Disclaimer: Si Harry Potter fuera mio, no estuvieran leyendo esta historia. Ya estaría terminada y tendrían el libro en su casa, además de haber ido a ver la película.

Aprendiendo a Vivir

Capítulo 1:

Avada Kedavra

Sirius peleaba con fiereza contra Bellatrix. Parecía que a esos dos no los unía ningún lazo de sangre o por lo menos un sencillo pensamiento. Eran dos completos desconocidos el uno para el otro, defendiendo lo que más querían, y esas eran metas muy diferentes. Ninguno se daría por vencido.

Ella trataba de lanzar un hechizo que acertara en el hombre, para acabar ese enfrentamiento de una vez puesto que tenía que desaparecer. Su señor le estaba llamando y estaba segura de que no solo a ella; echó un vistazo a su alrededor, solo por las rendijas de los ojos para no distraerse, y todos aquellos vestidos de largas túnicas oscuras se veían igualmente desesperados por salir de la cámara de la muerte. Tenían que atender el llamado, y lo tenían que hacer ahora, porque de no ser así, todos serían castigados severamente.

A esas alturas de la noche, debían estar de regreso con su señor, con buenas noticias. Pero el problema es que no tenían nada bueno que decir para excusarse de su fracaso, y eso asustaba a Bellatrix. El-que-no-debe-ser-nombrado les había dicho una y otra vez que era de vital importancia que le llevaran esa profecía, esa que había que había tomado Potter, tras largos meses de órdenes del Lord. Aquél mago oscuro había esperado pacientemente casi un año entero, asegurándose de tener al muchacho lo suficientemente atemorizado, para obligarlo a ir y tomar la profecía del ministerio. Se suponía que los mortífagos solo irían por ese insignificante objeto tan frágil, pero importante para el destino de todos. Habían fallado.

Un grupo de adolescentes les habían desafiado y burlado el suficiente tiempo para que los refuerzos llegaran, para estar tan lejos del objetivo. No se suponía que Potter estuviera acompañado. No. Se suponía que debía estar solo, indefenso, y suplicar por su vida frente a ellos. Pero llevaba a sus "inseparables" amigos. Además de otros de nueva adquisición. Pero de todas formas no dejaban de ser solo un montón de niños que se atrevían a levantar sus varitas contra lo desconocido, con miedo. Lo peor de todo era que esos "niños" se las habían ingeniado para zafarse de un grupo de bien entrenados asesinos, el suficiente tiempo para echar todo a perder.

Gruñó cuando volvió a la realidad. Se encontraba cada vez más desesperada. No tenían la profecía consigo, Potter había corrido con el niño Longbottom. Ellos dos la tenían, ellos dos. Tenía que deshacerse de su odiado primo -el cual de la sangre Black no respetaba nada- para buscar a esos dos, y de ser posible matarlos. Lo disfrutaría. Aún así debía quitarse de encima a Sirius, solo conocía una forma, duradera y rápida. Era lo más sensato que podía hacer. Sonrió malvadamente centrando sus ojos en el objetivo.


Sirius se encontraba demasiado nervioso, no estaba pensando claramente. Tantos destellos y rayos de luz hacia todas direcciones, lograban atraer su atención fácilmente, desconcentrándolo del objetivo principal, el cual era dejar fuera de combate a su "querida" prima y salir en busca de su ahijado. Quizás era un pensamiento egoísta el dejar a la orden encargarse de los mortífagos mientras él se perdía en los pasillos del ministerio buscando a ese joven, pero la única verdad y argumento válido en este caso, era que Harry era lo único que tenía. Era su último recuerdo de sus padres, pero no por eso lo quería protegía. Claro que no, ese muchacho era un gran mago, de excelentes valores y con el espíritu de todo un merodeador. Sirius lo quería porque se había encariñado con él, aunque fueran pocas veces las que compartían un tiempo.

Lo había visto apartarse sosteniendo a Neville, le llegó otra duda a la cabeza ¿Qué hacía Neville ahí? Hasta ahora se daba cuenta de eso. Remus le había contado que Harry nunca se separaba de Ron y Hermione, así que le pareció extraño solo haber visto a Neville y no a los otros dos. Temió por un momento que algo les hubiera pasado, había mucho peligro en el ministerio en esos momentos y no había sido de las mejores ideas –por parte de los Gryffindor- el salir a hacer Merlín sabe qué. Volvió a concentrarse en su duelo, ya quería acabar, quería ver de nuevo a Harry.

El haberlo perdido de vista solo podía significar que no podía cuidarlo como se debía, nadie estaba al pendiente de si alguien llegaba y lo atacaba por la espalda. Estaba solo en un lugar lleno de mortífagos que harían todo para capturarlo y llevarlo frente a Voldemort. Neville no le sería de muy buena ayuda en la condición que estaba, las piernas danzantes no le permitían siquiera ponerse de pié apropiadamente. Sintió un nudo en la boca del estómago impidiéndole respirar apropiadamente, algo malo podría pasar, estaba casi seguro.

Tomó aire al mismo tiempo que volvía sus pensamientos al duelo. "Primero ella, luego Harry" se obligó a pensar "Sabes que todo estará bien, no tienes nada de que preocuparte" Cuanto deseaba creerle a su conciencia. Pero ahora sentía una opresión en el pecho con el solo pensamiento de que alguien posara sus manos en su ahijado, por más que tratara de no pensar en eso, no podía evitarlo. Era algo así como el instinto de un animal, que sabe cuando hay peligro. Tal vez, por pasar tanto tiempo convertido en Canuto, algo de esa sensación insistente se le había transferido a su forma humana.

