Hola de nuevo! Al final sí que me dejasteis comentarios sobre el final de la otra historia! Muchas gracias!

Bueno, pues aquí comenzamos con una nueva. El motivo no es otro que como en la serie no nos dan las alegrías que nos merecemos, pues una tiene que decidirse a escribir sus propias confabulaciones para así poder pasar el rato más agradablemente. Y de paso, pues la comparto con todas vosotras, que como yo, estaréis encantadas de leer para suplir algunos chascarrillos que meten en los capítulos de vez en cuando.

Quiero explicar que el motivo por el que decidí actualizar diariamente el otro ff es porque soy un poco impaciente, y me gusta que las autoras a las que leo publiquen seguidamente, cuando no, incluso me desespero (XD). Por eso pensé que no estaría de más no haceros esperar mucho, porque es lo que a mi me gustaría tener de poder elegir. Actualizaciones diarias de todos los fanfics! jaja lo sé, lo sé...demasiado pedir.

Con este , sin embargo, debido a que ahora estoy más liada y tengo menos tiempo para escribir, las actualizaciones estarán más espaciadas en el tiempo, supongo que de semana en semana estaría bien.

Antes he metido la pata y se me ha colado el capítulo sin modificar ni nada. Este sí es el bueno.

Bueno, y creo que ya está. Espero que lo disfrutéis. A mí me gusta bastante la idea...total...por imaginar...puede pasar de todo no? Este viene con sorpresa...

ADVERTENCIA: Los personajes de ONCE UPON A TIME no me pertenecen, ni pretendo que así sea.

- NUESTRA MAGIA -


Capítulo 1. El desliz

Habían pasado seis semanas desde que la tranquilidad había vuelto a llegar a Storybrooke, y en aquella ocasión, parecía que iba a ser duradera. Desde que Robin se había marchado con su familia para salvar a Marian y Emma había decidido ayudar a Regina en la Operación Mongoose, ambas mujeres habían comenzado a tener una rutina juntas. Regina aún se sentía triste, demasiado, en ocasiones, pero no se había mostrado así delante de nadie. A pesar de eso tenía que reconocer que la presencia de Emma en su vida y su inesperado acercamiento le habían ayudado mucho a superar la marcha del hombre al que amaba, y aunque jamás lo reconocería, había empezado a apreciar la compañía de la rubia.

Emma también parecía haberle cogido el gusto a pasar el tiempo con Regina, a pesar del marcado sarcasmo de la morena, pues seguía siendo Regina, aquello no se podía negar. Ambas habían reflexionado sobre aquella nueva situación entre ellas y ambas habían llegado a las mismas conclusiones. Su misión en aquellos momentos era encontrar al autor para que le escribiera un final feliz a la alcaldesa de Storybrooke y para eso, ambas se habían embarcado en la misma operación que llevaban a cabo junto a su hijo. Aquel era su único objetivo en aquellos momentos, y también su único entretenimiento, porque la rutina había vuelto al pueblo y los días habían vuelto a ser largos, tranquilos y monótonos.

A pesar de que aquello fuera un hecho la realidad más absoluta era que a Emma le gustaba estar con Regina. Algo que había descubierto recientemente y en lo que en realidad no había pensado mucho. Simplemente se había dejado llevar por sus deseos, si es que se podría llamar así a los impulsos de la rubia. Regina y ella eran muy diferentes, pero también tenían muchas cosas en común, y a pesar de toda la historia que tenían detrás, habían conseguido llevarse muy bien, incluso perfilar una incipiente amistad, si es que se podía calificar así a la nueva relación que habían comenzado. Sea como fuera dos cosas estaban claras, no eran simplemente aliadas y se complementaban a las mil maravillas.

Por el contrario, su relación con Hook se había estancado. El pirata y ella seguían en la misma línea. Emma necesitaba tiempo para asimilar qué era exactamente lo que sentía por él, y hasta el momento, no lo había averiguado aún. Aunque de depender sus sentimientos del tiempo que pasaba con él al día, nadie podría apostar nada por el futuro de aquella relación.


