suficiente como para ver a dónde conduciría todo si los dejaban a solas.
En el tiempo transcurrido, ambos habían crecido en fuerza y belleza. Ranma estaba hecho un hermoso hombretón, de 1,90 de estatura, anchas espaldas, esbelto y bien definido cuerpo, y fuerte mandíbula cuadrada, que exudaba virilidad y que hacía doblarse las rodillas femeninas, causaba sonrojos y hasta desmayos cuando sonreía con aquella seducción suya, destellando los zafirinos ojos y deslumbrado su blanquísima dentadura.
Akane, por su parte, se había convertido en una diosa que encendía la imaginación calenturienta de los jóvenes a su alrededor, y sólo conservaba su apodo de marimacho por un fortísimo decreto de la terca imaginación de su prometido, y el despecho de sus rivales, que la odiaban de todo corazón cuando, sin quererlo, se paraba al lado de ellas eclipsándolas totalmente.
De los dos, ella era quien más había cambiado. Abandonando completamente sus intentos de cocina: aduciendo que no valía arrojar sus perlas a los cerdos (traducción en el diccionario de Akane: no me seguiré esforzando por mentecatos malagradecidos), lo que su sutil prometido le agradeció efusivamente, ganándose a pulso una buena paliza; practicaba yoga, cosa que había ayudado que su figura, que él tanto ridiculizara antaño, se afinara y sus músculos se aplanaran, ganando bellas curvas, gracia y flexibilidad, además de ayudarle bastante con su carácter y a manejar un poco mejor sus arrebatos de mal humor. Había tomado de sensei a Mousse, luego de gritarle a todos que a pesar de vivir en una casa llena de maestros en el arte, ninguno era capaz de enseñarle. Esto último no le había hecho ninguna gracia al joven, quien al ver la relación que se iba estableciendo entre ellos, no cesaba de fastidiarla en el sentido que sólo a ella se le podía ocurrir pedirle ayuda al tipo más estúpido y peor artista marcial de la ciudad, a lo que ella respondía con su dulzura habitual que el mayor idiota de Nerima era él y que las técnicas de las que estaba más orgulloso eran, de hecho, amazonas.
Tal era el panorama en el dojo Tendo una tarde de verano, mientras Akane esperaba pacientemente que el idiota desocupara el gimnasio, haciendo sus ejercicios de respiración en su cuarto. Juzgando que ya había pasado el tiempo suficiente para que éste se hubiera ido, se encaminó a su práctica diaria, pero antes de abrir la puerta, alguien se le adelantó, y se encontró con el magnífico espectáculo de un Ranma empapado de sudor y respirando pesadamente. Por su desnudo torso, miles de tentadoras gotas recorrían un pecaminoso sendero que encandilaba a la muchacha, quien se quedó paralizada de la impresión y aspirando bruscamente, se mareó del picante y boscoso aroma que exhalaba la piel del muchacho. Casi soltó un gemido ante el súbito asalto sensual de sus inexpertos y virginales sentidos.
Ranma, por su parte, se quedó tan paralizado como ella ante su repentina aparición y preso en esa mirada líquida marrón, que en ese momento le aparecía tan atrayente y asequible, fijó la mirada en los carnosos labios que eran su perdición. Cerró los ojos y aspiró profundamente para romper el hechizo antes de que lo llevara a hacer algo que podía lamentar, y le soltó:
-¿Qué miras? ¿No puedes resistir un masculino ejemplar como yo? –para agregar con voz guarra- ¿Acaso quieres perderte conmigo en el dojo por un momento, para que te enseñe a comportarte como una chica?
¡Plaf! El fuerte bofetón sonó como un súbito disparo en el enrabiecido momento que siguió.
-¡Vete a bañar de una vez, a ver si te sacar las delirantes fantasías de la cabeza, fenómeno, y de paso te quitas de encima la peste que exudas! –para proseguir-. ¡Y la única manera de que me enseñaras a ser una chica, sería un curso de cómo Ranko se liga a los chicos, baka hentai!
Pisando fuerte, pasó por su lado, le pegó un estrellón con el hombro y luego lo arrojó fuera del gimnasio, para obsequiarle un portazo que hizo temblar las venerables tablas de la construcción. Inmediatamente, se oyeron los gritos de un agitado y colérico entrenamiento que la joven iniciara en el interior. Afuera, unos ojos azules miraban la puerta con tristeza:
-Akane… -suspiró-. Soy un cobarde –para seguir su camino al baño, derrotado.
Unos ojos pardos habían seguido con interés la escena. Cuando el espectáculo acabó, la mediana de los Tendo volvió a ocuparse de sus asuntos más tranquila.
