Los personajes de Inuyasha pertenecen a la gran Rumiko, yo solo los tomó prestados para poder dar forma a la trama la cual si me pertenece. Todo sin lucro y solo con el afán de entretener.
"Esta historia está exclusivamente publicada en , si estás leyéndolo en otra página es porque ha sido plagiado"
Este fic participa en el "Reto: La Pareja Ideal" del foro de InuYasha "Hazme el amor".
ADVERTENCIA:
Leer el capítulo bajo su propio riesgo, el contenido de este escrito puede producir sonrojos excesivos y mordidas de labios, en casos graves hemorragias nasales y gritos ahogados.
En la Oscuridad.
"Nee, Sesshoumaru-sama, Algún día cuando yo muera ¿Podría prometerme que no se olvidara de mí?".
...
Abrió los ojos desorientado, se incorporó y vio a su alrededor, estaba en una habitación del palacio de su madre. Se observó y solo llevaba una fina yukata blanca en su cuerpo, su armadura y demás ropa estaba en una esquina. No recordaba lo que pasaba pero no le importó, se levantó del futón y fue a vestirse, tenía algo importante que hacer.
Irasue caminaba por los pasillos de su hogar, tan inmutable y elegante como siempre. Sabía que el pequeño demonio, sirviente de su hijo la seguía y sin poder evitarlo volvió a preocuparse por su hijo ¿Qué pasaría con él ahora que despertará? ¿Cómo tomaría aquella noticia? Ella se lo había advertido, pero no la escuchó. Sintió pena al verlo tener los mismos sentimientos que Inu No Taisho, pero ya nada se podía hacer. Al pasar por la habitación donde descansaba su hijo escuchó ruido, ya había despertado. Entró sin tocar y lo encontró terminando de vestirse.
Jaken de inmediato iba a entrar corriendo a ver a su amo, lloraba de felicidad por verlo despierto después de una semana, pero la señora de la casa lo detuvo.
― Hasta que despiertas, ¿No lo recuerdas?― preguntó al ver la mirada interrogante de él.― La batalla contra aquellos demonios.
Sesshoumaru solo se detuvo un segundo, era verdad, se había ido a las montañas más lejanas para pelear con los clanes demonios que querían apoderarse de todas las tierras, incluido su territorio y matar a los humanos. No le importaban por completo los humanos, pero había una gran excepción, "ella".
― ¿Adónde vas?.― preguntó Irasue al ver que salía del lugar.
― Jaken, trae las telas.
― Pero Sesshou...― habló con miedo, tenía que explicarle la situación.
― Haz lo que te pido.― le interrumpió, no pensaba perder más tiempo.
― ¿Planeas ir a ver a aquella humana?― cuestionó Irasue a su hijo a pesar de conocer la respuesta.
― Sesshoumaru-sama, hay algo que...― Jaken comenzó a hablar con dificultad, después de lo que diría seguramente le mataría.
― Yo me encargo pequeño demonio.
Sesshoumaru los observó con impaciencia, esos dos ocultaban algo y su instinto le dijo que no le iba a gustar.
― Como sabes el tiempo para nosotros pasa de otra manera.― habló Irasue mientras se sentaba en su trono.― Podemos vivir 100 años y no lo percibiríamos, pero los humanos son diferentes...
― ¿Qué tratas de decir?
― Ya pasaron 61 años desde que partiste a la guerra y mantener a esa humana a salvo.― Sesshoumaru abrió aún más sus ojos por la impresión, eso no podía ser, no pudieron pasar todos esos años.― Mi querido hijo, la mujer humana murió hace 48 años.
― ¡Jaken!― gritó al querer que le confirmará lo que su madre decía, él había dejado a Jaken con Rin para que la protegiera y le informará de inmediato si algo malo pasaba.
― Es verdad amo.― confirmó en medio de lágrimas.― Una extraña enfermedad azotó la aldea y más de la mitad murió. Intenté contactarlo pero era imposible pasar la zona de guerra.― se dejó caer en el suelo y se reverenció lo más que pudo.
― Inclusive yo lo intenté, pero fue muy tarde.― intervino Irasue, aunque no le gustará, sabía lo importante que era aquella humana para su hijo.
Jaken sintió pasar a su amo junto a él y se levantó rápidamente, su amo se preparaba para irse y él debía acompañarlo.
― ¡Sesshoumaru-sama!― iba a correr para alcanzarlo, pero nuevamente Irasue le detenía.
― Pequeño demonio, necesita estar solo.