Emma, Regina y Henry caminaban rumbo a la casa de la alcaldesa después de haber dejado el restaurante de la abuelita tras la comida que se había celebrado para recibir a las hadas, justo liberadas aquella misma mañana por Regina con la colaboración de Belle y Hook. Los tres debatían acerca de las identidades del autor y del hechicero, quiénes, cómo bien le había revelado Blue a Regina, eran distintas personas. Aquello había descolocado un poco a Regina. Aquello complicaba su búsqueda. Ahora tendrían que seguirles la pista a dos personas...o lo que sea que fueran aquel hechicero y aquel autor. Había tenido esperanzas al ver que Blue tenía datos acerca de aquellos personajes misteriosos, pero se había sentido totalmente decepcionada y apagada cuando descubrió una vez más que no había forma de salir de aquel callejón sin salida en el que estaba sumida desde hacía más de seis semanas.

- No te preocupes Regina, solo es cuestión de tiempo, lo encontraremos. – Dijo la rubia totalmente convencida de lo que decía mirándola.

Emma se había dado cuenta que desde que habían salido del restaurante Regina estaba especialmente apagada.

- Chico, ¿por qué no vas a buscar a tus abuelos? Puede que necesiten tu ayuda para cuidar de Neal. – Prosiguió Emma mirando a su hijo que enseguida correspondió aquella mirada cómplice que le había lanzado su rubia madre.

- De acuerdo mamá, no me esperéis para cenar. – dijo el chico sonriendo y besando a la morena antes de salir corriendo a casa de los Charmings.

Regina frunció el ceño mientras veía cómo su hijo se alejaba corriendo. Después miró a la rubia que la miraba sonriendo. Enseguida alzó una ceja y esperó a que Emma le diera una explicación.

- Creo que necesitas una copa esta noche y no queremos pervertir a Henry, ¿verdad? – Reveló Emma encogiéndose de hombros esperando que la respuesta de la morena fuese positiva.

Regina la miró durante unos segundos como cavilando sus palabras y después esbozó una sonrisa de aprobación que indicó la señal para reanudar la marcha camino a la mansión.

- ¿No has quedado con el pirata esta noche? – Preguntó Regina en tono despectivo, como el que utilizaba usualmente cuando se refería a él. Emma puso los ojos en blanco, ya estaba acostumbrada a aquella forma de hablar de la alcaldesa, y curiosamente, no le molestaba en lo absoluto.

- No. – Se limitó a decir. Y ninguna de las dos dijo ni una sola palabra más sobre Hook.


Ambas se pusieron cómodas cuando llegaron a la mansión. Se quitaron sus abrigos y se sentaron tranquilamente al lado de la chimenea mientras Regina servía dos copas de wiski. Las horas transcurrieron deprisa mientras hablaban acerca de las teorías que Regina había desarrollado acerca del autor, pero la verdad es que a medida que la noche fue avanzando las teorías se volvieron cada vez más locas y disparatadas y Regina comenzó a desinhibirse gracias al alcohol que habían ingerido, igual que su acompañante, que lucía dos hermosas mejillas sonrosadas y se había quedado en camiseta de tirantes, pues visiblemente tenía calor.

- Tú hijo se ha escapado de la compañía de sus madres esta noche, por lo que parece. – Dijo Regina mientras giraba su cara del reloj de la chimenea a Emma.

Ambas estaban retrepadas en sendos sofás, uno al lado del otro. Incluso Regina había relajado sus formas, pues estaba apoyada con la cabeza sobre el espaldar del sofá, piernas descruzadas y manos apoyadas a ambos lados de sus muslos. Parecía agotada.

- ¿Ahora es mi hijo? – Preguntó Emma con fingida indignación.

