Maura Isles echó el lugar una vez más. A diferencia de hace una hora, en ese momento estaba saturado con personas. Y no era para menos, era viernes en la noche y happy hour. Frost estaba en la barra hablando con una joven oficial y se le veía muy sonriente. Por otro lado, Korsak estaba sentado en frente a ella, bebiendo lo que vendría siendo su cuarto whiskey.
–Creo que mi noche llegó a su fin –anunció el hombre mayor, levantándose y acomodando su corbata.
–¿Desea que lo acompañe? No creo que Jane venga –sugirió la forense, con tono desilusionado.
La detective Rizzoli la había llamado para decirle que llegaría en veinte minutos aproximadamente. Eso fue hace hora y media.
–Quédate, si Jane dijo que vendría lo hará- le regaló una pequeña sonrisa.
–Está bien, pero no conduzca, por favor; hay una alta correlación entre el consumo excesivo de bebidas alcohólicas y los accidentes automovilísticos. El alcohol afecta la química del cerebro mediante la alteración de los niveles de neurotransmisores –el hombre levantó sus cejas, a pesar del bullicio que había en el bar, estaba lo suficientemente cerca para escuchar lo que la forense decía–. También aumenta los efectos de los neurotransmisores GABA en el cerebro… son los que provocan los movimientos lentos y la dificultad para hablar… –Las últimas palabras fueron dichas en un susurro, inalcanzables para sus oídos.
La expresión de shock en el rostro de Korsak había desaparecido hace mucho y ahora le sonreía a la mujer.
–Lo siento, lo he hecho otra vez –su rostro se ruborizó.
–Ya estoy acostumbrado, Maura –dijo, dejando unos dólares de propina sobre la mesa–. Además, siempre es muy interesante escuchar lo que tienes que decir –lo dijo con toda sinceridad, provocando que la forense sonriera apenada.
–Buenas noches
–Buenas noches, Korsak
Maura se levantó y un ligero mareo hizo que se sostuviera del borde de la mesa por unos segundos. Pensó que el levantarse con tanta rapidez lo había causado, así que lo descartó y caminó hacia la barra, sentándose.
–Una cerveza.
El barman colocó delante de ella una cerveza fría y un vaso. Mike, el barman, ya conocía los pedidos de la rubia, aunque solía estar acompañada por la detective morena.
–No lo necesito –hizo un gesto con su cabeza hacia el vaso y llevó la botella a sus labios, tomando un largo trago.
-Si no lo estuviera viendo con mis propios ojos nunca lo creería.
Maura se giró al escuchar esa voz profunda y áspera.
–Jane –sonrió, olvidando la tardanza de su amiga.
–Es su primera cerveza, pero ha tomado unas cuantas copas de vino –le dijo el barman.
–¿Vino y cerveza? –estaba sorprendida.
Maura mostró sus dientes en una amplia sonrisa ¿Acaso estaba ebria? Con un dedo le señaló a su amiga que la esperara por un minuto.
–¡Oye, Frost! –Jane caminó hacia su compañero, ignorando la mujer que casi estaba lanzada encima de él.
–¡Jane! Por fin llegas.
–¿No te has dado cuenta que Maura ha tomado de más? Creo que está ebria ¡Nunca la he visto ebria!- musitó entre dientes, intentando mantener su tono bajo para que la forense no la escuchara.
–Que sepa sólo ha tomado una copa de vino –el hombre miró por encima del hombre de la morena, abriendo sus ojos sorprendido al ver como Maura bebía cerveza... ¿de la botella? –¿Qué hace?
–Eso me pregunto yo, la llevaré a su casa.
Frost asintió con un leve gesto antes de seguir con su conversación (si es que así se le podía llamar) que mantenía con la joven oficial.
Jane colocó la palma de su mano en la espalda baja de su amiga. Maura ya se había bebido media cerveza; estaba bebiendo extremadamente rápido.
–Maur, te llevaré a tu casa, has bebido demasiado.