Akane ya estaba bien cabreada. Ya hacía dos años que era la novia de ese imbécil y las cosas no habían avanzado en absoluto. Después de todo, le sobraban mujeres que se arrojaban a sus brazos (si bien él no les hacía caso, cosa que le conservaba la vida), pero ella estaba por cumplir los 18 y sentía ansias de tocar, de abrazar y ser abrazada, de besar. Sus anhelos de sentirse querida eran tan fuertes, que empezaba a tener sueños muy lúbricos que la dejaban toda sofocada y alborotada, sin poder volver a conciliar el sueño, mientras que el causante de sus desvelos roncaba a pierna suelta al otro lado de la casa. Pelotudo.
Lo peor de todo es que sabía que él también sentía algo por ella (por algo había sacrificado su cura y matado a Saffron en Jusendo), pero el muy necio se dejaba ganar por la timidez o el orgullo, según el caso, y las zorras que lo rondaban hacían todo a su alcance para empeorar la situación entre ambos y el muy idiota lo permitía. Realmente, no tenía mucha capacidad de decisión y eso era una de las cosas que más detestaba de su prometido. Además, notaba como sus lazos se iban deteriorando y cómo empezaba a hacerse más atractiva una actitud más complaciente a sus ojos. Seguramente las hormonas empezaban a hacer también su efecto en él y se estaría planteando si cedía a sus impulsos con alguna de ellas, el muy imbécil.
Hablando de esto en medio de una práctica con su sensei (cosa que hacían a menudo ya que ambos sufrían del desprecio de sus amores), éste le comentó con voz agobiada:
-Por mi parte, me he planteado como un millón de veces el darle una pócima a Shampoo y hacerle el amor hasta hartarme y expulsarla de mi organismo de una vez por todas…
-¡Mousse! –chilló escandalizada, parando por completo sus ejercicios-. ¡No pensarás en serio violentarla así!
-Akane… -le contestó un tanto abochornado sobándose la nuca, no había planeado confesarle aquello, pero ya que se le había salido-. La verdad es que a estas alturas, lo único que quiero es deshacerme de este mal amor, que me hace mucho daño. Las amazonas son veneno para los hombres, no saben amar, y en verdad, compadezco a Saotome si aquella mala pécora le llega a echar el guante. A mi modo de ver, sólo recibiría una cucharada de su propia medicina.
-¡Aún así, Mousse! ¡No es digno de ti! ¡Tú al menos, no eres de ese tipo!
-OK, OK, Akane –dijo, alzando las manos en un gesto de defensa-. Sólo es uno de esos pensamientos que llegan a uno en esas horas desesperadas, ya sabes…
-Bien, pero que no pase a la práctica Mousse, o yo también clamaré parte de tu pellejo.
-Akane, realmente eres demasiado buena para tu propio bien –se encogió de hombros.
-¡Por qué dices eso! –espetó rabiosa.
-Porque si el caso fuera al revés, Shampoo no dudaría en ayudar al admirador que tuvieras en hacer sus sueños realidad para alejarte de una vez y para siempre de su airen –contestó, imitando la voz melosa de la amazona.
-Pues yo no lo creo –le retrucó-. Más de una vez, Shampoo me ha prestado ropa cuando me han raptado o algo.
-¡Eso lo ha hecho para estar cerca de Saotome, o para aprovechar de eliminarte a la menor oportunidad!
-¡No es cierto!
-Ya te dije que eras demasiado buena –se encogió de hombros-. No vez el mal en los demás.
Y siguieron discutiendo un buen rato más. Le parecía excesivo lo que el despecho llevaba a decir al amazona. De cualquier manera, lo que había dicho el joven le daba que pensar. A ella también le hacia daño el amor que sentía por Ranma, ya había desesperado en que alguna vez le confesara su amor y la defendiera por sobre las otras, y la verdad es que ya no quería seguir sufriendo sus desaires. Quería ser feliz, quería alguien que la amara y se jugara por ella, y a quien no tuviera que estar monitoreando cada vez que le diera la espalda. No, ya era suficiente, le parecía que el joven se retractaba de sus sentimientos, como lo hiciera con lo ocurrido en Jusendo, y si no deseaba quererla, pues él se lo perdía. Por cierto que no permanecería sola, tenía mucho que dar a quien quisiera recibirlo.
El problema es que era mucho más fácil hacerlo que decirlo. Ella también tenía la enfermedad de Mousse y no podía deshacerse de sus sentimientos así como así. En los días que siguieron estuvo mucho tiempo meditando acerca de lo que le dijera el joven amazona. Estaba segura de que su historia no tendría un final feliz y no quería pensar en el día en que tuviera que decirle adiós a Ranma, cuando él se fuera del brazo de alguna de esas desvergonzadas.