Desesperadamente buscaba alguien a quien poder mandar para protegerlo, solo una persona capaz de protegerlo bastaba para calmar sus ansias y la preocupación, pero todos estaban sumidos en sus duelos, apenas y respiraban entre cada hechizo. Nadie podía hacerlo, los mortífagos parecían más fuertes que en veces pasadas, como si tuvieran algo que los impulsara. Pero claro que si él fuera un mortífago con órdenes de Voldemort, estaría asustado de fallar en una misión. Con desagrado llegó a una conclusión, Harry estaba solo.

Pero parecer Bellatrix estaba tan apresurada como él a terminar el duelo. Cada nuevo hechizo era más fuerte que el anterior y se obligaba a sí mismo a protegerse mejor o contraatacar más rápido, y más rápido. Era un ritmo que no mantendría por mucho tiempo si las cosas seguían así, estaba cansado, desesperado y enojado.

Harry, Harry, Harry. Era el centro de sus pensamientos en ese momento, todo lo llevaba a él. Graciosamente, si veía un hechizo, pensaba en su ahijado. El ver la cara de su prima, le recordaba a su ahijado. El simple hecho de tener hambre le recordaba a su ahijado. Y no podía quitárselo de la cabeza, ahora sabía lo que se sentía el depender de otra persona por la felicidad propia, y que la otra persona dependiera también de él. Era como un círculo vicioso, o por lo menos eso creía. En los momentos más oscuros de su vida, había logrado encontrar la respuesta a las más difíciles preguntas que él mismo se hacía. Había logrado resolver problemas, en los cuales, si no hubiera estado en soledad, nunca los había estudiado detenidamente para dar con el punto clave.

Cansado de tener que "protegerlo" pero no en el mal sentido. Sino que estaba cansado de que Voldemort lo acechara e hiciera todo lo posible para dañarlo, eso conllevaba a que él siempre que pudiera, saliera en su defensa, por lo menos en los dos últimos años. Desesperado de que todo acabara de una vez, el poder volver con su ahijado sano y salvo al colegio, el poder destensar los músculos de su espalda y cara que ya parecían ser de piedra. Por último enojado, furioso contra Voldemort de nuevo. Ese mago no podía dejar en paz al mundo ni siquiera cuando se suponía que estaba muerto, hoy en vida era peor. Peo otro motivo de su enojo era Harry ¿Por qué diablos había salido del colegio? ¿Acaso no había pensado en el riesgo que corría? Obviamente no.

Refunfuñó mientras esquivaba un rayo de luz roja. Disparó el propio y Bellatrix hizo lo mismo. Se estaba cansando de ese jueguito.


Un destello que no venía de algún hechizo o maldición llamó la atención de los duelistas, mortífagos y miembros de la orden. Todos giraron sus cabezas, sin importar que estuvieran en peligro por distraerse de un duelo, esperando saber qué era esa luz. Segundos después, se hizo un milagro para algunos y la condena para los otros. El gran mago legendario y sabio de túnicas azules, director de Hogwarts y miembro de la orden de Merlín, estaba parado con una expresión seria y un tanto furiosa. Vio a todos los que estaban presentes con un rápido reconocimiento, supo que había llegado en un buen momento. Las reacciones no se hicieron esperar.

La orden del Fénix suspiró aliviada y como si la presencia de aquél hombre les infundiera fuerza y coraje, empezaron a contraatacar con más poder que antes, así someterían a los mortífagos poco a poco. Y como era de esperarse, los seguidores del Lord empezaron a retroceder con miedo, intentando fallidamente en acertar un solo rayo a Dumbledore, lanzando todo tipo de maldiciones que se les vinieran en mente. Sabían la amenaza que era esa mago, ellos iban ganando y llegó a quitarles esa leve ventaja que llevaban sobre la orden.

Albus Dumbledore de nuevo registró por encima de sus gafas de media luna el lugar, después de tan solo unos minutos los duelos habían disminuido al igual que las fuerzas de los mortífagos y era un verdadero alivio. Solo unos cuantos seguían llevándose a cabo y en uno de ellos notó a Sirius peleando ferozmente con Bellatrix. Ese hombre lo había desobedecido sus órdenes sin remordimiento alguno. Le había dicho que él se encargaría de proteger a Harry, que se quedara en el cuartel a esperar noticias, pero no, ahí estaba peleando contra la seguidora más fiel de Lord Voldemort. Tendría una plática muy seria con el Black. Pero primero debía sacarlo de ese aprieto. Notaba lo tensa que estaba la mortífaga y en esas condiciones era capaz de cualquier cosa.

Pero antes de poder dar la orden a su propio cuerpo de caminar…lo vio. Ese peligroso destello en los ojos de un mago cuando a su mente llega el hechizo que le da la victoria sobre cualquiera. El hechizo que de ninguna manera se puede parar y que es muy difícil de esquivar aún para le mago más habilidoso del planeta. Palideció, abrió los ojos considerablemente y se petrificó en su lugar. No podía estar viendo a Sirius en sus últimos segundos.

Antes de que Bellatrix comenzara siquiera a decir las palabras, Dumbledore sintió que algo o alguien pasó rápidamente a su lado derecho, con una pequeña ventisca por su rapidez al correr y al cortar el viento a su paso. Cuando giró la vista, segundos después de lo sucedido, solo alcanzó a ver un rayón de varios colores de algo que ya no estaba. Pero al girarse hacia adelante, en un intento en vano de detenerlo, estiró la mano para detenerlo. Sabía que no lo alcanzaría pero aún así lo debía de haber intentado. Deseaba que alguien más lo interceptara en su camino, él se había quedado sin palabras para advertir a los demás de la presencia de Harry. En tan peligrosa situación.


