Todo este fic, esta hecho y dedicado especialmente a mi preciosa, pequeña Lágrima… por que tú fuiste el aliciente para hacerlo… si la musa me abandonó, entonces te tuve a ti… con amor…
Ninguno de los personajes es mío… solo los tomé prestados para las historias. Ninguno se ha quejado así que no me preocupa en lo absoluto… nadie salió lastimado durante las grabaciones de éstos capítulos…
HISTORIAS CORTAS SOBRE AMIGOS VERDADEROS.
SONRISA
La armadura destellaba cegadora, con la luz de un sol crepuscular.
Tendría unos veinte minutos, tal vez más, desde que se encontrara sentado en el despeñadero que le daba dominio visual sobre toda la costa que rodeaba al Santuario.
Le gustaba estar así, solo sentado, mirando el mar de sangre formado por un Apolo moribundo… un placer poco común para un caballero como él, reconocido por su falta de sensibilidad, o de meras expresiones de ella.
El suave tintinear de otra áurea armadura se aproximaba por su espalda. No necesitó voltear para identificar al hombre que venía a su encuentro… podría reconocer ese cosmos en cualquier parte, en cualquier momento y en cualquier circunstancia.
-¿Qué miras?- preguntó amablemente el pelilila
- El mar –respondió el otro
- Eso es obvio, caballero… me preguntaba que era eso en el mar que te tenía tan interesado… - el santo de Aries se detenía a un paso de él
-¿No podrías leerme la mente? Sería más fácil que explicarlo…
-Por el momento me gustaría más sentarme ¿me permites?
No hubo más respuesta, que la de un brazo extenderse para retirar el dorado casco que descansaba a su costado, dejando el espacio libre para que el recién llegado lo ocupara.
Se hicieron silenciosa compañía durante algunos momentos. Al Caballero de cabellos azules, que ondeaban al viento, enredándose en los sedosos cabellos lilas de su acompañante, no le molestaba su presencia.
A diferencia de los demás, como por ejemplo, Aioria, Milo o hasta Afrodita; Mü era capaz de permanecer callado, admirando la belleza del universo, sin tener que iniciar alguna conversación venial que echase a perder el momento.
O eso creía.
Y cayó la noche, azul añil, como telón perfecto para un millar de estrellas multicolor, que centelleaban protectoras de una luna milenaria, que ahora parecía una rebanada de fruta blanca…
-Probablemente Zeus le prodigó una mordida, ¿no? –sentenció de pronto, Aries
- ¿De que hablas? –pregunta el primer inquilino del peñasco
- Pues es que pensabas que la Luna era una rebanada de fruta… solo completé tu idea – dijo Mü, con una sonrisa
- Mejor sigue calladito, Carnero…
- ¡Oh! Bueno –una carcajada sincera salió del pecho del aludido –¿entonces no me dejarás decirte otra cosa que se me había ocurrido…?
- Mh
- ¿No? – El hermoso pelilila hizo un mohín infantil- como sea…
- Dioses… -suspira el peliazul
- Es que… bueno… supongo que te gustan los cambientes azules de las batientes olas del mar nocturno, por que te recuerdan los insoldables ojos de tu amado Escorpio… igual de indomables, e igual de profundos…
- Eres bastante poético para ser tan ridículo… - respondió el aguador, pero su cosmos no se sentía genuinamente enfadado
-¡Vamos amigo mío! –Pocos en todo el Santuario podían darse el lujo de llamarle así - ¿me dirás que estoy errado?
- Estás equivocado… -dice, cerrando los ojos el caballero de la onceava casa – pero que le voy a hacer…
- Creo que me iré… desde ésta mañana no he visto a Kikki... -Se pone de pie, tomando el borde de su capa, para sacudirle el polvo- conociéndolo debe andar de parranda con los pequeños Bronces.
- ¿Mü?
- ¿Si?
- Me gusta… el tono violeta que toma el cielo justo antes de que el sol se oculte… por que me recuerda a tus ojos… -El joven sintió como el aura que rodeaba al siempre amable guardián de la primera casa, se encendía de vergüenza
-¿Q… qué…?
- Si pones atención al ocaso, puedes encontrar todos los colores que conforman tu persona, bello caballero…
-¿Q…Que… Que?
-¿Lo dudas, Amigo mío? –dijo el señor de los hielos, sereno, horrorizando aún más, como si eso fuera posible, al Caballero Dorado de Aries.
¿Acaso había llegado el día final, se preguntaba Mü, asustado.
Pero todo su espanto desapareció en cuanto el perfecto rostro de su aún sentado compañero se giraba hacia él. Por que en ese semblante cincelado por los dioses, que parecía haber sido creado para permanecer inmutable y frío, había un gesto que escasos seres habían contemplado… y aún menos vivieron para contarlo…
Por que solo ahora, que lo escuchaba bromear, empezaba a comprender…
Por que hasta ahora entendía hasta que punto le apreciaba el siempre impasible caballero…
Porque Camus, el Caballero de Acuario, le había sonreído.
FIN