La pregunta era: ¿Estaba dispuesta a dejarse ganar por los trucos sucios de esas cualquieras? ¿Acaso ella era menos prometida que alguna de ésas? Claro que no. Meditando en ello llegó a la conclusión de que Mousse tenía razón, simplemente dejaría de seguir las reglas. Si querían sacar las garras ella les demostraría con quien se estaban metiendo, ya se había cansado de hacer el papel de niña buena y que la tomaran por idiota, y de paso, le daría una buena lección al imbécil, quien acostumbraba a no tomársela en serio, porque gracias a la estupidez de su padre la tenía por segura, habida cuenta de las veces que se la había ofrecido en bandeja. ¡Malnacido, cómo se atrevía!
Lo más importante en todo esto era, por supuesto, seguir siendo fiel a si misma y no portarse como las otras, no quería rebajarse a su nivel, que era lo que Ranma detestaba de ellas y en lo que ella le daba toda la razón. ¿Cuál era el camino entonces? Pues fácil, ellas manipulaban, engañaban y no tomaban en cuenta los verdaderos deseos de del chico en cuestión. Todo lo que hacían tenía como fin el lograr ganarles al resto el premio en que habían convertido al muchacho, es decir, lograr su mano, y asegurárselo así para siempre. Ninguna preguntaba o le interesaba lo que el chico verdaderamente quería.
Bien, eso requeriría una gran determinación y autoconfianza, pero estaba decidida y eso era todo. ¡Ya basta de sufrir!
-Debe ser difícil ser la prometida fea, ¿verdad?
-¿Mmm? –bruscamente sacada de sus cavilaciones, se volteó para enfrentar a la cocinera que aprovechando su soledad en el recreo, trataba de hacer por su causa.
-De verdad, Akane, no sé como alguien con tanto supuesto orgullo se presta para seguir con este papel si evidentemente esta muy por fuera de tus posibilidades el atrapar a Ranma, digo con tu falta de encantos…
-Oh, por favor Ukyo, si vas a recurrir a una estratagema tan barata y ridícula como ésta, es que de verdad estás desesperada –sonrió con ironía, lo que descolocó completamente a la otra. Estaba acostumbrada a que su gran orgullo le jugara malas pasadas a la chica Tendo, y quería sumar un granito de arena a la cuenta para separar a los chicos. –Esperaba más de ti, después de todo, nos conocemos desde hace tiempo, y hemos pasado por mucho como para que me vengas con este tipo de mierdas.
-Por lo mismo, te lo digo por amistad…
-Bah! –la descartó con un movimiento de la mano- Si de verdad creyeras eso ni te molestarías en venir por mí, pero ése es el punto, ¿verdad? –le dijo, con una sonrisa maliciosa-. ¿Tal vez, estoy demasiado cerca, incómodamente cerca? He estado casi a un tris de casarme…
La otra palideció. Aún tenía pesadillas con la boda aquella que impidió por los pelos, y la actitud arrogante de esa cretina empezaba a sacarla de sí. Después de todo, era la prometida oficial, la deseada por los padres de su amado, la que tenía el dojo, la heredera del Mutsabetsu Kakuto ryu, la que vivía con él, y para peor, la que él defendía a capa y espada, la única a la que llamaba prometida y celaba. Cabreada, empezó a sacar la espátula, pero ella le advirtió:
-Mejor te olvidas de eso. Nunca te ha dado resultado y además, él viene hacia aquí.
-¿Qué? –preguntó, estúpidamente descolocada Ukyo.
-Hola chicas, ¿qué se traen? –preguntó el objeto de su disputa, quien las miraba con sospecha mientras se acercaba con cautela, había visto los preliminares desde lejos y se apresuró a intervenir. La situación lo tenía más que harto, pero por ningún motivo quería que Akane saliera lastimada.
-¿Qué crees, idiota? ¿No se te ocurre? ¿O es que a estas alturas todavía tengo que dibujarte un diagrama? –le contestó la dulce voz de su prometida, mientras la otra balbucía alguna disculpa. Akane, bufando exasperada, se marchó pisando fuerte. Ella también estaba harta, pensó él tristemente.
Ukyo presenció con pena la mirada de anhelo y frustración que su prometido le dedicaba a esa condenada fierecilla. Teniendo en cuenta el carácter de Akane y cómo se comportaba con él, a la cocinera no le cabía en la cabeza cómo era que su Ranma podía estar interesado en la chica Tendo, ¿es que acaso no sabía lo que era mejor para él, no podía ver que ella era la pareja ideal para él?
Ranma por su parte, pensaba con tristeza que Akane seguramente estaría más que feliz de librarse de él y de las innecesarias complicaciones que traía a su vida. Y si bien él daría la vida por su bienestar, no sabía si sería capaz de hacer ese sacrificio por ella. Cada vez que pensaba en estar sin ella su cerebro cortocircuitaba, no podía respirar, y se le instalaba una dolorosa roca en el pecho. Se consolaba pensando que al menos le era útil, ya que en estos años transcurridos la muchacha había crecido y su promesa de belleza se había cumplido de forma tal, que era el foco de atracción de todos los lunáticos que pasaban por allí y que insistían en raptarla.