Sirius vio la sonrisa de su prima, eso no podía significar nada bueno, por lo meno no para él. En los ojos de ella se reflejó la victoria con un solo destello verde, y aunque este todavía no saliera de su varita, lo dejó inmóvil. No había precedentes de lo que se sentía antes de ser tocado por esa maldición, porque nadie la había sobrevivido. Y claro que había un caso, pero en ese entonces no se le podía preguntar a un pequeño de un año, y hoy, 14 años más tarde, el muchacho no recordaba ese día.

"Harry" pensó su padrino. Sabía que solo le quedaban unos segundos para tener un último pensamiento y eso solo se volcaba a ese nombre. Frunció el entrecejo preocupado, y no era por él mismo. Temía por la reacción de su ahijado, la reacción de su ya dictada muerte. No eran muy unidos, él no significaba mucho para Harry ¿Verdad? Podría sobreponerse de inmediato y seguir luchando. No era muy necesario últimamente, ni siquiera podía salir del cuartel de la orden sin recibir un sermón de tres horas. Sería lo mejor así, no les estorbaría más.

Sintió su mano congelada todavía en el aire, el último hechizo que él había lanzado, ya se había desvanecido, pero venía el terrible contraataque. Experimentó lo que el pensó que todos sentían justo unos segundos antes de morir. Un flashazo de recuerdos, que se aglomeraban frente a sus ojos como si estuviera presente. Todos tan lindos y distintos.

"Vamos James, acércate a la pelirroja"

"¡¿Mi ahijado dijiste?! ¿Vas a ser papá? ¡¿Voy a ser padrino?!"

"Tiene los ojos de Lily, lástima que se parezca a su padre. Tranquilo hermano, solo bromeaba"

"Mi ahijado será el más consentido de todos"

"¡Mira Harry! Te traje un dulce, ¡No la bolsa completa no!"

"¿Quién es el mejor padrino del mundo? No te molestes en contestar enano, claro que yo"

"Cuando sea más grande continuará nuestro legado merodeador" "¡Ni lo pienses Sirius!"

Sonrió por sus adentros sin abrir los ojos, Harry.

-¡Avada Kedavra!- las palabras de la mortífaga habían hecho eco en la cavernosa sala. El tiempo parecía haberse detenido para unos, para otros era una eternidad y para otro pequeño grupo no era suficiente.

Sirius esperaba que el rayo le diera ya, que no se hiciera más larga la tortura, así acabaría con su sufrimiento y el sufrimiento de los demás también. Los libraría de su presencia inútil, pero, algo en su interior se sintió mal. Sentía dejar a Remus, él lo había apoyado desde que salió de Azkaban, sería el último merodeador -porque Colagusano no contaba como uno- y sentía mucha pena por dejarlo solo en ese punto de la guerra, solo y preocupado. Confiaba en que podría seguir adelante y cuidar de Harry estupendamente, más de como él lo había hecho.

Si, era lo mejor así. Su muerte sería lo mejor para todos. Cerró los ojos para no ver el final.

Sintió una presión salida de la nada alrededor de sus costados, como algo enlazado. Un calor familiar le rodeaba por arriba de la cintura, asfixiándolo un poco. "Que ironía" pensó para si mismo. Al parecer sus pulmones se estaban parando ahora que estaban a punto de morir y el hechizo ni siquiera les daba, que vergüenza de cuerpo tan cobarde. Sonrió para sí mismo por ese pensamiento, aún en su lecho de muerte no podía dejar de reírse de sí mismo.

Su sonrisa se borró sin previo aviso. Se detuvo en el detalle de la presión, era algo más suave, lo que lo envolvía de la cintura para arriba era distinto a un sofocamiento causado por su propio miedo. Luego pudo comprobarlo cuando otra presión se hizo presente en su pecho, no era dolorosa, era apenas notoria, pero no pasaba desapercibido el hecho de que algo se presionaba contra su cuerpo. Se extrañó de aquello. Abrió los ojos calmadamente para saber qué era, pero se sintió desfallecer al toparse con dos ojos esmeralda que estaban a tan solo centímetros de su rostro. Llenos de miedo y angustia.

Pero antes de pensar, hablar o hacer, alcanzó a ver un reflejo verde viniendo de frente y acertando.

La fuerza de la maldición le hizo perder el equilibrio y caminar de manera tambaleando hacia atrás. Su espalda chocó contra los pilares de roca que formaban el arco del velo, eso lo supo de inmediato. No sintió el dolor de ese golpe, solo fue un breve cosquilleo, comparado con otro sentimiento más duro que lo empezó a llenar, esparciéndose desde su corazón a todo el cuerpo.

Miles de preguntas se aglomeraron en su cabeza "¿Por qué Harry estaba con él? "¿De donde había aparecido y por qué lo había estado abrazando?" "¿Por qué lo miró con miedo?" y "¿Por qué sostenía una inmóvil figura entre sus brazos?"