Para cuando Irasue le soltó, su amo ya se había ido.
...
Frente a él, bajo la sombra de aquel roble, estaba una tumba con el nombre de Rin y en ella, colgaban campanillas que al viento moverlas decían su nombre+. Era imposible que aquella batalla hubiese durado tanto tiempo, él no lo sintió de esa manera. De pronto el viento trajo a él un olor muy conocido, se volteó y la vio allí, casi no había cambiado en nada.
― Onisan.― habló Kagome al ver a Sesshoumaru frente a la tumba de Rin.
Había ido a recoger unas yerbas cerca del lugar y al irse, se sorprendió de ver a su cuñado. Sus pies la llevaron hasta quedar un par de metros de él.
― ¿Por qué sigues con vida?.
― Al parecer, a pesar de ser solo un hanyou... Mi marca es lo suficientemente fuerte para mantener nuestras vidas unidas.― respondió Inuyasha quien recién llegaba al haber sentido la presencia de su hermano.― Mioga dice que moriremos al mismo tiempo.― terminó de explicar al entrelazar sus manos con las de su compañera.
Sesshoumaru volvió a mirar la tumba, él creyó que aquella ley de los demonios no se aplicaría con Inuyasha. Se había equivocado.
― Hice todo lo posible por salvarla, pero en este tiempo no hay medicina contra esa enfermedad, lo siento.― se disculpó Kagome con lágrimas en los ojos.
― Ella nunca perdió la esperanza de verte de nuevo, en su último día, solo deseó que ganaras la guerra y siguieras con vida.― fue ahora turno de Inuyasha de hablar.
La pajera lo vio marcharse sin decir nada, ninguno hizo el intento por detenerlo, sabían que estaba sufriendo y lo mejor era dejarlo solo.
Inuyasha se llevó la mano a su hombro izquierdo, recordaba que casi muere al ayudar a Jaken a entrar a la zona de guerra, después de ello ya no lo intentó más. Kagome le esperaba en casa con un adolecente de 15 años que lidiaba con sus poderes y una bebé de 1 año. Si se exponía más, ambos morían y dejaría a sus cachorros huérfanos.
― Me siento mal.
― Aún si la hubieses salvado, ahora ella tendría 80 años, tal vez ya hubiese muerto.
En todos esos años habían visto partir a muchos amigos, a la anciana Kaede, a Rin, Miroku y Sango, Kohaku... Aún faltaban muchos más, solo esperaban poder soportarlo.
― Otosan, Okasan, tenemos hambre.― dijeron las voces de dos niños gemelos, de no más de cinco años.
― Regrésenos a casa, sus hermanos no tardan en volver de donde Totosai.
Kagome se acuclilló frente a sus cachorros más pequeños. Y acarició las orejitas negras sobre la cabeza de ambos. Ellos eran sus hijos 4 y 5.
― ¡Ya estamos aquí!.― dijo un joven que aparentaba 25 años a pesar de tener 63.
Tras él estaban dos jovencitas de 49 y 25 años, quienes al igual que su hermano, cualquiera diría que tenían unos 20 y 16 años. Las ventajas de tener sangre de inu corriendo por sus venas.
― ¿El tío ya regreso?― preguntó el hijo mayor al sentir el aroma aún en el ambiente.
Inuyasha asintió y tomando a sus cachorros más pequeños del obi caminó hasta los demás.
― Vamos a casa y comamos, muero de hambre.
...
Caminaba sin un rumbo, solo quería asimilar todo lo que había pasado. La noche ya había llegado y ahora estaba a la orilla de un precipicio. Miró a la luna que tenía forma de sonrisa, el viento sopló y creyó escuchar la risa de aquella chiquilla que revivió al ser matada por lobos.
La noche era oscura y estaba en medio del bosque con Rin, tan solo dos noches atrás ella había cumplido los 18 años (edad en que la mujer de Inuyasha le permitiría llevársela) y había ido a la aldea con intención de ir por ella. Rin dejaría de ser solo su protegida, se volvería algo más importante, la convertiría en su compañera.
Pero el mismo día de su cumpleaños, se enteró de la guerra que se avecinaba, no podía llevársela conaquellas condiciones. Había mandado a Jaken a preparar sus tropas y él pasaría tiempo con Rin.
La observó mirar las luciérnagas, ella estaba tan feliz que no quería estropearlo, pero ya era hora de marcharse y contarle a la muchacha lo que pasaba.
― Quiero ir con usted.― pidió cuando su amo le dijo que se iría a la guerra.