Su cabello negro que había crecido para cubrir su cuello, le recordaba el cielo que le gustaba admirar sobre el techo de su habitación, con aquellos misteriosos reflejos azulados que se desplazaban por inextricables escondrijos regodeados en sus secretos pensamientos, su pálido rostro que como la luna de aquel nocturno paisaje atraían la mirada de todos con esa pura luz, que destellaba en sus líquidos y marrones ojos orlados de larguísimas, gruesas y azuladas pestañas, y más aún en su angelical sonrisa, esos tentadores y plenos labios sonrosados, tan carnosos y deseables, su vulnerable cuello de cisne, esos hermosos brazos entre los que él alegremente moriría, sus pequeños y erguidos pechos, largo y elegante talle de esbelta cintura y redondeadas caderas, rematadas de largas piernas y pequeños y delicados pies, todo el inventario de la joven lo hacían suspirar y revolcarse de anhelo durante las interminables noches en su cuarto.
Si tan solo ella no fuera tan espinosa con él y le permitiera acercarse, abrazarla, tocar esa lustrosa y perfecta piel de seda, saciar su sed en aquellos irresistibles labios… había ocasiones en que la necesidad de tocarla era tan dolorosa que apretaba sus manos bajo sus axilas o se mordía los dedos con fuerza, o le soltaba cualquier barbaridad para que ella le estampara su mazo en la cabeza y lo librara de su tormento los benditos minutos que duraba su inconciencia. Y así, el tortuoso círculo vicioso de deseo y repulsa giraba sin acabar jamás.
¿Por qué tenía la desgracia de haberse enamorado de la única chica que lo quería a mil millas de ella? ¿O no era así? ¿Sería cierto lo que a veces veía en sus ojos, cuando lo celaba, cuando se enojaba al ver a las otras cerca de él? ¿Sería solo orgullo o producto de su acalorada imaginación? ¿Una diosa como ella se fijaría en un fenómeno ignorante y grosero como él?
Esa misma noche se despertó de uno de aquellos tormentosos sueños pasionales, uno en el que ella y su prometido se escabullían a uno de los rincones de la escuela para acariciarse y hacer el amor… Enrabiada y alborotada por el sueño, o más bien, la acumulación de éstos por un lago período, con una gran humedad entre sus piernas, se levantó exasperada, y se dirigió a la habitación del origen de su inquietud.
Abrió con cierta violencia la puerta del cuarto del chico, hacía tiempo que Genma dormía con Nodoka en otro lado (por fortuna estaba solo, si lo hubiera pillado con alguna…) y se introdujo rápidamente. Al contrario de lo usual, el aura que la rodeaba era tal, que éste se despertó de inmediato, sentándose rápidamente y poniéndose en guardia:
-¡Yo no he hecho nada! ¿Por qué vienes a pegarme ahora? –no podía identificar la causa de su aura, pero el aroma que rodeaba a la chica penetró subliminalmente en sus sentidos, enviando un claro mensaje a su cerebro, logrando que los vellos de su cuerpo se erizaran y un lujuriante calor empezara a invadir sus entrañas, cosa que atribuyó a que ella se veía encantadora con ese pijama de verano amarillo: un pequeño short y camiseta con tirantes, y ese sonrojo, esos ojos brillantes, el pelo alborotado y los labios hinchados y enrojecidos por el sueño que lo tentaban muchísimo.
-¡Cállate idiota! –siseó- ¡Y baja la voz que no quiero que nos escuchen! –para proseguir con más calma. -Sólo viene a hacerte un par de preguntas que quiero que me contestes con seriedad y no con una de tus patochadas.
"Uh-oh" pensó para su coleto el joven. Sonaba como que se iba a enfrascar en una de esas charlas de mujeres de "¿me quieres?" lanzó un rápido vistazo para ver si se podía escapar por la ventana antes de que Akane lo estampara en el suelo con su mazo, pero ella lo sorprendió cuando de un rápido movimiento cruzó la habitación, se acuclilló a su lado (haciéndolo conciente de ese aroma que lo ponía intranquilo) y tomándolo de los brazos para que la enfrentara con su mirada le soltó:
-¿Puedo besarte?
-¡¿Q…?! –por un momento se preguntó si ella no le habría pegado después de todo y todo ello no sería producto del delirio de la inconciencia. Después, una oscura sospecha cruzó por su mente. De inmediato, la tomó con brusquedad de un brazo y le espetó:- Buen truco. Ahora, ¿quién eres y qué pretendes? –un fuerte mamporro en su coronilla le despejó sus dudas. -¡Uy! –dijo sobándose la cabeza–. Sí eres tú.