Esa era la pregunta correcta, el detonante para todo lo demás. Todo lo que había hecho era mecánico y no había pensado en absolutamente nada más que en los dos ojos esmeralda que lo habían estaba viendo. Sacudió la cabeza para concentrarse en ahora la oscura y silenciosa caverna. Sintió que se le hacía de pronto difícil el respirar, estaba temblando incontrolablemente sin saber exactamente por qué. Todos lo miraban expectantes y se preguntó por qué solo una milésima de segundo. Bajó la cabeza, dejando de respirar completamente en ese instante.

-No…-susurró para sí mismo demasiado incrédulo y negativo. Sintiéndose dentro de una de sus peores pesadillas, temeroso y a punto de romper en llanto. Sosteniendo un peso sin vida en sus brazos. -¡NO!-gritó lo más fuerte que sus pulmones se lo permitieron antes de empezar a llorar frenéticamente y abrazar a su ahijado que yacía inmóvil en sus brazos. Lo abrazó como nunca, tan fuerte que esperaba que se quejara o que tratara de alejarlo, pero que se moviera al fin. Seguía temblando como si estuviera en una tina llena de hielo, no alcanzaba a tomar aire, su corazón hecho pedazos se lo impedía.

Con la mano derecha y temblorosa levantó más cerca de sí la cabeza sin vida Harry, poniendo sus labios en la frente del muchacho susurrando muchas cosas que ni él mismo se entendía. Mojando el rostro pálido de quien quería más en ese mundo con las gruesas lágrima que derramaba sin cesar. Negó y negó con la cabeza tanto como le fue posible. Quería creer que así lograría algo, lograría deshacer lo que ya había pasado, lograría darle de nuevo la vida su ahijado. Lo apretaba contra si mismo, deseoso de que abriera los ojos y que una vez más lo miraran con su característico color, o que lo despertaran de la terrible pesadilla que estaba teniendo, pero que lo despertaran ¡YA! No podía, no podía seguir aguantando eso como realidad, no debía ser cierto.

Levantó su vista nublada por las lágrimas que tenía acumuladas desde hacía tiempo. Esas que esperaba soltar pero de felicidad, al fin de una batalla ganada. Vio a Dumbledore acercarse seguramente rápido, pero él lo veía todo tan lento. Notaba cada ondear de las túnicas del viejo mago a cada paso que daba, lo veía un poco más cerca después de una hora en su mente.

El hombre se hincó a su lado con todas las arrugas de su rostro juntas en una expresión de horror y tristeza. Acercó ambas manos hacia él y su ahijado, pero como padrino, no le permitiría tocarlo.


Dumbledore sentía que sus pies eran de piedra, no veía el momento de llegar a lado de Sirius para negar lo que había pasado, deseando que todo fuera un malentendido. Pero cuando al fin estuvo lo suficientemente cerca, no pudo hacer otro movimiento. El animago ahora descompuesto se aferró más al cuerpo de su ahijado, con toda la fuerza que tenía.

-Sirius…-susurró tratando de convencerlo de soltar a Harry, obteniendo solo frustración. –Sirius- intentó de nuevo un poco más fuerte, pero el hombre ni siquiera lo estaba escuchando. Estaba perdido dentro de si mismo, sollozando muchas cosas inaudibles. Temblando violentamente pero no permitiendo el acceso a nadie sobre el cuerpo que sostenía.

-¡SIRIUS!- un grito más fuerte de lo que Albus esperaba, se escuchó a su lado. Al mismo tiempo que una mano se plantaba sobre un hombro del animago, el Black por fin tenía la atención en otra cosa. Remus estaba parado ahí, con los ojos vidriosos y unas lágrimas bajando ya por sus mejillas, pero apoyando al hombre -que sufría un horror parecido al de un 31 de Octubre- con su sola presencia.

Sirius aflojó el agarre que tenía sobre Harry, permitiendo que Dumbledore tomase a su ahijado. En cuanto el muchacho hubo desaparecido de sus brazos y pasado con cuidado a los del director, se giró y de un brinco abrazó a Remus buscando un consuelo que nadie podía darle, pero que el licántropo entendía. Llorando frenéticamente como nunca lo había hecho. Remus devolvió el abrazo tratando de reconfortarlo sabiendo que no funcionaría. Por encima del hombro de Sirius, muy a su pesar, no podía despegar su vista de Dumbledore y Harry.

Albus se sentía muy mal. Tenía cabeza del muchacho recargada contra su hombro y con una mano sosteniendo su cuerpo para que no se golpeara con el suelo. Levantó la mano libre, temblorosa, solo para dar una última confirmación. Pero él sabía que era imposible, no después de lo que había pasado. El mismo lloraba, si, nunca nadie lo había visto llorar antes. Pero lloraba por el dolor de una pérdida. Tan cercano, como su nieto. Posó la mano el pecho del muchacho, esperó unos segundos -que a Remus le parecieron una eternidad- para terminar con eso.

Los canales de las lágrimas del director se detuvieron de repente. Hasta parecían haberse secado. Abrió los ojos considerablemente y presionó más su mano, para sentir, un leve golpeteo. O el más lindo golpeteo que haya sentido en toda su vida, un débil latir.

Remus detuvo sus lágrimas también al ver la expresión en Dumbledore. Pero sentía que sus oídos se habían cerrado a las palabras. Quería creer que lo que estaba viendo era verdad y que un rayo de luz se había abierto en la oscuridad que los rodeaba. Luego lo sintió dentro de sí. Vio al director girar la cabeza y gritar algo a Kingsley quien aunque se encontraba algo lejos y con el mismo semblante de tristeza que todos, se acercó velozmente y con expresión sorprendida.

