CAPRICHOS DEL DESTINO
.I.
¡¡El Príncipe de la Colina es Albert!! Desde muy pequeña siempre había tenido en su recuerdo al Príncipe de la Colina, ¿cómo es que no se había dado cuenta de quién era? Al principio Albert tenía el pelo largo y oscuro, llevaba barba y gafas oscuras pero desde que se lo había encontrado en Londres tendría que haberse imaginado que era él, su príncipe, su gran amigo.
-Eres mucho más hermosa cuando sonríes …
-Albert, ¡¡eres mi Príncipe de la Colina!!
En cuanto le alcanzaba la memoria Candy siempre había tenido a Albert cerca de ella, en los momentos difíciles, en los alegres. Albert era el Tío William, era su protector, su compañero de penas y alegrías … Cuan feliz se sentía en el momento que descubrió toda la verdad. No hacía más de unos días que Albert se presentaba como el Tío William y ahora le descubría que también era su Príncipe de la Colina.
-Albert, por un momento me he sentido feliz, feliz por encontrarte aquí y saber quién eres en realidad … no puedo dejar de sonreir al encontrarte … sonreir en estos momentos tan difíciles. Sabía que habías venido con los demás, se le escapó a Annie, pero nunca me hubiera imaginado esta agradable sorpresa.
En aquel momento volvieron a la cabeza de Candy los recuerdos tristes que la habían llevado a la Colina de Pony. Albert conocía la tristeza de su pequeña Candy, siempre había procurado estar a su lado en los momentos difíciles para ayudarla y consolarla. Sabía los sentimientos que se agolpaban en su cabeza y en su corazón. La vuelta al Hogar de Pony era un desesperado intento de Candy por olvidar los malos recuerdos de los últimos tiempos. Aquella era la vez que peor la había visto, pero la joven nunca ocultaba una sonrisa.
Desde que la viera por primera vez, Candy se había convertido en parte esencial de su ser. Una niña alegre, incansable, traviesa, divertida .. pero desdichada. Candy era huérfana y necesitaba de alguien que la ayudara y ese alguien sería él. Recordaba el día que la conoció. Candy lloraba por la separación con Annie, él llevaba puesta su ropa de ceremonia y para animarla un poco tocó la gaita para ella. Desde aquel momento supo que Candy se merecía lo mejor y que él sería su protector. Albert había perdido a su adorada hermana Pauna, y sintió cierto afecto por Candy. La pequeña se convertiría en esa hermana que había perdido algún tiempo atrás. El broche que dejó para Candy así lo indicaba, para él Candy pasaba a formar parte de la familia Andrew.
-Albert, me siento tan feliz sabiendo que tú eres mi Príncipe de la Colina … yo creí que Anthony era mi Príncipe, se parecía tanto a ti … Anthony, pobre Anthony. Nunca debió terminar así. Eran tan dulce, tan bondadoso … y Stear, qué desdicha para la familia y para mi querida Patty. Me siento reconfortada en esta Colina recordando a mis seres queridos …
Le cayeron unas lágrimas pensando en ellos; habían sido tan buenos con ella, los quería tanto a los dos. La primera vez que vio a su Príncipe de la Colina, Candy rondaba los seis años y Annie le acababa de decir que se quería deshacer de su pasado. Era tan guapo, iba tan bien vestido …. Creyó que Anthony era su Príncipe, se parecían tanto … No cayó en la cuenta de que cuando vio al Príncipe por primera vez debía tener unos 20 años y que Anthony por aquella época, algo mayor que ella, debía rondar los 14. Albert era hermano de la madre de Anthony y por lo tanto también era su tío, ¿cómo no se iban a parecer? Recordó el cuadro pintado con el retrato de la madre de Anthony.