-Te dije que te dejaras de idioteces y me respondieras con seriedad. ¿Quieres o no? Si no quieres –agregó molesta-, no pasa nada –e hizo un ademán de irse, pero él la retuvo de un brazo.
-¡No he dicho que no quiera! –no iba a echar todo a perder por su gran bocota, luego se quedó muy ruborizado y con la vista baja, tratando de reunir coraje y tragando saliva, le dijo un tanto nervioso: -Es-está bien, p… ero cierra los ojos prim…
No lo dejó terminar. Lo conocía lo suficiente como para saber que si se ponía a esperar que él tomara la iniciativa, llegaría la mañana y no pasaría nada, de modo que, con su sexualidad exasperada, lo agarró de la cara y lo atrajo hacia sí, juntando sus labios, sintiendo como él dejaba escapar bruscamente el aire de la impresión, y disfrutando lo mejor que podía del contacto inseguro de ambos. Aún así, fue una experiencia muy placentera. Siempre había habido mucha química entre los dos, por lo que siempre habían sido muy cautos al tocarse, ya que eran concientes de lo que el contacto físico les provocaba en sus temperamentos apasionados y explosivos y que en realidad no sabían como manejar, por lo que terminaban peleándose. Este leve beso, fue suficiente para dejarlos con la adrenalina a tope.
Cuando ella se separó de él, pudo ver la cara de bobo entregado que le había quedado al muchacho, verdaderamente la expresión más idiota y feliz que le hubiera visto. Pero ella estaba decidida a mucho más, de modo que le dijo, mirándolo especulativamente y picando su orgullo:
-Hum… supongo que no está del todo mal.
-¿Q…? –sacado bruscamente de su paraíso particular, la miró sin comprender.
-El beso, digo, supongo que para alguien sin experiencia pues, no se puede pedir más…
Esta vez, fue él quien no la dejó terminar. Agarrándola bruscamente de los brazos, enojado, la atrajo hacia sí y le dio un beso mucho más profundo y apasionado, que la derritió entera, por lo que se amoldó a su pecho, pasó sus brazos por su cuello, enterró sus dedos en su cabello y suspirando, se abandonó a la exquisita caricia.
Ranma, por su parte, estaba tan emocionado que sentía los latidos del corazón en su garganta, y pensaba que de un momento a otro se le iba a escapar del pecho. No sabía por qué su Akane había acudido a él esa noche, pero daba gracias de que así fuera y no pensaba desperdiciar la oportunidad. Demasiado la había esperado y demasiado lo había deseado y soñado con ello como para permitir que pasara de él de nuevo. Aquella deliciosa tortura se le hizo súbitamente insoportable, cuando la sintió asomar traviesamente la punta de su lengua para dibujar, con torturante lentitud, el contorno de su labio superior. De pronto se quedó sin respiración, sintió como su corazón se detenía por un doloroso instante mientras la habitación le daba vueltas y de pronto, todo se hizo lejano y borroso.
Akane no supo qué hacer cuando el muchacho se desplomó inconciente, con una expresión particularmente estúpida en el rostro y los ojos girando en espiral. Suspiró exasperada, pero mirándolo con cariño, le acarició el rostro y el cabello, repasando sus atractivos rasgos. Apenas había alcanzado a saborearlo y el muy idiota se desmayaba, volvió a suspirar y se preguntó si debía seguir o dejar todo allí, tomando en cuenta como había quedado después de un simple beso. Su cuerpo ansioso le dio la respuesta. Ya había esperado por dos años, y si seguía así, alguna de las otras le arrebataría a ese memo. De modo que se dispuso a hacerlo reaccionar con unas pequeñas palmaditas en su cara (que siendo Akane, fueron tremendos bofetones que estuvieron a punto de noquear al chico) hasta que abrió bruscamente los ojos.
-¡Au! ¿Por qué me pegas? –reclamó, al tiempo que se sobaba la cara adolorida.
-Te desmayaste –señaló, remarcando innecesariamente lo obvio. Antes que saliera con una de sus tonterías negándolo le dijo: -¿Seguimos donde estábamos? –y se acercó de nuevo a él, adelantando sus labios de forma tremendamente sensual, le pareció al chico, a quien los nervios volvieron a ganarle, por lo que se apartó de un salto y empezó a tartamudear:
-Ak-Akane, ¿qué te pasa? Tú no actúas así –la situación le recordaba incómodamente a cuando esa zorra de Kima se hizo pasar por ella, entrando desnuda al baño y tentándolo con su cuerpo. Pero ya le había demostrado que era ella, por lo que cabía pensar si estaba hechizada o algo. ¡¿Y qué era ese maldito olor que la envolvía y que lo estaba enloqueciendo?!