–Mis capacidades mentales y físicas están en perfecto estado, te lo demostraré –la mujer dejó sobre la barra la botella y se levantó del taburete alisándose con las manos el vestido rojo que estrenaba por primera vez. Jane era consciente de la nueva prenda, demasiado para ser sincera. El vestido tenía un escote más bajo de lo que su amiga acostumbraba vestir y la tela era tan suave; la había sentido cuando colocó su mano en la espalda baja de la mujer que ahora se preparaba para caminar sobre una línea invisible en el suelo. Lo más irresistible del vestido y su amiga era como sus curvas eran moldeadas por la tela de una forma tan exquisita que dejaba sin aliento a la detective.
Maura comenzó a caminar, intentando seguir su línea invisible en el suelo, pero la detective la detuvo tomando su brazo tirando de ella suavemente para que la siguiera hacia la salida. La risa de Maura llegó a sus oídos y no pudo contener una pequeña sonrisa.
–Casa. Ahora.
–Pero acabas de llegar Jane, has tenido un día muy ocupado, puedes relajarte, beber un poco- dijo en voz baja, un puchero.
Jane se giró para mirarla, siempre que hacía eso no le podía negar absolutamente nada. La expresión de Jane era fascinante para la doctora. Parecía que estaba teniendo una pelea interna; su rostro cambiaba de expresión con cada segundo que transcurría entre ellas y terminó cuando movió su cabeza de un lado a otro haciendo un gesto negativo.
–Podría hacer lo mismo en tu casa. Claro, si quieres... –susurró, con una ligera sonrisa en sus labios.
Maura la miró vacilante.
–¡Cuidado! –exclamó entre risas y se apresuró hacia Maura para ayudarla a salir del auto.
–Jane –dijo en un tono de advertencia
–No lo digo porque piense que estás ebria… Con tus explicaciones durante el camino me has dejado claro que no lo estás… mucho. Más que nada lo digo por los tacones y lo resbaloso que está el suelo por el hielo y la nieve, ya sabes –sacudió los hombros, entrelazando su brazo con el de Maura para sostenerla.
Maura comenzó a reír, era una risa pequeña y reservada pero progresó a unas carcajadas en cuestión de segundos. Jane no entendía muy bien cuál era la causa de la risa de su amiga pero era feliz con sólo escucharla.
–¿Dónde están mis llaves? –decía la rubia, hundiendo una de sus manos en su bolso buscándolas. –¡Oh, aquí están! –exclamó frunciendo el ceño intentando introducir la llave en la cerradura.
–Así que ni un poquito ebria- dijo intentando contener su risa. Maura reaccionó mirándola de reojo por encima de su hombro con seriedad antes de sonreírle. El sacudido que provocó la risa en su cuerpo hizo que la coordinación de sus dedos la traicionara y que las llaves cayeran al suelo.
–Coordinación perfecta, ¿eh? –susurró la morena inclinándose para recoger las llaves al mismo tiempo que Maura lo hacía. Sus frentes colisionaron y Maura perdió el equilibrio por completo.
–¡Maura! –exclamó la detective intentando sostener a su amiga pero la acción hizo que ella también cayera junto a su amiga.- Lo siento… tu vestido –se disculpó con sinceridad. Una simple arruga en uno de sus vestidos era suficiente para que la inquietara de una forma desmesurada. Aún recordaba el día en el trabajo que la mujer salió a su casa para cambiarse una falda por una arruga que apenas era visible para sus ojos. Y ella se preguntaba ¿Quién estaría mirando una arruga cuando ella, o cualquier otro, no podía desviar la mirada de su rostro? Pero así era Maura Isles y le encantaba. Pero ahora estaba aquí: sentada sobre la fina capa de nieve que cubría la entrada posterior de su casa y no se había quejado… aún.
Maura la miró sobresaltada antes de mirarse a ella misma por unos segundos. Su mente más lenta de lo que normalmente sería, procesaba lo que había acabado de ocurrir y en la posición en que se encontraba. Luego miró a la morena antes de soltar otra carcajada. La reacción inesperada sorprendió a Jane; esperaba algún comentario sobre cómo su vestido estaba arruinado y tendría que mandarlo a alguna lavandería especializada.