Cuando llegó a reunirse con Dumbledore, solo vio los viejos labios del mago moverse, seguramente repitiendo lo mismo. Pero él no escuchaba, solo veía. Y lo repetía, lo repetía y lo repetía muchas veces. Kingsley tomó a Harry en sus brazos con una sonrisa, pero la de Dumbledore lo superaba. Ambos se levantaron del suelo con rapidez. Remus sintió como el aire salía de sus pulmones y lo dejaban respirar bien una vez más.

Al ver alejarse al director, supo que tenían una esperanza. Más cuando aquel hombre se detuvo a medio camino y levantando el brazo les dijo a todos:

-¡Volvamos a Hogwarts!- con una sonrisa en sus labios.


Tenían que llegar a la red flu, no podían llamar la atención de más personas en el ministerio con una rápida desaparición sin explicación alguna. Pero a esas horas, el edificio debía estar lleno de todos los aurores disponibles. La lucha había causado mucho desastre por todos lados y de seguro había una manera de que se alertase al ministro en dado caso que en el lugar anduviera algo mal, eso le bastaba para creer que no estaban solos.

No les importó si los mortífagos seguían presentes, toda la orden había salido de la cámara de la muerte, más unida que nunca y apoyándose unos a otros en el recorrido. Así que no se habían preocupado por detenerse a asegurarse de que los mortífagos que habían logrado noquear o inmovilizar, siguieran ahí hasta que alguien competente los pusiera en detención. No desperdiciarían tiempo en seguir un inútil protocolo que los encargados del ministerio les harían pasar, porque se suponía que nadie debería estar ahí. Seguro los someterían a un largo interrogatorio donde durarían horas, les querrían sacar información que no podrían dar. Y conociendo los métodos tan sutiles del ministro, los torturarían por obtener respuestas.

La secreta "Orden del Fénix" estaba en riesgo de dejar su anonimato y salir a la vista de todos. Debían ser tan inteligentes como la situación lo requería, o como la situación se los permitiera. Ágiles y hacer sin titubear, para no levantar más sospechas que las que ya se cernían en sus cabezas.

Albus Dumbledore iba al frente del grupo, prestando atención a cada detalle a su alrededor, a las sombras que se formaban por la débil iluminación del lugar. Temía que hubieran más peligros de los que ya habían enfrentado hacía solo minutos, y no tenían tiempo de detenerse si querían lograr un milagro.

Giró un poco su cuello a la izquierda. Muy pegado a él iba Kingsley, sosteniendo en sus brazos un adolescente que a la vista de todos parecía estar muerto. Pálido como el papel, sin hacer movimiento alguno. Con su cabeza moviéndose al compás de los movimientos bruscos, porque al no tener la fuerza para sostenerla en un solo lugar, solo se dejaba llevar por los movimientos.

El director suspiró. No le gustaba estar en esas situaciones. Requerían un coraje que nunca había podido desarrollar y que a pesar de la edad era muy difícil de adquirir. Ese poder de permanecer centrado en la situación para tomar las mejores decisiones sin dejarse vencer por el miedo o desesperación, poder decidir por quienes no podían. Quizás durante cierto periodo tuvo esa habilidad, tanto practicarla, tanto verla en su alrededor le había ayudado a poder expresar una mínima parte. Pero habían pasado años desde que había tenido que pensar seriamente en medio de una situación difícil.

Era malo estar fuera de forma.

Seguía atento a todo lo que pudiera, no debía pasar nada por alto. Estaban caminando sobre un delgado hilo.

Una extraña ráfaga de viento les sacudió las capas y los hizo despertar de lo que estuvieran pensando, además de detenerse de inmediato. El ministerio era un lugar cerrado, bajo tierra, no podía haber viento si no fuera provocado. Eso lo sabían perfectamente y el pensamiento de que algo andaba mal respecto a eso, los alertó.

Luego el ambiente se tensó, había una extraña carga negativa en el ambiente que se adentraba en sus cuerpos, alertando sus sentidos de peligrosidad a niveles elevados. Y la razón no se hizo esperar.

Al dar vuelta en el pasillo, ya eran esperados.

El mago estaba parado de manera imponente pero tranquila en medio de la gran sala. Con ambas manos entrelazadas por delante, debajo de su estómago. Mirando a los recién llegados por las rendijas que formaban sus ojos, como el cazador acechando a su presa. Su sola presencia bastaba para poder hacerles entender que no estaba en el ministerio por una simple casualidad, y que quería algo.

Albus apretó más la mano alrededor de su varita, midiendo el peligro de la situación y armando planes tan velozmente como su mente se lo permitiera. Pensando en cada una de las posibilidades que tenían para poder escapar de esa amenaza. Pero era demasiado difícil, aunque estuviera Lord Voldemort solo, el poder burlarlo para escapar del ministerio. Requería de un movimiento inteligente, y temía no poder pensar en ninguno en esos momentos.

Notó que Kingsley dio unos pasos hacia atrás. Originalmente había estado a un lado del director de Hogwarts, pero al ver al mago oscuro de inmediato retrocedió para proteger a Harry. La orden reaccionó sola y al mismo tiempo de la acción del moreno, ellos se plantaron por enfrente con las varitas en alto, esperando cualquier ataque.

Pero no todos estaban en condiciones de pelear, los mortífagos habían sido duros y eso los había debilitado. Tonks no estaba con ellos, la habían mandado con los demás muchachos a Hogwarts, por medio de un traslador. Todos los aurores serían atraídos al punto donde el aparato se había activado y encontrarían la cámara de la muerte llena de mortífagos y convictos de Azkaban, eso bastaría para entretenerlos por un corto lapso de tiempo, pero sería lo suficiente para que los demás escaparan por otra dirección. Aunque estando en la situación actual, los planes se habían ido a la basura por la simple aparición de un mago.