-Tenía ganas. ¿Qué te pasa? ¿Acaso no te gusta? –antes de que pudiera contestarle prosiguió: -Además, ¿no eres tú el que siempre me dice que si quiero algo por qué no sólo te lo digo y ya? Pues, te lo digo: ¿quieres seguir donde lo dejamos?
Ranma tragó saliva nerviosamente. Nunca entendería a esa mujer. Justo cuando ya la había clasificado de intocable y que ni en un millón de años lo dejaría acercarse, va y le dice esas cosas lo besa con ese abandono que lo volvía loco. Por otro lado, ¿sería tan idiota para maldecir su buena suerte? ¿Y si mañana ya hubiera perdido su oportunidad por imbécil? Sin darle más vueltas al asunto, se aproximó rápidamente a ella, al tiempo que humedecía sus labios saboreándose de la anticipación. Entrecerró los ojos al tiempo que su corazón desbocado iniciaba otra loca carrera en su pecho, se acercó nuevamente a ella para seguir besándola.
Un suspiro se le escapó, mientras oleadas de éxtasis inundaban sus sentidos, inhalando con deleite ese aroma idiotizante de la muchacha, al tiempo que sus brazos y manos, dotados de vida propia, trepaban por el cuerpo de la chica, envolviendo, explorando, acariciando y lamiendo, alcoholizándose de ella. Sin darse cuenta, empezó a emitir pequeños gemidos cuando ella introdujo su lengua para acariciar tentativamente la suya, incitándolo a responder, entrelazándola luego para llevársela a su propia boca y luego, recorrerle el interior de sus mejillas, el contorno de sus dientes, hacerle cosquillas en su paladar, explorando, acariciando, tomando nota de cuales eran los puntos más sensibles y qué era lo que le daba mayor placer a él.
Si bien era totalmente inexperta, su naturaleza sensual la guiaba, eso sumado a su exasperación sexual y a las ruidosas muestras de placer de su compañero, eran todo lo que necesitaba para proseguir. El exquisito aroma masculino del muchacho la embriagaba y aterciopelaba sus sentidos, haciéndola soltar suaves gemidos que empezaban a hacer estragos en el chico. Una nueva oleada de humedad bajó por entre sus piernas e instintivamente pegó sus caderas a él buscando alivio. Ante esto, el joven se estremeció entero y se separó con brusquedad, concentrándose en respirar y en volver a recobrar sus sentidos. De pronto, un recuerdo súbito invadió su mente, dándole la clave que necesitaba:
"Había estado lloviendo y se había convertido en chica. Kuno, como de costumbre, había aparecido para importunarlo, más molesto y difícil de esquivar después de esa maldita técnica que aprendiera en la isla de las sandías. Todo apaleado, mojado, entumido y con las ropas rasgadas, había trepado por los techos del dojo, y antes de adecentarse, se había dirigido a dar un vistazo a lo único que le subía el ánimo, una mirada a su bella y virginal prometida, sin que ésta lo advirtiese, era todo lo que necesitaba para sentirse mejor. Ese día, sin embargo, recibió mucho más de lo que buscaba, ya que, al parecer, también la había pillado la lluvia, y en ese momento, estaba poniéndose una camiseta de manga larga, sin sostén y en bragas, ya que había descartado la falda que estaba usando. Ranma tuvo una fugaz visión de sus pequeños, pero bien redondeados y erguidos pechos, coronados por aquellas exquisitas aureolas color té, que lo miraban con impertinencia y lo tentaban a hundirlos en su boca. Estremecido, se arrojó al suelo antes de que Akane terminara de asomar su cabeza por la abertura de la prenda y reptó hasta el jardín. Embobado, se fue a su cuarto y de allí al baño. Cuando se desvestía, aún encandilado por la visión que acababa de tener, se dio cuenta de un olor particular. Al mirar hacia abajo, notó horrorizado que su cuerpo de mujer había reaccionado al estímulo, sus pezones estaban muy endurecidos al tiempo que su entrepierna estaba muy sensible e hinchada, inundada por una extraña y viscosa humedad, de olor muy penetrante y alcalino, que lo puso muy intranquilo…"
Levantó bruscamente la cabeza para mirarla asustado y asombrado: ¡Akane estaba excitada! ¡Por eso había venido a buscarlo y por eso lo estaba besando! ¿Se daba cuenta de las repercusiones que llevaría aquello si continuaban? Una parte de él quería lanzarse sobre ella y besarla hasta marearla y que nada más importara y le permitiera saciar esas ansias que lo devoraban desde hacía tanto, que no podía recordar como era no estar bajo el tormento del deseo insatisfecho. Pero su maldito sentido del deber se lo impedía, por lo que le dijo tembloroso y con la voz enronquecida:
-Akane, mejor te vas antes de que hagamos alguna tontería que podamos lamentar.