Su amiga tenía una tolerancia sorprendente al alcohol, pero cuando se pasaba una o dos copas de más, le encantaba cómo se ponía "alegre" como ella acostumbra decir. Ella nunca estaba borracha, sólo alegre. Aunque esta era la primera vez que veía a Maura pasada de copas, con su compostura a un lado. Jane fue la primera en levantarse.
–Si sigues haciéndome reír no podré levantarme ni ayudarte –dijo tomando la mano de su amiga para ayudarla a ponerse de pie.
–¿¡Qué es lo que está pasan…!? –Ángela salió de la casa de invitados de Maura, vistiendo sólo una bata de dormir. Las palabras se ahogaron en su garganta al ver la posición en la que estaban las mujeres: Jane estaba inclinada sobre Maura sosteniendo una de sus manos y Maura estaba levantándose, colocando su mano libre sobre el hombro de la morena para levantarse con más facilidad. Era una posición extraña e inesperada con un toque de… ¿intimidad? La proximidad, las manos. Jane estaba segura que su madre podría mal interpretarlo.
–Ángela, buenas noches –Maura la saludó con un gesto, moviendo su mano perezosamente.
–¿Esos niños siguen molestando, les daré un sus…? –detrás de Ángela apareció el teniente Cavanaugh, hablando en voz alta para intimidar los "muchachos". El hombre dio unos pasos apresurados, colocándose delante de Ángela. Sólo calzaba bóxer, una camiseta blanca, calcetines y un bate en la mano. Aún no se había percatado de la presencia de las dos mujeres.
–Si no los asusta con ese bate estoy segura que lo hará con esa vestimenta –susurró Maura entre dientes.
–¡Maura! –Jane la miró boquiabierta; era la única que la había escuchado y no sabía si estaba más sorprendida por lo que había dicho o por el hecho que había dicho una broma tan buena. Si no fuera porque su madre estaba involucrada, se había echado a reír a pesar de eso… no pudo contener una pequeña sonrisa.
–Teniente Cavanaugh –dijo con un tono agudo ayudando a Maura a ponerse de pie a su lado.
–Rizzoli –dijo sorprendido, aclarando la garganta, apenado. El hombre no sabía dónde meterse y se apresuró a esconderse detrás de Ángela.
–Parece que se han reconciliado –susurró Maura al oído de su amiga.
–Gracias por afirmar lo obvio –le susurró entre dientes
–Entra Sean, son las muchachas –dijo Ángela. El hombre miró de reojo apenado la detective y desapareció. Ángela cerró la puerta y caminó rápidamente hasta estar enfrente de las mujeres.
–¿Sean? –preguntó su hija
–Es su nombre, Jane
–Es normal que dos amantes se llamen por sus nombres –añadió Maura
–Maaaaur –exhaló frotándose la frente con sus dedos.
Ángela se acercó un poco más a la forense y miró a su hija sorprendida.
–¿Está ebria?
–¿Yo? No, sólo he tomado unas copas de vino… Y cerveza –explicó la mujer con una sonrisa boba.
–¿Jane? –preguntó Ángela con una mirada acusadora.
–Ma, fueron unas copas y yo no tengo ni una gota de alcohol en mi cuerpo… hasta ahora –moría por tirarse en el cómodo sofá de su amiga y beber una cerveza bien fría– como dijo, no está ebria
–¿No lo estoy? –preguntó la rubia con tono inocente
Jane exhaló con fuerza antes de quitarle la llave para abrir la puerta.
–Regresa con Sean, yo me ocupo de Maura y aquí no ha pasado NADA de esto, ¿Entendido? –remarcó, moviendo su dedo índice entre ellas refiriéndose al estado en que vieron a su teniente y madre.
Ángela la miró pensativa por unos segundos haciendo una mueca antes de girarse
–Ni un comentario –dijo, antes de cerrar la puerta.
–¡Por dios! –exclamó, quitándose la chaqueta y los zapatos antes de sentarse en el sofá. –después de ver eso podría sacarme los ojos con tenedores- se restregaba los ojos intentando borrarse la imagen de su teniente en su cabeza. –Creo que tendré pesadillas
–Eso sería muy… –empezó a decir refiriéndose a lo dicho por la detective sobre tenedores.
–No es en serio Maur- tomó un sorbo de cerveza, cerrando los ojos saboreando la bebida fría y la tranquilidad tan característica de la casa de Maura.