― No vendrás, es peligroso.― estaba loca si creía que la pondría en peligro.
― Pero...― no quería separarse más tiempo de él.
A los 16 años comprendió que lo que quería, era permanecer junto a su amo, quería pertenecerle a él y por aquel juego de trabalenguas, sabía que su amo le correspondía y no solo era una ilusión que se formaba en su mente.
― Volveré por ti.― se acercó hasta Rin, le levantó la cara, sabía que ella luchaba por no llorar.
― ¿Lo promete?.
― Lo prometo... Y al volver, está vez te llevaré conmigo.
― Sesshoumaru-sama.― sin importarle otra cosa, le abrazó y lloró de felicidad. Pero había algo que quería antes de que él se marchara.
― ¿Qué sucede?― preguntó al sentirla nerviosa, la separo de su torso y la obligó a mirarlo a los ojos.― Rin.― le llamó para animarla a hablar.
― Yo... Vera... Yo quiero que...― jugaba con sus dedos y rogaba a kami porque el demonio aceptara.
― No balbucees, sabes que me puedes decir lo que sea.
― ¡Quiero ser su mujer ahora!.― gritó con todo el valor acumulado en su interior.
Sesshoumaru se sorprendió por tal petición, no se esperó algo como eso. Pero en su rostro se formó una pequeña sonrisa.
― ¿Estás segura de lo que me pides?
― Lo estoy, no quiero estar con nadie más que no sea usted.
― Soy un demonio y no está en mi naturaleza ser delicado.― Rin asintió, no esperaba que fuese de otra manera, después de todo, conocía a la perfección a su amo.― Pero intentaré serlo por ti.
Al finalizar aquellas palabras la tomó por cintura y la besó con urgencia. Rin le abrazó por el cuello y dejó que su amo hiciera con ella lo que desease; sentía la húmeda boca de su amante devorarle la boca, marcar con sus labios su cuello y degustar la piel que exponía el escote de la yukata.
Sesshoumaru desató el obi que mantenía la yukata de ella en su lugar y se encontró con la venda que cubría los senos de la muchacha, de un movimiento de sus garras cortó el vendaje y se deleito con el cuerpo completamente expuesto de ella.
Rin en ningún momento sintió miedo de que aquellas armas pudieran dañarla, conocía lo peligrosas que eran, pero a ella le encantaban y sabía que jamás la lastimarían. Una vez que quedó expuesta ante su amo, cogió todo el valor en ella y comenzó a desvestir a su demonio. Sesshoumaru le permitió aquella tarea, anhelaba sentir el contacto de las manos de ella sobre su piel.
El daiyoukai quedó desnudo, la joven castaña le observaba con fascinación, era realmente hermoso lo que veía. Y dejándose llevar por aquella ensoñación, comenzó a besar el torso de Sesshoumaru, a acariciar los músculos, deteniéndose justo en el borde de la cadera, no atreviéndose ir más abajo.
Sin poder aguantar más, Sesshoumaru acostó a Rin sobre las telas de sus ropas, le cubrió de besos el torso, vientre, cuello y rostro. Ella le devolvía el favor con suaves gemidos y suspiros; logrando subirle el ego. Le haría disfrutar una y otra vez hasta el amanecer.
― ¡Sesshoumaru-sama!.― gritó al sentir una de las manos de su amo moviéndose con maestría sobre aquel botón que estaba escondido en su intimidad.
Movió sus caderas en un intento por aumentar el calor que nacía en su vientre, en este punto ya se sentía mojada y su lívido solo iba en aumento.
― No te muevas tanto, puedo lastimarte con mis garras y créeme que es algo que no quiero.― dijo al detener los movimientos de ambos.
― Es que... Yo... Yo quiero...
Sesshoumaru le dio un beso en la frente, ya era hora de unirse. Era hora de mostrarle lo apasionado que podía llegar a ser, enseñarle lo bien que encajaban los dos.
― Siéntete libre de morderme o enterrarme tus uñas.― dijo al acomodarse entre las piernas semi abiertas de la castaña.
― No se contenga, yo deseo todo de usted.― Rin de dedicó una sonrisa y pasó las yemas de sus dedos, por aquellas marchas en el rostro del hombre.
Sesshoumaru volvió a besarla, amaba a Rin y no le importaba que ella fuese una humana, había encontrado lo que deseaba proteger. No fue necesario separarle las piernas, ella ya las había abierto para él. Cogió su miembro y lo comenzó a adentrar en la húmeda vagina de la muchacha. Le miró a los ojos y se recostó sobre ella, pero sin llegar a aplastarla.
