El Heredero de Grindelwald.

By Rocks Peverell

Capitulo uno: La piedra en el museo.

Luego de años y años de búsqueda, el deseo de su bisabuelo por fin se aria realidad aunque sea parcialmente, por fin había encontrado una de las reliquias que tanto deseaba y la había encontrado en el lugar menos esperado: un museo muggle. No le había importado matar aquellos guardias de seguridad, ya había matado antes; sabia que sus secuaces esperaban afuera, pero necesitaba hacer esto solo.

Lentamente se acerco a la pequeña urna de cristal donde se encontraba aquella piedra negra y brillante con un símbolo grabado, el cual había sido el escudo de batalla de su bisabuelo y que tantas veces había visto en su academia Dumstrang. No podía aguantar más - Reducto - grito apuntando hacia la urna de cristal que se rompió en mil pedazos haciendo un gran ruido, estaba solo a centímetros de tener la piedra. Su mano de largos dedos se estaban cerrando sobre su fría superficie cuando de repente y sin aviso se vio rodeado de 10 magos apuntándolo directamente con sus varitas.

- ¡Deja eso! – dijo un hombre alto de pelo negro y desaliñado, que lo miraba a través de unos lentes circulares con mirada de estupefacción – soy el jefe del departamento de aurores, deja eso o tendrás que vértelas con nosotros

- ¡JAMAS! – dijo al momento que tomo la piedra y con un giro trato de desaparecer, pero era muy tarde, ese auror le había lanzado un embrujo anti-desaparición sin que se percátese y ahora 10 voces le gritaban Desmaius al unísonoTuvo que ser muy ágil para agacharse y evitar los hechizos, que hicieron a 2 aurores quedar fuera de combate por sus propios compañeros, y con un rápido movimiento pudo hechizar a otro.

Era el solo contra siete aurores, ya no quedaba escapatoria, cuando de repente la puerta de la sala se abrió y cinco hombres de túnica negra con un símbolo en su pecho entraron, ahora eran siete contra seis y la batalla se tornaba mas intensa.

-Impedimenta- grito uno de los aurores a uno de los secuaces que acaba de entrar, pero un encantamiento escudo paró el hechizo. –Crucio - gritaban los secuaces, haciendo retorcer de dolor a un auror, la batalla se tornaba más feroz.

Ya en total seis aurores estaban tendidos en el suelo sin poder pelear, ese fue el momento en que el jefe de los aurores se acerco a pelear contra el ladrón de la reliquia.

-Expelliarmus – grito el auror.

-Avada Kedavra – dijo élpero algo extraño paso al momento en que los hechizos chocaron. Su varita empezó a vibrar como si la recorriera una descarga eléctrica. No podía soltar la varita, no entendía que demonios pasaba.

Ese fue el instante justo cuando un chorro de luz dorada salía de las varitas haciéndolas conectar.

Y entonces algo empeoro más la situación. Empezaron a elevarse del suelo, tanto el como aquel auror de gafas estaban elevados en el aire con sus varitas unidas por aquel cordón de luz y encerrados en una especie de campana formada por rayos que salían de las varitas.

- ¡No hagan nada! – ordenó el auror a los suyos.

Chispas salían de todas partes del chorro de luz.

Entonces, una pelea por ver quien manejaba el chorro de luz estallo, ambos trataban de manejas las chispas que salían del chorro para que atacaran al otro.

Pero el auror era mas fuerte, sabia lo que hacia.

Sin darse cuenta, un súbito dolor le llego al momento en que las chispas tocaron su varita, un dolor insoportable que procedía a lo que pasaba en aquel momento: de su propia varita apareció el vestigio del encantamiento Desmaius que acababa de usar, también apareció el encantamiento Reducto y seguido de este pudo ver algo mucho mas impactante. Parecía una especie de espectro. Era uno de los guardias de seguridad que había matado hace un rato, luego salía otro y otro espectro de toda la gente que había matado. No lo podía creer, nunca había visto tal cosa.

Se sentía muy desesperado. Sabia que debía romper la conexión, no entendía por que pero debía hacerlo.

Entonces, concentrando todas sus fuerzas para sacar la varita y terminar el suplicio, rompió el encantamiento con lo que el chorro de luz desapareció, así también los espectros.

Cayó al suelo junto con su adversario.

Sin pensarlo dos veces ordeno a sus secuaces salir de ahí, el encantamiento anti-desaparición ya no tenía efecto.

De un momento otro había desaparecido y se encontraba entrando en su gran mansión seguido por sus secuaces, próximo a investigar que era lo que había pasado.