Imperfecto.

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Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a su creador Masashi Kishimoto.

Advertencias generales: Posible What If?, OoC.

Aviso: "Esta historia participa en el Reto exprés: ¡Celebremos a papá, el olvidado! ". "La academia de Konoha".

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El suave aroma del pastizal que crecía en el cementerio de Konoha se impregnó en la nariz de Sasuke, frío y húmedo como las pequeñas lágrimas que caían de a gotas pequeñas por sus ojos.

Ya se cumplían trece dolorosos años desde lo que había sido la noche más larga y cruel de su vida. No obstante, en días especiales como aquellos, no podía evitar aferrarse con mas fuerza que nunca a los malos recuerdos del pasado.

Algunas de sus memorias eran tan tristes que solo recordarlas hacía que su corazón se sintiera helado. Otras eran muy cálidas. Tan cálidas, que al implantarlas en su alma Sasuke sentía un ligero resquemor invadirlo.

No conseguía dejar de pensar en su difunta familia. No obstante, la única persona que ocupaba espacio en su mente durante esa fecha especial era, nada mas y nada menos, que su difunto padre.

"Aquí yace: Fugaku Uchiha".

Siendo un adolescente, Sasuke vivía día tras día no solo culpándose por haberse mostrado débil frente a su hermano en la noche de la masacre, sino también por todas aquellas veces en que había deseado no ser hijo del líder del Clan Uchiha.

Fugaku no fue precisamente el padre que todos los niños soñaban con tener. Al ser un Uchiha, siempre mantuvo la personalidad de un hombre frío, calculador y por sobretodo exigente con sus hijos. No obstante, esa indiferencia se representó como un sinónimo de aliento y amor hacia estos mismos.

—Feliz día, papá —susurró, clavando sus ojos rojos en la lapida que se encontraba delante suyo. Enojado consigo mismo por haber llorado aún después de prometerse jamás volver a hacerlo —. En verdad me hubiese gustado saber que era lo que le decías a mamá sobre mi persona. Fuera lo que fuera, agradezco el apoyo incondicional que me brindaste.

Ver la tumba de su padre le causaba dolor y lo llenaba de un repentino odio. Pero fuera de eso, Sasuke sentía el impulso de por lo menos saludar a quien, en tiempos pasados, fue su más confiable ejemplo a seguir. Con la vaga esperanza de que la suave ventisca se llevara consigo sus cortas palabras.

A fin de cuentas, Sasuke lo sabía: el imperfecto como padre jamás fue Fugaku, sino todo lo contrario. Imperfecto era él, como hijo menor y descendiente.

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Fin.