El silencio se podía cortar, era pesado y les llenaba los oídos solo con un zumbido inexistente. Sus respiraciones eran casi inaudibles, aunque sus corazones saltaran de un lado a otro, frenéticamente como para escapar de la situación de peligro que se les presentaba.

Cuando Voldemort se vio alterado por ese mutismo, él comenzó a hablar.

-Tan inoportunos como siempre-siseó ladeando su cabeza un poco a la derecha. Viendo toco como un simple juego que él ganaría. Su simple voz ahora los había congelado a todos. Abrieron los ojos lo más que podían ante la sorpresa, de, algunos volverlo a ver después de tantos años…y unos pocos, ser su primer encuentro.

-Fue tonto que vinieras esta noche Tom. Los aurores vienen hacia acá-contestó lo más rápido que pudo el líder de la Orden. Sabia el efecto de sus palabras con su adversario, odiaba que utilizaran su nombre muggle para referirse a él, pero lo único que planeaba en ese momento era ganar más tiempo. El que empezaran a discutir, le daría unos minutos de ventaja.

-No podrás provocarme, anciano-el Lord expresó una pequeña sonrisa malvada fijando los ojos en Dumbledore –Se muy bien lo que quieres lograr, pero también sé, lo que yo quiero- sus manos ahora quedaron libres a sus costados, en su derecha la varita, lista para cometer lo que mejor sabía hacer.

-¿y que has venido a hacer, Tom?-intentó de nuevo el hombre, levantando un poco la cabeza para ver bien a Voldemort. Se veía diferente, después de tantos años. Y aunque fuera imposible siquiera pensarlo, se escuchaba más aterrador que de costumbre.

Una risa chillona interrumpió la "plática" entre los dos magos. El sonido rebotaba en todos lados y era difícil saber de donde provenía, hasta que al fin, Bellatrix apareció detrás de su señor. Con los ojos grandes y redondos, miró a toda la orden rápidamente, y después de unos segundos, sonrió de satisfacción al posar los ojos en Kingsley. Alzó la barbilla con superioridad y luego miró a su primo.

-¡Eres una…!-Sirius no se había podido contener. Todo lo que estaba pasando era culpa de ella. Se sentía destrozado por dentro y solo era por una persona. Deseaba tanto asesinarla con sus propias manos, sin usar la varita. Había dado unos pasos al frente, listo para irse sobre ella, pero Dumbledore había levantado un brazo y lo interpuso en su camino, deteniéndolo. Miró al viejo hombre, para saber qué era lo que planeaba, pero cuando sus ojos se encontraron, sintió un terror recorrerlo al ver que estaba en blanco.

Después todo pasó en menos de un parpadeo. De nuevo se escuchó la voz de Bellatrix, pero esta vez mandando un hechizo. Como acto mecánico todos saltaron de sus posiciones y buscaron esquivar el rayo que por suerte no le dio a nadie. Pero cuando quisieron contraatacar, el salón ahora estaba acompañado de más mortífagos. Parecía que los seguidores de Voldemort habían salido de las sombras, nadie antes se había percatado de que estaban cerca. Y si bien solo eran 3 más, eso no aseguraba que la orden tuviera las cosas fáciles.

Dumbledore por su parte había caminado aparte, para enfrentar a Voldemort. Confiaba en poder estar a su altura después de tantos años, el poder enfrentarlo como antes y que no hubiera cambiado mucho desde la última vez que había luchado. Temía que si era más poderoso, podría derrotarlo. Pero era un riesgo que estaba dispuesto a correr, siempre y cuando la orden se las ingeniara para terminar a los mortífagos y escapar, sin importar lo que le pasara a él.

Sirius perdió el aliento por un segundo, desesperado se giró sobre si mismo buscando a Shackelbolt, pasara lo que pasara debía asegurarse de que su ahijado pudiera salir de ahí, vivo. Creyó perderlo una vez, ahora no se lo permitiría.

Después de reconocer el lugar, caminó entre la nueva lluvia de rayos al auror que se encontraba resguardado detrás de una gran estatua. En sus ojos se notaba la desesperación de no saber que hacer y querer ayudar a los demás en la lucha, pero era imposible dejar a Harry solo y en esas condiciones. Sintió un alivio cuando Sirius llegó y empezó a contraatacar los rayos que querían darles a ellos.

-¡Tienes que llevarte a Harry!-le gritó Sirius sin girarse, atento a todos los ataques. Solo girando un poco el cuello para ver por la rendija del ojo si el auror asentía o no.

-¡No los dejaré solos!-le devolvió el moreno de inmediato. Eso hizo al animago enojarse.

-¡Tu deber es proteger a Harry, lo tienes que sacar de aquí!-se había dado la vuelta completa para mirarlo cara a cara. No era momento de orgullo, no era el momento adecuado para discutir lo que tenía que hacer. Caminó hacia él, todavía protegiéndose de los hechizos y devolviendo otros cuantos.

Estaban de nuevo los dos juntos, viendo lo demás como algo ajeno a lo que ellos discutían. Sirius levantó la mano y acarició la mejilla de su ahijado, pensando en que estaba vivo, para que eso le infundiera el coraje necesario para acabar con todos los obstáculos que se le presentaran. Pero su rostro se tornó a entera preocupación al sentirlo tan frío y verlo tan quieto.