La morena esbozó una ligera sonrisa maliciosa mientras bebía el último trago de su vaso. Emma dirigió sus ojos hacia sus labios y se detuvo un momento mientras los observaba distraídamente. Regina se extrañó cuando se dio cuenta de la mirada de Emma y esperó hasta que ésta reaccionase. Cuando la rubia se dio cuenta de dónde la habían llevado sus pensamientos soltó el vaso que aún tenía entre sus manos y se levantó efusivamente.

- Tengo que irme. – Dijo de repente más tensa de lo normal.

Regina se dio cuenta. Se levantó al mismo tiempo que la rubia aunque de manera mucho más lenta y elegante. Sus ojos observaban la expresión del cuerpo de Emma y su repentino comportamiento. Sus mejillas se habían vuelto del color de sus labios, pensó, y eso la divirtió más que la extrañó, seguramente a consecuencia del alcohol. Nunca antes había mirado a Emma con aquellos ojos, nunca la había observado tan detenidamente. Pero ahora que lo hacía bien, tenía que admitir que la rubia producía en ella una sensación de ternura y apego que jamás habría pensado poder experimentar hacia otras personas que no fueran Henry o Robin.

- Es tarde. – Continúo la rubia.

Aquellas palabras la devolvieron de golpe a la realidad. No quería que Emma se fuera. Aquel día se había sentido especialmente sola y tras la esperanza que había generado al ver salir del sombrero a las hadas y pensar que ellas podrían saber algo sobre el autor y la posterior decepción, se había sentido bastante abatida. Y allí había estado Emma. Con ella había conseguido sentirse bien. Incluso había conseguido olvidarse de sus preocupaciones y sus penas y no pensar en otra cosa que no fuera la absurda conversación que estaban teniendo.

Por alguna estúpida razón que no podría explicar Regina cortó la distancia que las separaba con decisión para evitar que la rubia pudiera reaccionar. Cuando estuvo a su altura puso sus manos en sus mejillas y sin pensarlo la besó. El beso fue intenso, casi con rabia y desesperado. Emma abrió bien los ojos cuando vio a Regina acercarse pero cuando sus labios rozaron los suyos su cuerpo dio un vuelco y reaccionó de inmediato a su contacto. No pudo evitar cerrar los ojos como tampoco pudo evitar responder con las mismas ansias a aquel beso magnético que la había pillado desprevenida pero que había bañado su boca y su cuerpo de un primitivo calor que amenazaba con desbordarse.

Regina rompió el contacto y la miró. Sus ojos color chocolate mostraban furia, pero brillaban y sus pupilas se habían dilatado. Imperceptibles jadeos salían de su boca entreabierta y Emma casi podría jurar que se le había acelerado el corazón, al igual que a ella. Sus ojos volvieron a posarse en sus labios, ligeramente hinchados, y esta vez fue ella quién cortó la distancia que los separaba de los suyos como una polilla atraída por su luz.

Ambas se enzarzaron en una lucha de poder en aquel beso más intenso que el anterior. Finalmente, fue Regina quién acabó empujándola violentamente hasta el sofá que tenía a sus espaldas para después sentarse a horcajadas encima suya. Hacía mucho tiempo que no sentía aquel deseo tan impetuoso dentro de ella. Ni si quiera le había pasado con Hood. Sentir el cuerpo de Emma pegado al suyo, su aliento, su saliva y la agilidad de su lengua que había respondido ávidamente a sus caricias habían conseguido excitarla demasiado. Mientras apoyaba sus brazos sobre los hombros de la rubia que había posado sus manos con fuerza sobre sus muslos para atraerla más hacia ella sabía que no habría vuelta atrás. Había perdido totalmente la cabeza y la cordura y ahora solo deseaba una cosa y a una persona. Lo demás no le importaba.