-No quiero –Ranma la miró enrabiado. No era el momento de porfiar, ¿no se daba cuenta, la pequeña idiota, lo que le estaba costando dominarse como para más encima venir y hacerse la cabezota? Pero antes de que pudiera insistir ella habló de nuevo: -Sobre todo porque no te he hecho mi segunda pregunta.
-¡Qué quieres! –espetó enrabiado. Visto así, casi bastó para hacerla desistir, pero no quería que por su culpa todo se fuera al traste, de modo que prosiguió acercándose nuevamente a él para verlo a los ojos y poder leerlos:
-¿Quieres hacer el amor conmigo? –musitó muy seria. Lo había dejado en blanco con su pregunta, lo notaba, si lo dejaba así, de seguro se acobardaría, ella misma lo hubiera hecho si no estuviera bajo el influjo de tantas noches y días de frustración sexual. -Ranma, no es tan difícil de responder: ¿Quieres o no hacer el amor conmigo?
-¿E… es una broma? –preguntó tembloroso, completamente ruborizado y en shock.
-No, ya te dije que es una pregunta muy seria y que quería que me contestaras igual.
-Pe-pe-pe… pero… -balbució el muchacho, completamente borrado e incoherente, rojo hasta las orejas, parecía que en cualquier momento se iba a derretir de la vergüenza. Antes de que le saliera con protestas y razones, Akane prosiguió en voz baja e íntima:
-Nadie tiene por qué enterarse, después de todo es algo privado entre tú y yo… ¿acaso desconfías de mí? ¿Crees que yo sería capaz de usarlo para atraparte?
Ranma negó con la cabeza, mirándola arrobado. No, ella no haría eso, no era como las otras, además, no necesitaba atraparlo porque hace tiempo que ya era suyo, solo que la muy boba no se daba cuenta. Pero eso le planteaba otra duda: ¿Acaso ella lo quería? ¿Por eso le estaba proponiendo aquello? La miró con ojos brillantes de esperanza. Antes de que pudiera preguntarle, ella siguió con voz de sirena, arrullándolo, seduciéndolo, le pareció a él.
-Entonces, no hay otros a quien considerar, no hay imposiciones, ni deberes, ni presiones, solo tú y yo en tu cuarto en la noche, sin que nadie lo sepa. La pregunta es: ¿quieres hacer el amor conmigo?
Esbozaba las palabras lenta, pausadamente, en voz baja y un poco ronca, acariciante para los dolorosamente despiertos sentidos del chico. Éste, hipnotizado, seguía atento los labios de la chica, con la boca entreabierta, como si paladeara los sonidos cuando ella los exhalaba. La expresión de él era una clara respuesta, pero ella quería que lo dijera, porque lo conocía y no quería que después se echara para atrás, achacándole todo a ella, el muy… De modo que se armó de paciencia y esperó.
-¿Ranma?
-Sí… -musitó, con un hilo de voz.
Horas más tarde, una sonriente, sonrojada y despeinada Akane de ojos relucientes, se encaminó al baño para asearse un poco. No había sido lo que había esperado, pero aún así le había sentado muy bien y tenía conciencia de que con el tiempo mejoraría y conseguiría alcanzar el orgasmo. De momento, le bastaba con el contacto, las caricias, las emociones que él había dejado traslucir, el delirio que provocaba en su prometido y el aroma de la intimidad compartida, todo ello llenaba su corazón. ¡Maldición! Había ido al cuarto del chico con la firme intención de tener sexo con él, pero no había podido evitar hacer el amor, si estaba enamorada del idiota, que remedio. Ya habría tiempo para lo otro, se prometió.
Casi tarareando, se metió en la cama para dormir unas pocas horas que fuera, antes de tener que levantarse para el instituto, completamente relajada y feliz, aunque lamentaba estar sola. "Para la próxima, me traeré su camiseta para sentirlo cerca", se prometió, si bien, su aroma aún le impregnaba la piel. Rodeada por aquellos efluvios, se revolvió contenta, demasiado emocionada para conciliar el sueño, recordó lo ocurrido en el cuarto del chico.
Ranma, en sueños, hacía lo mismo, en cámara lenta repasaba los momentos que acababa de compartir con su amada.
"Al oír la respuesta del joven, ella se quitó la camiseta con movimientos suaves y pausados, para luego introducirse en su futón a su lado, con una mansa y suave expresión de entrega. El mensaje era claro: vengo a ti sin subterfugios, sin dobleces, ni imposiciones, ¿estás tú ahí para mí?