― No tenga miedo, lo deseo Sesshoumaru-sama.― dijo al sentirlo detenerse.― Por favor, continúe.
Y así lo hizo, de un solo movimiento el demonio la penetró, escuchó en chichillo ahogado de ella, sabía que le había dolido, sabía que debió ser más delicado, pero no podía reprimir tanto su instinto, de ser así, su bestia lo dominaría y podría terminar matándola.
― Me siento tan feliz... Ahora le pertenezco a mi amo.
― No, Rin... Nos pertenecemos.― le explicó al oído.
Las embestidas iniciaron lentas, queriendo demostrarse lo mucho que se amaban y deseaban. No había prisa por terminar, tenían toda la noche para amarse bajo aquel manto oscuro lleno de estrellas.
Sentía que a cada embestida Rin se volvía más estrecha y su respiración era más agitada. Pronto tendría otro orgasmo y planeaba tener el suyo junto a ella. Paso sus brazos por debajo del cuerpo de Rin y le ayudó a seguir un ritmo. Podía sentirla retorcerse, la vio apretar sus ojos, morder su labio y en el momento que ella se aferró a la ropa bajo ellos, dejó que el clímax los alcanzará a los dos.
Continuó moviéndose hasta que la última gota de semen se alojó dentro de la muchacha. No estaba agotado, pero si lleno de sudor y satisfecho por el momento. El ambiente olía a cópula, olía a ellos dos.
― Sesshoumaru-sama, lo amo.― dijo Rin antes de caer dormida y el dominio se sintió malditamente feliz.
Minutos después, Rin dormía junto a Sesshoumaru cubierta por la tela de sus ropas y usaba de almohada la estola. Mientras él, estaba recargado en el tronco de un árbol, cubierto únicamente por su yukata sin atar.
Con una delicadeza que solo nacía con ella, el demonio movió unos mechones del fino rostro y la besó en la frente. Derrotaría a todos esos demonios que no se comparaban en nada con Naraku y volvería por su compañera, entonces la marcaría y uniría sus vidas, jamás se tendrían que separar de nuevo.
Sesshoumaru miró el cielo, pronto amanecería. Se quitó la yukata y se acostó sobre la espalda de Rin, le mostraría una nueva manera de hacer el amor y de paso, la despertaría.
Sí tan solo en ese momento la hubiese marcado y no lo hubiera pospuesto, para que en su ausencia algún demonio la atacara al percibirla como la compañera del gran Sesshoumaru... Sí la hubiera llevado al palacio de su madre... Sí no la hubiera dejado... Ahora ella seguiría con vida y con él.
Se transformó en un gigantesco perro y fue a la montaña más alta. Miró a la luna que estaba casi oculta por las nubes y recordó las palabras de su padre cuando le preguntó por qué no marcó a la humana.
"Voy a pelear contra un poderoso demonio, Izayoi espera un cachorro y si muero... Ellos mueren. Quiero que el cachorro nazca. Ya cuando todo terminé, uniré nuestras vidas."
El viento sopló y las nubles bloquearon los rayos lunares, dejándolo en completa oscuridad.
"Nee, Sesshoumaru-sama, Algún día cuando yo muera ¿Podría prometerme que no se olvidara de mí?".
Desde lo más profundo de su ser dejó salir un aullido, mostrando por primera vez su dolor, aún le quedaban años de vida y no iba a ser tiempo suficiente para olvidarla. Pero en realidad no quería olvidarla, no por aquella promesa que ella le pidió cuando niña, no quería olvidarla porque la amaba.
...
Irasue pudo escuchar el aullido de su hijo, salió a su jardín y observó la luna, otro aullido. Desde que Sesshoumaru salvó a la niña humana, sin importar sus razones en ese momento y permitirle estar a su lado, se había condenado.
Intentó persuadirlo para que ya no volviera a ver a la chiquilla una vez que la dejó en la aldea, pero no le escuchó, siguió visitándola, llevándole regalos, continuó fortaleciendo el lazo que los unía.
Maldijo la sangre de su esposo, por ella era que su hijo sufriría por siglos, estaría solo y viviendo atormentado. Otro aullido, llevó sus manos a su pecho y por primera vez en muchos siglos, lloró.
Fin de la primera parte. Espero les gustase.
17/11/2015
+El sonido hace referencia a que las campanillas hacen "Lin, Lin, Lin" y suenan parecido a "Rin", bueno, en Japones.