–No entiendo cómo pretenden que me quite este vestido, ¿Cómo fue que pude ponérmelo? –se quejaba, intentando de bajar el broche de la espalda.
Jane casi se ahoga con su trago de la cerveza ¿Maura no sabía cómo quitarse su propio vestido? Se secó sus labios con el dorso de la mano, dejó la cerveza sobre la mesita y se giró para ver como Maura forcejeaba con la prenda.
–Permítame –se apresuró hacia la mujer, colocando las manos sobres sus hombros.
La calidez inesperada que radiaron de las manos de la morena hizo que la rubia quedara inmóvil. Jane se rió para sus adentros. Maura había logrado quitarse uno de sus zapatos pero seguía con el otro, el tacón de cuatro pulgadas hacía que su cuerpo estuviera inclinado hacia la derecha.
–No entiendo por qué has bebido tanto, no es propio de ti- la guiaba hacia el sofá, ayudando para que se sentara lentamente.
–Te esperaba –susurró con sus ojos entrecerrados.
La respuesta no convenció a Jane pero decidió que no era momento para más preguntas.
Maura había tenido unos días muy ocupados, al igual que la detective. La aparición de Casey en la vida de Jane, en sus vidas, la había afectado de una manera inesperada. Jane no hacía más que hablar sobre él. Los pocos ratos que habían tenido libres en el trabajo y los minutos que lograban pasar juntas eran ocupados con interminables detalles u opiniones sobre el hombre. Maura se sentía como una mala amiga; pensaba debía poder escucharla, aconsejarla. Y lo hacía, pero algo en su interior se retorcía cada vez que la expresión de la morena se transformaba cuando mencionaba el nombre del hombre, cuando sonreía con esa sonrisa que sólo era de ella. No, esa sonrisa no era de ella, no le pertenecía.
–¿Te sientes bien? –preguntó la morena cuando Maura se cubrió el rostro con su brazo inconscientemente.
Jane había logrado quitarle el otro tacón y ahora estaba sentada de rodillas enfrente de su amiga, con sus manos a los lados de sus piernas.
–Ujum –su brazo permaneció sobre su rostro y sus ojos continuaron cerrados. Su cuerpo se sentía pesado y el mínimo movimiento era un enorme esfuerzo. Tal vez sí se había pasado con el alcohol.
–Necesito alimentar a Bass –susurró, recordando a su mascota. Intentó levantarse pero fue detenida por las manos de su amiga.
–Deja, lo hago yo.
La mano de Maura descendió para quedar al lado de su cuerpo y siguió con ojos entrecerrados a la detective hasta que desapareció de su visión. Cerró los ojos una vez más, escuchando los ruidos que hacía la mujer mientras buscaba las fresas para la mascota.
Jane se agachó delante de la tortuga acercándole una fresa. Habían pasado unos minutos y permanecía inmóvil sin tocarla.
–No sé cómo Maura puede tener tanta paciencia –se había sentado delante del animal con sus piernas cruzadas, esperando el más mínimo movimiento.
Con un suspiro se levantó dejando la fresa cerca de la tortuga.
–Maur ¿Quieres un vaso de agua? –preguntó mientras abría el refrigerio. No obtuvo respuesta de parte la mujer pero aun así sirvió un poco de agua en un vaso. Un movimiento en su visión periférica hizo que mirara la tortuga; estaba comiendo la fresa–. Animales –protestó, sacudiendo los hombros.
–Maur –caminaba hacia el sofá, el reloj en la pared marcaba las 11:45PM–. Maur –repitió por segunda vez al no obtener una respuesta.
Maura se había quedado dormida en el sofá. Dios, como se quejaría de haberse dormido con el vestido. Se había acomodado a lo largo del sofá, su cabello estaba desplazado en uno de los cojines y su respiración era lenta y constante. Jane regresó a la cocina para dejar el vaso de agua y la botella de cerveza que había dejado sobre la mesita. Regresó hasta el sofá y se quedó mirando a su amiga con una expresión pensativa. Esa posición se veía muy incómoda y odiaría que se despertara con dolores musculares además de una resaca.