Shackelbolt no podía quedarse solo así o salir huyendo aunque la situación lo requiriera. Él era un auror entrenado para pelear en cualquier situación hasta el final, y esa era un de las situaciones que lo llamaba a gritos, una donde debía estar presente. No sabía por qué, pero siempre le había hecho caso a sus instintos y hoy le decían que él no era el indicado para proteger a Harry.

En un movimiento inesperado, se acercó a Sirius y puso a Harry en sus brazos. Ante la cara de sorpresa del animago y cuando abrió la boca para protestar, lo interrumpió antes de que pudiera decir palabra alguna.

-Es tú ahijado-la seriedad y el sentimiento con el que había expresado esas palabras, hizo a Sirius callarse todo lo que quería decir. Bajando su mirada y dando un largo suspiro. –Yo te abriré camino-continuó el auror con una sonrisa que hizo al animago asentir agradecido. Si bien no era lo que tenía planeado, debía funcionar.

Dirigió una mirada al campo de batalla, Remus estaba peleando ferozmente contra Barty Jr., pero de todas formas, el licántropo tenía un oído muy bien desarrollado para poder escuchar todo lo que los dos hombres habían dicho. Cuando se quedaron callados, giró su cabeza para toparse con la mirada de Sirius. Él le indicó con un asentimiento que se fuera.


En la enfermería de Hogwarts, tras un fuerte destello de luz habían aparecido 5 adolescentes y Tonks. Los cuales cayeron al suelo fuertemente por lo anticipado del traslador y de su agotamiento. El lugar había estado apacible hasta que ellos irrumpieron la concentración de la enfermera que platicaba con Severus Snape sobre pociones. Madame Pomfrey necesitaba más surtido de varias pociones y el jefe de la casa de los Slythering era quien siempre procuraba ayudarla.

Pero esta vez, su tranquila plática había sido irrumpida por 6 personas.

El profesor de pociones rápidamente se acercó a la auror en especial. Desde hacía ya dos horas, se encontraba sumamente nervioso por lo que estuviera pasando fuera del colegio. Estaba enterado de la mayoría, se lo había contado a Albus y este le dijo que se quedara en el colegio a no ser que Voldemort lo llamara ante su presencia. Pero además le había encargado que vigilara muy de cerca a Harry, ese muchacho podría meterse en problemas serios si actuaba imprudentemente. Pero conociéndolo, sería difícil mantenerlo quieto.

Por eso, había buscado por todo el castillo a ese muchacho. Se desesperó cuando no lo pudo encontrar después de una hora de exhaustiva búsqueda. Ni a él ni a sus amigos, pero, conociéndolo, se estaban escondiendo planeando una venganza contra Umbridge, después de lo que la suma inquisidora había hecho, o tratado de hacer, él también pensaba en lo mismo.

Ahora lo que más temía estaba frente a él, la prueba de sus peores presentimientos. 5 adolescentes lastimados que habían desaparecido al mismo tiempo que Potter, postrados ante sus pies. Junto con una auror que parecía que en cualquier momento podría desmayarse. Y no había señas del ojiverde.

Un sentimiento que hace mucho creía enterrado despertó dentro de él. Se juró el hacer todo lo posible para no sentir lo mismo que sentía ahora, porque no podría soportarlo de nuevo. De solo imaginar lo que podía estar pasando o lo que ya había pasado lo hizo palidecer como nunca. Incluso con más miedo que la última vez aunque quisiera negarlo. La preocupación lo invadió en cada rincón de su cuerpo.

Se lanzó de rodillas al suelo, tomando de los hombros a la auror. La zarandeó un poco para que se pudiera enfocar en algo, y que pudiera contestar sus preguntas. Pero ella no parecía durar mucho en ese estado lúcido:

-¡Tonks, Tonks. ¿Dónde está Dumbledore y la Orden?!-preguntó desesperado. La chica estaba pasando a la inconsciencia, pero él no se daría por vencido.

-Mi…mi…nisterio- contestó tartamudeante. A cada segundo su fuerza terminaba de drenarse de su cuerpo, con tremenda rapidez. Tembló incontrolablemente en brazos del profesor de pociones antes de que su cabeza cayera de lado, agotada, y susurrando –Harry-

Snape no necesitaba otra prueba o señal de que debía hacer algo. Dejó a la auror delicadamente en el suelo, dando un último vistazo a los adolescentes que Madame Pomfrey ya atendía con rapidez, se giró con un ondear de su capa negra y se retiró lo más rápido que podía, poniendo un pie delante de otro como acto mecánico mientras pensaba en un millón de posibles conclusiones exageradas y otras más exageradas.

Pero no se podía culpar, no podía culpar a nadie más que a una persona. Ya se había cansado de tener que esconder su verdadero ser ante todos. Si bien, podía ser así en su mayoría, había otros factores que influían en su manera de tratar a las personas y todo tenía que ver con la seguridad. Dumbledore lo sabía y lo apoyaba siempre que podía, pero ahora no se podía quedar quieto en el colegio, sabiendo lo que pasaba por fuera. Poniendo una máscara totalmente fría y falta de emociones, aparentando ser de piedra ante el dolor ajeno, y no tener un corazón.