Se incorporó sobre sus rodillas para que la rubia pudiera subirle el vestido hasta el vientre. Ambas jadeaban con desesperación. Regina se sentía desatada y con un ágil movimiento llevó sus manos a su espalda y bajó la cremallera de su vestido. Emma le ayudó a sacárselo. Cuando estuvo únicamente en ropa interior delante de ella, la rubia paseó su mirada por todo el cuerpo de la alcaldesa. Regina era magnífica. Tragó saliva y apretó sus muslos todo lo que pudo al sentir cómo todo palpitaba en su entrepierna.

Comenzó a sentirse perdida y con demasiada urgencia por ser saciada. Sus cuerpos encajaban a la perfección, incluso parecían estar siendo atraídos el uno hacia el otro como imanes. Todo era tan intenso que ninguna alcanzaba a pensar con claridad. Solo se apoderaba de ellas el deseo primitivo y la conexión de dos almas atormentadas pero necesitadas. Era como si se necesitasen desesperadamente la una a la otra después de tanto tiempo y tantos momentos vividos. Aquella era la culminación, el desahogo a una relación irritante pero leal.

Regina se apresuró a sacar la ropa de Emma de igual modo. La rubia se incorporó con la morena en brazos y la dejó en el suelo delicadamente mientras que se sacaba sus botas y sus pantalones. Cuando ambas estuvieron desnudas Emma atrajo a Regina de nuevo hacia ella y la tumbó en el sofá tendiéndose encima suya sin dejar de moverse sutil pero efectivamente en ningún momento. Regina no podía más. Sentía que iba a explotar.

Capturó de nuevo los labios de la salvadora con violencia y Emma le correspondió con apremio. Sin pensarlo dos veces se incorporó sobre su cuerpo y separó las piernas de Regina para poder sacar sus braguitas. La morena gimió al sentir el aire golpear contra su sexo húmedo e hinchado. Las pupilas de la rubia se dilataron al verla expuesta delante de ella y cuando Regina jadeó no pudo resistirse más. Volvió a tenderse un poco sobre ella y la besó más profunda y lentamente que las anteriores veces. Quería que Regina sintiera todo el deseo que provocaba en su interior con aquel beso, quería que Regina sintiera la pasión que había hecho surgir en su interior. Mientras la besaba paseó sus dedos por su sexo. Estaba tan mojada que oleadas de placer llegaron a su propio sexo cuando lo comprobó.

Movida por el deseo se incorporó sobre su mano izquierda y metió dos dedos en su interior. Regina soltó un grito desesperado cuando lo hizo. La visión de la morena en aquella tesitura le estaba resultando espectacular. Tanto que creía que podría correrse tan solo con escuchar a Regina gemir y moverse debajo suya. La rubia se inclinó sobre la alcaldesa sin parar el ritmo de sus embestidas que había acelerado poco a poco y progresivamente. Apoyó la cabeza al lado de su oído y le susurró.

- Regina, tócame. Ahora.

El tono de voz que Emma había empleado bastó para que Regina reaccionase. Entre jadeos por las implacables embestidas de la rubia coló una de sus manos por sus bragas y la penetró hasta el fondo. Al principio lo hizo lento pero pronto cogió el propio ritmo que la rubia estaba empleando en su cuerpo. Sus embestidas se acomodaron al compás de sus cuerpos cada vez más rápidas y profundas hasta que ambas comenzaron a gemir audiblemente y sin control sintiendo a la otra en su interior. Sus gemidos se convirtieron en gritos de placer cuando sus cuerpos empezaron a contraerse, perfectamente conectados y sincronizados y sintieron cómo algo se vaciaba en su interior.

Ambas se quedaron quietas aún en el interior de la otra intentando regular sus respiraciones aceleradas. Emma apretó los ojos y comenzó a temblar encima de la alcaldesa mientras ésta, al darse cuenta, se retiraba lentamente de su interior para poder abrazarse a su espalda y atraerla hacia a ella.