12:20AM. "Podría llevarla a su cuarto…" pensó mirando hacía las escaleras.
–Espero no despertarte –susurró deslizando un brazo por debajo de las rodillas de su amiga y el otro por debajo de sus hombros. No fue nada fácil. Ahora se encontraba delante del primer escalón de las escaleras. El cuerpo de Maura se sentía cálido junto al suyo y suspiró inconscientemente; se sentía bien, demasiado bien.
Cuando llegó al quinto escalón, su cuerpo se paralizó, seguido por un estremecer que recorrió todo su cuerpo. Maura se había movido un poco; un brazo fue lanzado por encima de su hombro, sosteniendo su cuello con delgados dedos y su rostro se giró hacia el calor de su cuerpo. Jane pensó que se había despertado, pero los ojos cerrados y la respiración tranquila le confirmaron que no era así. El cuerpo dormido de Maura fue depositado sobre la cama con extremo cuidado. Quería terminar de quitarle ese vestido que había quedado medio abierto porque se veía muy incómodo… pero no quería violar la privacidad de su amiga.
–Hmmm, Jane… –se giró en la cama moviendo su mano sobre el colchón como si estuviera buscando el cuerpo de su amiga sobre él–. Quédate.
Las cejas de Jane se fruncieron en una expresión confundida. Estaba segura que Maura estaba dormida ¿Acaso estaba soñando con ella?
Sin pensarlo dos veces se miró a sí misma e hizo una mueca antes de salir de la habitación y dirigirse hacia el cuarto de invitados donde tenía un poco de ropa. No pasó más de cinco minutos antes de que reapareciera al pie de la cama de su amiga. Esta vez vestía un short y una camisa blanca sin mangas.
No entendía por qué pero se sentía un poco nerviosa.
"Es sólo Maura, mi amiga" pensó "Ella se quedará en su lado y yo en el mío y despertaré temprano, para que no me vea durmiendo a su lado…" pensaba, mientras subía en la cama, tensa como un tronco de madera.
Unos minutos después comenzó a sentir como su cuerpo se relajaba, cerró los ojos y suspiró. No podía negar que la cama de Maura se sentía como si estuviera sobre una nube y el día había sido demasiado pesado y largo.
Uno de sus ojos se abrió mirando hacia el lado de Maura. No estaba segura si eran ideas suyas o el cuerpo de su amiga se encontraba más cerca. Cerró su ojo sin darle mucha importancia a la cercanía de su amiga, pero sus ojos se abrieron como platos al sentir una cálida mano sobre la piel de su abdomen. Su camisa se había alzado un poco al acostarse.
–Maur –susurró en el silencio de la oscuridad. "Oh Dios" pensó al sentir como se aproximaba más a su cuerpo; su mano se deslizó por su abdomen, dejándola sobre su costado y su respiración acariciaba la piel desnuda del hombro de la morena.
Ahora sus ojos se habían adaptado a la oscuridad y observó el rostro de su amiga, bueno, lo que podía ver de él, ya que era cubierto parcialmente por un mechón de cabello dorado. Las mejores amigas no dormían en una posición tan íntima ¿No?
Con una de sus manos apartó el mechón de pelo y se sorprendió al sentir una sonrisa formarse en sus labios. Es que no podía evitarlo. ¿Cómo podría? El rostro de su amiga, de su compañera de trabajo era tan… sereno, hermoso. Se quedaba corta de palabras para describirlo. Ya no le importaba que la posición fuera íntima o no. Su mano se movió con vida propia y sus dedos comenzaron a acariciar el brazo tendido sobre su abdomen.
Las dos últimas semanas de este mes habían estado muy atareadas y se habían visto muy poco. No iba a derrochar el poco tiempo que lograba estar con su… amiga. Además, Maura no recordaría nada; para ella no habrá posiciones que se podrían interpretar como incómodas o íntimas. Para ella sólo quedaría el recuerdo de una noche con unas copas de más, un momento embarazoso con la madre de su amiga que ahora vivía en su casa de invitados y la ayuda de dicha amiga.
Y lo que más desconcertaba a la detective era la inseguridad que sentía al no saber si ese hecho era algo que la alegraba o la agobiaba.