Claro que lo tenía. Por eso aparentaba frente a los demás. Él llegó a amar, a querer con toda su alma. Aprendió a ser honesto y sacrificarse en ciertas situaciones por un bien mayor. Se lo enseñó la mejor persona del mundo, la menos interesada en si misma pero siempre apoyando a los demás. Juró en su tumba no dejar nunca las cosas en el olvido, como algo pasado y que no tenía sentido revivirlo. Juró mantener vivo el motivo por el que ella había muerto, y ahora, sentía que estaba a punto de fallar con esa promesa. Pero algo en su interior se revolvía inquieto.

No se sentía como si fuera a faltar a la confianza de alguien, como si fuera a dejar algo inconcluso. Sentía como si estuviera a punto de perder. Un pinchazo en el corazón se hacía presente a cada latido. Lento y doloroso, agujerando cada vez más en el fondo y lastimando insistentemente. Quería dejar de sentir.

Llegó a la red flu lo más rápido que había podido, se adentró en las llamas esmeraldas sin pensarlo. Sabiendo que arriesgaba todo en lo que había trabajado por más de 10 años. Todo lo que había construido y sufrido por ello. Pero, si la situación se lo pedía, el mandar a todo al diablo, lo harían sin titubear.


Sirius había caído al suelo, una maldición le había dado de lleno en la espalda. Por unos momentos no sintió nada, como si solo fuera producto de su imaginación. Pero el terror se hizo presente, cuando sus brazos empezaron a moverse sin que él se los ordenara. Cuando sus piernas se acomodaban de manera que pudiera levantarse.

Quería gritar por ayuda, que se dieran cuenta de que no era él mismo y que podía cometer una tontería si no lo detenían. Pero no era el único ocupado en algo importante. Todos estaban ocupados en sus propios duelos, donde si se distraían les podía costar la vida, así que estaba solo, lidiando contra su gracioso titiritero. Pero aunque estuviera bajo la maldición imperio, no le preocupaba en nada que lo hicieran saltar del Big Ben si era necesario, que lo hicieran caminar frente al ministro para que lo devolvieran a Azkaban de por vida. No, podría vivir con eso. Pero lo que no se perdonaría era perder a Harry.

Al momento que le había dado la maldición, ambos habían caído al suelo. Y a Sirius le preocupaba el no poder hacer nada para protegerlo de los mortífagos. El no estar junto a él para cuidarlo de cualquiera que osara a acercarse con negras intenciones. Cerró los ojos con frustración, al parecer era lo único que le respondía. No sabía siquiera de dónde había venido el rayo, pero de lo que estaba seguro era que nadie dejaría pasar una situación así y tenía miedo de lo que tuvieran en mente.

No se hizo esperar mucho su siguiente comando.

Completamente de pie, empezó a caminar. Quería contrarrestar la orden con solo pensarlo, se estaba forzando al máximo para lograr que su mente recuperara el control que le pertenecía por derecho, pero pareciera que solo era un espectador en un mal sueño. Y así siguió, exactamente no sabía donde se dirigía, hasta que se detuvo y sus rodillas se doblaron, bajando al nivel del suelo y quedando acuclillado. Por más que quería mover su cabeza para saber el por qué de estar ahí, algún motivo en especial, esta no respondía. Por un momento creyó lograr deshacer el control, pero se vio decepcionado al sentir todavía esa presencia manipuladora en su mente, la cual le hizo bajar la cabeza.

Harry…

¡NO, NO!

Sentía su mano buscar algo dentro de su túnica. Cada segundo para él parecía un milenio, pero esperaba que su mano controlada no encontrara nada. Que su varita se hubiera perdido por ahí, así no haría lo que temía. Pero parecía que el mundo entero estaba contra él. La encontró ¡Por Merlín, había encontrado la varita! Su mano se movió temblorosa, tomando perfectamente su varita, y clavando ligeramente la punta sobre el pecho de su ahijado.

-¡NO!-gritó, esperando que alguien lo ayudara, que lo escucharan y se dieran cuenta de lo que estaba a punto de hacer.

Las palabras se dibujaban en su mente.

Avada Kedavra, Avada Kedavra, Avada Kedavra…

No, no debía caer, no debía. No después de todo lo que habían pasado. ¡Qué alguien llegara y lo asesinara a él, para así no condenar su alma a la tortura eterna por lo que iba a hacer!

-A…A….Avada Keda….-


Hello a todos. Me alegra verlos de nuevo por aquí.

Se preguntan quien soy...o tal vez no. Pero ustedes-saben-quien-soy.

No, este no es mi primer fic. Sinceramente llevo varios y sumamente orgullosa de ellos, pero creo que me encantaría probar esta faceta en el anonimato. Cuando sea solo oportuno les diré mi nombre "verdadero" o como muchos me conocen aquí en fanfiction.

Sigo en el mismo género, angs/drama/suspenso. No escribo romance o comedia, cuando estos llegan, son naturales y no tengo nada que ver.

Sigo en el mismo fandom. Y sigo siendo la misma de siempre, solo que multiplicando mis ideas anteriores y explotando los géneros de los que escribo.

Espero que no pase mucho tiempo entre nuestra próxima reunión, frente a esta pantalla.

Pero lo más importante...A todo autor, ya sea fantasma o vivo, le encantan las opiniones, en este caso "reviews". Y yo siempre he dicho que entre más reviews, más ganas me dan de actualizar. Así que...¿merece este intento de historia tener futuro? ¿o lo dejamos truncado? Nadie los obliga a dekar sus opiniones, pero, así solo sea para decirme que continue, pasen y escriban.

Mas reviews, es igual a más suspenso. Y una pronta actualización. Y mi verdadero yo al descubierto.

Ustedes-saben-quien-soy.