Sus cuerpos estaban empapados. Los labios de Regina estaban secos. Tragó saliva con sus ojos puestos en el techo del salón de su casa mientras intentaba asimilar lo que había sentido en su interior en aquellos momentos. La rubia dejó caer su peso contra su cuerpo y se acurrucó mientras salía ella también de su interior. Al principio ninguna de las dos dijo nada. Lentamente sus respiraciones se volvieron constantes y sus mentes volvieron a la cordura, siendo conscientes de lo que acababan de hacer.

Al igual que al principio, fue Regina la que hizo amago de separarse de la rubia en primer lugar. Emma permanecía enterrada en el cuello de la alcaldesa. La realidad le había golpeado de lleno y ahora era incapaz de salir de su escondrijo. Regina presionó ligeramente el brazo de Emma y giró la cabeza para poder mirarla. La rubia alzó sus ojos hasta los de la alcaldesa. Permanecían bien abiertos y mostraban incertidumbre. Regina ya había visto antes aquella mirada perdida y asustada. La expresión de sus propios ojos también estaba perdida. Ninguna de las dos sabía qué decir. Pero si Emma no reaccionaba tendría que ser ella la que lo hiciera. Hizo acopio de todas sus fuerzas para poder hablar sin saber qué decir.

- Emma...

- Debería irme. – Dijo la rubia de inmediato.

Se incorporó y comenzó a recoger su ropa del suelo. Regina abrió la boca como queriendo decir algo pero no dijo nada. Se sentía terriblemente turbada, contrariada y confundida. No sabía qué le había pasado. Barajó sus opciones y optó por guardar silencio. Consideró que en aquellos momentos sería lo mejor. No sabría qué decir. Aun así no podía ser descortés con Emma. Después de todo el tiempo que habían compartido juntas y lo que había pasado...no quería ser desagradable con ella. Se incorporó ella también y recuperó su vestido del suelo.

Emma ya estaba casi vestida cuando abrochó su cremallera. Carraspeó mientras alisaba su falda con la cabeza gacha visiblemente avergonzada. Tanto como la salvadora, cuyos ojos permanecían bien abiertos y las fracciones de su cara contraídas. Cuando se hubo colocado su chaqueta miró a Regina. Intentó sonreír pero no le salió.

- Nos vemos mañana. – fue todo lo que alcanzó a decir.

Se encaminó hacia la puerta bajo la atenta mirada de Regina que la siguió con cautela. Cuando Emma abrió la puerta se giró para mirarla. La morena se había parado en lo alto de las escaleras del hall y la miraba con el ceño fruncido y los labios contraídos. En aquella ocasión al comprobar Emma, que Regina estaba exactamente igual de avergonzada que ella, consiguió esbozar una tímida pero sincera sonrisa frunciendo el ceño. Pudo ver cómo Regina la correspondía antes de salir por la puerta y cerrarla tras sus pasos.

Cuando Emma abandonó la casa Regina sintió un inmenso vacío en su interior. Como si hubiera perdido algo que apreciaba y ahora se había quedado de nuevo sola otra vez. Tragó saliva y subió hasta su cuarto. Solo tenía ganas de acostarse y cerrar los ojos.


Emma se apoyó sobre su escarabajo amarillo cuando llegó a su altura y suspiró. El viento y el frío de la noche habían conseguido despertarla por completo y ahora intentaba asimilar, sin conseguirlo, lo que acababa de pasar entre Regina y ella. ¿Qué era lo que le había pasado? Pensó. Nunca antes había sentido nada como lo que acababa de experimentar, de eso estaba totalmente segura. Había sido muy intento...demasiado intenso...incluso había podido sentir cómo su propia magia se agitaba dentro de su cuerpo al sentir el magnetismo que emanaba Regina. ¿Qué había sido aquello? Pensó de nuevo. Se había vuelto loca, ¡se acababa de acostar con Regina! ¡Regina! De pronto todo empezó a removerse en su interior. Aquella sensación de confusión y malestar la superaban. Abrió su coche y se montó. Arrancó rápidamente el motor y huyó de allí.


Perdón por posibles fallos en la redacción.

Salu2!