Y como Ranma se quedara paralizado ante el glorioso espectáculo de su semidesnudez, subió una mano por su brazo, acariciante, hasta alcanzar su nuca, lo fue atrayendo lentamente hasta unir sus labios en un profundamente sentido beso, mientras suspiraban cada uno en la boca del otro, aspirando sus alientos y empapándose uno del otro.
"No existe en el mundo otra para mí", le expresaban sus ojos, ella se movía suavemente, con el vaivén de las olas, buscando atraerlo, que se hundiera en su profundidades, ofreciéndose.
Ranma lentamente se recostó sobre ella, para que se fuera acostumbrando de a poco a su calor y piel, en tanto él se aliviaba en su frescor, su increíblemente sedoso tacto. Tiernos y virginales pezones como capullos de rosa dibujaban ardientes senderos en el escultural torso moreno del guerrero, que se estremecía rendido ante el más dulce de los oponentes que le hubiera tocado enfrentar. Dedos que aleteaban sobre la tez curtida como delicadas alas de mariposa, mientras los suyos más callosos repetían la caricia con mucho más ímpetu sobre la pequeña y deliciosa figura de su compañera. Tembloroso, se atrevió a atrapar las hermosas colinas que por tanto tiempo lo hicieran suspirar.
Suspiros, roces, miradas, besos profundos y sin fin se conjugaban para recrear una magia antigua como el mundo, a la que todos los amantes consiguen acceder, instante único y espiritual en el que dos seres se fusionan en uno, un solo latido, un solo respirar, un solo sentir, un solo existir. Un camino que conduce a la locura y la redención, labios y manos que se apropian de la carne tan querida, ni siquiera fueron concientes cuando el resto de las ropas desapareció como los últimos vestigios de las barreras que los alejaban uno del otro. Sin darse cuenta, empezaron a balancearse, uno contra el otro, en un ritmo repetitivo y sin control, profundo y sabio en que los cuerpos buscan el encuentro definitivo.
Perdido, se llevó la cremosa dulzura de un pecho a la boca, coronando así el secreto deseo tanto tiempo añorado. Una brusca perdida de aire y un violento arqueamiento de la espalda fue la respuesta de ella, quien ofreció así con más abandono la sensible prominencia, que él sorbió con mayor deleite, dándole suaves mordiscos. Akane se mordió un brazo para acallar los suaves y agudos gemidos que se le escapaban, al tiempo que no podía evitar que sus caderas se alzaran buscándolo, repetitiva y ansiosamente.
Un movimiento accidental lo llevó a rozar la lujuriosa humedad de su compañera y él perdió la cabeza. Jadeando y gimiendo roncamente exaltado, empezó a lanzar estocadas sin control con su pétreo miembro, buscando fundirse y aliviar el fogoso tormento de sus hijares, lo que ocasionó un pequeño siseo de dolor en ella. Frunciendo el ceño, se mordió el labio para contener un quejido. Arqueó su espalda y adelantó sus manos en su pecho, en un inconciente movimiento para escapar de aquella alborotada invasión. Lo quería, pero no así, con más suavidad para su primera vez. Con dulzura, acarició sus cabellos y pasó sus labios por su cuello y mentón para tranquilizarlo. "No me iré a ninguna parte", susurró, "solo cálmate". A lo que él contestó con un beso profundo y lleno de disculpas.
Una vez que hubo recobrado algo de calma, ella deslizó su mano entre sus cuerpos para tomar con mucha delicadeza su palpitante virilidad, provocándole un respingo, y lo guió con lentitud hasta su lubricada entrada, abriendo las piernas suavemente para facilitar su unión. Inmediatamente comenzó a jadear desesperado, lleno de necesidad, pero temeroso de herir, mientras escondía la cara en su cuello, intentando mantener un vestigio de cordura, el cual fue completamente borrado cuando dulcemente, ella lo empujó de sus nalgas para completar la penetración. Violentos estremecimientos agitaron su cuerpo, roncos gemidos rasgaron su garganta mientras se introducía en ella, quien asustada, lo tomó del rostro para bebérselos y depositar los suyos propios en él, ante la dolorosa pero querida invasión que desgarró su barrera virginal en un solo y candente movimiento, momento en el que elevaba sus caderas para recibir el torrente de vida de un abrumado muchacho que no había podido resistir un segundo el contacto de la persona largamente amada y añorada, y quien, ante la avalancha de poderosas sensaciones, no había podido acallar por más tiempo el grito de su alma:
-¡Te amo Akane, te amo! ¡Dios de los cielos, te amo, con todo mi corazón te amo!
Una mirada de dolor fue rápidamente velada por espesas pestañas azuladas, ella acalló las declaraciones del joven con sus labios, acariciando su espalda y trasero, buscando conducirlo una vez más al delirio, al tiempo que una lágrima escapaba de su apretada prisión y se deslizaba por su tersa mejilla".