Albert sabía que también se acordaba de Terry pero no osaba mencionar dicho nombre, como si al hacerlo el corazón de Candy se fuera a romper en mil pedazos. No podía más que sentir envidia de la forma en que ella lo amaba, tan desesperadamente. Si no hubiera conocido a Candy desde tan pequeña, quizás él estaría perdidamente enamorado de ella, era imposible no hacerlo. Tan sólo se llevaban unos quince años, tal vez menos. Cuando perdió la memoria, Candy se esmeró en cuidados, al no poder quedarse en el hospital se fue a vivir con él a un apartamento para seguir atendiéndole. Durante aquella etapa le había sido posible verla como a una mujer pero al recobrar la memoria sólo podía ver en ella a una hermana, una persona a la que proteger y dar todo el cariño del mundo. Candy formaba parte de él de una forma especial.
Ambos estuvieron largo rato recordando los acontecimientos pasados. Candy recordó sus innumerables encuentros con Albert a lo largo de su vida. De cómo, él había estado siempre presente en todo lo que en ella había acontecido. Albert había sido algo más que un amigo. A pesar de su juventud Albert lo había sido todo para ella, como el padre que nunca pudo conocer. Ahora estaba allí, en la Colina de Pony junto a sus dos madres, la hermana María y la Srta. Pony y a su padre adoptivo, su Albert.
Pronto llegó la noche, las horas se fueron en interminables charlas. Todos sus seres queridos estaban junto a ella. Archie y Annie, Patty, Albert, la srta. Pony y la hermana María, Jimmy y los pequeños huérfanos de casa Pony. Todos no … no, TODOS!! Terry ya no le pertenecía. Ambos habían elegido su camino, debía renunciar a él. No podía ser de otra forma, Susana lo había dado todo por su amor. Esa pesada carga no podría soportarla en sus hombros. Habían hecho bien, lo correcto. Pero su corazón se contradecía con su cabeza ¿por qué se sentía tan vacía? Debía olvidarle, el destino los había separado; ellos se habían separado. Albert le había dicho que Terry había vuelto a actuar y que era de nuevo una gran actor … también debía haber vuelto junto a Susana. La situación era justa. Ella estaba bien y Susana se había sacrificado por Terry, merecía su amor. Después de tantas emociones y el inesperado encuentro con su Príncipe de la Colina, Candy durmió recordando a todas las personas que habían pasado por su vida.
Por mucho que ella lo quisiera ocultar, Albert se desconsolaba al ver a Candy tan apenada. Terry no lo había pasado mejor que ella. Hijo de un duque y una famosa actriz había pasado su infancia en internados desde que sus padres vivieran separados. El duque se había casado con la actual duquesa de Grandchester y tenían tres hijos. Albert conoció en su juventud a los padres de Terry en una fiesta que los Andrew ofrecieron en su mansión de Chicago. Por aquel entonces Albert era joven y se sentía fascinado por la belleza de la actriz. Terry era la viva imagen de su madre. Quizá por ello el duque de Grandchester se sentía incomodado con su hijo: él le recordaba a Eleanor. Al volver a Europa el duque rechazó a Eleanor por su profesión y se separó de ella casándose con una mujer a la que no amaba pero con una posición social respetada. Desde que la conociera en aquella fiesta, Albert y Eleanor habían mantenido una buena relación de amistad. Gracias a ella supo de la huída de Terry tras la separación con Candy, de lo mal que lo estaba pasando. Su madre sufría sin que él lo supiera y rogaba por que algún día consiguiera la felicidad que ella no había encontrado con el padre de su hijo.
Candy y Terry eran diferentes pero se complementaban a la perfección. ¿Qué había podido salir mal entre ellos? Desde luego Eliza Leagan había tenido mucho que ver en todo ello. Siempre entrometiéndose y sintiendo envidia de Candy había hecho lo inimaginable para hacerle la vida imposible. Si no los hubiera engañado de aquella forma en el colegio St. Paul no habrían llegado a esta situación. ¿Qué podía hacer él? Por el momento, el Hogar de Pony era el sitio ideal para que Candy se reencontrara con sus sentimientos.
